—Bella
cariño —sentí como mi cama se hundía.
—Quiero
estar sola mamá —pedí, pero ella me ignoró y se acomodó junto a mí. Sus dedos
se deslizaron por mi cabello. Esperé en silencio unos minutos, creyendo que si
no hablaba, entonces ella se iría; pero no lo hizo, lo que me obligó a
incorporarme, apoyando la espalda en las almohadas.
—Bella...
—miré a mi padre —a quien no había sentido entrar— estaba sentado en el
banquillo de mi tocador, y se veía consternado.
—Tiene
que haber otra solución. No pueden obligarme a que me case con un hombre que
apenas y conozco. ¡Por dios, Charlie!, solo he conversado una sola noche con
él, ¿Y ahora pretenden que me sea mi esposo? —chillé. Mi padre mantenía su
vista fija en el suelo, sabía que solo lo llamaba Charlie cuando estaba
verdaderamente molesta, y en verdad que lo estaba en este momento.
—Cariño,
nadie los está obligando, solo es la única solución factible que encontramos y
quisimos proponérselas. Ustedes son los únicos que decidirán qué hacer.
—¿Están
seguros de que no hay otra alternativa?, ¡Papá, él es seis años mayor que yo!
—Son
siete, —corrigió tímidamente— y no, no hay otra alternativa. ¿Crees que si la
hubiera, les habríamos pedido tal cosa?
—Fue
un día duro. Mañana nos alegraremos con nuestra tarde de compras, ¿Te parece si
vamos a comer y de ahí visitamos un par de tiendas?—preguntó mi madre
emocionada, dando por terminada la discusión que no nos llevaría a ningún lado.
—Primero
debo de hablar con mi jefe para ver si me autoriza a no asistir por la tarde
—me burlé de mi padre.
—Debe
ser un ogro, pero apuesto a que lo entenderá —se levantó, me dio un beso y se
disponía a salir, pero antes se giró—. Tómate la tarde libre y piensa lo de
esta noche.
—Gracias
papá.
—Bueno
cariño, es hora de que duermas porque mañana nos espera una gran tarde de
compras. —La mirada de mi madre era para asustar a cualquiera, sabía lo que me
esperaba al día siguiente.
Seguí
dándole vueltas al asunto antes de quedarme profundamente dormida. Aunque
dormí, no logré descansar; la sola idea de casarme me aterraba. Jamás me había
puesto a pensar que el día que me casara lo haría de esta manera, siempre soñé
con un hombre diferente. No es que Edward fuese feo —estaría loca si dijera
algo similar— ese hombre es lo más parecido a la perfección; pero tenía un gran
defecto: había estado con muchas mujeres con las que yo no podía ni
competir. Además, era un hombre que según las conversaciones que había tenido
con Esme, estaba a punto de cumplir treinta y dos años, ¿Cómo alguien como él,
querría casarse con alguien como yo?
El
día comenzó como cualquier otro, me preparé para mi gran tarde de compras con
mi madre, en el desayuno nos pusimos de acuerdo en el lugar que nos veríamos;
agradecí que ninguno tocara el tema que aún me rondaba por la cabeza.
Había
demasiado trabajo y muchas llamadas que atender, lo que me mantuvo distraída
toda la mañana. A las dos en punto tomé mis cosas y me fui al restaurante donde
había acordado verme con mi mamá; la vi leyendo el menú en una de las mesas que
daban a un pequeño jardín.
—Lo
siento, el tráfico de esta ciudad cada día es más horrible, ahora entiendo lo
de la jungla de asfalto —comenté, besándola y tomando mi lugar.
—No
te preocupes, sé a lo que te refieres y entiendo que tienes trabajo.
— ¿Ya
sabes qué ordenaras? —ella asintió.
Una
copa de vino tinto fue el acompañante de nuestra ensalada. Disfruté de sus
anécdotas de lo ocurrido en el club. Cuando mencionó a Esme mi garganta se
cerró y pensé que me ahogaría, pero no mencionó nada sobre mi decisión, al
menos no en ese momento. Tomamos un café antes de disponernos a ir de compras.
—Parece
que no dormiste bien, se te nota cansada —acarició las líneas debajo de mis
ojos, que debían de comenzar a notarse.
—Estoy
bien, con muchas cosas en la cabeza, pero nada de qué preocuparse —le sonreí,
sabiendo que no era una sonrisa del todo sincera.
—Sé
que no debo de interferir, y mucho menos presionarte pero, ¿Ya lo pensaste?
—No
hay nada que pensar mamá —dejé mi taza y me acomodé en mi silla para mirarla
fijamente—. Lo siento, pero no puedo hacerlo. Es un hombre que acabo de
conocer, tiene cerca de un año que no figura por sus tórridos romances, o mejor
dicho aventuras. Sé que es hijo de Esme pero eso no le quita el hecho de que es
un hombre superficial, alguien que yo no deseo tener junto a mí.
—No
importa cariño, ya no las arreglaremos, todo saldrá bien —acarició mi mano, y
su sonrisa, aunque era amplia, era triste. Mi corazón saltó al darme cuenta de
que ella sabía que podíamos perderlo todo y no había manera de mantener la vida
que llevábamos ahora. Pagué antes que ella y nos fuimos a la quinta avenida.
Entramos a un par de tiendas y en todas ellas compramos un par de prendas,
debido a la cantidad de eventos a los que debíamos asistir, necesitábamos tener
un amplio guardarropa.
Llegamos
a casa justo a la hora de la cena, mi padre nos recibió y al ver la cantidad de
bolsas en el maletero dio media vuelta y entró. Siempre prefería ignorar la
cantidad de bolsas y solo ver lo que tenía que pagar en el estado de cuenta de
la tarjeta de mamá.
Subí
a mi habitación a dejar las cosas y refrescarme antes de la cena. Me di una
ducha rápida y me vestí con unos vaqueros y una blusa sencilla, era algo casual
como solo solía vestirme en casa o cuando estábamos de vacaciones fuera del ojo
público. Un par de toques me hicieron girar.
—Srta.
Bella, un joven la busca —pedí que le dijeran que iba en un minuto, estaba
segura que era James que había quedado de mostrarme el próximo regalo de
Victoria ya que se acercaba su cumpleaños.
Salí
de mi habitación amarrando mi cabello en una coleta. Al entrar a la sala, la vi
vacía, ¿Es que acaso mi amigo se estaba escondiendo? Vi a Mirna —nuestra
empleada— quien comprendió la pregunta que iba a hacer, por lo que me contestó
diciendo que estaba esperando a fuera, ¿Acaso le había comprado algo que no
podía entrar en la casa? ¿Era tanta su devoción por Victoria que había gastado
tanto en ella? Eso me sorprendía ya que no solía ser la clase de hombre
detallista.
—¿Te
vas a lo grande? —pregunté al salir, pero me quedé muda. Allí no estaba James,
era Edward, quien me miró de manera profunda.
—¿Disculpa?
—se acercó, y no supe si debía de dar un par de pasos y cerrar la puerta o
esperar para ver qué era lo que deseaba, claro que la curiosidad fue la que
ganó, como siempre.
—Lo
siento, pensé que eras otra persona —me disculpé, saliendo por completo y
cerrando la puerta detrás de mí.
—Lamento
si interrumpo algo, pero deseaba hablar contigo. Fui esta tarde a tu oficina y
me dijeron que te habías tomado el día libre —sonrió de lado.
—Una
tarde madre e hija —respondí y el asintió.
—Bella,
¿Puedo llamarte así? —asentí, dando pauta a que continuara con lo que iba a
decir— sé que es una situación difícil, a ambos nos pusieron en una
encrucijada.
—Eres
buena en tu trabajo. Me basté verte una vez en acción para saber que tienes
carácter para este trabajo, y es por eso que sé que no es desconocida para ti
la situación actual.
—Es
difícil, pero tiene que haber otra manera —se llevó la mano al pelo y negó. No
sé porqué insistía en engañarme, intentando encontrar otra salida donde no la
había; yo misma había averiguado solo para darme cuenta de que no había otra
manera. Un matrimonio nos garantizaba un 85% de posibilidades de no ser
dañados, ya que nuestra empresa contaría con la protección de los Cullen y
ellos con nuestra protección.
—Hice
una revisión exhaustiva y es la manera más segura, las demás no servirán de
mucho.
—Lo
sé —murmuré y el mantuvo la mirada en el cielo oscuro.
—Lo
has pensado —asentí— yo ya tome mi decisión, ¿y tú?
—También
—cerré los ojos, cubriendo mi rostro con mis manos—. ¿Y cuál fue la decisión
que tomaste?
—Si
abrieras los ojos sabrías la respuesta —no sabía si debía de hacerlo, pero lo
hice, delante de mi había una cajita de terciopelo negra que mostraba un
hermoso anillo de… ¿Compromiso? Vi el diamante y luego a él.
—Edward,
¿Qué significa esto?
—Creo
que es claro lo que he decidido, me sacrificaré por mi familia —sacó el anillo
de la cajita de terciopelo y me lo puso delante para que lo observara con mayor
detenimiento— ¿Y cuál es tu respuesta?
Mi
voz se había marchado. No era nada difícil, solo tenía que levantarme de ahí y
decir que no lo haría, que debía de buscar a alguien más, pero yo no podría
casarme con alguien a quien apenas conocía y el cual tenía un historial no muy
grato.
Mordí
mi labio y seguí sintiendo su mirada interrogante, parecía estar tratando de
leer lo que pensaba. Él había aceptado sacrificarse por su familia. Mi mente se
vio invadida por los maravillosos recuerdos de mis padres conmigo, ellos
siempre habían estado cuando yo los había necesitado, no había cosa que yo
deseara y que ellos no me hubieran dado… era el momento de regresar un poco de
todo eso que ellos me habían dado. Pero la realidad era que yo pensaba darles
la espalda y seguir esperando a mi 'príncipe azul', ese que tal vez jamás
llegaría. Lo único que conseguiría sería hacer infeliz a mi familia al privarla
de todo lo que habían conseguido; yo era su única esperanza, pero no podía,
solo esperaba que algún día me llegaran a perdonar.
—Edward
yo… —me levanté tome aire y noté que él me imitaba.
—Acepto.
—las palabras salieron de una manera fluida, sin una pizca de duda. Yo misma me
había sorprendido de la decisión que acababa de tomar. Tomó mi mano y colocó el
anillo con sumo cuidado. El roce de sus dedos al depositarlo me estremeció y no
pude evitar sentir mi mano extraña por la pieza que había sido depositada en
ella.
—Bueno,
eso significa que estamos comprometidos —metió las manos en sus bolsillos y lo
dijo como si eso fuera algo totalmente desagradable. Su mirada la posó en otro
punto que no era yo, cosa que me hizo sentir muy incómoda. Tomó un poco de
aire— Creo qué es lo menos que se merecen nuestras familias, ¿No piensas lo
mismo?
—Sí
—respondí en un susurro. Lo vi inclinarse y me quise alejar, pero mi cuerpo no
me respondió, sus labios rozaron muy cerca de la comisura de los mios.
—Comeremos
mañana, creo que hay algunos puntos que debemos de tratar si vamos a hacer
esto.
—
¿Es una pregunta o un hecho?
—Un
hecho—afirmó.
—No
te detuviste a pensar que tal vez yo ya tenía planes.
—Simple.
Cancélalos —se encogió de hombros. Dejé escapar un bufido, ¿Cómo un hombre
podía llegar a ser tan prepotente? Pensaba que todos debían de hacer lo que él
quería, pero aunque me doliera admitirlo teníamos que hablar.
—En
primer lugar deberías de preguntar primero si la otra persona no tenía planes y
no solo imponer lo que deseas, y acepto, solo porque tenemos que hablar, a
pesar de que fuiste un patán —enarcó una ceja.
—Elige
el lugar.
—
¿Te apetece uno de comida internacional?
—Yo
me acoplo a ti, ¿Está bien si paso a las dos?
—Podríamos
vernos ahí para que no tengas que desviarte, el restaurante está muy cerca de
tu oficina —dije. Quise parecer cortés, pero lo que en realidad deseaba era no
tener que verlo antes, había aceptado en casarme con un hombre que parecía no
tener una pizca de sentimientos.
—Preferiría
pasar por ti, la distancia no es problema alguno —me guiñó un ojo.
—Entonces
a las dos está bien.
—Entonces
nos vemos mañana —dio media vuelta. Observé el anillo que descansaba en mi dedo
y no me resistí.
—Edward,
—él se detuvo y se giró para verme— ¿Cómo sabías que aceptaría?
—Es
hermoso —le sonreí de manera tímida, él solo se encogió de hombros.
—Veo
que mi asistente lo eligió bien, le diré que te gustó —hubiera preferido que me
mintiera y me dijera que él lo había elegido, pero eso era demasiado para un
hombre como él. Subió a su auto sin decir una sola palabra. Entré a mi casa
antes de que encendiera el auto y se marchara, eso no debía de hacerlo, pero no
tenía por qué tomarme molestias con un hombre que no se las pensaba tomar conmigo.
Caminé al comedor, escuchando el ronroneo de un auto al alejarse.
—
¿Estás bien cariño?
—Sí,
mamá —me acomodé en mi silla aunque no tenía hambre.
—Así
que, ¿Cuál será el regalo? —la miré sin comprender.
—
¿De qué hablas? —pregunté extrañada.
—
¿De qué va a ser?, se supone que esa era la razón por la que James estuvo aquí.
—No
era James —le aclaré alejando el plato con mi cena.
—Si
no era James, ¿Quién era? —preguntó mi padre entrecerrando los ojos.
—Era
Edward —contesté sin mirarlos, quité el anillo de mi dedo y lo guardé en el
bolsillo, aún no estaba lista para decirles que nos casaríamos.
—¿Y
para qué ha venido?—cuestionó mi madre, olvidando la cena y centrando su
atención en mí.
—¿No
crees saber ya la razón?
—¿Así
que llegaron a una conclusión? —asentí. Ambos se miraron y luego a mí, sabía
que con la mirada me gritaban que respondiera, pero era difícil.
—Lo
hemos hecho y de verdad preferiría no hablar de ello.
—Pero,
¿Cuál fue la decisión final?
—No
quiero hablar, de todas maneras se enterarán muy pronto —respondí levantándome.
No tenía hambre, había un enorme nudo en mi estomago que me impedía seguir
comiendo algo, aún cuando no había probado nada.
—Bella…
—Buenas
noches —los besé y me marché a mi habitación.
Sabía
que la respuesta era no, pero en ese momento me di cuenta de que no
podía ser egoísta y privar a mis padres de la vida que ellos llevaban y la cual
les había costado mucho trabajo obtener. Si Edward estaba siendo capaz de
sacrificarse, ¿Por qué no debía de hacerlo yo también?, ambos lo hacíamos por
el bienestar de nuestras familias, esas que nos habían dado todo sin
condiciones ni limitaciones, las que nos habían apoyado en todo lo que
hacíamos; ahora era nuestro momento de retribuírselos, ellos merecían seguir
donde estaban ahora, y si ambos podíamos asegurarlo, lo haríamos, aunque eso
implicara un gran sacrificio.
Entré
en la ducha intentando relajarme, pero al recordar que hoy iba a comer con él
los nervios regresaron, ¿Cómo debía comportarme?, ¿Qué debía vestir?, mordí mi
labio y tomé una falda amplia con una blusa a juego. Un par de miradas en el
espejo y sonreí complacida con el resultado: sencilla, pero sofisticada. Antes
de salir, dejé la sortija en la cajita donde guardaba mis joyas.
Mis
padres me sonrieron y me saludaron como cada mañana, me recordaron el evento
del fin de semana, el cumpleaños de uno de los amigos de papá, en el que solo
un grupo selecto había sido invitado; aproveché para informarles que esta noche
llegaría tarde ya que sería la noche de chicas y en la cual había muchas cosas
nuevas que contar.
La
mañana en la empresa pasó con rapidez, James y yo revisamos un par de informes
mientras platicábamos de algunas cosas que no tenían nada que ver con el
trabajo. Se disculpó por no ir a mostrarme el regalo, pero que lo haría esta
noche, tuve que desistir debido a la reunión con las chicas, las cuales siempre
se alargaban hasta horas altas de la noche.
—Srta.
Swan —escuché la inconfundible voz de mi secretaria, que se asomaba por la
puerta. Su voz se escuchaba más melosa.
—Dime,
Lauren.
—La
buscan —informó con una sonrisa. Observé el reloj de mi computadora y noté que
faltaban diez minutos para las dos; solo podía ser una persona.
—Hazlo
pasar —ella asintió sonriendo como una boba. Me giré para terminar el trabajo
que estábamos finalizando con James.
—Buenas
tardes —saludó de manera educada, logrando que tanto yo como James nos
giráramos a verlo. Iba impecable, con un traje oscuro a la medida.
—James,
el es Edward Cullen —presenté, mi amigo se levantó para estrechar su mano.
—
¿El hijo de Carlisle?
—El
mismo —confirmó dejando su rostro libre de alguna expresión.
—Siéntate,
en un minuto nos vamos —el asintió y se acomodó en una de las sillas frente al
escritorio. Continúe recargada en la silla que James ocupaba, mi amigo
observaba al recién llegado y el hacía lo mismo.
—Revisa
la celda F19, colocaste un cero de mas —hablé para hacer que mi amigo
volviera la vista a la computadora.
—¿Seguro?
—arrastré las palabras, pero él fingió no entender, ¿no se daba cuenta de que
no quería irme, porque sabía que la conversación no sería una de mis
favoritas?, pero mi amigo parecía divertido.
—Seguro,
además aún tenemos que ponernos al día sobre la reunión de esta mañana —con la
mirada me señaló que se refería a Edward como su supuesta reunión.
—Claro
y gracias —tomé mis cosas y salí junto con Edward. La mirada de Lauren no podía
ser más descarada que lo que estaba siendo en ese momento.
—Lauren,
si hay algo de vital importancia llámame, espero estar de vuelta pronto.
Llegamos
a su auto sin decir una sola palabra. Le indiqué con precisión un par de atajos
que nos libraría del tráfico de las principales avenidas, haciendo que
llegáramos en menos de media hora. Nos dieron una mesa cerca de uno de los
ventanales. Agradecí al mesero cuando me entregó el menú, ordené una ensalada y
una botella de agua mineral; él optó por un platillo de carne con verduras y
una copa de vino. Ambos evitábamos mirarnos, solo escuchábamos las voces y las
risas de los que estaban en el establecimiento. Tomé un poco de agua y dejé la
copa en su sitio, justo en ese momento sentí su mano sobre la mía.
—Pensé
que habías dicho que te había gustado el anillo —comentó acariciando el lugar
donde debería estar la sortija.
—Es
perfecto.
—¿Entonces
por qué no lo llevas puesto? —enarcó una de las cejas.
—Aún
no estoy lista para contestar todas las preguntas que esa sortija puede
generar, preferiría dejar todo en claro antes de llevarla.
—¿Quieres
que comencemos o prefieres que sea después de la comida? —pero no fue necesario
elegir ya que nuestros platillos llegaron en ese momento.
Me
llevé a la boca un par de trozos de lechuga y zanahoria, pero mi estómago
estaba contraído ante lo que se avecinaba; comencé a revolver la ensalada con
la vista perdida en las personas que caminaban por la acera de enfrente.
—
¿Sucede algo con la ensalada?
—
¡No!, es perfecta. Gracias —me sonrojé al darme cuenta de que él ya había
terminado y yo no había comido ni la mitad.
—Si
es perfecta, ¿Por qué parece que no es de tu agrado?
—Solo
que no tengo hambre.
—¿Es
que eres de las que comen poco en sus citas? —preguntó al mismo tiempo que
sonreía.
—Creo
que es momento de que hablemos de lo ocurrirá —lo miré directamente a los ojos.
—Sabes
que nuestra boda, aunque sea íntima, será una noticia —se acomodó en la silla
junto a mí para quedar más cerca y así evitar que alguien escuchara nuestra
conversación.
—Claro,
seré la chica que amarró a Edward Cullen—dije sonriendo de lado, las palabras
habían abandonado mi boca sin siquiera pensarlas bien, pensé que se molestaría,
pero al contrario de lo que yo esperaba, sonrió.
—No
lo había visto de esa manera.
—La
razón principal de nuestro matrimonio debe ser un secreto —asintió—, pero creo
que debemos de inventar algo para cuando las preguntas lleguen.
—Tenemos
una gran ventaja, nuestros padres son amigos así que podremos decir que nos
conocimos algunos meses atrás, que nos comunicábamos a menudo, además ayuda el
hecho de que tú y tu familia viajan a menudo, podríamos utilizarlos como
encuentros entre ambos.
—
¿Crees que esa historia se la van a creer?, ¿Qué hay de tus relaciones
anteriores?
—Lo
creerán. Además, hace meses que no me ven con nadie porque he estado demasiado
ocupado en los negocios de la familia, tenemos todo a nuestro favor. Diremos
que los últimos seis meses hemos mantenido una relación a distancia—me apoyé en
el respaldo de la silla y me giré hacia la calle, él lo hacía parecer tan
sencillo, pero no sabía si podría hacerlo, no era demasiado buena mintiendo.
—Soy
mala mintiendo—confesé antes de mirarlo de nuevo.
—Sé
que lo harás bien —acarició mi mano—. Como sabes, el viernes hay una cena.
—Planeas
que…
—Creo
que puede ser nuestro primer evento como pareja —observé el reloj y me
sorprendí al ver que eran cerca de las cuatro. Aún tenía cosas por hacer, si
quería llegar a tiempo a cenar con las chicas— ¿Sucede algo?
—Es
demasiado tarde, ¿te parece si terminamos esta conversación después? —asintió
pidiendo la cuenta.
—
¿Esta noche?
—Tengo
otro compromiso, pero nos veremos el viernes.
—No
hagas eso, Bella—habló al ver que tomaba mi bolso—, yo te invité a comer.
—Más
vale que te acostumbres, porque así será cada vez que salgamos juntos—bufé y él
soltó una pequeña risita.
Intenté
marcharme en taxi, pero él se opuso y me llevó de nuevo a mi trabajo. Se
estacionó frente a la puerta principal y bajó a abrirme la puerta; noté a
algunas de las secretarias que iban regresando de su hora de comida que
comenzaban a cuchichear con solo verme junto a Edward.
—Muchas gracias.
—Nos
veremos mañana —se inclinó y depositó un beso en mi mejilla, me separé al
instante; antes de decir algo él subió a su auto y se marchó.
Entré
de nuevo a mi oficina y agradecí que James estuviera en una junta lo que al
menos me libraría de explicaciones. Me mantuve ocupada atendiendo llamadas de
clientes y de algunos de los directivos de la empresa.
Salí
con el tiempo justo para llegar al restaurante donde vería a las chicas. Entré
al lugar para encontrarme con mis amigas, al menos el día terminaría de manera
agradable.
—Estábamos
por llamarte —dijo Tanya después de darme un abrazo.
—Ya
estoy aquí.
—¿Y
qué tal el día? —preguntó Rose, me encogí de hombros dejando el menú a un lado,
ya sabía lo que pediría, frecuentábamos bastante este restaurante.
—Parece
que no del todo bien —comentó Tanya por mí.
—Muchas
cosas inesperadas, demasiadas llamadas —tomé la copa de Rose que era la más
cercana y bebí su contenido.
—Creo
que alguien quiere beber un poco.
—Sería
maravilloso —pedimos nuestra cena y algo más de beber. Estar solo con ellas
lograba relajarme.
—Que
te parece si nos cuentas de Paris y después lo que te tiene de ese humor
—propuso Alice.
—Fue
un viaje inesperado, lamento dejarlas plantadas —ellas hicieron un gesto,
señalando que no había problema.
—Pero,
¿conociste algún chico?
—A
muchos —respondí recordando al chico que terminó pagando mi café; al del bar;
el que estaba hospedado en el mismo hotel y que todos los días me lo cruzaba en
el lobby y finalmente el último día me había hablado, pero era demasiado tarde;
¡y cómo olvidar el que me ayudo con las bolsas!
—Aburrida
—dijeron Tanya y Rose al mismo tiempo, Alice por su parte solo frunció el ceño.
—La
pasé bien, fui de compras y me mimé un poco.
—Ya
te lo merecías, a veces pienso que trabajas demasiado…
—¿Pero
qué te tiene de ese humor? Conociste chicos guapos, fuiste de compras a París y
conociéndote, trajiste diseños de las siguientes temporadas —chilló Alice y yo
asentí. Agradecí que llegara el mesero con nuestra cena.
Mientras
cenábamos, escuchábamos lo que había hecho Tanya durante sus vacaciones. Ella
nos demostró que nunca cambiaría; había salido con tres chicos diferentes, pero
solo con uno había llegado más que un simple beso. No nos sorprendíamos por la
vida que llevaba, solo le pedíamos que se cuidara.
Rose
no pudo ocultar la felicidad cuando mencionó que Emmett —su novio— había
viajado hasta Rusia solo para estar cerca de ella. A veces envidiaba tanto a mi
amiga, ella era la única de las cuatro que mantenía una relación estable, ambos
se amaban y estaba segura que pronto lo formalizarían: el amor que le profesaba
el grandulón era único y ella era de apariencia fría, pero con él dejaba al
lado esa máscara y se mostraba como la chica dulce que era.
Y
Alice habló del maravilloso chico que había conocido durante su estancia en la
playa. Todas sabíamos que aunque ella insistiera en buscar a su chico ideal,
éste ya había llegado, pero se había marchado a China por un par de meses, pues
tenía que atender un trabajo. Alice amaba a Jasper —el hermano de Rosalie—,
pero en ese momento estaba furiosa con él por tener que irse.
—Bien,
ya todas hablamos y tu no dices que te aflige —exigió Rose.
—¿Por
qué piensas que algo me aflige?, estoy bien —dije antes de llevarme nuevamente
el tenedor a la boca.
—No
lo pareces, hasta juraría que nos ocultas algo —asumió Tanya, ella era la más
distraída de todas y si lo había notado era porque era demasiado transparente.
Tomé un poco de agua.
—Llegué
a la oficina para encontrarme con un altero de documentos por revisar, James y
yo estuvimos trabajando durante toda la mañana en un proyecto que debemos de
presentar mañana y apenas nos lo asignaron, ya sabes que a Dorian se le da eso
de quererme hacer sentir inferior; Lauren perdió un papel importante; un sinfín
de llamadas y luego entretener a la esposa de un cliente de papá, la mujer no
paraba de pavonearse y hablar de cosas como si yo no supiera de lo que me
hablaba, ¿Pueden creer que me presumió su bolso Louis Vuitton? —todas rieron.
—Eso
pone de mal humor a cualquiera.
—
¿Qué dijiste? —preguntaron todas acercándose y mirándome con los ojos abiertos.
—Me
voy a casar —lo dije para después beber el contenido de mi copa.
—
¿Que tú qué? —era el momento de ver que tan buena era mintiendo, el viernes
tendría que hacerlo delante de mucha gente.
—Me
voy a casar —volví a repetir pero esta vez con mayor seguridad.
—Debes
de estar bromeando —comentó Tanya.
—No
es una broma, me lo propuso ayer por la noche.
— ¿Y
el anillo? —la mano de Rose tomó mi mano y recordé que no lo llevaba.
—Creo
que tanto trabajo te afectó, ya imaginas cosas —Tanya soltó una carcajada al
igual que las chicas.
—Habló
en serio —gruñí.
—Por
favor Bells, esto es algo inesperado y tú no eres de esa clase de chicas, tú
sueles planear más las cosas.
—¿Y
cuándo conoceremos al afortunado? —noté la voz burlona de Tanya. Rosalie se
cubría la boca para no reír, y Alice solo mantenía la vista en otro punto, pero
aún así se estaba riendo.
—El
viernes en la cena por el cumpleaños de Henry Wilson —las tres seguían
riéndose. ¿Acaso ellas pensaban que me quedaría solterona? Eso me enfureció,
mis amigas se burlaban de mí. Me levanté dejando la servilleta que tenía sobre
las piernas en la mesa, saqué el dinero de mi cartera y lo dejé ahí.
—Bella
—reprocharon.
—Que
pasen buenas noches —salí sin decir nada más. Tomé mi auto y me fui a mi casa.
Me llamaron un par de veces, pero las ignoré, se habían burlado de mi, ellas
sabían que no era de la clase de chicas que vivía aventuras y que se lanzaba a
algo sin haberlo pensado demasiado, y esta vez no era la excepción… pero me
había visto obligada a tomar esta decisión por el bien de mi familia.
...
Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.
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