Inevitable: Capítulo III

Capítulo III




La primera semana había pasado rápidamente, después de aquella charla nocturna, Edward se mostraba un tanto distante pero era educado, eran contadas las veces que conversamos. Cada día que pasaba sabía que le debía más de lo que quizá pudiera pagar, él solo no me dio un techo también hizo que Esme me acompañara al pueblo a comprar un poco de ropa ya que yo sólo contaba con la que fui encontrada y su estado era deplorable.



Mi manera de pagarle era ayudando en las labores de la casa y aprendiendo algunas cosas simples para ayudar en el rancho. Con Esme nos dividíamos las tareas de la casa las cuales descubrí se me facilitaban, el hacerlo ambas nos hacia terminar todo mucho más rápido y dando tiempo para que ella me hablara de su vida, me enseñara a preparar más recetas que tanto Edward como las niñas adoraban. Tal vez no tuviera dinero pero siendo útil me sentía mejor conmigo misma y no como una carga más sobre sus hombros. Él ya tenía suficiente.

Lo más divertido era la pequeña amistad que entablé con Eve que parecía revolotear a mí alrededor y estaba más contenta cuando descubrimos que yo sabía hacer un delicioso pastel de chocolate que le encantó a cada uno de los miembros de la familia. Por otra parte Lizzy seguía mostrándose renuente a acercarse a mí, no estaba segura pero parecía que su aberración a mí crecía cuando Edward hablaba conmigo o tenía un detalle caballeroso, Lizzy era pequeña pero muy celosa cuando se trataba de su padre.

La mayoría de los días iba Carlisle a cenar y aprovechaba para evaluar mi progreso el cual no existía ya que seguía sin recordar absolutamente nada. Bueno eso cambió por un sueño que tuve la noche anterior, una extraña sensación de terror invadió mi cuerpo, no veía nada porque estaba oscuro sólo escuchaba un par de murmullos más no entendía y mucho menos sabía de quién se trataba, pero desperté sudando y con el corazón acelerado.

Estaba cortando trozos de fruta mientras Esme había ido al gallinero, aún sentía esa extraña sensación de miedo, un miedo que no lograba comprender pero que me hacía estremecer.

—Buenos días. — saludó Edward entrando en la cocina, dejó el sombrero sobre la mesa de madera en la que estaba trabajando y fue a servirse una taza de café sin azúcar como solía tomarlo cada mañana. — ¿Te encuentras bien?

Lo miré y comprendí que no había respondido a su saludo.

—Buenos días. —sonreí pero no genuinamente. —Lo siento, no te escuché.

— ¿Recuerdas algo?—preguntó acomodándose de espaldas junto a mí. Cerré los ojos y percibí su aroma, era agradable, una mezcla de loción para después del afeitado, jabón y campo.

—No lo sé.—dije clocando los trozos de fruta en los platitos.— ayer tuve un sueño, no sé si es un recuerdo o solo se trataba de un sueño sin sentido.

— ¿De qué trataba? —preguntó interesado dando un sorbito a su café sin dejar de mirarme.

—Fue muy extraño, no veía nada pero escuchaba murmullos que no logré entender pero tenía miedo, estaba totalmente aterrada y no sé aún porque. — me encogí de hombros, me giré hacia él y sonreí. — tal vez no sea nada y yo estoy preocupándome.

—Será mejor que se lo cuentes a Carlisle esta noche cuando venga él puede saber más al respecto.

— Eso haré. Quisiera poder recordarlo todo y no vivir sin saber quién soy.

—Una amiga se ofreció a mover sus contactos para intentar encontrar algo sobre ti. —Cubrió mi mano con la suya y la apretó suavemente. — Muy pronto recordaras todo.

—Eso espero. No es agradable tener la mente en blanco.

— ¿Te gustan los caballos?— enarqué una ceja y él se sonrojó—Lo siento, lo que quería saber era si te gustaría salir a cabalgar después de desayunar.

—Creo que suena bien. — sonrió presionando un poco más mi mano y yo devolví el gesto.

— ¡Papá!— exclamó Lizzy que entró en la cocina, retiré mi mano pero noté la mirada recelosa de la niña que abrazó a su padre quedando entre nosotros.

Me aparté de ambos y comencé a lavar los utensilios sucios mientras escuchaba que la niña pedía salir a pasear por la tarde cuando siguiera con las lecciones de Eve. Ayudé a Esme a preparar huevos y a freír el tocino, cuando todo estuvo listo lo dejamos en la mesa y de pronto apareció una pequeña envuelta en una playera demasiado grande que seguro era de su papá, con el pelo alborotado, tallándose sus ojitos y dando un lindo bostezo.

—Buenos días, bella durmiente. — la saludó su padre tomándola en brazos, acariciando su cabello y besando su mejilla.

—Eres una floja. — le dijo su hermana a lo que la niña sólo le sacó la lengua.

—No vamos a empezar una discusión, vamos a desayunar— dijo Esme claramente dando por terminada la próxima riña.

El desayuno transcurrió de manera normal. Después las niñas fueron a sus habitaciones para recoger un poco y bañarse.

—Cuando termines ven al establo y no olvides tu sombrero. —dijo Edward antes de salir haciendo que me ganara una mirada picara de Esme que decidí ignorar.

Hice mis labores en la cocina y cuando terminé fui a la habitación de las niñas por la ropa sucia al igual que en la habitación de Edward que era más grande que las demás pero parecía un tanto fría. Se la entregué a Esme que me agradeció y me envió al encuentro de Edward.

En el camino saludé a un par de hombres y al llegar al establo vi a Edward limpiando una de las cuadras.

— ¿Llego en mal momento?—pregunté haciéndome notar, al igual que Edward otro par de hombres me miraron con curiosidad, pero bastó una mirada de su jefe para que volvieran a su trabajo.

—Para nada. — dejó lo que estaba haciendo.

Le indicó a uno de sus hombres que trajera los caballos que ya estaban listos para el paseo. Al ver esos animales no pude evitar sonreír ya que eran muy hermosos.

—No tengas miedo, esa yegua es muy tranquila y estarás segura. Es la que utiliza Lizzy. — extendí mi mano con un poco de duda y acaricié suavemente su cabeza y di un saltito hacia atrás cuando movió la cabeza pero sólo la inclinó un poco más y volví a acariciarla. —Te dije que era tranquila y parece que le gustas.

—También me gusta, pero ¿Y qué tal si yo soy el peligro para ella?—él soltó una suave carcajada. — ¡Hablo en serio! — lo miré irritada y comenzando a temblar de pies a cabeza, la idea de cabalgar ya no me parecía tan buena.

—Ya lo averiguaremos. — me guiñó un ojo. Me indicó cómo hacer para montar, algo que me tomó un par de intentos pero que finalmente logré con su ayuda, dejó su mano en mi cintura y me dio un par de indicaciones para que no cayera. —Mantente así.

—Ya no estoy tan segura de que esto sea buena idea. — le dije mientras miraba como en un movimiento él estaba sobre su caballo.

— ¿Lista?

—No— dije nerviosa.

—No pasará nada. —Me aseguró—Vamos. — hice lo que me había indicado y el animal comenzó a moverse, en realidad no era tan difícil.

Continuamos a ese paso por un largo rato, me perdí observando el lugar entre más alejado parecía estar más verde y según su explicación se debía al riachuelo que estaba no muy lejos, pero lo que no cambiaba era el calor abrasador y la brisa cálida. También escuchaba las anécdotas que Edward me contaba y me sentí satisfecha al notar que él parecía relajado. Lo más curioso era que ya me sentía mucho más segura y el cabalgar no me parecía algo extraño, parecía que era algo que había hecho ya antes. Tomaba las riendas con mayor seguridad, algo en mi interior parecía saber qué hacer.

—El riachuelo está a menos de un kilómetro, a las niñas les encanta. — dijo señalando con la cabeza hacia adelante.

— ¿Qué dices si hacemos una pequeña carrera? — le pregunté haciéndo que se sorprendiera y antes de que respondiera moví las riendas haciendo que la carrera comenzara.

Rápidamente él tomó la delantera que no duro mucho ya que logré igualar su paso, no pude evitar comenzar a reír. Pasamos debajo de las ramas de unos árboles pero fue muy tarde cuando vi una que me sería difícil de evitar por lo que me dejé caer rodando hasta chocar con un tronco.

— ¡Renée!— escuché el grito de Edward y acercarse rápidamente, desmontar y llegar a mi lado. — ¿Estás bien? No te muevas.

—Estoy bien. — aseguré, le sonreí y me incorporé haciendo que se relajara. —Tengo buenos reflejos. Unos segundos más y hubiera terminado estampándome con una gruesa rama.

—Me diste un susto, un segundo estabas a mi lado y al siguiente junto al tronco.

—Fue una carrera estupenda. — Tomé su brazo. — Tendré que practicar si te quiero ganar.

—Creo que...

—Fue divertido. —aseguré dejando que me ayudara a subir a mi caballo que había regresado.

Solo unos metros más y llegamos al pequeño riachuelo rodeado de mucho pasto, grandes árboles que hacían sombra y flores multicolores. Al intentar bajarme mi pie se quedó enganchado y nuevamente fui a parar al suelo de una manera nada delicada, me eché a reír permaneciendo en el suelo.

— ¿Te encuentras bien?—me extendió su mano que acepte.

—Creo que soy un poquitín torpe. — él sonrió y asintió.

—Sólo un poquitín. — dijo alejándose y yo volví mi atención al lugar.

—Ahora entiendo porque les gusta a las niñas. — miré a Edward que había dejado a los animales para que bebieran agua.

—Les encanta meterse en el agua, por mucho les llega por encima de las rodillas.

—Es un lugar agradable para relajarse un po...— de nuevo mi gran equilibrio hizo de las suyas, me acerqué demasiado para ver la cristalina agua sin contar que la orilla era extremadamente resbaladiza por lo que en un abrir y cerrar de ojos me encontraba dentro del riachuelo llevando conmigo a Edward que había intentado evitar mi caída.

Quedé sobre él sintiendo como el agua fría e hizo que mi cuerpo se estremeciera. Lo miré a la cara y noté la diversión bailando en sus ojos.

—Tu sombrero. — dije mirando como su sombrero se alejaba con la suave corriente, me levanté y fui tras él. —Lo tengo. —dije con orgullo levantándolo y subiéndome a una roca que estuvo a punto de provocar otra caída pero que evité con gracioso pasos hasta que finalmente me pude mantener firmemente de pie.

A mis espaldas sólo escuché una estridente carcajada. Me sentí avergonzada por todo lo que me había sucedido en tan solo cuestión de minutos, al parecer era un imán para los eventos desafortunados, pero lo mejor de todo es que conseguí que él riera y se olvidara un momento de sus problemas. Tenía que admitir que su risa era hermosa y no me importaría volver a caer si con ello volvía a escucharla… ¿Qué demonios estaba pensando?

Salí con cuidado del agua con ayuda de Edward que extendió su mano para evitar que resbalara de nuevo, pero aún seguía riendo.

—Yo que recuperé tu sombrero y tú te burlas de mí— dije aparentando estar molesta y dejándolo sobre su cabeza.

—En primer lugar no hubiera sucedido si tú no hubieras resbalado dentro de riachuelo haciéndonos caer a ambos.— tocó mi nariz.— voy a retirar lo que dije antes sobre que eres un poquito torpe.

—Soy muy torpe. — me dejé caer sobre el césped donde el sol daba de lleno. —creo que me secaré un poco.

—Parece ser una muy buena idea. —aseguró acomodándose junto a mí.

Hubo un silencio que no fue incómodo si no todo lo contrario, giré mi rostro y vi sus ojos cerrados y estaba relajado como si por este tiempo se hubiera olvidado de todas sus preocupaciones y sólo importara el presente. Ahí viéndolo con detenimiento vi que era mucho más guapo de lo que me pareció al principio, podía asegurar, casi jurar, que yo no había conocido a nadie como él, parecía ser único.

—Tengo algo en la cara—preguntó girando su rostro y mirándome con los ojos entrecerrados como yo a causa del sol. Me quedé muda y sentí las mejillas arder y negué con la cabeza sintiéndome estúpida por ser descubierta.

No aparté la mirada de la suya y sólo sentía como algo extraño parecía irse apoderando de mí, mi corazón comenzaba a latir más rápido, la respiración parecía fallarme y parecía que miles de mariposas revolotearan en mi estómago.

—Será mejor que volvamos. — dijo de pronto poniéndose de pie y ayudándome de nuevo a levantarme, más esta vez una pequeña pero perceptible corriente recorrió mi cuerpo y por su expresión supe que al de él también. Pero antes de que pudiera preguntarle fue por los caballos.

Me ayudó a subir al caballo y de nuevo esa corriente recorrió mi cuerpo, parecía que algo había cambiado y ahora cada toque iba acompañado por una descarga, para mí era nueva y muy agradable, pero pude notar como a Edward parecía desagradarle que sucediera ya que frunció el ceño y apretó los labios.

El trayecto de regreso me pareció más corto y noté que Edward parecía desconcertado y de nuevo su rostro se volvió rígido pero su mirada reflejaba que la preocupación estaba de vuelta. Intenté hablar mientras regresábamos pero él sólo contestaba con monosílabos y parecía no querer mirarme. Era extraño como de un momento a otro se transformaba de un hombre divertido y agradable a otro frío y distante. ¿Qué es lo que había hecho mal para provocar su enfado?

Al llegar al establo me ayudó a bajar del caballo para evitar que desmontara de mi manera habitual. Fue la primera broma después de varios minutos de seriedad.

Me fui a la casa donde llegué directamente a mi habitación a darme una ducha y cambiarme o si no era posible que enfermara. Al llegar a la cocina ayudé a Esme mientras le hablaba de mi interesante paseo, algo que la mantuvo riendo por un largo rato.

Estábamos sentados a la mesa cuando una sorpresa llegó, una mujer rubia vestida con ropa que parecía fina. Saludó a Edward de manera muy entusiasta abrazándolo y dándole un beso en la mejilla que duró más de lo estrictamente necesario. Miré a las niñas que hicieron una cara de desagrado, Esme fruncía el ceño. Era claro que esa mujer no les agradaba y por la manera tan fría de responder y apartarla parecía que a Edward tampoco. Y eso me hizo relajarme un poco ¿Por qué me importaba?

—Buenas tardes espero no interrumpir. —dijo con tono meloso y posó su mano en el brazo de Edward.

—Estábamos por comer. — informó Edward lo cual era obvio. — ¿Por qué no nos acompañas?

—No quiero molestar. — dijo avergonzada y supe era una actuación. Algo en esa mujer no me agradaba y verla junto con Edward hacía que sintiera una rabia que no entendí de donde provenía.

—No es molestia. — Aseguró Esme poniéndose de pie. — Voy por un juego de cubiertos más.

—Te ayudo.— me levanté y fui tras Esme que al llegar a la cocina comenzó a imitar la voz chillona y falsa de la rubia que había llegado, algo que me pareció muy gracioso viniendo de ella y por lo que no pude evitar reír.

—Esa mujer es una zorra que quiere a Edward más no a las niñas y está segura que se convertirá en la siguiente señora Masen. —dijo con rabia.

—Edward es muy listo. — lo dije pero era seguro que ya lo sabía.

—Eso espero querida, eso espero. — dijo llevando los cubiertos y un vaso mas mientras que yo un par de platos.

Cuando regresamos ella estaba hablando con las niñas en un tono meloso e infantil como si las dos tuvieran menos de dos años. La incomodidad en ambas era palpable por sus caritas fruncidas y si eso no fuera poco se encontraba sentada en el que hasta ahora era mi lugar… cerca a Edward. Maldije para mis adentros y acomodé un nuevo lugar, el que yo tomé.

— ¿Así que tú eres la chica que Edward encontró en la carretera y que no recuerda nada? — preguntó con su tono dulzón pero en su mirada había una especie de reto.

—Mi nombre es Renée. — dije levantando la barbilla, algo dentro de mi me decía que no iba a darle el gusto a esa mujer de pisotearme.

Ella acababa de convertir esto en algo personal. Una pequeña guerra acababa de comenzar. Un pequeño reto que no iba a ignorar.


Gracias a Andrea y Claudia que se toman el tiempo de corregir mis horrores de ortografía y de redacción.

2 comentarios:

  1. pos creo que me quede en este capítulo, así que creo que puedo seguir leyendo!
    Por ciertooooo
    UN PAJARO AZUL ME PERSIGUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
    jajajaja solo es una broma!
    Aquí como siempre tu fiel lectora BellaRenesmeealiasNaty dicese Natalia!

    ResponderBorrar
  2. ohh que sera lo q realmente le sucedio a bella para que quedara con amnesia ufff, dejaste con miles de interrogantes, y esos celitos y corrientes parece que cupido hizo de las suyas jejejje:)

    ResponderBorrar

Playlist