Me
miré frente a un espejo de cuerpo completo. Nuevamente, asistiría a una cena de
caridad; siempre había sido de esta manera. Normalmente, estaba rodeada de
lujos y comodidades, aunque era algo de lo que no me jactaba. Odiaba el tener
que acudir a aquellos eventos prestigiosos. Muchas veces, te tomaban por
alguien superficial, cosa que no era cierta. Pero me lo aguantaba, pues a veces
me encontraba con gente muy amable —no todos son desagradables—. Sinceramente,
amaba más la vida sencilla.
Siempre
me he considerado una chica bonita y simpática, mas no hermosa; de igual
manera, era algo que no le daba importancia. Si alguien se fijaba en mí, quería
que fuera por mi forma de ser, no por mi físico o por mi posición social.
Era
impresionante que teniendo veinticinco años, seguía soltera; y aunque siempre
decía que no estaba en busca de una relación, era mentira. Esperaba encontrar a
aquel hombre especial, que me hiciera sentir mariposas al pronunciar mi nombre,
y con el cual sí pudiera llegar a formalizar. Pero, en estos momentos, nadie
cumplía esos requisitos; así que solo quedaba dedicarme a mi trabajo y, ¿Por
qué no?, unos cuantos caprichos.
—Cariño.
¿Estás lista? —vi a mi madre asomarse por la puerta. Llevaba un hermoso vestido
negro e iba maquillada de una manera sobria, remarcando sus facciones. Un par
de joyas adornaban su cuello y sus manos.
Mi
vestido era de un solo hombro de un color rojo. Había remarcado un poco más mis
ojos y solo me había colocado un par de pendientes.
Le
eché una última mirada al espejo y, resignada me coloqué la cartera para irnos.
—Creo
que entre más pronto lleguemos, más rápido podremos regresar. —ella sonrió
abrazándome y me guió hasta las escaleras. Al pie vi a mi padre que se
arreglaba el saco; al escucharnos, volteó a vernos y sonrió.
—Sin
duda seré la envidia de la fiesta: las dos mujeres más hermosas. —rodé los ojos
por su comentario, a lo que él soltó una carcajada.
Subimos
a la camioneta que nos esperaba y salimos directamente a la cena que se
llevaría a cabo en el hotel Plaza.
Como
siempre, los arreglos eran exuberantes y llamativos. Saludé a algunas personas
con un simple movimiento de cabeza. Evadí a otras. Trabajar nueve horas, y
luego venir a esto, no era nada fácil.
—¡Pero
mira que radiante estás!, como siempre —saludé con un beso en cada mejilla a
Michelle Williams, quien estaba hablando con mi madre. Era la esposa de un
futbolista famoso, y recién se había unido a nuestro círculo, pero era demasiado
presuntuosa.
Recorrí
el salón con la mirada intentando encontrar a alguien conocido, pero sabía que
era inútil. Mi amiga Alice estaba de vacaciones con su familia en Aspen;
Rosalie, otra de mis amigas, estaba en Rusia acompañando a su madre en una
sesión fotográfica para una revista inglesa; y Tanya —otra amiga— simplemente
estaba en Hawái disfrutando de una maravillosa semana de vacaciones.
—¿Aburrida,
pequeña? —preguntó mi padre, tendiéndome una copa que acepté rápidamente.
—Como
no te imaginas —respondí, mostrando una sonrisa a la mujer que había pasado
junto a nosotros.
—Lo
disimulas muy bien cariño —se burló.
—Las
reglas de etiqueta son claras, no lo olvides. Tengo que seguirlas si no quiero
ser el blanco de las habladurías de las arpías como… —vi como una mujer se
abrió camino, y se dirigía hacia nosotros con una sonrisa. Disimuladamente, me
acerqué más a mi padre y le susurré al oído: —…ella. Se acerca la mayor arpía
papá, cuida tus palabras.
—¡Qué
bueno encontrarlos por aquí! —Exclamó la mujer con falsa cortesía—, pensé que
no iban a venir, ya se estaba haciendo tarde y nada que llegaban; como saben,
eso es de mala educación.
—Nicole,
lo sentimos pero tú sabes el trabajo nos apremia—señalé sonriendo. Ella
asintió, besó mi mejilla, la de mi padre y se marchó moviendo sus caderas lo
más que podía, para así atraer un poco de atención masculina.
Cuando
mi madre se nos unió, decidimos ir a nuestra mesa. Le señalé a mi padre donde
estaban Carlisle y Esme, unos amigos cercanos a nosotros. Caminé tras mi madre
mientras nos dirigíamos hasta donde estaban. Cuando llegamos a la mesa, Esme y
un chico que estaba a su lado —que hasta el momento no había reconocido— se
levantaron. Era Edward Cullen, un hombre reconocido por sus múltiples noviazgos
con actrices, modelos, cantantes e hijas de aquellos empresarios importantes;
un chico guapo que arrancaba suspiros, pero que con sus actitudes de Casanova,
no demostraba ser hijo de Carlisle y Esme. Intenté ignorarlo, pero me fue
imposible cuando Carlisle lo presentó.
—Permítanme
presentarles a mi hijo Edward —dijo. Él tomó la mano de mi madre, y dejó un
beso en esta.
—Es
un verdadero placer conocerte, Esme no hace otra cosa más que hablar de ti.
—Edward sonrió complacido ante el halago de mi madre
—Creo
que mi madre puede exagerar un poco. —yo le daba la razón, aunque sabía que él
estaba contento de saber que su madre hablaba tan bien de él. Volví en mí
cuando sentí que tomaba mi mano y repetía el gesto que tuvo con mi madre. Besó
mi mano, pero no aparto su mirada de la mía, ¡El muy descarado me estaba
coqueteando!, pero no contaba con que yo no me prestaría a sus juegos.
—Isabella
—repitió. Me estremecí, no supe si fue por escuchar mi nombre o porque no había
soltado mi mano.
—Solo
Bella —aclaré apartando mi mano de manera delicada
—Tomemos
nuestros lugares. —agradecí que mi padre me salvara de esta embarazosa
situación. Me acomodé junto a mi madre, quedando entre ella y Esme.
El
inicio había sido como cualquier otro: un discurso de presentación,
agradecimientos por los donativos y la excelente suma recaudada. La cena fue
buena y la plática amena; me agradaba platicar con Esme porque era una mujer
sencilla que al igual que nosotras acudía a estas reuniones por el protocolo,
no por verdadero placer.
La
música comenzó a sonar, era una melodía hermosa. Sin embargo, no pude
disfrutarla pues tenía que ir al tocador. Entré al servicio, y frente al
espejo, retoqué el maquillaje, intercambiando un par de palabras con algunas
conocidas. Regresé a mi mesa, no sin antes detenerme a saludar a la abuela de
Tanya —mi amiga se llegaba a quejar por la presión que su abuela le imponía—,
era una mujer agradable, al menos antes de hablar de las normas en la sociedad
y que se estaban perdiendo debido a que nosotras las comenzábamos a ignorar,
cuando comenzaba a hacerlo era momento de escapar y así lo hice.
La
mesa estaba vacía pero eso no me impidió tomar mi lugar y ver a mis padres
bailar, ambos mantenían las miradas puestas en las del otro, el mundo
desaparecía a su alrededor. Como deseaba lograr conseguir a alguien que me
viera de esa misma manera, que me trasmitiera todo con una sola mirada.
—¿Un
poco más de vino? —me giré para ver al mesero que se había inclinado. Su sonrisa
mostraba que me estaba coqueteando, ¡Esto era el colmo!, en otra situación me
hubiera parecido divertido, pero ahora con el humor y el dolor de cabeza me
parecía frustrante.
—Solo
agua, por favor. —llenó mi copa y se retiró. No pude reprimir una risita al
notar que había dejado su número de teléfono en un papelito debajo de mi copa,
lo hice bolita y lo tiré antes de beber un poco y perderme viendo a mis padres.
—Creí
que en un baile se bailaba. —me encontré a Edward junto a mí, regalándome una
sonrisa torcida que podía quitarle la respiración a cualquiera, pero no lo
haría conmigo, yo no era una de esas chicas que caían a sus pies con una
palabra dulce o una sonrisa como esa, por lo menos de eso me trataba de
convencer.
—No
soy una buena bailarina, así que prefiero observar a que me señalen —mentí.
Realmente, el baile se me hacía sencillo. De pequeña, había tomado clases de
ballet, destacando notablemente. Y, gracias al protocolo, había aprendido a
bailar toda aquella clase de música que llegasen a poner en un salón.
—¿Temes
bailar? —enarcó una ceja.
—Creo
que tú tampoco te has percatado de que yo también vengo solo. —me encogí de
hombros y bebí un poco más de agua, volviendo la vista a la pista, esperaba que
ignorándolo se marchara.
—Tu
madre parece una mujer encantadora. —tomé una bocanada de aire y me giré para
quedar frente a él, que se había sentado junto a mí.
—Es
una mujer maravillosa, y debo de señalar que Esme no se queda atrás, además
ella te tiene en un gran concepto, no deja de decir cosas buenas de ti y parece
que te extraña —señalé sin darle demasiada importancia.
—Es
una gran mujer y es por eso que la adoro —asentí—. Ya estoy aquí, así que no me
tendrá más tiempo lejos, creo que ahora es cuando deseará que me vaya. —ambos
soltamos una risita ante su comentario.
—No
lo creo.
—
¿Qué dices si seguimos esta conversación en la pista? —Se levantó y extendió su
mano, lo observé por un par de segundos— Te aseguro que no muerdo. —tomé su
mano.
—Te
advierto que no soy una gran bailarina —advertí burlona.
—A
las pruebas me remito. —negué sonriendo. Tomó mi cintura y una de mis manos;
dejé mi mano libre descansar sobre su pecho. Se movía de una manera magistral.
Ninguno dijo una sola palabra. Admito que era excelente bailando, pero no
planeaba hacérselo saber.
A la
segunda pieza me estremecí cuando sentí su aliento en mi oreja. —Para no ser
una gran bailarina, lo haces mejor que la mayoría de las que aquí están
presentes.
—Que
no te escuchen o te odiaran. —soltó una risita apagada; era de aquella clase de
hombres encantadores por naturaleza.
No
supe cuántas piezas bailamos. La charla fue amena y fluía de una manera poco
habitual —por lo menos con un desconocido—, consiguió arrancarme un par de
risitas, y hasta logró que mi dolor de cabeza aminorara. Le pedí regresar a la
mesa y él aceptó. Vi la mirada mi madre y de Esme al vernos acercar, pero
cuando notaron que las había descubierto fingieron hablar.
La
velada pasó entre pláticas y bailes; me divertí bailando con mi padre que no
dejaba de burlarse de las mujeres y sus caras largas. Cerca de media noche nos
marcharnos, igual hicieron los Cullen. Me coloqué mi abrigo y esperamos a que
llegaran por nosotros. La camioneta se detuvo y yo me despedí de Esme, Carlisle
dándole un beso en la mejilla, y de Edward con un movimiento de cabeza.
—Buenas
noches. —el chofer abrió la puerta y sentí una mano tomar la mía para ayudarme
a subir, cuando estuve en mi sitio noté que la mano pertenecía a Edward, quien
me sonrió.
—
Veo que Edward y tu simpatizaron — se burló mi padre cuando estábamos en el
recibidor.
—
¿Es que ahora planeas jugar a Cupido? —Él enarcó una ceja y mi madre se echó a
reír—… sólo lo decía por tu comentario.
—Descansa,
no olvides que el lunes tenemos una junta importante. —asentí antes de besarlo
en la mejilla y repetir el gesto con mi madre.
—Papá,
lo dices como si no nos volviéramos a ver en todo el fin de semana. Sólo tienes
que caminar al otro extremo del pasillo y encontrarás mi habitación; ¡O mejor
aún!, hay un pequeño aparatito llamado celular con el que me puedes localizar—.
Lo besé nuevamente al ver su ceño fruncido.
—Muy
graciosa Bells. —les deseé buenas noches y me fui a mi habitación.
Al
terminar el ritual de desmaquillarme, lavarme lo dientes y ponerme la pijama,
estaba lista para entrar en mi cama.
El
fin de semana fue demasiado tranquilo; lo pasamos en familia disfrutando de un
desayuno juntos en la terraza, el almuerzo en el restaurante favorito de mamá,
y dejé que la cena la disfrutaran solo ellos, mientras yo me perdía viendo una
buena película y disfrutando de un tazón de palomitas; después revisé los
asuntos a tratar en la reunión que nos esperaba al día siguiente, no faltaba
quien intentara hacerme sentir inferior, pero jamás lo lograban y, esta vez, no
sería la excepción.
El
lunes llegó, y con él, el regreso a la rutina. Me vestí con un traje sastre de
pantalón que resaltaba las pocas curvas con las que contaba, me maquillé y dejé
mi cabello suelto. El desayuno fue un momento relajante, la pasé con mis
padres. Amaba estos momentos familiares, dejábamos de lado todo lo referente al
trabajo y sólo éramos nosotros, sin reglas de etiqueta ni nada.
Salí
de la casa unos minutos después que mi padre, gracias a que había olvidado un
par de hojas en la impresora. Agradecí el gesto de haberme esperado para
ingresar juntos, me ofreció su brazo y ambos entramos hasta la sala de juntas,
la asistente de papá nos dio los buenos días y le informó de los últimos
cambios. Me sorprendí de ver a Carlisle y Edward sentados, enfrascados en un
par de anotaciones.
—Buenos
días — saludé dejando las cosas en mi sitio, ambos respondieron mi saludo. La
mirada de Edward era intensa, pero la ignoré girándome para encontrarme con mi
amigo, que parecía nuevamente tener problemas con algunos puntos.
—De
verdad que no pierdes la cabeza, porque la tienes pegada —Me burlé, haciendo
que él me diera un suave golpecito en el brazo. James era mi mejor amigo, nos
habíamos conocido en la universidad, ya que estudiamos lo mismo; confiaba en él
ciegamente, contándole todo y cada una de las cosas que me pasaban, al igual
que él hacía conmigo.
—No
tienes nada de qué preocuparte, si hay preguntas serán dirigidas a mí, sabes
que Dorian busca la manera de intimidarme. —Chasqueó la lengua y asintió.
Dorian era un socio de la empresa, al cual le había quitado el puesto que él
deseaba. Siempre había intentado hacerme quedar mal, aprovechando cualquier
oportunidad que se le presentaba. Afortunadamente, me consideraba una persona
muy inteligente y vivaz, capaz de dejarlo con la boca cerrada.
—Sabe
que eres realmente buena y tiene miedo de perder su puesto —replicó mi amigo.
—Pero
eso no justifica su actitud —repliqué a su vez.
—A
sus lugares vamos a comenzar —pidió mi padre.
—Terminando
la junta nos vemos en tu oficina.
—Quiero
todos los detalles del fin de semana, James al desnudo. —él rodó los ojos y se
fue a su sitio. Me acomodé en mi silla y noté cómo el chico que iba a exponer
se acomodaba el nudo de su corbata; carraspeó y comenzó a hablar sobre las
nuevas propuestas que el departamento de contabilidad debería de adoptar,
algunas eran realmente nuevas y factibles pero otras rayaban lo imaginario,
mantuve mi vista fija en Mike —el chico de la exposición— que poco a poco tomó
seguridad y habló con mayor claridad.
Sonreí
al ver que Mike tomaba una gran bocanada de aire al terminar su presentación;
había estado bien si no fuera porque en un inicio se sintió inseguro, lo que le
resto puntos. Ahora: el momento que más esperaba.
—Siempre
es grato escuchar la opinión de la única chica en la sala —dijo Dorian de
manera desdeñosa, me acomodé en mi silla y lo miré fijamente. Al fin y al cabo
este juego lo podían jugar dos.
—Algunas
ideas son realmente geniales, podríamos implementarlas y mejorar ¿un diez por
ciento? —pregunté a Mike quien aún estaba de pie; el asintió—, lo que al poco
tiempo nos traería grandes ganancias. Además, hay que tener muy en cuenta el
hecho de que en estos momentos hay crisis y debemos de asegurar nuestros
clientes. Por cierto, lo de revisar cuáles pequeñas empresas son factibles es
muy importante porque es donde hay mayores pérdidas.
—¿Pero
no crees que diez por ciento es algo bajo? —rebatió Dorian.
—Es
un porcentaje adecuado, lo sabrías si al menos te tomaras la molestia de leer
los informes mensuales —rematé, viendo cómo su rostro contraía, trayendo una
sonrisa de victoria a mis labios.
Después
de casi una hora, la junta terminó. Agradecí que así fuera, había sentido la
mirada de Edward puesta sobre mí en muchas ocasiones; al principio la había
querido ignorar pero era imposible. Tomé mis cosas y me marché a mi oficina,
dispuesta a trabajar.
—
¡Espérame! —Detuve el ascensor para que James ingresara— ¿es que ya no quieres
los detalles?
—Sabes
que sí, es solo que tenía que… ¡que revisar si me habían enviado una
información! —no iba a admitir delante de él lo que una simple mirada de Edward
me había provocado.
—Claro
—caminó junto a mí y abrió la puerta de mi oficina, antes de cerrar le pidió a
mi secretaria que nos trajera un café.
—
¿Hasta cuándo vas a dejar de coquetear con todo lo que tenga pechos? —pregunté
dándole un sorbo a mi café y quemándome la lengua de paso.
—Está
caliente, no te vayas a quemar —se burló. Cogí un borrador que estaba al lado
del teclado del computador; cuando estaba desprevenido, se lo lancé, cayendo
dentro de su café. Me dirigió una mirada molesta antes de sacar el borrador de
su bebida.
—Bien
señor sarcasmo, ¿Me contarás que sucedió el fin de semana que te impidió
concentrarte? —se llevó la mano al cabello y sonrió.
—Logré
hacer que Victoria saliera nuevamente conmigo. —enarqué una ceja. Victoria
Holmes, una hermosa modelo, quien había sido su novia hace un par de años, lo
había dejado cuando descubrió que mi amigo se besaba con otra modelo. —Sé que
estas pensando que me lo merecía, pero tú sabes que a veces se es débil.
—Eso
no justifica lo que hiciste, te besaste con otra chica y, peor aún, la chica
que le había quitado un par de portadas a Victoria —señalé.
—Bueno
eso es pasado. Logré hacer que saliera conmigo, ya sabes, una tarde en el
parque, una película, una cena romántica y finalizamos en mi departamento
recordando los viejos tiempos. —Sonrió abiertamente y yo di un chasquido con la
lengua—. Luego, decidimos darnos una nueva oportunidad.
—¿Y
es por eso que sigues coqueteando con cualquiera que se te pone enfrente, ah?
Tenemos aquí al mejor ejemplo: la chica fácil de la empresa —señalé a Lauren
—mi secretaria— que en ese momento se levantaba de su escritorio.
—No
tiene nada de malo un poco de diversión… —comentó como si nada.
—Tú
nunca cambias. Date cuenta que Victoria no siempre te va a perdonar. Ella es
una mujer exitosa y fácilmente puede tener al hombre que quiera —advertí
furiosa—. ¡Madura de una vez, James! No toda la vida te la puedes pasar de cama
en cama, hay un tiempo para todo y sé que no querrás quedarte solo.
—Recuerda
que una relación no solo se basa de lo físico, siempre debe de haber algo más.
—dejé descansar mi cabeza sobre mi mano sin apartar la vista de mi amigo.
—
¿Es por eso que tú sigues sola? —Bien, ese había sido un golpe bajo, y él lo
sabía.
—Sabes
que he tenido un par de relaciones, pero en todas ellas solo había algo de
vital importancia y el sexo no es algo que quiero que predomine en mis
relaciones. Yo quiero a alguien con el que pueda conversar, reír y pasar el
tiempo sin la necesidad de tener las manos encima del cuerpo del otro. —dejó
escapar una risita que intentó ocultar.
—Ahora
recuerdo porque terminaste con Freddy —se burló.
—Eso
es algo viejo, pero tienes razón, yo no tengo una relación porque no he
encontrado a alguien que me haga sentir de esa manera. Con los rufianes que he
salido, o es por mi apariencia, o mi por mi posición social.
—Ya
llegará el bueno. Además, yo estaré ahí para ver que sea el que valga la pena,
no dejaré que caigas en las garras de cualquiera.
—
¡Ahora podré descansar!, no te imaginas lo preocupada que estaba por no saber
quien me defendería. —me llevé dramáticamente las manos al pecho.
—Búrlate
pero sabes que siempre te cuido —se inclinó sobre mi escritorio—, yo te he
espantado a unos cuantos oportunistas.
—Y
se te agradece.
—
¿Trabajando? —ambos nos sobresaltamos al ver a mi padre en el marco de la
puerta.
—Yo
ya me iba, lo siento Sr. Swan. —mi padre sólo le dió un par de palmaditas
cuando pasó junto a él. James me indicó que lo llamara cuando se marchara mi
papá, a lo que asentí. Mi papá se giro para verlo— ya me voy Sr. Swan, ahora
sí, ya me voy.
—
¿Ese chico jamás cambiará, cierto? —Asentí—. Tengo que pedirte algo de vital
importancia.
—Usted
dirá Sr. Swan —respondí burlonamente.
—Hablo
en serio, hija. —se sentó y me extendió una carpeta, la abrí y miré su
contenido sin comprender.
—
¿Qué significa esto?, es que ya te cansaste de mi y es tu manera de quitarme de
en medio —señalé el boleto de avión que se encontraba dentro de dicha carpeta.
—Al
menos puedo ir de compras. —sonreí sabiendo que era un comentario que no le
gustaba mucho. Revisé el boleto solo para ver que mi vuelo salía en menos de
tres horas, lo que indicaba que debía de estar en el aeropuerto en menos de una
hora.
—A
juzgar por tu cara veo que ya viste la hora, así que te recomiendo que te
vayas.
—
¿Así? ¿Sin equipaje?
—Iras
de compras, pequeña. Cuídate y estaremos en contacto. —me besó. Tomé mis cosas
y salí prácticamente corriendo hasta el auto que esperaba por mí. Harry era el
chofer de la compañía, era un hombre de cerca de los 50 años que había conocido
desde pequeña y al cual estimaba mucho. Me entregó una bolsita donde estaban
todos mis papeles para poder salir del país.
El
viaje fue algo estresante.
Durante
el vuelo repasé el detalle a tratar. Cuando llegué, agradecí que aun fuera hora
de que las tiendas estuvieran abiertas, ya que urgentemente necesitaba ropa
pues —realmente— sólo viajé con mi bolso y mi abrigo.
Todo
este viaje se dió porque la empresa de Aro Vulturi, una de las más grandes en
el ámbito empresarial, estaba intentando sacar de competencias a corporativos
grandes que eran un "estorbo" para convertirse en el mejor, y
lamentablemente nuestras empresas estaban en ese camino. Lo que él no esperaba,
era que nosotros no seríamos como muchas de las empresas que se doblegaban, no.
Con nosotros no sería tarea fácil, si quería pelea eso sería lo que le
daríamos.
Mi
estadía en París fue de una semana. Al principio me enfureció ya que arruinó la
tarde de chicas que tenía programada el viernes cuando Alice, Rose y Tanya
estuvieran de vuelta en la ciudad; aun así, debía admitir que le saqué el mejor
provecho.
Por
las mañanas, que era el momento de estar en la empresa, lo dedicaba solo a eso.
Me encargué de los asuntos delicados y los de mayor importancia; muchos
empleados parecían extrañados, pero aceptaron bastante bien mi estadía en la
empresa. Mi día seguía con una comida en alguno de los restaurantes que me
habían recomendado, y el resto de la tarde me dedicaba a visitar algunas de las
tiendas para obtener lo más nuevo de la temporada que se acercaba. También me
consentí en un spa y… conocí a varios chicos en diferentes partes y
circunstancias.
El
domingo por la noche llegué de vuelta a Nueva York. Sonreí al ver a mis padres
esperando por mí. Los abracé y juntos fuimos a la banda a recoger mi equipaje.
Ambos abrieron los ojos cuando notaron el tamaño de mis dos mochilas, ¡Qué
puedo decir!
—Sólo
fueron compras —reí por lo bajo al notar la cara de mi papá.
—Espero
que te hayas acordado de mi —señaló mi madre y yo asentí mientras la abrazaba y
caminaba entre la multitud, con mi padre siguiéndonos. En el trayecto a casa,
hablamos de todo lo que había hecho en mi estancia en París, y de lo que ellos
habían hecho durante mi ausencia.
—
¿Gala? — pregunté y ella negó—. Entonces, ¿Unos jeans y una playera?
—
¡Claro que no! Ya sabes, una linda falda y una de esas hermosas blusas, y qué
decir de unas zapatillas altas.
—Normas
de etiqueta —gruñí y ambos rieron.
—Normas,
que de ser posible, tú ya hubieras cambiado —señaló mi padre, mirándome por el
retrovisor, divertido.
—Sabes
que solo son basura; dime por qué tiene que haber algo que te dicte como debes
de comportarte.
—Sabes
que opino lo mismo, pero no hay de otra cariño, así tiene que ser.
Al
llegar a casa cené y me di un baño en la tina que logró relajarme, estado que
no me duró por mucho tiempo, ya que mi celular comenzó a sonar. Fastidiada me
levanté a tomarlo, pero sonreí al ver que se trataba de Rose.
—Oui
—contesté en francés.
—Una
semana en Paris, y ya te sientes francesita —se burló. Escuché como otra
persona se reía a la vez.
—Hola
Rose y… ¿Ali? —ambas saludaron, sabía que me tenía en altavoz.
— ¿A
qué hora llegaste?
—Hace
un par de horas. Cené con mis padres, y ahora estoy en medio de un baño
relajante.
—
¿Qué te parece una cena mañana en nuestro lugar de reuniones?, Tanya está
disponible…
—Lo
siento, no puedo. Mi madre decidió programar una cena mañana con los Cullen y
no puedo faltar —respondí molesta por no poder salir con mis amigas de nuevo.
—Entonces
lo pasamos para el miércoles; el martes Tanya tiene una cita con un chico
nuevo. —descansé la cabeza en el borde de la tina y sonreí, mi amiga nunca iba
a cambiar.
—El
miércoles es perfecto, ¿ustedes hacen las reservaciones o las hago yo?
—Yo
me encargo de ello —gritó Alice.
—Después
de que tu cuentes el número de corazones rotos que dejaste esta vez.
—Hecho.
—nos despedimos y colgamos.
Duré
un rato más, dejando que el agua caliente y las burbujas me relajaran.
El
día en la empresa había sido como cualquier otro: James me había puesto al
corriente de lo que había pasado en mi semana de ausencia y de lo bien que
parecía ir su relación con Vicky, su ceño se frunció cuando la llame así, sabía
que odiaba que lo hiciera, pero no podía evitar molestarlo. Me marché un poco
antes para poder llegar a arreglarme, pero no sirvió de nada, un accidente me
mantuvo atrapada en el tráfico por más de una hora. Estacioné mi auto en su
sitio y entré corriendo a mi habitación; solo escuché a mi madre decir que
tenía menos de una hora antes de que nuestros, o mejor dicho, sus invitados
llegaran a casa.
Me
bañé mientras pensaba que sería bueno utilizar para la ocasión, era una cena
entre amigos, que casualmente eran del mismo circulo social y aunque podía, no
debía de vestirme con cualquier cosa… de nuevo ahí estaban presentes las normas
de etiqueta, ¡maldita clase social!
Envolví
una toalla en mi cuerpo, y utilicé otra para mi cabello. Grité al ver a alguien
salir de mi armario.
— ¡Mamá!
—reclamé. Ella se burló y me entregó una falda amplia negra con una blusa
blanca.
—Sólo
pretendía ayudar. —se quejó. Me entregó un conjunto de ropa interior, haciendo
que yo enrojeciera en seguida, ¿Es que ya no había privacidad en esta casa?
—Deja
eso Renée Swan. —se los arrebaté y ella se burló.
—Cariño,
como si yo no usara algo similar —rodé los ojos y entré al baño a cambiarme,
sabiendo que ella estaría sentada en mi cama—. ¿Quieres decirme que provocó el
retraso o es que pretendías hacer una entrada triunfal?
—Búrlate
todo lo que quieras, como no fuiste tú la que estuvo atorada en el tráfico por
más de una hora, y para acabar el teléfono se quedó sin batería.
—Ahora
entiendo por qué no contestabas. —escuché un par de cajones abrirse. Me terminé
de vestir para encontrarla acomodando mi ropa interior.
—
¿Podrías respetar algunas de mis cosas? —pregunté cerrando el cajón.
—Creo
que deberíamos de ir de compras, alguien debe de ayudarte a elegir ropa un poco
más provocativa.
—No
veo el caso —respondí mientras comenzaba a maquillarme.
—Una
madre normal estaría feliz de que su hija usara ropa interior normal y no esas
cosas que dejan poco a la imaginación.
—Pero
yo no soy una madre normal —sonrió acercándose y comenzó a cepillar mi
cabello—. Mañana iremos de compras, ¿Qué dices?
—Una
tarde madre e hija. —ella asintió con el característico brillo de sus ojos.
—Me
encantaría, hace cerca de tres semanas que no salimos. —seguimos hablando
mientras terminaba de arreglarme, con su ayuda lo había conseguido. Bajamos y
estuvimos en la sala riendo hasta que nuestros invitados llegaron.
—Lamentamos
la demora —se disculpó Esme saludando a mi madre y después a mí, Carlisle hizo
lo mismo, y al final, Edward que besó nuevamente mi mano.
Pasamos
a la sala y tomamos una copa de vino tinto para abrir el apetito. La
conversación no fue para nada de negocios, era agradable platicar de otras
cosas —aunque fuera el marcador de los Lakers—. Mantuve mi atención en la
conversación que mantenía mi madre y Esme. Sentí una mirada puesta en mí, sabía
de quién era, así que la ignore. Media hora después pasamos al comedor donde se
sirvió la cena, mi madre como siempre se esmeraba en la elección de los
platillos. Todos disfrutaron de la crema y del plato principal, como postre
hubo pastel, pero yo opte solo por un café.
—Creo
que es hora de que hablemos de algo importante. —observé a mi padre al darme
cuenta de que esta cena si había tenido un motivo, el cual por alguna razón no
había querido revelar.
—Pensamos
que sólo sería una cena entre amigos y nada de negocios —señaló mi madre
frunciendo el ceño.
—Lo
era, pero debido a algunos movimientos decidimos que hoy era el mejor momento
—dijo Carlisle, haciendo que su esposa lo mirara interrogante.
— ¿Y
qué es eso tan importante que no podía esperar? —preguntó Edward, enfocando su
atención en su padre.
—Como
todos saben, nuestras empresas peligran y hemos buscado diferentes formas de
protegerlas, pero ninguna es totalmente efectiva —aclaró mi padre.
—Hemos
hablado con diferentes personas para intentar encontrar una manera de lograr
protegerlas. —Edward y yo asentimos, mientras que Esme y mi madre parecían un
poco perdidas, ellas escuchaban hablar, pero no entendían al 100% lo que se
decía, ya que era sobre trabajo.
—
¿De qué se trata? —preguntó Esme mirando a su esposo y a mi padre.
—Queremos
que sepan que intentamos con otras alternativas, pero junto con nuestros
abogados solo encontramos una solución: unir nuestras empresas. Sería como una
fusión, pero en realidad sería mucho más fuerte, sería algo irrompible;
nosotros cuidaríamos sus espaldas y ellos las nuestras, pero esto solo será
posible con la ayuda de ciertas personas.
—En
efecto los incluye tanto a mi hijo, como a ti, Bella.
—
¿Cuál es el misterio? —preguntó mi madre, bebiendo un poco de café que se había
servido con anterioridad.
—Sabemos
que ambos están igualmente compenetrados en las empresas, por lo que saben lo
importante que es esto para todo nosotros. —ambos asentimos.
—La
única solución es…—mantuve la mirada en la de mi padre, que no dejaba de
mirarme como si quisiera leer lo que estaba pensando.
—Un
matrimonio —terminó Carlisle. Parpadeé un par de veces.
—Disculpen,
parece que escuche mal —hablé antes que cualquiera. Edward mantenía sus ojos
entrecerrados, viendo fijamente a su padre.
—Es
la única solución, Bella. Si ustedes se casan, nuestras empresas se unirían
debido a su unión, lo que daría mucha más fuerza a nuestros negocios. De esta
manera, tendríamos un respaldo para protegernos de un posible ataque a nuestras
inversiones. —intenté respirar de manera normal. Estaba apretando la
servilleta, descargando mi furia. Me giré para mirar a Edward, que se mantenía
tan apacible, como siempre, ¡Era como si lo que le acabaran de decir era el
estado del tiempo! Esme y mi madre estaban en shock ante tal propuesta y sabía
que yo también lo estaba, pero no lo aparentaba; por su parte, Carlisle y mi
padre me observaban.
—Buscamos
entre varias alternativas —apuntó Carlisle dirigiéndose a mí.
—Tiene
que haber otra solución —susurré.
—La
buscamos, hija. Es por eso que se los decimos, no hay otra salida.
—
¿Se dan cuenta que lo que piden es un matrimonio arreglado? —pregunté casi
gritando, ganándome así una mirada de advertencia de parte de mi madre, ya que
según las normas… ¡Al diablo con la normas! Estaba furiosa.
—Nos
damos cuenta de… —empujé mi silla hacia atrás y me levanté, ganándome la mirada
de todos.
—Lo
siento mucho, pero yo no planeo participar en una atrocidad como la que están
proponiendo.
—Se
me ha quitado el hambre, y si me disculpan, me retiro —tomé aire y miré a
nuestros invitados—. Que tengan buenas noches.
Salí
lo más aprisa que pude, subiendo por las escalares hasta llegar a mi
habitación. En ningún momento perdí la compostura. Cerré la puerta y me dejé
caer con la espalda recargada en ella, ¿Cómo se atrevían a proponerme eso?
Un
par de minutos después me levanté limpiando mi rostro, había comenzado a llorar
por la impotencia. Tenían razón en decir que nosotros sabíamos lo que sucedía y
sabía que la situación apremiaba medidas drásticas, pero esto era el extremo.
Me desmaquillé y me metí entre las mantas. La habitación estaba sumergida en la
oscuridad total y yo no podía dormir, aun me parecía escuchar la palabra matrimonio.
Me acomodé boca abajo, cubriéndome la cabeza con la almohada, intentando que
esa vocecita se esfumara; pero no, seguía y seguía repitiendo aquella
palabrita… más bien, palabrota.
...
Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.
me encanta la historiaaa¡¡¡¡...la trama es genial y el prologo me ha enganchadoo¡¡¡¡¡¡....sigo leyendo enseguida
ResponderBorrarEspero que la disfrutes y gracias por tu comentario ;)
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