El trato que unió nuestras vidas: Capitulo 6



 Un mal comienzo

La fiesta siguió su curso, Edward y yo nos mostramos como cualquier pareja de recién casados, hicimos lo tradicional, disfrutamos de la compañía de nuestros amigos, llegó un momento que me olvide de que todo se trataba de una farsa  y me dispuse a disfrutar, parece que Edward tuvo la misma idea, bailamos algunas de las melodías que nos gustaban, me hizo girar un par de veces logrando arrancar una sonrisa, hacía algunos pasos exagerados lo que nos mantenía riendo, en ese punto hasta me olvidé de los demás y no me importó hacer el ridículo. Me senté un momento y lo vi bailar junto con Esme, ambos mantenían una hermosa sonrisa, una que no había vistos en Edward, lo vi asentir un par de veces logrando que Esme sonriera aún más.


—Así que fuiste la que cazó al gran Edward Cullen.— Me giré para encontrarme a un chica hermosa de piel cobriza, de cabello negro y unas enormes pestañas, además de facciones definidas.— Lo siento, mi nombre es: Leah.

—Mucho gusto.—le dediqué una sonrisa, aunque aún me sentía extrañada, ¿acaso ella era una de las tantas que querían a mi ahora esposo?

—Cuando nos lo dijo la semana que estuvo en Londres, no lo podíamos creer.—Se sentó en la silla junto a mí y sonrió abiertamente viendo a mi esposo que seguía bailando con Esme.

—Tan difícil es creer que hubo quien lo hizo dar este gran paso.

—No, ¡claro que no!, lo que nos sorprendió fue ver con quién lo hacía.—Seguro que mostré alguna reacción porque ella reaccionó en seguida.—No pienses mal, eres una mujer hermosa, pero una que estaba muy lejos del alcance de Edward y lograste lo que muchas han intentado y jamás han logrado.

—Solo esperemos que no se arrepienta.—Sonreí y ella me imitó, no entendía como ella se atrevía a decir que yo, "precisamente yo" estaba fuera del alcance de Edward, era como si yo fuera demasiado para él, pero eso era completamente imposible.

—Veo que conociste a Leah.— Edward interrumpió a Leah, me abrazó besando mi mejilla

—Sí, ella me estaba diciendo que jamás te imaginaron casado.—Él sonrió llevándose la mano al cabello.

—Pero ahora lo estoy y si me permites te robo a mi esposa.—Me despedí de Leah con un simple movimiento de mano y nos adentramos de nuevo en la pequeña pista donde bailaban algunas parejas.

—Tus amigos parecen agradables.—Rompí el silencio.

—Lo son, espero que estés lista.— Enarqué una de mis cejas, me presionó más contra su cuerpo y sus labios rozaron mi oído— no olvides que después de la boda hay algo que se llama luna de miel.

—No hablamos de eso.—Murmuré irritada, odiaba que este hombre me dejara de lado en algunas decisiones. Además, jamás lo habíamos hablado y honestamente yo lo había olvidado.

—No creías que no haríamos ese viaje, además, te lo mereces.

—Pudiste decírmelo.

—Arruinaría la sorpresa, pequeña.—Hice un mohín, pero solo recibí un beso de su parte—te parece si nos vamos a cambiar antes de que sea más tarde y perdamos el vuelo.

— ¿Vuelo?

—No pensarás que nos quedaríamos en la ciudad.— Se burló

—Podría ser una opción.

—Chicos es hora.—Me giré para encontrarme con mi madre, tomó mi mano y me guió entre las mesas hasta salir del salón, tomamos uno de los elevadores y entramos a una habitación desde donde se podía apreciar una vista hermosa de la ciudad.— Antes de que digas algo, sé que este viaje te hará bien, es por eso que acepté el no decirte nada, igualmente, se divertirán.

— ¿Pero qué hay de mis cosas?

—Yo hice tu equipaje, en realidad lo hicimos con tus damas de honor.—La última parte me hizo temblar, con las chicas metidas en esto estaba segura de que lo que me encontraría dentro de mi mochila me haría temblar. Me ayudó a quitarme el vestido y me entregó un traje sastre de color perla, unas zapatillas a juego y un bolso donde llevaba lo necesario.

—Gracias mamá.

—Luces tan bien, apenas y puedo creer que ya eres una mujer casada.—La besé tomando mis cosas, pasándoselas al chico encargado de llevarlas, en ese momento me di cuenta de que ayer había sido la última vez que había dormido en mi habitación, cuando regresáramos de la "luna de miel" llegaría a nuestra casa.

Apenas se abrieron las puertas del elevador vi a Edward que hablaba con sus padres, besó la frente de su madre y limpió sus mejillas, era una mujer muy buena que siempre consideró a Edward un gran hijo sin importar todo lo que se decía, se giró y nuestras miradas se encontraron, rompí el contacto al notar que mi papá se acercaba aflojando el nudo de su corbata, cosa que hacía solo cuando estaba nervioso.

—Bueno cariño, disfruta de este viaje, sé que no fueron los motivos correctos, pero sé que Edward es un hombre recto.—señaló mi padre.

—Crees que si no lo fuera habría aceptado casarme con él.—Negó abrazándome fuertemente.

—Nos veremos en una semana.— Abrí los ojos al enterarme de que estaríamos fuera una semana.

—Debemos irnos o el avión nos dejará.—Escuché la voz de Edward detrás, abracé a mis padres y mis amigas que acababan de llegar, no pude reprimir una risita al escuchar los consejos de mis amigas y el no olvides tomar muchas fotografías de Alice, lo que me indicó que ellas sabían mi destino, lo cual era injusto.

Llegamos al aeropuerto con el tiempo justo, registramos nuestro equipaje y pasamos a la sala de espera donde tuvimos que esperar por cerca de 2 horas debido a un retraso y problemas en la terminal, cuando nos anunciaron el retraso, la primera hora la pasamos mirando una revista, la hora siguiente Edward había ido a conseguir un café y después se había terminado peleando con las chicas de la aerolínea, dejé la revista en mi asiento y me dirigí hacia donde se encontraba.

—Lo sentimos señor, pero estamos trabajando en ello, lamentamos la demora de su vuelo…

—Es la primera vez en años que me sucede esto.—Gruñó al que parecía ser el encargado—Tenían que elegir precisamente el día de hoy para retrasar los vuelos.

— ¡Edward!—Apreté su mano.

—Esperamos que su vuelo salga en menos de veinte minutos.

—Es lo menos que pueden hacer, no pagué para que me mantuvieran aquí sentado en la sala de espera—rodé los ojos y me disculpé por el temperamento irritable de mi esposo.

—Podrías tranquilizarte, no ganarás nada peleándote con el personal.

—En este momento deberíamos de estar ya cómodamente en asientos de primera clase y no en estas horribles sillas.

—Pareces un niño pequeño Edward, ni yo me quejo tanto.—Me burlé.

—No planeaba quedarme varado en el aeropuerto para comenzar nuestra luna de miel, no es el mejor comienzo.—Entrelazó su mano con la mía.

—Como si hubiéramos comenzado de la mejor manera, nuestro matrimonio es todo menos normal.

—Y si sigues con esa actitud será difícil que al menos nos llevemos bien.—Me quedé en silencio, me había dejado sin palabras, después de media hora comenzaron a llamarnos para abordar el avión, tomé mi bolso y camine junto a Edward que llevaba los boletos de ambos, tomamos nuestros lugares sin decir una sola palabra, despegamos y de inmediato me levanté al baño, me hubiera agradado ver si podían moverme de asiento, pero no lo haría.

—Me permites tomar mi lugar—Le pedí ya que estaba estorbándome el paso, me acomodé en mi asiento dándole la espalda e intentando dormir.

— ¿Desean algo de beber? —Me giré al escuchar una voz femenina, Edward pidió un poco de licor mientras que yo opté por un té.

—Pequeña, no comencemos mal, es nuestra luna de miel y debemos de disfrutarla.—Haló de mi brazo hasta dejarme apoyada en su pecho.

—No ayudo con mis comentarios, pero entiende que es un poco complicado asimilar todo esto.

—Las cosas van a cambiar.—Se inclinó para besarme, pero la chica regreso, se disculpó y desapareció, tomé el té lentamente para después acomodarme de vuelta en mi asiento y dejar que el sueño hiciera efecto.

Desperté al escuchar un ruido extraño, me moví solo para descubrir que tenía mi cabeza en el pecho de Edward, un brazo rodeaba su cintura que me mantenía unida a su cuerpo, levanté mi rostro para encontrarlo plácidamente dormido, el aroma que desprendía era dulce, pero sin dejar de lado lo masculino, me acurruqué para volver a dormir

—Bella, pequeña.—Me incorporé aún con los ojos medio cerrados.— Estamos por aterrizar.

—Muy bien.—Me abroché el cinturón y arreglé mi cabello, revisé que mi maquillaje no se viera demasiado afectado.

— ¿Dormiste bien?

—Lamento si te moleste, debiste despertarme.—Lo miré apenada.

—Creo que es algo a lo que me puedo acostumbrar.—Me guiñó un ojo y supe que me había sonrojado así que opté por girar mi rostro al lado contrario.

Al llegar fuimos por nuestro equipaje y salimos donde nos esperaba un automóvil del hotel, no solo me había traído a las Bahamas, sino que había reservado en el hotel más caro, me empujó dentro del auto y de inmediato emprendimos la marcha, llegamos en menos de 20 minutos para registrarnos y nos llevaron a una de las mejores habitaciones, me perdí observando el hermoso color del mar y la arena dorada.

— ¿Te gusta? — Susurró cerca de mi oído, se estaba volviendo una costumbre para él hacer eso, es que no veía lo mucho que me afectaba.

—Sí, aunque creo que como siempre exageraste, no era necesario gastar tanto en…

—Me pareció perfecto, dicen que este es el mejor hotel, además es una ocasión muy especial, que dices si vamos a caminar y después a comer algo en alguno de los restaurantes.—Asentí dirigiéndome al interior de la habitación, él tenía razón al decir que este era uno de los mejores hoteles, siempre me habían dicho que si decidía viajara a las Bahamas debía llegar a este hotel, recordé la voz de Rosalie "Con mamá hicimos la sesión en el Atlantis y debo de decir que es un paraíso". Abrí mi mochila conteniendo la respiración, no sabía que es lo que habían empacado para mí, ahogué un gritito al ver todo lo que se encontraba dentro.

— ¿Estás bien?—Preguntó detrás de la puerta.

—Sí, no es nada.—Saqué algunas de las prendas para ver que en definitiva mis amigas habían ayudado en la elaboración, yo no iba a dormir con esas mini prendas, los bikinis eran hermosos pero no me gustaba del todo mostrar mi cuerpo, estaba perdida.

Me di una ducha y me vestí, me gustaba lo que el espejo me mostraba, pero era demasiado simple en comparación con las chicas a las que Edward estaba acostumbrado, había salido con actrices, modelos, diseñadoras y gente de la aristocracia, no era de sabios darse cuenta que solo bastaba que me viera bien una sola vez para marcharse. Recogí mi cabello y salí del baño para encontrarme con Edward recostado sobre la cama, su mirada era profunda y no supe de qué manera interpretarla.

—Vamos.— Se veía realmente bien, en bermudas con una camisa delgada y el cabello más despeinado, lucía aún más guapo, caminé junto a él y no pude evitar notar las miradas que la mayoría de las chicas le dirigían, crucé mis brazos y dirigí mi vista hacia el lado contrario , no era agradable ver ese tipo de escenas, pero era algo a lo que sin duda debía de acostumbrarme, las viviría muy a menudo. Pasó un brazo en mi cintura y besó mi cabello al detenernos cerca de una las lagunas con las que contaba el hotel.

—Solo tengo ojos para una chica.—Levanté mi mirada y él sonreía ampliamente.—Solo puedo ver a mi esposa, a la cual le falta un poco… bueno en realidad mucha seguridad.

—Creo que debo de acostumbrarme a las miradas que te lanzan.— Me encogí de hombros y él me presionó más contra su cuerpo.

—Eso no me importa, que te parece si disfrutamos nuestra luna de miel.— Tomó mi mentón y me besó, un beso que no respondí, se separó y me miro fijamente.— ¿Qué sucede?, pensé que lo intentaríamos pero parece que no quieres hacerlo.

—Solo que eres malo besando.—Entrecerró los ojos y yo reí divertida, había golpeado su ego, pero la verdad es que temía responder uno de sus besos porque no sabría si podría detenerme.

— ¿Así que eso te parece? — Me encogí de hombros.— Sabes que practicando puedo mejorar.

—Vamos a la playa.—Le indiqué al ver que me iba a besar de nuevo, rodeó mi cintura y yo la de él.

Caminamos hasta llegar a la playa, me quité mis sandalias para hundir mis pies en la fina arena, llegamos hasta donde el agua podía tocar nuestra piel, era tibia e incitaba a entrar, pero aunque me apetecía no quería hacerlo por miedo a mostrar mi cuerpo, me guió hasta unos camastros debajo de una palapa, se quitó la camisa y yo me quedé sentada desviando la mirada, él era perfecto y yo lo opuesto.

—No creo que quieras mojar tu vestido.

—No planeo entrar, prefiero quedarme aquí.

—Sé que quieres hacerlo, lo supe en cuanto el agua toco tu piel.

—Prefiero quedarme.

—Tú decides si quieres mojar tu vestido.

—¿No puedo solo quedarme?—Se inclinó y tomó la parte baja de mi vestido y en un solo movimiento lo levantó, yo intenté evitarlo, pero él fue más hábil, llevé mis manos a mi pecho y vientre.

—No te cubras, eres perfecta.—Extendió su mano, pero yo la ignoré.— Veo que tengo que obligarte.

—No te atrevas…—Me tomó en brazos y me colocó sobre su hombro. Amenacé con gritar, pero él solo se burló, golpeé su espalda y sentí que me dejaba de nuevo sobre mis pies, el agua acaricio mi piel, tomo mi mentón para levantar mi rostro, sentí nuevamente sus labios contra los míos, me apretó contra su cuerpo manteniéndome inmóvil. Lo escuche suspirar, justo cuando sus movimientos se hicieron más lentos, comencé a responder el beso, coloqué mis manos sobre su pecho, sintiendo el relieve de sus bien formados músculos, me apretó más contra su cuerpo y un jadeo se escapó de mis labios.

—Aún opinas que soy malo besando.—No pude evitar sonreír al escuchar su voz entrecortada.

—No he cambiado de opinión.—Besó mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja.

—Cambiarás de opinión.—Lo separé de mi cuerpo y escuché como uno de los camareros lo llamaba con un teléfono en su mano, le indiqué que no había problema y fue hasta el chico que mantenía con el aparato, yo me adentré con cuidado, sintiendo como el agua tocaba mi piel, me vi salpicada y un cuerpo cayó cerca de mí, una mano rozo una de mis piernas y vi emerger a un hombre alto, moreno y cabello castaño.

—Lo lamento.—Su voz mostraba lo que sus ojos gritaban, su mirada era libidinosa y la sentía sobre mi cuerpo.

—No hay problema.—Le di la espalda para salir pero tomó mi muñeca evitando que me alejara.

—Tal vez no fue la manera correcta de acercarme, me llamo Steve, no pude resistirme al ver a una chica tan hermosa sola, dime qué te parece si hacemos algo más divertido.

—Suélteme.—Halé mi brazo liberándome, di media vuelta y caminé de nuevo hacia la orilla, intenté encontrar a Edward, pero no lo veía por ninguna parte, sentí una mano deslizarse por mi cintura.

— ¡Suélteme!

—Vamos, solo dime cómo te llamas, hermosa.

—Quiero que me suelte.— Me estaba entrando un poco de miedo, me sentía vulnerable, estaba en un lugar desconocido y vistiendo algo diminuto, además de que había poca gente y éstas parecían más entretenidas en otras cosas.

—Una cena y por qué no disfrutar de nuestra compañía.

— ¡No! Y quiero que me suelte o voy a gritar.

—Tengo una manera de hacer que no lo hagas.— Haló de mi mano hasta tenerme cerca de él, con mi mano libre lo empujé y el parecía divertirse.—No te resistas, preciosa.

— ¡SUÉLTEME! —Grité y él se acerco peligrosamente a mí, su aliento chocó en mi rostro y noté que había estado bebiendo. Giré mi rostro, una mano se ciñó en mi brazo y después vi al hombre caer de espalda contra la arena.

— ¿Estás bien amor?—Asentí, besó mi frente y se colocó delante de mí.

—No te metas, ella y yo…

—Ella es mi esposa, así que lárgate antes de que te enseñe a respetar.— El hombre se levantó, le lanzó un golpe a Edward quien lo esquivó, pero él no corrió con la misma suerte. Envolví la cintura de mi esposo y pegué mis rostro a su espalda, su respiración era acelerada.

—Edward…

— ¿Está todo bien? —Preguntó un hombre que portaba el uniforme del hotel, debía de ser el encargado y detrás de él venían dos más.

—Este hombre estaba molestando a mi esposa, lanzó el primer golpe y yo solo me defendí.—Sentí las manos de Edward posarse sobre las mías.—Y es inaceptable que algo así suceda en un hotel de esta categoría.

—Lo sentimos señor….

—Cullen.— El hombre abrió los ojos sorprendido, lo que me indicó que ellos debían de saber quién era, es más, quién no conocía el nombre de Edward.

—Lo sentimos Sr. Cullen, lamento este horrible incidente, nosotros nos haremos cargo de que este hombre no se acerque a usted o a su esposa, señora por favor acepte nuestras disculpas.—El hombre le indicó a sus acompañantes que se llevaran al tipo que me había estado molestando.

—Un lo siento no es suficiente, quiero hablar con el gerente.

—Sr. Cullen esto no es necesario…

—Cuando se trata de mi esposa, yo decido lo que es necesario, así que quiero hablar con el gerente y asegurarme de que esto no se repetirá o de lo contrario bien sabe que cuento con los medios para…

—Le diremos al gerente de lo sucedido.

—Quiero hablar con él personalmente.—Me obligó a soltarlo para abrazarme—Estaremos en el restaurante de comida internacional.

—Se lo diremos.—fuimos por nuestras cosas y me coloqué el vestido que él me había quitado.

—Edward… gracias.—Tomé mi bolso, lista para ir al restaurante.

—No tienes porque agradecerme, eres mi esposa y yo te cuidaré.—Posó su mano en mi cintura baja y me guió hasta el restaurante, nos dieron una mesa cerca de una de las peceras las que contaban con cierta intimidad.

Me quedé absorta mirando los peces que se movían libremente en el agua, aunque en realidad ya no eran tan libres, estaban atrapados entre muros de cristal, eran de colores hipnitozantes, salí de mi trance al escuchar cómo se aclaraban la garganta, el mesero estaba llamando nuestra atención para que ordenáramos nuestra comida.

— ¿En qué piensas? —Sus dedos rozaron mi mano provocando que una pequeña corriente me recorriera el cuerpo.

—Es un lugar muy hermoso, gracias por traerme aquí.

—Deja de agradecer por los regalos que te dé, es un lugar que se disfruta más con compañía que solo.

— ¿Ya habías estado aquí? —Pregunté con curiosidad.

—Hace un par de meses, estuve aquí para relajarme, pero la verdad es que no lo pase tan bien, me hizo falta compañía.

—Y porque no trajiste a alguna de tus… "amigas"

— ¿En verdad importa? —Se inclinó sobre la mesa sin apartar la mirada.

—En realidad no, pero es simple curiosidad.

—Me cansé de estar envuelto en chismes, en que algunas de las mujeres solo estuvieran conmigo para parecer en revistas por una supuesta relación con uno de los solteros más codiciados, puede que algunas de las mujeres con las que salía fueran famosas por cuenta propia, pero lo único que les importaba en realidad era encabezar las portadas de las revistas sensacionalistas.—Bebió el contenido de su copa.— Es por eso que vine aquí queriendo descansar, pero solo me aburrí ya que es esto es para disfrutar con alguien más y que mejor que hacerlo con mi esposa.

—En verdad te cansaste de la vida que llevabas o son solo palabras.

—Llega un punto en que decides madurar y reorganizar tus prioridades.—Enarqué una ceja y antes de que siguiera con el interrogatorio, un hombre que de inmediato se identificó como el gerente del hotel, llegó junto a nosotros, Edward besó mi mano y se levantó alejándose con el hombre.

Los vi sentarse en la barra del bar, Edward tenía el rostro contraído y parecía molesto, poco a poco pareció irse relajando hasta asentir y regresar junto a mí.

—Edward…

—Todo está bien.—Aseguró.

Comimos en silencio, pero intercambiando miradas en las que claramente se leía la incertidumbre que había en el interior de cada uno, la mía era por conocer cuáles eran sus prioridades en este momento, el conocer al verdadero Edward Cullen y no al hombre del que todo mundo hablaba.

Después de la comida nos dirigimos a una de las piscinas y nos acomodamos debajo de una sombrilla, me ayudo a colocarme bronceador y yo hice lo mismo. Tomé un poco de sol mientras el leía un libro que no sabía de dónde lo había sacado, pero no importo, yo solo me quería relajar. Entró a la piscina y comenzó a lanzarme agua como un niño pequeño, me senté en el borde dejando solo mis pies dentro del agua, sus manos se deslizaron por mis piernas hasta llegar a mi cintura y meterme dentro.

—Tienes idea de las miradas que levantas.—Lo miré sin comprender.

—Tú eres el que levanta miradas por donde pasa.

— ¿Por qué eres tan insegura, cariño?, eres una mujer perfecta.

—Deja de decir tonterías.—Acomodó un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Siento que sucediera ese desagradable incidente amor, prometo que no se repetirá, no te dejaré sola de nuevo.— Me estremecí al escuchar cómo me había llamado, sentí el agua llegar casi a la altura de mi pecho, el sonrió y me levantó en brazos haciendo que lo rodeara con mis piernas.

—Gracias a ti, por cuidarme después de todo—envolví su cuello con mis brazos, me acerqué tímidamente a sus labios temiendo que se negara, se mantuvo quieto hasta que mis labios entraron en contacto con los suyos, su lengua acarició mi labio inferior y le di permiso de entrar, me apreté más a su cuerpo, un nuevo jadeo se escapó de mis labios, estaba disfrutando de esta nueva sensación.

—Nadie se acercara a ti de nuevo, pequeña.—hice un mohín y él sonrió besando mi nariz.

Me sentía bastante cómoda junto a él, aprovechamos que estábamos en un sitio que nadie nos conocía para poder seguir conociéndonos, eran pocas las cosas que conocíamos y esta semana nos serviría para hacerlo. Lo besé un par de veces más y jugamos en el agua, sabía que estábamos levantando un par de miradas ya que nos estábamos comportando como un par de adolescentes, pero qué importaba.

—No Edward, no te atre…—no terminé la frase debido a que mi adorado esposo me levantó en brazos y me dejó caer hundiéndome, cuando emergí, estaba riendo, me lancé contra él haciéndolo sumergirse, no contando con que me abrazaría y me llevaría con él.

—Ambos podemos jugar el mismo juego.—Rozó mi labio inferior con su lengua, lograndonque mi piel se erizara y por la sonrisa que apareció en su rostro me di cuenta de que sabía la razón de mi estremecimiento.

—Será mejor vayamos a arreglarnos para salir a cenar.—me separé de su cuerpo e intenté salir, pero él me sostuvo evitando que lo lograra.—Cullen déjame salir.

—Aún tenemos tiempo para disfrutar un poco.—susurró, después de un rato de mantenerme prisionera salió de la piscina y me ayudó a salir también.

Finalmente volvimos a la habitación para prepararnos para ir a cenar. Elegí  un vestido corto con una sandalias altas de finas tiras, él se inclino por un pantalón blanco de una tela delgada al igual que la camisa. Lucía muy guapo.

—Te ves hermosa.—Agaché la cabeza cuando lo escuché, levantó mi rostro haciendo que lo mirara de nuevo.— No agaches la cabeza amor, eres hermosa y debes de aceptarlo, no me cansaré de decirlo hasta que sepa que lo crees.

—Me quieres convertir en una egocéntrica como tú.—Le recriminé sin dejar de sonreír, apoyo sus manos en mi cadera y se inclinó para besarme, fácilmente me podría acostumbrar a estar con él de esta manera, sentir como sus labios se amoldaban a los míos y sentir sus manos sobre mi cuerpo despertaba nuevas sensaciones unas que solo había sentido un par de veces, caí sobre algo mullido deje escapar una exclamación de sorpresa

— ¿Te lastimé?

—No.—Acaricié su mejilla hasta permitir que mis dedos se hundieran en su cabello.

—Bella…— Su voz había pasado de ser sedosa a ronca y creo saber la razón, un par de golpeteos en la puerta nos hicieron separarnos, se levantó gruñendo y yo me incorporé arreglando mi vestido, al cabo de unos minutos lo vi regresar con una tarjeta en la mano.
— ¿Sucede algo? —El negó abrazándome nuevamente y ocultando su rostro en mi cuello.
—Solo que nos han dado un par de cenas debido al incidente, no es que me desagrade que lo hagan, pero no quiero que parezca que nos aprovechamos de la situación.

—Podemos aceptar una y las demás corren por nuestra cuenta.

—Esa idea me gusta, ¿lista para ir a cenar?

—Sí, muero de hambre.— Tomó mi cintura y me guió hasta el lobby, elegimos entre el gran número de restaurantes con los que contaba el hotel y nos decidimos por uno de comida alemana.

Me sentía algo ansiosa ya que estaba segura lo que sucedería esta noche, intente disfrutar de la noche, pero me era difícil, al término de nuestra cena fuimos un rato al casino, perdí un par de dólares, pero Edward ganó un poco.

—Recuperé tu pérdida.— Señaló las fichas en su poder.

—Es más de lo que perdí.— Me abrazó mientras la ruleta seguía girando, un chasquido se escucho al ver que había perdido.

—La suerte se terminó.—Me burlé.

—Puede que así sea, quieres hacer algo más, o nos vamos a nuestra habitación.
—Me estás dando a elegir.—Enarqué una ceja.

—Qué tiene de extraño eso.— Tomó mi mano y se la llevó a los labios.—Entonces quieres hacer algo mas.

—Creo que ya fue suficiente por hoy.— Nos dirigimos a nuestra habitación, me dirigí al cajón donde había guardado mis camisones, no podía ponerme ninguno de ellos sin sentirme expuesta, tomé un camisón de seda que llegaba más arriba de la mitad de la pierna y el pecho estaba decorado de fino encaje, me miré al espejo solo para incrementar mi nerviosismo, cómo podría dormir alguien con tan poca ropa, tomé aire después de pasar un largo tiempo encerrada en el baño, mordí mi labio al notar la luz encendida.

—Pensé que planeabas quedarte a dormir en el baño.— Negué sin mirarlo sintiendo mis mejillas arder, me deslicé dentro de la cama y apagué la luz de 
la lámpara que estaba junto a mí.

—Buenas noches Edward.—Apreté las mantas contra mi cuerpo, cerré los ojos al sentir movimiento en la cama.

— ¿Ya te vas a dormir?

—Eso planeo hacer y tu deberías de hacer lo mismo.—Me moví un poco más a la orilla alejándome de él—fue un día interesante, pero agotador.

—Por qué no disfrutar de esta noche, además es nuestra noche de bodas—acarició mi costado, obligándome a girarme, besó mi hombro desnudo, deslizó el tirante de mi camisón sin dejar de besar mi hombro, subiendo por mi cuello hasta mi mandíbula y de ahí se apoderó de mis labios, me dejé llevar.

Sus manos acariciaron mi cuerpo deslizando los tirantes descubriendo con ello mi pecho, sus labios comenzaron un nuevo recorrido por mi cuello hasta ese lugar que antes había estado cubierto por el fino encaje, me tensé al sentir su lengua cerca de uno de los pezones y una ávida mano acariciar mis muslos e intentar adentrarse más.

—Edward…

—Hmmm— Tomó el pezón entre sus labios y ya no pude más, tenía que detenerlo, no podía hacer esto, no podía entregarme a un hombre que no sentía nada por mí, era un hombre que solo buscaba satisfacción.

— ¡Detente! por favor.—Intenté separarlo de mi cuerpo, pero parecía aferrarse más, eran sensaciones únicas, pero no podía y él parecía no escucharme.
—No quiero Edward, déjame.—Me moví intentando liberarme de sus manos, sus labios se ciñeron en los míos los mantuve firmemente cerrados sin darle acceso, golpeé su pecho con mis puños, e intenté patearlo, pero no podía.
Sus dedos se deslizaron debajo de mi camisón como si yo estuviera completamente dispuesta a acostarme con él, sus labios bajaron a mi cuello y volví a pedir que me dejara, no dejaba de moverme intentado zafarme su agarre, pero él era más fuerte que yo, las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas, él parecía no notar que me estaba resistiendo, esto era una invasión a mi intimidad, era una violación.

— ¡Detente! —Chille moviéndome bruscamente pero no me libré de sus caricias ni de sus labios, él era mucho más fuerte que yo, no tenía oportunidad, solo había algo por hacer, me quedé inmóvil como si se tratara de una muñeca de trapo, eché mi cabeza de lado y un sollozo se escapo de mis labios, sentí como se separaba de mi cuerpo y tomaba mi rostro obligándome a mirarlo, pero yo cerré fuertemente los ojos.

—Por favor.—Supliqué sin mirarlo, con la voz entrecortada.

— ¡Demonios!, ya lo habíamos hablado.— Gruñó furioso, antes de ponerse de pie, entró al baño dando un portazo, acomodé mi camisón y me hice un ovillo aferrando las mantas contra mi cuerpo, las lágrimas seguían saliendo, mi pecho me dolía, esto se había convertido en una pesadilla, en algún punto me quedé dormida.

...

Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.

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