El trato que unió nuestras vidas: Capitulo 4



Las Mentiras Comienzan

El jueves fue como cualquier otro día. La misma rutina: estar en la empresa y enfrentarme a Dorian, que no hacía otra cosa que intentar hacerme quedar mal, pero junto con mi amigo le fue más difícil.


Preferí quedarme en la oficina para terminar el trabajo ya que al día siguiente debería de salir temprano y era mejor adelantar todo lo posible; el tráfico me detuvo por un par de minutos más, no faltaba mucho para la hora de la cena así que me deje caer en uno de los sillones de la sala mientras llegaba la hora, había sido un día duro.

—Srta. Bella, la buscan —escuché la voz de una de las chicas de servicio. Seguí en la posición en la que me encontraba: recostada en el sillón con un pie apoyado en el suelo una mano sobre mi rostro y con la otra colgando.

—Quien quiera que sea di que estoy ocupada —una risa inconfundible me hizo incorporarme de inmediato.

— ¿Ocupada?

—Yo…

— ¿Día duro? —se sentó a mi lado.

—Horrible —me acomodé apoyando mi cabeza en el respaldo.

—Creo que prefieres que dejemos esto para después, necesitas descansar.

—Necesitamos… —el sonido de mi celular interrumpió, el nombre de Alice apareció en la pantalla y yo lo ignoré, como venía haciendo, ante la mira interrogativa de Edward, quien era el que me estaba visitando.

— ¿Está todo bien?

—Sí, hablemos de lo que es importante —apagué mi teléfono y centré mi atención en el hombre que estaba junto a mí.

—Mañana nos presentaremos como pareja en un evento social, debemos de tener en cuenta las preguntas que nos harán, la historia ya está —asentí—, pero debemos de fijar una fecha.

—El tiempo está encima de todo, así que debe de hacerse lo más pronto posible —asintió—; yo propongo quince días.

—Eso es lo que había pensado, pero creí que tu tal vez no querrías —me acomodé de lado para verlo.

— ¿Podría pedirte algo?

—Por supuesto —se acomodó de la misma manera que yo, para verme de frente.

— ¿Sería mucho pedir si la ceremonia y todo eso fuera algo intimo? —pregunté de manera tímida.

—No creías que yo deseaba algo ostentoso —me encogí de hombros.

—Será como tú quieras, al menos puedes elegir eso a tu gusto ya que al novio no lo elegiste —se burló y yo no pude más que sonreír— Bella…

— ¿Si?

— ¿Sé que esto lo hacemos por nuestras familias, Cierto? — Cerré los ojos y de mis labios salió un débil 'Sí'—, pero hay cosas que harán falta.

— ¿Cosas…? —lo miré detenidamente y en un par de segundos me bastó para comprender a lo que se refería. Además, conociendo la clase de historial que lo seguía, era obvio a lo que se estaba refiriendo.

—Ya sabes…

—Para mí no es un secreto el número de aventuras que hay en tu historial, pero también sé que debes de ser un buen hombre al tener como padres a Esme y Carlisle, ellos están muy orgullosos de ti.

— ¿Y no te importa eso?

— ¿Tu historial? —Asintió— Mentiría si dijera que no me importa.

—Ya no soy ese chico que vivió aventuras, he madurado.

— ¿Puedo confiar en ti? —pregunté.

—Puedes hacerlo, no negaré que cada una de las aventuras que se adjudican son verdad, pero soy hombre, y hay un punto que solo importa un par de cosas.

—Claro, como el sexo —sus ojos brillaron. Sabía que aunque era algo normal y ya se tocaban en diferentes conversaciones por las normas de etiqueta, debía de hablarse de estos temas con mayor delicadeza, una que no había tenido, pero, ¿de qué otra manera lo podíamos hablar si no era de una manera abierta?—. Nos casaremos y no planeo estar envuelta en chismes.

— ¿Cuándo te refieres a chismes hablas de alguna aventura?

—A eso me refiero, puedo soportar algunas cosas, pero no permitiré que me vean como la tonta a la que engañan —le advertí.

—Con eso te refieres a fidelidad… —asentí—…la tendrás Bella, te dije que he cambiado. Si estaré junto a ti, no planeo estar con nadie más.

— ¿Y quién me lo garantiza?

—Confianza, una que debe de estar presente en ambos, se supone que serás mi esposa.

—Apenas y te conozco.

—Espero que no te moleste el saber que hablé con tu padre sobre algunas cosas tuyas —iba a protestar, pero colocó un dedo sobre mis labios—. Mañana nos bombardearan de preguntas y será irreal si no sabemos lo esencial de cada uno de nosotros.

—Perfecto, tú sabes de mi pero yo de ti no sé más que eres hijo de Esme y Carlisle, que te llamas Edward, tienes 32 años y eres vicepresidente de la empresa que dirige tu padre —sacó un sobre del interior de su saco y me lo entregó.

—Ahí encontraras muchas cosas sobre mí, lo escribí pensando que eso te serviría —lo abrí y me encontré con datos sobre él, su color favorito hasta la verdura que detestaba, la universidad de la cual era egresado, entre otras cosas más.

—Gracias, lo leeré mas tarde.

—Respecto a la boda, desearía que dejaras participar a mi madre.

—Dudabas que la dejaría fuera —enarqué una ceja, evitando reír.

—Gracias.

—Después de todo, ellas parecen ser las más emocionadas, sus únicos hijos se casan.

—Sé que esto no es de la manera que ambos hubiéramos querido, pero lo hacemos por las personas que nos importan de verdad —dejé escapar el aire de mis pulmones y afirmé—. Ya que vamos a estar envueltos en esto, lo menos que podemos hacer es intentar llevar las cosas bien, que haya respeto, y porque no, hasta ser amigos.

—No hay otra alternativa, ambos no sabemos cuánto nos llevara esto, puede que solo sean un par de meses pero también puede que se prolongue. No será sencillo tener que fingir un sentimiento que no existe, pero debemos de hacerlo para evitar las habladurías y culpar a nuestros padres de forzarnos a hacer esto, será muy complicado hacer que esta farsa parezca real, pero sin olvidar que sigue siendo una farsa —el soltó una carcajada— ¿Qué te parece tan gracioso?, suficiente tuve que hacer con soportar la risa de…

— ¿De quién? —negué al saber que había hablado de mas, lo que menos necesitaba era que él se enterara la manera en que mis amigas habían reaccionado cuando se enteraron de mi boda— Lo siento, no quise molestarte, es solo que lo que dijiste parecía más un juego de palabras.

—Creo que tienes razón.

—Lo que dije de intentar llevar una relación casi como si fuera de verdad, es una propuesta real.

—Es una locura, esto no es un matrimonio por amor.

—Bella el amor no existe, es solo un invento de las personas, es una manera dulce de expresar el deseo, nosotros podremos ser buenos amigos, nos tendremos confianza, respeto, además que necesidad tendría de buscar fuera lo que hay en casa —abrí los ojos y sentí la sangre arder.

— ¿Estás hablando de tener sexo? —el asintió— ¿cómo puedes proponerme eso?, ¿es que aun no te queda claro que este es un matrimonio arreglado?, ¡es por negocios!

—Bella, soy hombre y tengo algunas necesidades, yo estoy siendo claro contigo.

—Pretendes que aparte de casarme mantenga relaciones contigo, ¿Tienes fiebre? ¿O alguien te golpeo antes de venir?

—Hablo en serio, todos somos seres humanos y tenemos necesidades, aún las más primitivas.

—Pero…

—No te quieres ver envuelta en chismes, pero no aceptas esa petición.

—No es cualquier cosa, la gente…

—A las personas no les importara, tú te estarías acostando con tu esposo no con cualquiera —en eso tenía razón— no podré cumplir mi promesa de fidelidad, seré discreto pero tú serás consciente de…

— ¿Buscarás consuelo en alguien más? —pregunté.

—Ya te lo dije, tengo necesidades como cualquiera. Tú misma lo dijiste, no sabemos cuánto tiempo durara esto, sé que por la manera en la que fuiste educada te niegas a aceptar lo que tu cuerpo te pide, te niegas el placer de sentir esa satisfacción.

—Esto es demasiado.

—Piénsalo bien y me das la respuesta después —miró su reloj y se levantó— tengo que marcharme.

— ¿Una cita?

—Así es —le iba a recriminar cuando colocó su dedo nuevamente sobre mis labios, pero yo la retiré.

—Más cínico no puedes ser —me levanté, pero él me detuvo sosteniéndome de ambos brazos.

—Quede de llevar a mamá a cenar, ya que papá esta fuera —colocó su rostro a mi altura—. No planeo engañarte.

—No lo dudaría después de que no has conseguido algo que pediste.

—Aun no es un hecho —respondió, soltándome de su agarre.

—Te acompaño a la puerta —caminé un par de pasos delante de él; sentía su mirada clavada en mi espalda. Abrí la puerta y el salió pero se detuvo, me miró con detenimiento.

—Paso por ti a las ocho.

—Estaré lista.

—Buenas noche Bella, descansa —sus labios se unieron a los míos; aunque quería responder al dulce movimiento de sus labios me resistí y él se fue.

Minutos después llego mi papá y logramos cenar, al comienzo fue una cena en silencio, pero a la hora del postre mi padre se aclaró la garganta. Sabía que por Edward, él se había enterado de mi decisión.

— ¿Así que aceptaste? —la mirada de mi madre se iluminó.

—Lo hice, y hemos decidido que la boda será en quince días —eso parecía sorprenderlos—. Tenemos que hacer las cosas más a prisa, la situación por la que nos casaremos es por negocios, así que no importa si no es una boda soñada.

—Bella es tu boda, si no deseas hacerlo no lo hagas, ya te dije que nos las arreglaremos.

—No mamá, me voy a casar, les pido que respeten esa decisión y asimilen que abra muchos cambios de hoy en adelante. El viernes Edward y yo asistiremos como pareja.

—Es un buen momento para dejarse ver de esa manera.

— ¿Mamá, podrías el sábado invitar a Esme a desayunar?, creo que entre las tres debemos de ver todo lo que concierne a la boda.

—Verás que será maravillosa —dijo mi madre emocionada, yo suspiré sonriendo, eso es lo que menos me importaba, ¿qué caso tenia hacer la boda de mis sueños si todo era una farsa?

—No lo dudo contigo al mando, eres buena en esto mamá —amplió su sonrisa—. Me iré a descansar, mañana será un día largo y tengo que ir a la empresa.

—Descansa Belly —sonreí sinceramente al escuchar la manera en que mi padre solía llamarme… solo esperaba que al casarme lo siguiera haciendo. Me fui directo a la cama intentando olvidar todo lo que estaba por ocurrir.

El viernes pasó volando. Cuando reaccioné me encontraba colocándome el vestido que había elegido para la ocasión, era de un verde esmeralda, de tirantes delgados y espalda descubierta; tenía una abertura bastante amplia pero para nada vulgar; era sencillo pero elegante. Recogí mi cabello en un moño desaliñado y me maquillé, remarcando mis facciones sin verme superficial. Me puse unas zapatillas altas de tiras finas y un abrigo que utilizaría al regresar, que era cuando solía refrescar.

—Luces fabulosa cariño —agradecí el cumplido de mi madre. Me coloqué unos pendientes largos y un brazalete a juego.

— ¿En verdad crees que me veo bien? —asintió.

—Lleva el anillo —le hice caso y cuidadosamente me lo coloqué en el dedo; aún cuando era ostentoso, tenías que aceptar que era hermoso.

—Estoy nerviosa.

—Todo saldrá bien, aun estas a tiempo de retractarte —negué besando su mejilla. Un par de golpecitos en la puerta me sobresaltaron; vi la hora y sabía que Edward había llegado.

—Señorita, el Señor Cullen la espera —agradecí a Silvia, una de las empleadas y me despedí de mi madre que me dio un beso y me prometió que llegarían solo unos minutos después, ya que mi padre aún estaba terminándose de arreglar. Llegué al inicio de las escaleras, tomé aire y comencé a bajar de manera lenta. Lo vi de pie junto a la mesa del recibidor, lucía un impecable esmoquin negro con camisa blanca; al verme se acercó y me tendió su mano.

—Si me lo permites, luces muy hermosa —sentí mis mejillas arder, no estaba acostumbrada a los cumplidos por parte de otro hombre que no fuera mi padre o James.

—Gracias —me tomó de la cintura obligándome a salir.

Subimos a un lujoso Aston Martin. Condujo con agilidad entre los carros y cruzó un gran número de semáforos cuando estos estaban en amarillo; manejaba a una velocidad demasiado alta y no sabía cómo decírselo, pero lo haría. Atravesó la verja de los Wilson y se detuvo en la puerta entregándole las llaves a un chico, me ayudó a bajar y nos encaminamos hacia la entrada.

—Respira, lo difícil será lo primero —asentí, lo escuché murmurar en perfecto francés y me giré para verlo sacar su teléfono del interior de su saco. Una de las amigas de mi madre me hizo una señas y me vi obligada a entrar sola, él asintió y continuó hablando.

—Querida, luces bellísima —la saludé con un beso en cada mejilla y regresé el cumplido— ¿Y dónde está Renee?

—Llegara en unos minutos, se retrasó un poco ya que mi padre tuvo asuntos que atender en el trabajo.

—Entendible querida, si no te importa seguiré saludando y nos veremos más tarde.

—Claro Vanesa —respiré profundo y observé a todos en la sala. Había muchos rostros conocidos, muchos de ellos me saludaron con un simple movimiento de cabeza. Ahí haciéndome señas vi a mis amigas, en otra situación hubiera atravesado la estancia para llegar a ellas, se notaban arrepentidas por lo que había pasado en nuestra cena.

Apreté el bolso que sostenía en mis manos y les sonreí, las tres parecieron respirar y Alice me hizo una seña con la mano pero la vi dejar la mano en el aire, mi otro par de amigas abrieron los ojos desmesuradamente. Un segundo después, una mano se posó en mi espalda baja, justo donde estaba el borde mi de vestido, así que su piel estaba en contacto con la mía, produciéndome un ligero escalofrió; su aliento chocó contra mi oído haciéndome cerrar los ojos.

—Es hora —asentí, sus labios dieron en mi sien y al abrir los ojos noté que varias de las miradas estaban dirigidas a nosotros. Me empujó levemente de una manera apenas perceptible y me guío hasta llegar con el festejado.

— ¡Muchacho, que alegría verte! —Edward lo abrazó y el hombre palmeó su espalda—. Isabella Swan.

—Felicidades —lo abracé sutilmente. Tomó mis manos y besó una de ellas; noté su mirada detenerse en cierto detalle.

— ¿Es lo que creo que es? —preguntó mirando a Edward y después a mí; Edward volvió a colocar su mano en mi espalda baja.

—Henry, me complace presentarte a mi prometida.

—Pero quién lo iba a decir, el Casanova al fin fue cazado —sonreí, ante su mirada picara— ¿te dio una batalla dura?

—Honestamente, fui yo el que sufrió para que aceptara salir conmigo —ambos rieron y yo los imité apoyando mi rostro en su pecho, el me estrechó mas contra su cuerpo; era simples gestos, pero eso hacía pensar que era una relación real.

—Sé de lo que hablas Edward, yo pasé por algo similar, Eva me dio una gran batalla, pero es la esposa perfecta y sé que Isabella te mantendrá a raya.

—Lo haré —afirmé fingiendo una enorme sonrisa.

—Si me disculpan tengo que recibir invitados —lo vimos alejarse.

—Lo hiciste bien —le sonreí al saber que se refería al mentir, había sido fácil con él junto a mí.

Minutos más tarde llegaron mis padres y después los de de Edward. Nos sumergimos en una plática amena y lo que nunca sucedía, sucedió: muchas personas se acercaban a intentar conversar de alguna cosa, por muy estúpida que fuera. La razón real era que iban a cerciorarse si en realidad estábamos comprometidos; ellos, sin siquiera cerciorarse que no estábamos mirando, bajaban su mirada de nuestros rostros, a mi mano, donde se encontraba la hermosa sortija.

Respiré cuando la hora de la cena llegó, nos acomodamos en las mesas. Vi a mis amigas a un par de nuestra mesa, me sonrieron y leí de los labios de Rose un 'lo siento', yo le resté importancia y sin más, le sonreí abiertamente. Escuchamos la música detenerse y un carraspeo. En una pequeña tarima improvisada, pero adornada de manera elegante, estaba Henry con su esposa.

—Antes que nada quiero agradecerles a todos por acompañarme a celebrar mi cumpleaños número sesenta, es un placer tener a mis amigos disfrutando junto conmigo. Muchas gracias por los regalos, han sido muy generosos —agradeció, todos aplaudimos.

—Espero que la cena sea de su agrado y disfruten de la buena música —dijo nuestro anfitrión y festejado, yo me giré hacia mi madre que me estaba susurrado algo que no había logrado comprender.

—También quiero aprovechar para felicitar a una joven pareja que ha decidido formalizar y que se han comprometido —nos dedicó una enorme sonrisa al momento que abrazaba a su esposa y le daba un beso en la mejilla—. Chicos, les deseo lo mejor, y no olvides Isabella, mantenlo a raya —yo solo pude asentir sonriendo.

—Esto no debía de pasar —le susurré a mi madre, que parecía divertida al igual que los demás.

—Tranquila pequeña —entrecerré los ojos al escuchar la manera en que me había llamado Edward.

—Lo dices porque soy varios centímetros más pequeña, o porque soy siete años menor que tú —le recordé nuestra diferencia de edad, lo que no pareció hacerle la suficiente gracia.

—Es solo de cariño —besó mi sien y noté las miradas extrañadas que se lanzaron nuestros padres, pero que decidimos ignorar. Platicamos sin tocar el tema, las felicitaciones nos abrumaron y es por ello que cuando me pidió bailar acepté, al menos en la pista preguntarían menos detalles.

Cuatro melodías después, estaba riendo como la primera vez que había bailado con él hace un par de semanas. Las miradas estaban puestas en nosotros y nos reímos cuando escuchamos decirnos que nos veíamos muy enamorados, pedí regresar a la mesa por un poco de agua.

— ¿Así que se casarán?, permítanme felicitarlos —ahí frente a nosotros estaba Aro Volturi, el hombre que amenazaba con arrebatar lo que teníamos.

—Gracias Aro —cortó Edward abrazándome.

—Vamos chicos, no soy tonto y sé que lo hacen para proteger sus empresas —aunque me admiraba la tenacidad de sus conclusiones, estaba orgullosa de saber que en mí no vería reflejada la respuesta a la que había acertado.

—Me caso con ella porque es la mujer perfecta.

—Claro, como es que se casan y nadie sabía de su relación.

—Fuimos discretos, no somos de los que les gusta estar mostrándose en todos los sitios, además, si me lo permite, esta es una decisión que solo concierne a dos personas y esas dos personas somos Edward y yo.

—Tenaz con las palabras, pero tendría cuidado de hablar, en una de esa te podrían cortar la lengua.

— ¿Es una amenaza a mi prometida? —el hombre levantó las manos y negó sin dejar de sonreír.

—Claro que no muchacho, a una dama jamás.

—Si nos disculpa, nos retiramos a nuestra mesa —apreté la mano de Edward.

—No engañaran a nadie con esa farsa, al final de cuentas todo esto no servirá de nada y el final será el mismo, no soy tonto muchachos.

—Esto no es una farsa, es un compromiso real —insistí.

—Eso lo creeré cuando conozca al primer heredero Cullen-Swan —mantuve la mirada penetrante del hombre que intentaba intimidarnos, sabía que no lo lograría con Edward y menos conmigo.

—Lo conocerás —dije abrazando a Edward, su pulgar acaricio la piel desnuda de mi espalda.

—Nos veremos pronto chicos —alzó su copa y se marchó.

—No debiste de decir eso —levanté mi rostro hacia él.

— ¿Decir qué?

—Decirle lo de un heredero cuando ni siquiera puedes decidirte por… —me coloqué de puntillas y lo besé para callarlo, cosa que funcionó— ¿Ese beso fue una respuesta o solo una manera sutil para hacerme callar?

—Interprétalo como desees —di media vuelta y caminé hacia nuestra mesa, donde estaban nuestros padres. Las palabras de Aro resonaban en mi cabeza, no me había puesto a pensar en la posibilidad de un bebé, uno que sería dueño de ambas empresas. Noté a Edward ponerse de pie e invitarme a bailar de nuevo. Me pegó a su cuerpo, moviéndose de una manera lenta. El sentir su pulgar acariciar mi espalda desnuda, mandó un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo; después de esa pieza regresamos a nuestra mesa para marcharnos.
Nos despedimos de los anfitriones y salimos de la casa, la ráfaga de viento me hizo estremecer ya que había olvidado mi abrigo en el auto.

—Bella —me giré para ver a mis amigas que llegaban junto a nosotros, me abrazaron.

—Chicas, les presento a Edward Cullen —cada una se presentó y el sonrió, me dejó un minuto con ellas en lo que fue a pedir su auto.

— ¿Mantenías una relación con Edward? —cuestionó Tanya, la hora de ver si realmente podía mentir había llegado de nuevo.

—Lo siento, preferí no hablar de ello porque no sabía si funcionaria —mantuve la mirada en Rose.

— ¿Desde cuándo?

—Desde hace un par de meses —respondí lo más tranquila que pude.

—Así que por eso no aceptabas salir con nadie —asentí mientras Alice sonreía.

—Pero no consiguió a cualquiera, Bella siempre va a lo grande, conquistó a Edward Cullen —señaló Tanya como si fuera un verdadero logro.

—Es hermoso —dijo Rosalie señalando mi sortija.

—Sí, es muy hermoso —froté mis brazos para darme un poco de calor, al instante sentí una prenda sobre mis hombros y el inconfundible aroma de Edward que me había colocado su saco.

—El auto ya llego —me sonrió, su mirada era dulce, ¿cómo era posible que el pudiera actuar tan bien?

—Nos vemos chicas —me despedí de ellas, Edward hizo lo mismo y me guió hasta la puerta del auto que ya estaba abierta, arrancó y comenzó a conducir de la misma manera desenfrenada que lo había hecho cuando veníamos, tomé aire.

— ¿Edward, podrías manejar más despacio? —agradecí que disminuyera a velocidad con solo pedirlo. Hablamos de cosas triviales que sucedieron en la fiesta, nada de suma importancia. Se estacionó fuera de la puerta de mi casa; me desabroché el cinturón y me disponía a bajar cuando me detuvo.

—Espera… —aflojó el nudo de su corbata— mi madre dijo que mañana se reunirían para desayunar y hablar sobre la boda.

—Eso haremos, ¿quieres hacer alguna petición en especial o lo dejaras completamente en nuestras manos?

—Mañana saldré de la ciudad, solo quería que lo supieras, estaré de regreso el miércoles.

—No tienes que darme explicaciones —me encogí de hombros.

—Creo que debo de hacerlo, si la gente pregunta no sería agradable que no supieras donde está tu prometido —tenía razón, todo se debía a las apariencias.

—Eso quiere decir que Esme tomara tu lugar en las decisiones —asintió—. ¿Estás totalmente de acuerdo en que sea algo completamente íntimo?

—Será como tú lo desees, si solo quieres que sean tus padres y los míos, no hay problema alguno.

—Gracias.

—No sé aún cómo debo de interpretar tu respuesta de hace un rato —se acomodó de lado mirándome fijamente.

—No sé de que hablas.

—Nuestro altercado con Aro —me recordó y en este momento no sabía porque lo había hecho.

—No pude evitar cerrarle la boca.

— ¿Eso quiere decir que aun no lo decides o que es no la respuesta?

—Ninguna —enarcó la ceja.

— ¿Que me garantiza que al aceptar mantener relaciones contigo, tu no me engañes? —sus dedos rozaron mi mejilla, es como si él supiera que con ese toque provocaba un gran número de sensaciones que me impedían pensar con claridad.

—Tienes mi palabra.

—No sé si con eso baste.

—Seré fiel y no habrá otra mujer. Tú serás mi esposa y mi amante, como cualquier relación real —deslizó sus dedos a la base de mi cuello.

—Pero esto es una farsa—sentí mi respiración alterarse y una sonrisa adornar su rostro.

—Te propuse que lo intentáramos, ambos somos adultos y si lo queremos podremos hacer que esto funcione, además soy un excelente amante, ya lo verás.

—Sufres de un ego demasiado grande —era increíble que en un hombre cupiera tanto ego.

—Las mujeres se derriten en mis brazos con cada caricia, y tú lo comprobaras —eso me había enfurecido, me estaba comparando con sus aventuras.

—Buenas noches —abrí la puerta y bajé seguida por él.

— ¿Celosa?

—No, es solo que ese auto es demasiado pequeño y no hay espacio suficiente para mí.

— ¿De qué hablas? —miró su auto y después a mí.

—Está repleto contigo y tu enorme ego —me quité el saco y deseé no haberlo hecho, ya que el frío era para helarle la piel a cualquiera.

—Pensé que no te molestaba hablar abiertamente de esos temas, o es que acaso toda esa disque seguridad era solo una pantalla para intentar intimidarme, porque si así fue no lo conseguiste —mi cuerpo estaba entre el suyo y el auto.

—No me molesta hablar de sexo si es a lo que te refieres —mantuve la vista fija en la suya, no me iba a intimidar.

—Me pareció lo contrario —acarició la piel de mis brazos con el dorso de su mano. Podía estar segura que buscaba una respuesta de parte de mi cuerpo, pero él no la vería reflejada, él solo quería demostrarme que lo que me había dicho hace unos minutos era verdad, que podía tener a cualquier chica a sus pies, que todas se derretían con un solo toque.

—Por si no lo sabes es de pésimo gusto comparar, y yo detesto que me comparen con otras que siquiera están a mi nivel.

—Así que fue eso… —se acercó peligrosamente a mí, pegué mi cuerpo totalmente al auto.

—Si las demás lo dejaban pasar, date cuenta de que yo no soy como ellas.

—Sé que no lo eres —me besó de una manera irresistible de la cual me costó mucho soportar el mantenerme estática y no responder de la manera que mi cuerpo lo deseaba. Se separó lentamente, abrí mis ojos y me encontré con los suyos los cuales mostraban claramente incertidumbre.

—No quise hacer ese comentario—. Se disculpó.

—Pero lo hiciste, y fue de pésimo gusto —aproveché que había dejado sus brazos al lado de su cuerpo para separarme de él, tomó mi mano pero me logre zafar.

— ¿Lo intentaremos? —me giré justo cuando comenzaba a subir los escalones hacia la puerta.

—Sí, es lo único que podemos hacer —me encogí de hombros—. Buenas noches Edward, que tengas buen viaje.

—Descansa —fue lo último que le escuché antes de cerrar la puerta; Oí el motor del auto al marcharse.

Me fui a mi habitación y comencé con el ritual antes de entrar a la cama. Me quedé despierta por un tiempo, solo podía recordar sus dedos al deslizarse por mi piel y la manera en que sus labios se amoldaban a los míos. Si podía trasmitir tanta sensualidad con esos simples gestos, en la intimidad debía de ser grandioso, moví mi cabeza intentado quitar esas ideas de mi cabeza pero hubo una vocecita que comenzó a sonar en mi cabeza, repitiendo "Lo comprobaras la noche de bodas". Había aceptado en intentar que este matrimonio arreglado se convirtiera en algo mas, ¿pero, una relación que comienza de esta manera puede tener un final feliz? no lo creo. 


...

Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.

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