El
jueves fue como cualquier otro día. La misma rutina: estar en la empresa y
enfrentarme a Dorian, que no hacía otra cosa que intentar hacerme quedar mal,
pero junto con mi amigo le fue más difícil.
Preferí
quedarme en la oficina para terminar el trabajo ya que al día siguiente debería
de salir temprano y era mejor adelantar todo lo posible; el tráfico me detuvo
por un par de minutos más, no faltaba mucho para la hora de la cena así que me
deje caer en uno de los sillones de la sala mientras llegaba la hora, había
sido un día duro.
—Srta.
Bella, la buscan —escuché la voz de una de las chicas de servicio. Seguí en la
posición en la que me encontraba: recostada en el sillón con un pie apoyado en
el suelo una mano sobre mi rostro y con la otra colgando.
—Quien
quiera que sea di que estoy ocupada —una risa inconfundible me hizo
incorporarme de inmediato.
—
¿Ocupada?
—Yo…
—
¿Día duro? —se sentó a mi lado.
—Horrible
—me acomodé apoyando mi cabeza en el respaldo.
—Creo
que prefieres que dejemos esto para después, necesitas descansar.
—Necesitamos…
—el sonido de mi celular interrumpió, el nombre de Alice apareció en la
pantalla y yo lo ignoré, como venía haciendo, ante la mira interrogativa de
Edward, quien era el que me estaba visitando.
—
¿Está todo bien?
—Sí,
hablemos de lo que es importante —apagué mi teléfono y centré mi atención en el
hombre que estaba junto a mí.
—Mañana
nos presentaremos como pareja en un evento social, debemos de tener en cuenta
las preguntas que nos harán, la historia ya está —asentí—, pero debemos de
fijar una fecha.
—El
tiempo está encima de todo, así que debe de hacerse lo más pronto posible
—asintió—; yo propongo quince días.
—Eso
es lo que había pensado, pero creí que tu tal vez no querrías —me acomodé de
lado para verlo.
—
¿Podría pedirte algo?
—Por
supuesto —se acomodó de la misma manera que yo, para verme de frente.
—No
creías que yo deseaba algo ostentoso —me encogí de hombros.
—Será
como tú quieras, al menos puedes elegir eso a tu gusto ya que al novio no lo
elegiste —se burló y yo no pude más que sonreír— Bella…
—
¿Si?
—
¿Sé que esto lo hacemos por nuestras familias, Cierto? — Cerré los ojos y de
mis labios salió un débil 'Sí'—, pero hay cosas que harán falta.
—
¿Cosas…? —lo miré detenidamente y en un par de segundos me bastó para
comprender a lo que se refería. Además, conociendo la clase de historial que lo
seguía, era obvio a lo que se estaba refiriendo.
—Ya
sabes…
—Para
mí no es un secreto el número de aventuras que hay en tu historial, pero
también sé que debes de ser un buen hombre al tener como padres a Esme y Carlisle,
ellos están muy orgullosos de ti.
— ¿Y
no te importa eso?
—
¿Tu historial? —Asintió— Mentiría si dijera que no me importa.
—Ya
no soy ese chico que vivió aventuras, he madurado.
—
¿Puedo confiar en ti? —pregunté.
—Puedes
hacerlo, no negaré que cada una de las aventuras que se adjudican son verdad,
pero soy hombre, y hay un punto que solo importa un par de cosas.
—Claro,
como el sexo —sus ojos brillaron. Sabía que aunque era algo normal y ya se
tocaban en diferentes conversaciones por las normas de etiqueta, debía de
hablarse de estos temas con mayor delicadeza, una que no había tenido, pero,
¿de qué otra manera lo podíamos hablar si no era de una manera abierta?—. Nos
casaremos y no planeo estar envuelta en chismes.
—
¿Cuándo te refieres a chismes hablas de alguna aventura?
—A
eso me refiero, puedo soportar algunas cosas, pero no permitiré que me vean
como la tonta a la que engañan —le advertí.
—Con
eso te refieres a fidelidad… —asentí—…la tendrás Bella, te dije que he
cambiado. Si estaré junto a ti, no planeo estar con nadie más.
— ¿Y
quién me lo garantiza?
—Confianza,
una que debe de estar presente en ambos, se supone que serás mi esposa.
—Apenas
y te conozco.
—Perfecto,
tú sabes de mi pero yo de ti no sé más que eres hijo de Esme y Carlisle, que te
llamas Edward, tienes 32 años y eres vicepresidente de la empresa que dirige tu
padre —sacó un sobre del interior de su saco y me lo entregó.
—Ahí
encontraras muchas cosas sobre mí, lo escribí pensando que eso te serviría —lo
abrí y me encontré con datos sobre él, su color favorito hasta la verdura que
detestaba, la universidad de la cual era egresado, entre otras cosas más.
—Gracias,
lo leeré mas tarde.
—Respecto
a la boda, desearía que dejaras participar a mi madre.
—Dudabas
que la dejaría fuera —enarqué una ceja, evitando reír.
—Gracias.
—Después
de todo, ellas parecen ser las más emocionadas, sus únicos hijos se casan.
—Sé
que esto no es de la manera que ambos hubiéramos querido, pero lo hacemos por
las personas que nos importan de verdad —dejé escapar el aire de mis pulmones y
afirmé—. Ya que vamos a estar envueltos en esto, lo menos que podemos hacer es
intentar llevar las cosas bien, que haya respeto, y porque no, hasta ser
amigos.
—No
hay otra alternativa, ambos no sabemos cuánto nos llevara esto, puede que solo
sean un par de meses pero también puede que se prolongue. No será sencillo
tener que fingir un sentimiento que no existe, pero debemos de hacerlo para
evitar las habladurías y culpar a nuestros padres de forzarnos a hacer esto,
será muy complicado hacer que esta farsa parezca real, pero sin olvidar que
sigue siendo una farsa —el soltó una carcajada— ¿Qué te parece tan gracioso?,
suficiente tuve que hacer con soportar la risa de…
—
¿De quién? —negué al saber que había hablado de mas, lo que menos necesitaba
era que él se enterara la manera en que mis amigas habían reaccionado cuando se
enteraron de mi boda— Lo siento, no quise molestarte, es solo que lo que
dijiste parecía más un juego de palabras.
—Creo
que tienes razón.
—Lo
que dije de intentar llevar una relación casi como si fuera de verdad, es una
propuesta real.
—Es
una locura, esto no es un matrimonio por amor.
—Bella
el amor no existe, es solo un invento de las personas, es una manera dulce de
expresar el deseo, nosotros podremos ser buenos amigos, nos tendremos
confianza, respeto, además que necesidad tendría de buscar fuera lo que hay en
casa —abrí los ojos y sentí la sangre arder.
—Bella,
soy hombre y tengo algunas necesidades, yo estoy siendo claro contigo.
—Pretendes
que aparte de casarme mantenga relaciones contigo, ¿Tienes fiebre? ¿O alguien
te golpeo antes de venir?
—Hablo
en serio, todos somos seres humanos y tenemos necesidades, aún las más
primitivas.
—Pero…
—No
te quieres ver envuelta en chismes, pero no aceptas esa petición.
—No
es cualquier cosa, la gente…
—A
las personas no les importara, tú te estarías acostando con tu esposo no con
cualquiera —en eso tenía razón— no podré cumplir mi promesa de fidelidad, seré
discreto pero tú serás consciente de…
—
¿Buscarás consuelo en alguien más? —pregunté.
—Ya
te lo dije, tengo necesidades como cualquiera. Tú misma lo dijiste, no sabemos
cuánto tiempo durara esto, sé que por la manera en la que fuiste educada te
niegas a aceptar lo que tu cuerpo te pide, te niegas el placer de sentir esa
satisfacción.
—Esto
es demasiado.
—Piénsalo
bien y me das la respuesta después —miró su reloj y se levantó— tengo que
marcharme.
—
¿Una cita?
—Así
es —le iba a recriminar cuando colocó su dedo nuevamente sobre mis labios, pero
yo la retiré.
—Más
cínico no puedes ser —me levanté, pero él me detuvo sosteniéndome de ambos
brazos.
—Quede
de llevar a mamá a cenar, ya que papá esta fuera —colocó su rostro a mi
altura—. No planeo engañarte.
—No
lo dudaría después de que no has conseguido algo que pediste.
—Aun
no es un hecho —respondió, soltándome de su agarre.
—Te
acompaño a la puerta —caminé un par de pasos delante de él; sentía su mirada
clavada en mi espalda. Abrí la puerta y el salió pero se detuvo, me miró con
detenimiento.
—Paso
por ti a las ocho.
—Estaré
lista.
Minutos
después llego mi papá y logramos cenar, al comienzo fue una cena en silencio,
pero a la hora del postre mi padre se aclaró la garganta. Sabía que por Edward,
él se había enterado de mi decisión.
—
¿Así que aceptaste? —la mirada de mi madre se iluminó.
—Lo
hice, y hemos decidido que la boda será en quince días —eso parecía
sorprenderlos—. Tenemos que hacer las cosas más a prisa, la situación por la
que nos casaremos es por negocios, así que no importa si no es una boda soñada.
—Bella
es tu boda, si no deseas hacerlo no lo hagas, ya te dije que nos las
arreglaremos.
—No
mamá, me voy a casar, les pido que respeten esa decisión y asimilen que abra
muchos cambios de hoy en adelante. El viernes Edward y yo asistiremos como
pareja.
—Es
un buen momento para dejarse ver de esa manera.
—
¿Mamá, podrías el sábado invitar a Esme a desayunar?, creo que entre las tres
debemos de ver todo lo que concierne a la boda.
—Verás
que será maravillosa —dijo mi madre emocionada, yo suspiré sonriendo, eso es lo
que menos me importaba, ¿qué caso tenia hacer la boda de mis sueños si todo era
una farsa?
—No
lo dudo contigo al mando, eres buena en esto mamá —amplió su sonrisa—. Me iré a
descansar, mañana será un día largo y tengo que ir a la empresa.
—Descansa
Belly —sonreí sinceramente al escuchar la manera en que mi padre solía
llamarme… solo esperaba que al casarme lo siguiera haciendo. Me fui directo a
la cama intentando olvidar todo lo que estaba por ocurrir.
El
viernes pasó volando. Cuando reaccioné me encontraba colocándome el vestido que
había elegido para la ocasión, era de un verde esmeralda, de tirantes delgados
y espalda descubierta; tenía una abertura bastante amplia pero para nada
vulgar; era sencillo pero elegante. Recogí mi cabello en un moño desaliñado y
me maquillé, remarcando mis facciones sin verme superficial. Me puse unas
zapatillas altas de tiras finas y un abrigo que utilizaría al regresar, que era
cuando solía refrescar.
—Luces
fabulosa cariño —agradecí el cumplido de mi madre. Me coloqué unos pendientes
largos y un brazalete a juego.
—
¿En verdad crees que me veo bien? —asintió.
—Lleva
el anillo —le hice caso y cuidadosamente me lo coloqué en el dedo; aún cuando
era ostentoso, tenías que aceptar que era hermoso.
—Estoy
nerviosa.
—Señorita,
el Señor Cullen la espera —agradecí a Silvia, una de las empleadas y me
despedí de mi madre que me dio un beso y me prometió que llegarían solo unos
minutos después, ya que mi padre aún estaba terminándose de arreglar. Llegué al
inicio de las escaleras, tomé aire y comencé a bajar de manera lenta. Lo vi de
pie junto a la mesa del recibidor, lucía un impecable esmoquin negro con camisa
blanca; al verme se acercó y me tendió su mano.
—Si
me lo permites, luces muy hermosa —sentí mis mejillas arder, no estaba
acostumbrada a los cumplidos por parte de otro hombre que no fuera mi padre o
James.
—Gracias
—me tomó de la cintura obligándome a salir.
Subimos
a un lujoso Aston Martin. Condujo con agilidad entre los carros y cruzó un gran
número de semáforos cuando estos estaban en amarillo; manejaba a una velocidad
demasiado alta y no sabía cómo decírselo, pero lo haría. Atravesó la verja de
los Wilson y se detuvo en la puerta entregándole las llaves a un chico, me
ayudó a bajar y nos encaminamos hacia la entrada.
—Respira,
lo difícil será lo primero —asentí, lo escuché murmurar en perfecto francés y
me giré para verlo sacar su teléfono del interior de su saco. Una de las amigas
de mi madre me hizo una señas y me vi obligada a entrar sola, él asintió y continuó
hablando.
—Querida,
luces bellísima —la saludé con un beso en cada mejilla y regresé el cumplido—
¿Y dónde está Renee?
—Llegara
en unos minutos, se retrasó un poco ya que mi padre tuvo asuntos que atender en
el trabajo.
—Entendible
querida, si no te importa seguiré saludando y nos veremos más tarde.
—Claro
Vanesa —respiré profundo y observé a todos en la sala. Había muchos rostros
conocidos, muchos de ellos me saludaron con un simple movimiento de cabeza. Ahí
haciéndome señas vi a mis amigas, en otra situación hubiera atravesado la
estancia para llegar a ellas, se notaban arrepentidas por lo que había pasado
en nuestra cena.
Apreté
el bolso que sostenía en mis manos y les sonreí, las tres parecieron respirar
y Alice me hizo una seña con la mano pero la vi dejar la mano en el aire, mi
otro par de amigas abrieron los ojos desmesuradamente. Un segundo después, una
mano se posó en mi espalda baja, justo donde estaba el borde mi de vestido, así
que su piel estaba en contacto con la mía, produciéndome un ligero escalofrió;
su aliento chocó contra mi oído haciéndome cerrar los ojos.
—Es
hora —asentí, sus labios dieron en mi sien y al abrir los ojos noté que varias
de las miradas estaban dirigidas a nosotros. Me empujó levemente de una manera
apenas perceptible y me guío hasta llegar con el festejado.
—Felicidades
—lo abracé sutilmente. Tomó mis manos y besó una de ellas; noté su mirada
detenerse en cierto detalle.
—
¿Es lo que creo que es? —preguntó mirando a Edward y después a mí; Edward
volvió a colocar su mano en mi espalda baja.
—Henry,
me complace presentarte a mi prometida.
—Pero
quién lo iba a decir, el Casanova al fin fue cazado —sonreí, ante su mirada
picara— ¿te dio una batalla dura?
—Honestamente,
fui yo el que sufrió para que aceptara salir conmigo —ambos rieron y yo los
imité apoyando mi rostro en su pecho, el me estrechó mas contra su cuerpo; era
simples gestos, pero eso hacía pensar que era una relación real.
—Sé de lo que hablas Edward, yo pasé por algo similar, Eva me dio una gran batalla,
pero es la esposa perfecta y sé que Isabella te mantendrá a raya.
—Lo
haré —afirmé fingiendo una enorme sonrisa.
—Si
me disculpan tengo que recibir invitados —lo vimos alejarse.
—Lo
hiciste bien —le sonreí al saber que se refería al mentir, había sido fácil con
él junto a mí.
Minutos
más tarde llegaron mis padres y después los de de Edward. Nos sumergimos en una
plática amena y lo que nunca sucedía, sucedió: muchas personas se acercaban a
intentar conversar de alguna cosa, por muy estúpida que fuera. La razón real
era que iban a cerciorarse si en realidad estábamos comprometidos; ellos, sin
siquiera cerciorarse que no estábamos mirando, bajaban su mirada de nuestros
rostros, a mi mano, donde se encontraba la hermosa sortija.
Respiré
cuando la hora de la cena llegó, nos acomodamos en las mesas. Vi a mis amigas a
un par de nuestra mesa, me sonrieron y leí de los labios de Rose un 'lo
siento', yo le resté importancia y sin más, le sonreí abiertamente. Escuchamos
la música detenerse y un carraspeo. En una pequeña tarima improvisada, pero
adornada de manera elegante, estaba Henry con su esposa.
—Antes
que nada quiero agradecerles a todos por acompañarme a celebrar mi cumpleaños
número sesenta, es un placer tener a mis amigos disfrutando junto conmigo.
Muchas gracias por los regalos, han sido muy generosos —agradeció, todos
aplaudimos.
—Espero
que la cena sea de su agrado y disfruten de la buena música —dijo nuestro
anfitrión y festejado, yo me giré hacia mi madre que me estaba susurrado algo
que no había logrado comprender.
—También
quiero aprovechar para felicitar a una joven pareja que ha decidido formalizar
y que se han comprometido —nos dedicó una enorme sonrisa al momento que
abrazaba a su esposa y le daba un beso en la mejilla—. Chicos, les deseo lo
mejor, y no olvides Isabella, mantenlo a raya —yo solo pude asentir sonriendo.
—Tranquila
pequeña —entrecerré los ojos al escuchar la manera en que me había llamado
Edward.
—Lo
dices porque soy varios centímetros más pequeña, o porque soy siete años menor
que tú —le recordé nuestra diferencia de edad, lo que no pareció hacerle la
suficiente gracia.
—Es
solo de cariño —besó mi sien y noté las miradas extrañadas que se lanzaron
nuestros padres, pero que decidimos ignorar. Platicamos sin tocar el tema, las
felicitaciones nos abrumaron y es por ello que cuando me pidió bailar acepté,
al menos en la pista preguntarían menos detalles.
Cuatro
melodías después, estaba riendo como la primera vez que había bailado con él
hace un par de semanas. Las miradas estaban puestas en nosotros y nos reímos
cuando escuchamos decirnos que nos veíamos muy enamorados, pedí regresar a la
mesa por un poco de agua.
—
¿Así que se casarán?, permítanme felicitarlos —ahí frente a nosotros estaba Aro
Volturi, el hombre que amenazaba con arrebatar lo que teníamos.
—Gracias
Aro —cortó Edward abrazándome.
—Vamos
chicos, no soy tonto y sé que lo hacen para proteger sus empresas —aunque me
admiraba la tenacidad de sus conclusiones, estaba orgullosa de saber que en mí
no vería reflejada la respuesta a la que había acertado.
—Me
caso con ella porque es la mujer perfecta.
—Claro,
como es que se casan y nadie sabía de su relación.
—Fuimos
discretos, no somos de los que les gusta estar mostrándose en todos los sitios,
además, si me lo permite, esta es una decisión que solo concierne a dos
personas y esas dos personas somos Edward y yo.
—Tenaz
con las palabras, pero tendría cuidado de hablar, en una de esa te podrían
cortar la lengua.
—
¿Es una amenaza a mi prometida? —el hombre levantó las manos y negó sin dejar
de sonreír.
—Claro
que no muchacho, a una dama jamás.
—Si
nos disculpa, nos retiramos a nuestra mesa —apreté la mano de Edward.
—No
engañaran a nadie con esa farsa, al final de cuentas todo esto no servirá de
nada y el final será el mismo, no soy tonto muchachos.
—Eso
lo creeré cuando conozca al primer heredero Cullen-Swan —mantuve la mirada
penetrante del hombre que intentaba intimidarnos, sabía que no lo lograría con
Edward y menos conmigo.
—Lo
conocerás —dije abrazando a Edward, su pulgar acaricio la piel desnuda de mi
espalda.
—Nos
veremos pronto chicos —alzó su copa y se marchó.
—No
debiste de decir eso —levanté mi rostro hacia él.
—
¿Decir qué?
—Decirle
lo de un heredero cuando ni siquiera puedes decidirte por… —me coloqué de
puntillas y lo besé para callarlo, cosa que funcionó— ¿Ese beso fue una
respuesta o solo una manera sutil para hacerme callar?
—Interprétalo
como desees —di media vuelta y caminé hacia nuestra mesa, donde estaban
nuestros padres. Las palabras de Aro resonaban en mi cabeza, no me había puesto
a pensar en la posibilidad de un bebé, uno que sería dueño de ambas empresas.
Noté a Edward ponerse de pie e invitarme a bailar de nuevo. Me pegó a su
cuerpo, moviéndose de una manera lenta. El sentir su pulgar acariciar mi
espalda desnuda, mandó un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo; después de
esa pieza regresamos a nuestra mesa para marcharnos.
Nos
despedimos de los anfitriones y salimos de la casa, la ráfaga de viento me hizo
estremecer ya que había olvidado mi abrigo en el auto.
—Bella
—me giré para ver a mis amigas que llegaban junto a nosotros, me abrazaron.
—Chicas,
les presento a Edward Cullen —cada una se presentó y el sonrió, me dejó un
minuto con ellas en lo que fue a pedir su auto.
—
¿Mantenías una relación con Edward? —cuestionó Tanya, la hora de ver si
realmente podía mentir había llegado de nuevo.
—Lo
siento, preferí no hablar de ello porque no sabía si funcionaria —mantuve la
mirada en Rose.
—
¿Desde cuándo?
—Desde
hace un par de meses —respondí lo más tranquila que pude.
—Así
que por eso no aceptabas salir con nadie —asentí mientras Alice sonreía.
—Pero
no consiguió a cualquiera, Bella siempre va a lo grande, conquistó a Edward
Cullen —señaló Tanya como si fuera un verdadero logro.
—Es
hermoso —dijo Rosalie señalando mi sortija.
—El
auto ya llego —me sonrió, su mirada era dulce, ¿cómo era posible que el pudiera
actuar tan bien?
—Nos
vemos chicas —me despedí de ellas, Edward hizo lo mismo y me guió hasta la
puerta del auto que ya estaba abierta, arrancó y comenzó a conducir de la misma
manera desenfrenada que lo había hecho cuando veníamos, tomé aire.
—
¿Edward, podrías manejar más despacio? —agradecí que disminuyera a velocidad
con solo pedirlo. Hablamos de cosas triviales que sucedieron en la fiesta, nada
de suma importancia. Se estacionó fuera de la puerta de mi casa; me desabroché
el cinturón y me disponía a bajar cuando me detuvo.
—Espera…
—aflojó el nudo de su corbata— mi madre dijo que mañana se reunirían para
desayunar y hablar sobre la boda.
—Eso
haremos, ¿quieres hacer alguna petición en especial o lo dejaras completamente
en nuestras manos?
—Mañana
saldré de la ciudad, solo quería que lo supieras, estaré de regreso el
miércoles.
—No
tienes que darme explicaciones —me encogí de hombros.
—Creo
que debo de hacerlo, si la gente pregunta no sería agradable que no supieras
donde está tu prometido —tenía razón, todo se debía a las apariencias.
—Eso
quiere decir que Esme tomara tu lugar en las decisiones —asintió—. ¿Estás
totalmente de acuerdo en que sea algo completamente íntimo?
—Será
como tú lo desees, si solo quieres que sean tus padres y los míos, no hay
problema alguno.
—Gracias.
—No
sé aún cómo debo de interpretar tu respuesta de hace un rato —se acomodó de
lado mirándome fijamente.
—No
sé de que hablas.
—Nuestro
altercado con Aro —me recordó y en este momento no sabía porque lo había hecho.
—No
pude evitar cerrarle la boca.
—
¿Eso quiere decir que aun no lo decides o que es no la respuesta?
—Ninguna
—enarcó la ceja.
—Tienes
mi palabra.
—No
sé si con eso baste.
—Seré
fiel y no habrá otra mujer. Tú serás mi esposa y mi amante, como cualquier
relación real —deslizó sus dedos a la base de mi cuello.
—Pero
esto es una farsa—sentí mi respiración alterarse y una sonrisa adornar su
rostro.
—Te
propuse que lo intentáramos, ambos somos adultos y si lo queremos podremos hacer
que esto funcione, además soy un excelente amante, ya lo verás.
—Sufres
de un ego demasiado grande —era increíble que en un hombre cupiera tanto ego.
—Las
mujeres se derriten en mis brazos con cada caricia, y tú lo comprobaras —eso me
había enfurecido, me estaba comparando con sus aventuras.
—Buenas
noches —abrí la puerta y bajé seguida por él.
—
¿Celosa?
—No,
es solo que ese auto es demasiado pequeño y no hay espacio suficiente para mí.
—
¿De qué hablas? —miró su auto y después a mí.
—Está
repleto contigo y tu enorme ego —me quité el saco y deseé no haberlo hecho, ya
que el frío era para helarle la piel a cualquiera.
—Pensé
que no te molestaba hablar abiertamente de esos temas, o es que acaso toda esa
disque seguridad era solo una pantalla para intentar intimidarme, porque si así
fue no lo conseguiste —mi cuerpo estaba entre el suyo y el auto.
—No
me molesta hablar de sexo si es a lo que te refieres —mantuve la vista fija en
la suya, no me iba a intimidar.
—Me
pareció lo contrario —acarició la piel de mis brazos con el dorso de su mano.
Podía estar segura que buscaba una respuesta de parte de mi cuerpo, pero él no
la vería reflejada, él solo quería demostrarme que lo que me había dicho hace
unos minutos era verdad, que podía tener a cualquier chica a sus pies, que
todas se derretían con un solo toque.
—Por
si no lo sabes es de pésimo gusto comparar, y yo detesto que me comparen con
otras que siquiera están a mi nivel.
—Así
que fue eso… —se acercó peligrosamente a mí, pegué mi cuerpo totalmente al
auto.
—Si
las demás lo dejaban pasar, date cuenta de que yo no soy como ellas.
—No
quise hacer ese comentario—. Se disculpó.
—Pero
lo hiciste, y fue de pésimo gusto —aproveché que había dejado sus brazos al
lado de su cuerpo para separarme de él, tomó mi mano pero me logre zafar.
—
¿Lo intentaremos? —me giré justo cuando comenzaba a subir los escalones hacia
la puerta.
—Sí,
es lo único que podemos hacer —me encogí de hombros—. Buenas noches Edward, que
tengas buen viaje.
—Descansa
—fue lo último que le escuché antes de cerrar la puerta; Oí el motor del auto
al marcharse.
Me
fui a mi habitación y comencé con el ritual antes de entrar a la cama. Me quedé
despierta por un tiempo, solo podía recordar sus dedos al deslizarse por mi
piel y la manera en que sus labios se amoldaban a los míos. Si podía trasmitir
tanta sensualidad con esos simples gestos, en la intimidad debía de ser
grandioso, moví mi cabeza intentado quitar esas ideas de mi cabeza pero hubo
una vocecita que comenzó a sonar en mi cabeza, repitiendo "Lo comprobaras
la noche de bodas". Había aceptado en intentar que este matrimonio
arreglado se convirtiera en algo mas, ¿pero, una relación que comienza de esta
manera puede tener un final feliz? no lo creo.
...
Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.
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