La
mañana siguiente, Esme y mi madre no paraban de sugerir cosas para la boda,
ambas estaban que no cabían en felicidad. Mi mente recordaba lo sucedido la
noche anterior, la misma noche que acababa de firmar un pacto con un diablo de
ojos verdes y sonrisa encantadora. Yo solo asentía cuando escuchaba mi nombre y
fingía una sonrisa como si de verdad les estuviera prestando atención.
—¿Bella
nos estás escuchando? —me movió mi madre, haciendo que regresara en mí.
—Lo
siento, ¿Qué decías?
—¿Edward
y tú ya hablaron de lo que quieren para la boda y cuando será?
—Queremos
algo íntimo y será en dos semanas —ambas abrieron los ojos.
—No
hay necesidad de llevar las cosas tan aprisa —murmuró alarmada mi madre.
—Ya
lo decidimos, será en un par de semanas y desearía que fuera algo íntimo,
Edward estuvo de acuerdo con que fueran solo pocos invitados —dije.
—Hija,
puede que Edward quiera adelantar las cosas pero sabes que no es fácil
organizar una boda —la cálida mano de Esme había tomado la mía y podía decir
que era cálida.
—Fue
una decisión mutua, Esme.
Ambas
mujeres intentaron hacerme cambiar la fecha, pero alegué diciendo que queríamos
que fuera lo antes posible, lo que me dejaba solo este fin de semana como una
mujer soltera y libre.
Me
sorprendió la manera tan eficaz con la que podían organizar una fiesta, se
dividieron las tareas y a mí me excluyeron totalmente; a pesar de mis protestas
y no pude dejar de alarmarme cuando supe que serían cerca de ciento cincuenta
invitados.
—No quiero
parecer grosera, pero creo que no me escucharon cuando dije que queríamos algo
íntimo.
—Lo
escuchamos cariño, pero hay demasiados conocidos y además si queremos que los
demás crean lo de su matrimonio deberían de hacerlo un poco más público. Solo seleccionamos
a las personas más importantes —me recargué completamente en el respaldo de mi
silla y asentí al saber que tenían razón. Volvieron a ignorarme centrándose en
las tareas que realizarían cada una. Solo escuchaba las propuestas del lugar,
las invitaciones, las ceremonias, el vestido, los accesorios, el pastel… tuve
que salir de ahí antes de que la cabeza me estallara ante tantas cosas.
Esa
noche salí con las chicas y fui cuestionada en todos los aspectos. Me sorprendí
a mi misma respondiendo todo con una seguridad increíble que evito que se
dieran cuenta que todo era una mentira; respondí con maestría al cómo nos
habíamos conocido y un par de cosas más. Les informé la fecha de la boda, solo
faltaba confirmar el lugar de la recepción.
Mis
días siguieron siendo un caos. Con el lugar y los arreglos elegidos aun tenían
que encontrar mi vestido lo que me llevo todo un día, pero al final había
encontrado el que sería perfecto y quedé enamorada de él al igual que mi madre
y Esme.
Me
sorprendí que las primeras dos noches de el viaje, recibí un mensaje por parte de
Edward preguntándome por mi día; sé que intentaba ser cordial, ¿o era que de
verdad le importaba? la respuesta tenía que ser la primera opción, sin duda.
Los siguientes tres días fueron llamadas y el miércoles por la noche me informó
que estaba de vuelta en la ciudad, aludiendo que tenía algo que mostrarme,
invitándome a cenar.
Como
siempre, llegó a la hora señalada. Cuando estuvimos de frente se inclinó y solo
rozó mis labios. Me ayudó a subir al auto y condujo un par de minutos por una
zona que sabia estaba lejos de nuestro supuesto destino.
—Pensé
que iríamos a cenar.
—Solo
quiero que veas algo antes —me guiñó un ojo.
—No
tengo alternativa, de todas formas, tú estás conduciendo —él soltó una risita y
asintió.
—Es
una sorpresa —entró en una de las nuevas zonas residenciales; había grandes
casas adornadas por hermosos jardines. Se detuvo frente a una verja negra que
se abrió cuando presionó el control remoto de su auto. Paró frente a la puerta
principal, y antes de que dijera algo se bajó.
—Bien,
¿Me quieres decir qué es todo esto? —tomé la mano que me extendía para ayudarme
a bajar.
—¿No
se te viene nada a la cabeza? —me dirigió al interior de la casa.
—¿Es
tu casa? —pregunté extrañada ya que no me imaginaba que alguien pudiera vivir
solo en una casa de estas dimensiones. Era enorme, pero decorada de una manera
sencilla que resaltaba cada detalle. Había pinturas y algunas esculturas que a
simple vista se podía ver que eran originales
—Es
nuestra casa —me giré y lo vi sonreír abiertamente. Besó mi mano y me llevó a
conocer cada una de las habitaciones. Como creí, la casa era enorme, lo que
siempre había soñado. Cuando era pequeña, soñaba con tener una casa en la cual
viviría con mi familia; pero jamás me había imaginado que ese momento llegaría
tan pronto, y ahora, aquí estaba conociendo el que sería mi nuevo hogar. Muchas
esperaban este momento con ilusión como toda chica, y yo lo había convertido en
una cuestión de negocios.
—¡Claro
que me gusta!, es hermosa.
—Parece
lo contrario —tomó mi cintura y yo me puse rígida, logrando que él riera.
—Cosas
sin importancia —respondí intentado soltarme de su agarre, pero él me lo
impidió.
—Puedes
decírmelo —se inclinó hasta quedar a mi altura.
—Las
cosas entre nosotros son muy diferentes, no es como cualquiera relación real y
eso es extraño. Saber que compartiré muchas cosas contigo, alguien que aún es
un extraño para mí, al que apenas conocí hace un par de semanas, es
desconcertante —solté para luego tomar un poco de aire.
—Sé
a lo que te refieres, pero al menos podremos hacer de esto algo más placentero
—cerré los ojos al sentir su aliento chocar contra el mío; sabía que cuando se
refería a placentero se refería a la intimidad que compartiríamos por mutuo
acuerdo —Intentaremos llevarnos bien mientras dure.
—Claro,
mientras dure —sonreí sin evitar sentir un peso en mi estómago; esto aún no
comenzaba y el ya estaba pensando en la manera que todo terminaría.
—Sabes
que cuando el peligro pase ya no abra porque fingir, y tal vez cada uno pueda
seguir su camino y dejar esto como un suceso irrelevante.
—Tienes
razón —mi voz mostraba una seguridad que no sentía en ese momento, giré mi
rostro hacia una de las ventanas.
—Cuando
esto acabe cada uno seguirá su camino, ¿Quieres seguir conociendo la casa o
prefieres que vayamos a cenar? —preguntó con un tono más seco al que había
estado utilizando hace un rato.
—Prefiero
ir a cenar, si soy honesta estoy algo cansada, la empresa y los arreglos de la
boda son realmente agotadores —asintió soltándome y comenzando a bajar. La
verdad que es me hubiera gustado conocer el resto de la casa, pero no estaba
lista para conocer el dormitorio principal, el lugar que compartiríamos y sería
el lugar donde pasarían demasiadas cosas.
Me
pidió que lo esperara en la entrada en lo que se aseguraba de que todo quedaba
apagado y cerrado. Después nos dirigimos al restaurante. En el camino iba
aumentando de a poco la velocidad, cuando iba a protestar ya estábamos frente
al restaurante donde cenaríamos; era uno de los nuevos restaurantes que
frecuentaban las familias con mejor posición social.
—Creo
que debes de fingir aunque sea un poco —comentó mientras besaba mi mano.
Nos
envolvimos en una plática superficial al inicio, pero al poco tiempo ambos
estábamos conversando de temas que a ambos nos apasionaba. Era como estar con
un amigo al cual conocías durante años, trasmitía confianza, pero no sabía si
era buena idea abrirme de esa manera con él.
Se
burló al momento de que nuestra cena llego, esta vez había pedido Fettucine* ya
que apenas había tenido oportunidad de probar bocado en todo el día.
—Veo
que ya te muestras tal como eres, de lado la ensalada —se burló antes de
llevarse un trozo de carne a la boca.
—Siempre
he sido autentica contigo, si las veces anteriores no comí es que todo esto me
provocaba un nudo en el estomago, pero esta vez ya todo está claro —tomé un
poco de vino—; además, apenas y probé bocado en todo el día, una tostada y un
jugo no es un desayuno, y qué decir del café de la tarde.
—
¿No comiste nada? —negué— ¿Por qué haces eso?
—¿Que
no es obvio?, para entrar en el vestido —frunció el ceño y yo sonreí negando—.
La verdad es que ayer tuve muchas cosas que revisar de la boda, por lo que
dormí tarde y apenas me desperté con el tiempo justo para arreglarme y asistir
a una junta. Por la tarde el teléfono no paraba de sonar y tuve que ir a una
prueba del vestido, el tráfico estaba horrible y no me dio tiempo; después
llegué a casa, justo con el tiempo necesario para arreglarme y encontrarme
contigo—me lleve un bocado y disfruté de lo bien que sabía.
—Me
lo hubieras dicho, habríamos venido primero a cenar y después te hubiera
mostrado la casa.
—No
importa, no es la primera vez que por culpa del trabajo dejo de comer comer de
la manera adecuada.
—Siempre
escuché que eras entregada a tu trabajo, pero no pensé que te involucraras
tanto en cada aspecto como lo decían, pensé que solo eran palabras.
—Soy
perfeccionista, si es a lo que te refieres. Me gusta ser eficiente en mi campo
y sé que ello conlleva varios sacrificios —mantuve mi mirada sobre la suya.
—A
veces hay prioridades y tu salud debe de ser una de ellas —me desconcertaba sus
cambios: de pronto se mostraba frío y distante, y luego parecía que se
preocupaba por lo que me sucedía.
—No
olvides que trabajamos en el mismo campo, te conocen por ser buena en los
negocios, aunque debo decir que eres opuesta a cómo te imaginaba.
—¿Cómo
me imaginabas? —pregunté sin apartar la mirada de sus ojos.
—Antes
de ver algunas de las fotografías de los periódicos, pensé que no eras para
nada agraciada ya que no mantenías una relación—enarqué una ceja, ¡Me estaba
diciendo fea!
—Gracias
por lo de nada agraciada, pero si no tenía una relación, era porque los
hombres temen estar con una mujer exitosa que los opaque —respondí sin ocultar
la molestia que sentía.
—Dije
que lo pensaba antes de conocerte, pero cuando vi una imagen tuya supe que
estaba equivocado, eres una mujer hermosa y exitosa; y puede que ese detalle
intimide a algunos, pero no a mi —se llevó un nuevo bocado a la boca, y no dijo
nada más. Ambos cenamos en silencio; volvimos a hablar pero fueron cosas
insignificantes. Me llevó a casa para que descansara.
Se
detuvo frente a la puerta y como siempre, detuvo el auto y en ese instante
intuí que iniciaría una conversación de la cual no sabía si terminaría bien,
dado que nunca sucedía. Siempre terminábamos discutiendo.
—Respecto
a la casa, fue decorada por mi madre y Renée. Pero si deseas hacer algún cambio
estás en todo tu derecho de hacerlo, quiero que sea de tu total agrado.
—Me
gusta como está ahora, recordaré el agradecer a Esme por ahorrarme esa tarea,
no soy lo que se denomina buena en esa área.
—Renée
dijo que no te gustaba mucho la decoración, es por eso que se ofrecieron, pero
puedes hacer las modificaciones que quieras.
—Creo
que por ahora es perfecta, pero hay algo con lo que no estoy de acuerdo.
—¿Qué
te molesta? —acarició mi mejilla.
—No
me siento cómoda sabiendo que tú pagaste la casa, puedo…
—No.
Esa es la respuesta, tómalo como un regalo.
—¡Estás
loco! — chillé arrancando una carcajada de su parte—, acepto que pagues la
comida y la cena, pero, ¿Una casa?
—No
hay discusión cariño, solo la aceptas y punto —calló mi protesta con un beso en
la comisura de los labios—. Acostúmbrate a recibir un par de regalos.
—No
si son de esta magnitud —abrí la puerta y salí seguida por él. Esto se había
convertido en un ritual entre nosotros, siempre salía de su auto y él me
seguía.
—Lo
harás Bella, no dejaré que piensen que no soy complaciente con mi esposa.
—¿Te
das cuenta de que nuestras salidas siempre terminan de la misma manera?—sonreí
junto con él —, pero pronto terminaran de otra.
—Buenas
noches, Edward —me alejé de él, sabiendo a lo que se refería con sus últimas
palabras.
—Te
llamare mañana.
—Gracias
por lo de esta noche —me levanté en puntillas y besé su mejilla; observé su
rostro esperando solo algún gesto, pero al contrario se mantuvo imperturbable.
—Descansa
—besó mi frente, subió a su auto y se fue.
Me
deje caer sobre mi cama, pensando instintivamente en él, desconcertada por su
comportamiento. Un momento actuaba como si le importara, y al siguiente con
frialdad. ¿Cómo se supone que debía manejar eso? como si le importara y a los
pocos segundos se mostraba serio y me trataba con un poco de frialdad, ¿como
debía de manejar eso? Sabía que lo nuestro no era más que una relación de
negocios, un trato que ambos habíamos decidido llevar a cabo para proteger
nuestro bienes. No había lugar para otra clase de sentimientos, esto solo sería
una aventura más para él y una locura para mi.
La
semana pasó más rápido de lo que me hubiera gustado. Las chicas se habían
empeñado en una despedida de soltera. Fue una propuesta inesperada, pero la
celebración resultó completamente alocada y me divertí como no lo había hecho
en meses. Me llevaron a un lugar de strippers, pagando un baile especialmente
para mí. Mis amigas se superaron a sí mismas, logrando que adquiriera un color
rojo impresionante con esta nueva idea. Los nervios y los tres tequilas que
tenía en el cuerpo, me impidieron hacer cualquier otra cosa más que reír. Tanya
por su parte, se benefició del momento y subió al escenario con el bailarín,
aprovechando todo lo que yo no
Después,
nos marchamos a un bar donde continuamos con la celebración hasta después de
las cuatro de la mañana. Cuando llegue a casa, tuve que subir las escaleras
sosteniéndome firmemente de la baranda, el piso se movía de una manera que me
parecía irreal. Llegué a mi habitación directamente a colocarme la pijama, no
sé cómo, pero lo hice antes de meterme entre las mantas y dormir.
—Bella,
cariño —escuché la voz de mi madre que taladraba mis oídos. Me cubrí la cabeza
con la almohada.
—Bella,
Edward está abajo —me moví de manera brusca cayendo de la cama y dándome un
buen golpe. Las nauseas hicieron su aparición, me estabilicé lo más rápido que
pude, pero solo alcance a dar unos pasos, cuando terminé en el suelo debido a
que mi pie se había quedado enredado en la sabana. Me importaron poco las risas
de mi madre y entré al baño para vomitar; me lavé la boca y salí para ver a mi
madre aún riendo.
—Veo
que ayer celebraron con varias copas.
—Después
de la octava no recuerdo nada.
—Tómate
esta pastilla y date un baño, yo entretendré a Edward.
—¿Qué
te parece si le dices que me siento mal y lo veo después? —negó.
—Esme
y Carlisle también están aquí, No olvidaste que iríamos a desayunar al club,
¿Verdad? —mi cara debió de ser muy cómica ya que mi madre se sentó tomándose el
estómago sin parar de reír. Tomé mi bata y entré al baño dando un portazo.
Me
duché rápidamente y me vestí con un vestido de manga corta entallado hasta la
cintura, que terminaba en una falda amplia por encima de la rodilla. Mi cabello
lo llevaba suelto; un poco, bueno en realidad el maquillaje que hizo falta.
Tomé mis gafas de sol y fui hasta la sala donde escuchaba las risas de todos.
Mi cabeza iba a estallar, pero ya me escucharían ese trío de amigas que tenia.
—Buenos
días, siento la demora —saludé a mis futuros suegros y a Edward que me dedicó
una amplia sonrisa, que no supe de qué manera interpretar. Nos marchamos al
club antes de que fuera más tarde; me fui con Edward que no quitaba la sonrisa
de su rostro.
—¿Puedo
preguntar algo?
—Claro
—se giró al estar detenido en un alto.
—¿Hay
algo que te parezca gracioso? —en todo el camino me lanzaba miradas sin dejar
de reír.
—Tienes
resaca, cariño. Dime qué te hicieron tus amigas —abrí y cerré la boca sin saber
que decir, él solo se volvió a reír.
—
¡Es horrible! —eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos.
—Pediré
que te preparen algo en el club para que te sientas mejor, no me gusta verte
así —apretó mi rodilla logrando mi atención nuevamente.
—Recuérdame
matar a ese trío —él asintió sonriendo.
Edward
no se apartó de mí en todo el día. Agradecí lo que pidió que prepararan para
mí, tenía un color y olor horrible, pero funcionó. Nuestros padres estuvieron
con sus amistades mientras nosotros nos fuimos a dar un recorrido por el lugar,
podía acostumbrarme a sentir la manera en que mantenía su mano en mi cintura o
simplemente nuestras manos entrelazadas.
El
fabuloso día llegó, mi casa estaba hecha un caos, apenas había podido dormir
debido a la idea de que mañana a esta misma hora ya seria la esposa de Edward.
Estaba más que nerviosa, este era el día que cambiaría todo y no sabía si era
para mejor.
—¿Segura
que quieres hacer esto? —preguntó mi madre por novena vez en el día, la vi
vestida con un hermoso vestido morado y aunque moría por decirle que no estaba
lista, tenía que ser fuerte y hacerlo; era la única manera de asegurar nuestra
empresa —No tienes por qué hacerlo.
—Fue
una decisión mía y quiero hacerlo mamá. Edward no es tan malo —la abracé,
intentando que se tranquilizara, aunque en cierto modo, la que necesitaba ser
reconfortada era yo.
—Bella,
jamás hablé de esto porque no sabía cómo hacerlo, pero ustedes estarán casados
y tú sabes que un hombre…—levanté la mano pidiendo que guardara silencio, ¿Es
que acaso me iba a dar la charla de la primera noche? ¡Eso era vergonzoso!
—Sé
lo que quieres decir y solo te diré que no lo hagas, ambos somos adultos y
seremos cuidadosos en cada una de las decisiones que tomemos —me senté en la
cama con la vista perdida en la ventana, viendo como el cielo comenzaba a
teñirse un hermoso color naranja, la noche estaba por aparecer, y con ello el
momento de la boda.
—¿Ya
hablaron de esto?
—¡Mamá!
—se sentó junto a mí.
—Hija,
sé que no debo de meterme, pero debes de ser cuidadosa, ambas sabemos la razón
de este matrimonio, y no sé si un bebé sería buena idea.
—Nadie
hablo de un bebé —la miré sorprendida.
—Pero
yo entendí…
—No
sucederá nada mamá, ambos ya hablamos sobre ello y llegamos a un acuerdo —ella
asintió y me abrazó antes de ayudarme a colocarme el vestido. Esme llegó justo
cuando me estaban intentando colocar el velo.
—Luces
muy hermosa, Bella —me entregó una cajita y vi un hermoso collar de perlas—.
Estas perlas han pasado de generación en generación, es el momento de que tú
las utilices.
—Pero
esto…
—Bella,
el destino nos tiene sorpresas, ¿Quién nos dice que esto puede terminar de una
manera diferente a como comenzó?
—Esme,
no crees que eso es algo ilógico. —intervino mi madre.
—Sabes
que tengo razón, el destino nos tiene sorpresas que a veces no comprendemos.
—Señoritas
es hora. —vi a mi padre asomarse por la puerta y verme embelesado.
—Te
quiero mi niña. —mi madre me besó y se fue junto con Esme.
—Bells,
sabes que no tienes que hacerlo, aún puedes huir. —fue lo primero que dijo mi
padre cuando mi madre y Esme abandonaron la habitación, me sorprendió escuchar
eso de su boca, lo que me dejaba claro que estaba preocupado, pero no me
retractaría ahora.
—No
papá, esta fue mi decisión, así que solo pido que la respeten, y creo que es
hora de que me lleves. —me dio un beso en la frente, recordándome lo mucho que
me quería y que lucía divina. Bajamos lentamente por las escaleras hasta el
auto que nos esperaba para llevarnos a la catedral de San Patricio; el
tráfico era fluido por lo que llegamos con unos minutos de sobra.
—Bella,
hay un auto que puedes utilizar para irte. —negué sin dejar de reír, me
gustaría hacerlo, pero recordaba la verdadera razón para no hacerlo.
La
puerta del auto se abrió y vi a nuestro chofer. Mi padre bajó extendiendo su
mano para ayudarme, en el interior me encontré con mis amigas que eran mis
damas de honor. Las tres lucían divinas en vestidos verdes que habían sido
diseñados por Alice. Tomé aire cuando las puertas se abrieron, escuché de
inmediato la típica marcha nupcial; era momento de dar comienzo al espectáculo
del vestido blanco y el arroz, en este caso pétalos de rosa.
Las
primeras en salir fueron mis amigas y finalmente llegó mi turno. Mis pies
parecían pesar una tonelada y el camino al altar parecía ser interminable. Al
final del pasillo vi a Edward, que me esperaba en un esmoquin negro a la
medida; me dedicó una hermosa sonrisa y dio un paso en mi dirección hasta que
llegué frente a él.
—Cuídala
de verdad —susurró mi padre.
—Con
mi vida, Charlie —mi padre asintió y él tomó mi mano, una descarga recorrió mi
cuerpo en ese instante. El momento había llegado, su tacto me tranquilizaba,
pero al mismo tiempo me hacía sentir extraña, no dejaba de recordarme por qué
no debía de salir huyendo.
La
ceremonia fue realmente hermosa y conmovedora, la mirada de Edward era dulce y
cuando dijo lo votos parecían tan reales que oprimieron mi pecho y miles de
mariposas revolotearon en mi estómago. El anillo que sellaba esta unión era
divino, hacia juego con el de compromiso. Desperté de mi ensoñación cuando el
sacerdote nos declaró marido y mujer.
Crucé
mi mirada con la de él y noté cómo se acercaba peligrosamente a mis labios, se
acercaba el beso que sellaba esta unión. Tenía que aparentar ser la novia más
feliz, como cualquier novia en su gran día… solo que yo no era como cualquier
novia, no lo era y jamás lo sería. Sus labios encontraron los míos y se
movieron de manera suave, rodeó0 mi cintura y yo dejé apoyadas mis manos en su
pecho. Nos separamos en la busca de aire y nos giramos para poder salir. Fue
ahí cuando me di cuenta de que había más gente de la que me esperaba: amigos de
ambas familias, algunos de mis amigos y algunos que aseguraría eran amigos de
Edward. Tomó mi mano y salimos rumbos al auto que nos estaba esperando bajo una
lluvia de pétalos y flashes de cámaras.
—Ya
pasó lo más difícil —asentí mirando por la ventana. Mi vida acababa de cambiar
de una manera drástica, era momento de comenzar a vivir con lo que había
elegido, en una mentira y a base de apariencias—. Por un momento pensé que me
dejarías plantado.
—Lo
pensé —me encogí de hombros— pero aunque era una gran idea, recordé los motivos
que me llevaron a hacer todo esto.
—No
te arrepentirás Bella —besó el dorso de mi mano. Llegamos al lugar donde sería
la fiesta. Sentía la mirada de las personas que estaban en el lobby y no podía
hacer otra cosa más que sonreír. Nos detuvimos en una habitación cerca del
salón, ahí nos indicaron esperar hasta que fuera un poco más tarde.
—¿Edward
podrías ayudarme? —enarcó una ceja, pero se acercó hasta donde estaba, en su
mirada leí la pregunta no formulada—, no puedo quitarme el velo.
—Un
minuto —se acomodó detrás de mí y en un par de minutos el velo había sido
desprendido dándome mayor libertad. Ambos nos sumimos en un silencio algo
incomodo hasta que llegó una chica para decirnos que era hora de entrar a la
recepción.
Ingresamos
al salón donde se llevó a cabo la ceremonia civil, y luego el primer baile.
Mantuvimos nuestras miradas conectadas a pesar del par de luces que nos daban
en el rostro. Bailé con mi padre y con Carlisle, quien me susurró que estaba en
buenas manos, que aunque Edward podía aparentar ser un hombre duro y frío, en
el fondo era un gran hombre, del cual seguramente me sorprendería cuando lo
conociera a fondo.
Las
felicitaciones no se hicieron esperar; me vi envuelta en varios pares de
brazos. Mis amigas no dejaban de repetir que ya era una mujer casada, y que
ahora solo esperaba que no me convirtiera en una chica aburrida; me alegré de
ver a Rose del brazo de Emmett, quien me dio uno de sus característicos abrazos
de oso, y a Edward le dijo que me cuidara, que podía que no tuviera hermanos,
pero que él me consideraba como su hermana pequeña, así que no dudaría en
patearle el trasero. James también estaba ahí, junto a Victoria quien nos deseó
lo mejor. James no paró de hacerle advertencias a Edward sobre mí; ambos
hombres se estaban riendo de lo lindo a costa mía, hasta que Victoria decidió
intervenir golpeando a su novio en las costillas.
El brazo de Edward tomó mi
cintura y me llevó a conocer un grupo de hombres, que como lo había supuesto
eran sus amigos. Un chico moreno de nombre Jacob era agradable a simple vista;
Sam, Tyler, Andrew y Kyle me dedicaron una sonrisa amable, mientras que un
grupo de chicas hermosas me vieron de manera interrogante, haciéndome sentir
incomoda. Definitivamente, esta sería una noche demasiado larga.
...
Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario