Inevitable: Capítulo IV

Capítulo IV




—Lamento si soné algo brusca. — Se disculpó y noté el gesto de desagrado al ver la comida. — sólo quería conocerte ya que soy yo la que está moviendo a mis conocidos para encontrar algo sobre ti.

— ¿Tú?— pregunté sorprendida ya que no era la clase acto que esperaría de esa mujer, miré a Edward que se encogió de hombros. —lamento las molestias. — dije tratando de recomponer mi tono de sorpresa y tratar de sonar agradecida.



—Es un favor para Edward. — colocó su mano sobre la de él y le sonrió coquetamente.

—Eres tan amable. — dije un poco más alto haciéndola que me mirara y dando tiempo para que él recuperara su mano.

—Siempre hago obras buenas, el ayudar a una pobre chica como tú...

—Muchas gracias. — dije con fingido agradecimiento cuando deseaba lanzarle el tenedor o mejor el cuchillo ¿acaso era una asesina? Eso me asustó.

—Pero si yo no me he presentado, mi nombre es: Tanya Denali. —se presentó la mujer con una sonrisa de superioridad como si con eso tuviera que entender algo. Sólo me encogí de hombros y aparté la vista de ella.

Gracias a Esme la conversación tomó otro rumbo y fueron las niñas quienes hablaban acerca de su regreso a clases la siguiente semana, en realidad Lizzy era la que regresaba y Eve aún permanecería en casa hasta después del verano que era cuando ella ingresaría a la guardería, pero para eso faltaban algunos meses. Tanya aun cuando quería parecer interesada no lo estaba logrando y se notaba que estaba aburrida.

La comida fue un poco más corta por la presencia de Tanya que apenas vio que Edward terminó pidió hablar con él en privado de algo de suma importancia. Sólo los vimos alejarse y Eve protestó cuando Tanya apretó su mejilla dejándola roja. La pequeña niña se acercó a mí y se sentó en mi regazo frotando su mejilla.

—Mi pobrecita niña. — susurró Esme acariciando su mejilla.

—No me gusta. —dijo con el ceño fruncido.

—Sólo quiere a papá. —Agregó Lizzy.

—Y huele feo. — murmuró Eve frunciendo el ceño lo que me causó una suave risita.

—Eso sucede porque se pone demasiado perfume. —señaló Esme con desagrado.

Las niñas nos ayudaron a recoger como era costumbre y noté la mirada de Lizzy que parecía estar evaluando si prefería que fuera yo la que estuviera cerca de su papá o fuera la rubia que estaba en esos momentos a solas con él en su despacho.

Estaba impaciente porque aún no veía que esa rubia saliera, hubiera deseado salvar a Edward de las garras de Tanya, más no estaba segura de que él quisiera ser salvado. Tal vez…

— ¿Cuándo se irá? —protestó Lizzy que permanecía con nosotras en la cocina.

—No lo sé, cielo. — se disculpó Esme por no tener la respuesta. — Pero puedes ir a recordarle a tu papá que hoy iban a continuar con las clases de equitación de Eve.

Lizzy no lo pensó dos veces antes de salir de la cocina y dirigirse al despacho donde estaba su padre con la rubia, miré a Esme que sonreía. Minutos después regresó la niña con una sonrisa y poco después vimos que tanto Edward como Tanya se dirigían afuera de la casa, ella se notaba molesta y él parecía irritado, pero bastó que Eve se abrazara a una de sus piernas para que esa molestia desapareciera y mostrara una sonrisa a su hija.

Estuve gran parte de la tarde en el porche en una silla viendo una revista de Esme mientras a lo lejos podía ver a Lizzy cabalgando de una manera magistral y la pequeña Eve mirando atenta a su padre que le estaba enseñando como sostenerse, pero en más de una ocasión la había salvado de caer al suelo.

Después de un rato vi a los tres salir a cabalgar por los alrededores y sólo aparté la vista cuando los dos puntos, Eve y Edward en un caballo, eran muy difíciles de distinguir. Regresé toda mi atención a la revista que era de espectáculos y hablaba de la relación de varios artistas, de la separación de otros y promoción de películas, pero no resultaba nada interesante ya que no sabía quiénes eran de los que hablaban y ni idea de las películas. La dejé de lado y apoyé la cabeza en el respaldo cerrando los ojos tratando de recordar pero mi mente seguía estando en blanco algo que me estaba frustrando, las preguntas seguían aumentando y aún continuaba sin tener una sola respuesta.

¿Quién era yo en realidad? ¿A qué me dedicaba? ¿Qué edad tenia? ¿Tendría pareja? ¿Estaría casada? ¿Tendría hijos? ¿Me estarían buscando o se alegrarían de no encontrarme?¿Tendría familia? ¿Hermanos? ¿Sería feliz?... Solté una risita al hacerme una nueva pregunta, estaba segura que era la única mujer que no sabía si era virgen o había dejado de serlo y de ser así… ¿habría sido una experiencia agradable?

—Cuando tienes esa expresión es que te estás presionando para recordar, más ahora parece que hay algo gracioso. —miré a Esme que me observaba con una agradable sonrisa.

—Hay tantas preguntas esperando una respuesta y mi mente es una enorme hoja en blanco. —Aseguré con pesadez. —quiero respuestas, las necesito.

—Quisiera poder ayudarte pero lamentablemente no puedo hacerlo. Todo...

—Todo llegara a su tiempo. — Dije sabiendo que era lo que ella diría. — Quisiera recordar todo, saber quién soy en realidad.

Por primera vez las lágrimas abandonaron mis ojos y sentí una tristeza profunda que aumentó cuando ella me rodeó en sus brazos, y comenzó a murmurar palabras de aliento que me reconfortaban.

Estuvimos ahí sentadas viendo la noche caer mientras Esme me contaba más anécdotas que habían sucedido en este lugar, la infancia de Edward y un poco sobre su tímida pero amorosa esposa. Sólo habló de cómo se conocieron y lo unidos que fueron mientras estuvieron juntos, más cuando llegó a la trágica muerte se detuvo y me pidió que le ayudara con la cena. Era obvio que ese era un tema delicado aún por lo que no insistí en saber más.

Esta vez fue algo mucho más sencillo pero que igual se veía y olía delicioso. Estaba lavando los utensilios mirando por la ventana cuando vi a los tres acercarse a la casa, Lizzy iba sonriendo feliz mirando a su padre mientras Eve iba en los hombros de Edward revolviendo su cabello.

—Huele muy bien. —sentenció Edward apenas entrar y mirándonos.

—Ya casi esta lista. Vayan a lavarse las manos. — indicó Esme haciendo que fueran a hacerlo.
Comencé a acomodar la mesa asegurando que quedara perfectamente puesta. También acomodé en el centro las flores que Esme había cortado.
—Te das cuenta que no te traje aquí para que ayudaras en casa. — me giré y encontré a Edward con un cesto de pan que retiré de sus manos y coloqué en la mesa.

— ¿Estás seguro?— pregunté enarcando una ceja y él abrió y cerró la boca en repetidas ocasiones. — Es broma, sé que no lo hiciste. Pero me siento mejor si ayudo.

—No es necesario.

—Quiero hacerlo y es algo que me ayuda a mantenerme ocupada y evita que las preguntas sigan apareciendo y se sigan acumulando.

— ¿Es tan malo que tengas preguntas?—preguntó extrañado.

—Es frustrante cuando no tienes las respuestas. —suspiré e incliné mi cabeza viendo mis zapatos deportivos.

—Creo que pronto encontrarás esas respuestas. —dijo en tono amable levantando mi rostro suavemente haciendo que esa descarga se sintiera entre ambos, parecía que una fuerza extraña impedía que rompiéramos el contacto que manteníamos, quería perderme en la profundidad de sus ojos que a pesar de ser un hermoso verde parecían apagados.
— ¡Papi!—la aparición de Eve dando saltitos y con una enorme sonrisa, nos hizo separarnos, más me sentí aliviada al notar que la niña parecía no haber notado nada extraño. Me disculpé y me alejé con la excusa de ayudar a Esme a llevar la comida a la mesa.

Durante la cena las niñas hablaban de su magnífico paseo y como Eve había caído cuando ella estaba alegre por no haberlo hecho antes, en ese momento noté la mirada de Edward que sonreía y yo me sonrojé ya que era seguro que se estaba acordado de mis constantes caídas del día.

— ¿Qué sucede?—Preguntó Esme al percatarse de que ambos parecíamos ocultar algo.

—Sólo recordaba la pequeña torpeza de Renée por la mañana cuando fuimos a explorar los terrenos.

—Gracias por minimizar pero debes de reconocer que soy bastante mala.

—Yo casi caí, pero papi cuidó de mí. —Dijo Eve viendo a su padre con adoración.

—Sólo cuidaba a una de sus princesas. — le dije ganándome una sonrisa de las niñas y los dos adultos.

— ¿Sabes montar?— preguntó Lizzy, sorprendida.

—Al parecer no, pero tu papá me está enseñando. —Miré a la niña—. Te vi esta tarde y eres muy buena.

—Cuando sea glande yo sedé tan buena como papi.

—Y lo serás. —le guiñó un ojo.

La cena fue estupenda nada que ver con la hora de la comida que había sido interrumpida por la rubia desagradable. Aún no entendía muy bien por qué pero el ver a Tanya junto a Edward me había puesto un tanto enferma, una extraña sensación de querer quitar a esa rubia de en medio, todas esas sensaciones violentas no podían ser nada bueno. ¿Y si era un peligro para las niñas?

Cuando Esme se hubo marchado, la hora de dormir de las niñas había llegado y Lizzy se quedo dormida en el sillón mientras que Eve bostezaba constantemente. Edward tomó a la mayor en brazos que solo se acurruco y siguió durmiendo y para mi sorpresa Eve me tendió sus bracitos, la tomé sin dudar y subí las escaleras hasta su habitación donde la ayudé a colocarse la pijama y la metí en la cama.
—Me lees un cuento Denée, po favo. —ante esa petición tan dulce no me pude negar, me indicó el cuento y me hizo un lugar junto a ella que se acurruco juntó a mí mientras yo comenzaba a leer.
No sabía cómo pero algo me impulsó a ir modificando mi voz con cada personaje haciendo que ella riera y pronto fuera cayendo en un profundo sueño. Cuando sentí que su respiración se hacía acompasada me detuve y la vi dormir, me separé de ella con cuidado, le arropé y besé su coronilla para después salir con cuidado.

Fui a mi habitación donde me di una ducha y me coloqué la pijama de algodón de dos piezas, me iba a meter a la cama cuando escuché la puerta cerrarse, asomé la cabeza hacia el pasillo y no vi nada, más un nuevo ruido llamó mi atención regresé, tomé mi bata y salí de la habitación bajando lentamente por las escaleras.

— ¿Edward?— pregunté muy bajito mirando a todos lados mientras apretaba más el nudo de mi bata. Llegué a la puerta y la abrí con cuidado, más de inmediato me eché hacia atrás al ver algo moverse hacia mí, y como era de esperarse terminé tropezando y cayendo. ¡Era tan humillante!
— ¿Renée, estás bien?—preguntó Edward tendiendo su mano que tomé sintiéndome estúpida.

—Creo que ya te estás acostumbrando a mi peculiar forma de bajar. — sonrió de lado, una sonrisa torcida que no conocía y que me gustó.

—Gracias por hacerte cargo de Eve, te vi cuando estabas contándole el cuento y estaba encantada.

—Es una niña encantadora igual que Lizzy, pero ella es un tanto más reservada y no un pequeño periquito como Eve. —muy tarde me di cuenta de mi error, y me llevé una mano a los labios.

— ¿Pequeño periquito?— preguntó y yo me percaté de que tal vez eso lo había molestado, estaba hablando de su hija. ¡Qué tonta!

—Lo siento yo no quise...

—Sé lo que tengo y tienes razón es un pequeño periquito, pero es mi pequeño periquito. — se recargó en la baranda de madera y yo sin pensarlo me acomodé junto a él sentándome en ella.
Hubo un silencio mientras él bebía su cerveza y parecía indeciso si debía hablar o no. Estaba segura que algo nuevamente le preocupaba.
— ¿Quieres hablar de algo? —Coloqué mi mano en su hombro.

—No es nada...

—Para no ser nada parece que te preocupa de verdad.

Lo meditó unos segundos antes de girarse para quedar apoyado de lado y mirarme.

—Recuerdas que te había hablado de mi situación. —Asentí— Pensé que la mayoría de la gente del pueblo no la conocía pero la conoce y Tanya vino a proponerme un trato.

— ¿Ella te ayudará? ¿Te dará el dinero para que puedas sacar adelante tu rancho?— esas eran buenas noticias y no entendía porque parecía molesto.

—Ella puede ayudarme si antes yo… me caso con ella, dice que su abuelo le dejó una herencia que sólo puede tocar cuando se case y bueno...

—Dime que no lo estás pensando seriamente. Tú y esa mujer...

—Jamás tendría algo con ella, es una mujer superficial y no la veo cuidando de mis hijas, sé que su comportamiento amable es solo una máscara.

—Me alegra escuchar eso, por un instante pensé que no lo notarias y que estabas pensando seriamente en su proposición.

— Tal vez esto sea una buena oportunidad, pero antes que nada están mis hijas y las sacaré adelante aunque tenga que renunciar a mi rancho y conseguir un trabajo en otro lugar. Mis hijas no merecen que una mujer esté con ellas si no se preocupa y mucho menos si no las va a querer.

—Es difícil que no las quieran, son maravillosas. — mi respiración se detuvo cuando noté la cercanía, su botella vacía cayó al césped haciendo un leve ruidito el ambiente parecía haberse cargado de electricidad y el revoloteo en mi estómago parecía ir en aumento.

Con mi mano temblorosa toqué su cuello y subí hasta dejarla en su mejilla que picaba por su creciente barba, una de sus manos se posó sobre la mía y aunque no era suave si no un tanto áspera por el trabajo duro que realizaba cada día no me molestaba en lo absoluto, al contrario parecía que despertaba partes de mi cuerpo que reaccionaban de una manera inesperada.

Sus labios se entreabrieron, en un impulso me estiré y fui rompiendo la distancia hasta que sin previo aviso apartó mi mano de su mejilla y se alejó sin ser brusco.

—Esto está mal, Renée.

—Lo siento —murmuré bajando de la baranda y sintiéndome muy avergonzada, no entendía como había podido tener una reacción como esa, ¿por qué mi cuerpo había reaccionado de tal manera? ¿Por qué de pronto el besarlo era tan atrayente?

—Esto es una tontería Renée, siento que me aprovecho de ti.

—No lo haces.

— ¿Cómo puedes estar segura de ello? — esas palabras me dolieron, — Ni siquiera sabemos tu edad, pero es obvio que eres joven mientras que yo...

—Aún eres joven pero eres tú el que pretende pasar como alguien mayor. No eres un viejo decrépito si no un hombre guapo. —lo último lo había dicho sin pensar y supe que no había estado del todo bien por su reacción.

—Creo que será mejor que vayamos a dormir. —dijo finalizando la conversación.

Sin una sola protesta entré en la casa y seguí hasta la habitación donde de inmediato cerré y me metí en la cama. Todo fue tan rápido que aún no lograba acomodar los sucesos en mi cabeza, un minuto estábamos hablando y al siguiente a punto de besarnos.

¿Qué era esto que sentía? ¿Era acaso que en sólo una semana me había enamorado del hombre que me salvó?, no tenía otra explicación para las sensaciones que estaba sintiendo pero sabía que era un error, era obvio que él no sentía lo mismo ya que me había rechazado esta noche y además estaba su esposa que aunque ya no estuviera presente, parecía que seguía estando en su corazón y ¿Cómo se puede luchar contra un fantasma?

Yo sentía algo por él y era estúpido negarlo, más no estaba segura si podía arriesgarme sabiendo que él le pertenecía a otra mujer. ¿Podría contra eso?


Gracias a Andrea y Claudia que se toman el tiempo de corregir mis horrores de ortografía y de redacción.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Playlist