Cruel despertar
La esperada noche del baile había llegado, Esme y
Jane esperarían que me presentara en un vestido que ellas habían elegido y del
cual sabía sería la burla de todos. Pero ellas no contaban con que lo había
cambiado y elegido un vestido provocativo sin ser vulgar y que se amoldaba a mi
cuerpo como una segunda piel.
Jane me había dejado claro que ella quería a Edward
y que ya se había ganado a Esme. Pero ella no contaba que él que tenía la
última palabra, era él y no su madre, esta noche haría que todos me miraran y
que Edward se sintiera orgulloso de llevar con él a la mujer más hermosa y que
además gracias al par de libros que había comprado sabía como comportarme como
si hubiera nacido en este mundo.
—Bellísima. —sonreí complacida al descubrir que
Edward no podía apartar su mirada de mí, acomodé su saco y besé suavemente sus
labios. — ¿Lista?
—Nunca estuve más lista que ahora.
—Falta algo. — me mostró una hermosa gargantilla de
diamantes y rubíes. —Esto te hará lucir aún más hermosa.
—Debió de costar una fortuna. —la toqué casi con
miedo como si se fuera a romper.
—Tú lo vales cariño. —me dio un beso en mi hombro
desnudo y yo solo sonreí.
Una cosa es que hubiera permitido que me comprara
un par de vestidos y zapatillas, al igual que camisones y un par de conjuntos
de lencería que él disfrutaba más que yo. Pero ésta gargantilla era una
exageración, pero no protesté ya que sólo discutiríamos y lo que menos deseaba
era estar molestos ésta noche.
Pronto estuvimos en el auto Edward llevaba
entrelazadas nuestras manos. Parecía algo inquieto cosa que era muy extraña en
él.
— ¿Nervioso? —él me miró y sonrió. —No te voy a
dejar en ridículo.
—Jamás lo harías preciosa, sólo que aunque lo evite
siempre estoy pensando en el trabajo.
—No es bueno, ésta noche deberías de relajarte un
poco.
—Contigo a mi lado es seguro. Lo que más estaré
esperando es el poder regresar a casa. — golpeé su mano que estaba aprovechando
la abertura del vestido para tocar mi pierna.
— ¿Puedes controlarte Cullen?
—Contigo es imposible cariño. —me dio un beso en el
cuello y nos mantuvimos en silencio hasta llegar a la enorme mansión que estaba
iluminada y un par de hombres se encargaban de abrir la puerta de los autos y
dar la bienvenida.
Tomé una enorme bocanada de aire cuando atravesamos
las puertas y me encontré en un lugar completamente extraño, donde lo que
resaltaba era la elegancia y noté como la mayoría de las mujeres iban cubiertas
de joyas.
—Edward. — me aferré más al brazo de Edward y él
presiono mi mano con delicadeza. Jane se acercaba a nosotros y complacida
contemplé como se había sorprendido de verme en otro vestido que no era el feo
que ella junto con Esme había pretendido que utilizara. —Luces muy bien
Isabella.
—Gracias, tu no luces nada mal.
—Pensé que utilizarías otro vestido, el que había
elegido Esme. —entrecerré los ojos sabiendo que ese comentario lo había hecho
con la intención de que Edward pensara que era otra muestra de recelo contra su
madre.
—Tuve problemas con uno de los tirantes y al no
poderlo arreglar me pidieron que eligiera otro. —mentí con maestría y Edward
pareció comprenderlo.
Ella me lanzó una mirada fría y yo una de
superioridad, si planeaba dejarme en ridículo ahora sabía que le costaría más
que lo que había hecho hasta ahora. Era algo que se podía imaginar ya que ella
sabía perfectamente que era una agente y que era capaz de vencer los obstáculos
que se me presentaran y ella representaba uno que sería fácil de saltar y dejar
atrás.
Al entra al salón principal muchas de las miradas
se posaron en nosotros y Edward comenzó a saludar a muchas personas, en menos
de cinco minutos había conocido a empresarios de los más importantes,
presidentes, al ministro de Gran Bretaña y un par de personas de la nobleza.
Finalmente después de poder apartarnos de las personas llegamos a una mesa
donde estaban sus padres y un par de parejas más.
—Buenas noches. —interrumpió Edward haciendo que
toda la atención se volcara en nosotros.
—Luces muy hermosa. —murmuró Carlisle que se
levantó para saludarnos seguidos por los demás miembros de la mesa.
—Lindo vestido. —murmuró Esme enarcando una ceja.
—El otro tuvo un problema. —murmuró Edward. —Es
sólo un vestido mamá.
—Lo sé. —tomó aire y mostró una sonrisa, abrazó a
Edward y después besó mi mejilla y tomó mi mano como si fuéramos grandes
amigas. —Ella es Isabella.
Me sorprendió que me presentara y me pidió que me
sentara junto a ella y más sorprendente fue cuando me involucró en cada una de
sus conversaciones. Sus amigas no paraban de halagarme y ella se unía a ellas
diciendo "es lo que siempre le digo, es una chica hermosa" sonreía
pero estaba enterrando mis uñas en las palmas de mis manos por la rabia de
escuchar a esa mujer mentir tan bien.
Antes de que la cena fuera servida los padres de
Jane junto con ella agradecieron la presencia de todos y pidieron que
disfrutaran de la velada que había sido organizada principalmente por la rubia
que sonrió con una timidez que no me creía. La cena fue deliciosa y noté como
Esme se sorprendió de ver que una vez más no me equivoqué al tomar los
cubiertos, además de que hablaba con soltura con cada una de sus amigas que al
parecer ya me las había ganado.
Edward se mostró muy atento conmigo, aunque parecía
estar envuelto en conversaciones con el resto de los hombres su mano permanecía
en mi pierna y de vez en cuando se inclinaba para susurrarme un par de palabras
divertidas que me hacían reír o me deba un pequeño beso en la mejilla cuando
nadie lo veía. Eran pequeños detalles que me dejaban saber que él estaba
cuidando de mí.
Una orquesta tomó su lugar cuando la mayoría ya
había terminado de tomar el café, otra prueba se me estaba presentando y
esperaba no arruinarlo.
— ¿Me concedes esta pieza? —levanté la cabeza y
miré a Carlisle que me sonreía cálidamente, Edward me indicó con un movimiento
de cabeza que fuera y aún un poco indecisa tomé la mano de Carlisle y dejé que
me llevara al centro de la pista donde ya estaban bailando un par de parejas.
—Es sólo un baile. —susurró con diversión al notar
mi nerviosismo.
—No soy muy buena.
—Sólo relájate y yo me encargo de guiarte. —solté
un poco de aire y dejé que me guiara y resultó ser realmente fácil. — Mi hijo
no pudo elegir a una chica mejor que tú.
—Creo que pudo elegir a alguien mejor. —el chasqueó
la lengua y negó.
—Yo veo que tú quieres al Edward que cuanta un par
de chistes muy malos y que le gusta ver películas de horror y leer libros
clásicos. —suspiró. —Me alegra de ver que ves al hombre y no sólo te dejas
guiar por el apellido como lo hace la mayoría. Eres una buena chica y estoy
encantado de tenerte en la familia.
—Yo lo quiero, al principio lo odiaba porque era
desquiciante, pero pronto descubrí que sólo era una careta y cuando me dejó
conocer al hombre que es en realidad no pude evitar enamorarme de él. —me
sonrojé al descubrir que le había confesado mis más secretos sentimientos al
hombre que prácticamente era mi suegro.
Noté como Edward bailaba con su madre que no dejaba
de hablar con él y el sólo sonreía y de vez en cuando negaba y rodaba los ojos
causando una suave sonrisa. Terminamos de bailar y me llevó hasta donde estaba
Edward con su mujer y pidió que intercambiaran parejas.
Estar en los brazos de Edward era lo que más me
gustaba, me hacía sentir relajada y sobre todo protegida. No fui consciente de
cuantas piezas fueron las que bailamos pero lo único de lo que estaba consiente
era de la cantidad de miradas que estaban puestas en nosotros.
—Causas revuelo. —me susurró al oído al tiempo que
me pegaba más a su cuerpo.
—Compórtate. —golpeé suavemente su pecho y soltó
una risita.
— ¿Tienes idea de la cantidad de hombres que te
miran con deseo? —me estremecí y él sonrió. —Pero eres solo mía.
—Completamente. —lo miré a los ojos y supe que me
iba a besar, pero lo que menos deseaba era dar más de que hablar así que gire
mi rostro con suavidad dejando que sus labios terminaran en mi mejilla.
Le pedí sentarnos ya que teníamos mucho tiempo de
pie bailando, él no se opuso y me guio hasta nuestra mesa, pero antes de que
pudiéramos llegar a nuestro destino un par de hombres comenzaron a hablar con
Edward que al principio trató de librarse de ellos alegando que era una fiesta
y no quería hablar de trabajo, pero hubo algo que llamó completamente su
atención y comenzó a hablar de negocios y yo sólo presioné su mano en señal de
que me marchaba, más no fui a nuestra mesa. Salí a la terraza que estaba
iluminada, me recargué en la barandilla de piedra cerca de la escalera que
llevaba al hermoso jardín iluminado.
Cerré los ojos y pude relajarme después de estar ya
varias horas dentro de ese salón, fingiendo ser alguien perfecta para Edward.
—Luces demasiado segura. —me giré y vi a Jane que
se acercaba contoneándose. —Puede que creas que Edward es tuyo, pero yo siempre
consigo lo que quiero.
—Parece que esta vez no lo conseguirás. —le
aseguré.
—En estos momentos él te muestra como un trofeo,
pero jamás pasaras de calentar su cama. —apreté los labios y mis puños para no
golpearla. — ¿Es lo que haces, no?
—Puedes decir lo que quieras, pero tú jamás sabrás
lo que es estar en sus brazos y sentir…—enarqué una ceja al escuchar su risa.
—Me alegra que tengas sentido del humor.
—No puedo creer que seas tan estúpida, para él no
eres más que una aventura. —se acercó hasta quedar a sólo unos pasos de mí. —
¿En verdad creíste que sentía algo por ti?
—No sé que es lo que estás buscando, pero más vale
que de una vez te des cuenta de que Edward es un imposible para ti. Para él no
existes.
—Si no existo como…—sonrió ampliamente y dejo sus
manos en su cintura. — ¿cómo explicas que estemos comprometidos?
—Estas realmente enferma—pero noté que ella seguía
sonriendo y como saludaba a alguien, a mis espaldas al girarme miré a Edward y
como su semblante se ensombreció de pronto.
—Toda esta gente te mira no por que creas que luces
hermosa, todos te miran porque saben que eres su amante. Él te muestra a todos
como un trofeo. —se encogió de hombros y soltó una suave risita. —Que mal estar
en tu lugar.
—Edward no haría eso. —gruñí molesta y ella me dio
la espalda quedando cerca de las escaleras.
—Este compromiso no es de ahora, aunque no me
agradaba era mejor permitir que Edward tuviera un par de aventuras sabiendo que
al final sería solo mío. Tu eres una más en su lista.
—Cállate—murmuré sintiendo como todo lo que había
creído se iba rompiendo y como mi corazón me dolía de una manera que no había
sentido nunca.
— ¿Quien es la estúpida ahora? —se burló y yo solo
sentí como las ilusiones que había albergado se esfumaban. — Haré que él no te
perdone.
— ¿Qué pretendes…— su semblante cambio como si
pareciera asustada y di un paso hacia atrás, tardé un segundo en darme cuenta
lo que pretendía, ella perdió el equilibrio, intenté tomar su brazo pero ella
lo apartó y cayó por las escaleras ante mis ojos.
Todo fue demasiado rápido antes de que pudiera
reaccionar vi a Jane llegar al final y escuché que alguien gritaba su nombre
detrás de mí, alguien y me tomó del brazo y me apartó bruscamente y en seguida
noté que había sido Edward que bajaba los escalones de dos en dos hasta llegar
a Jane que sonrió al verlo y estar en sus brazos.
— ¿Qué fue lo que hiciste? —unas uñas se encajaron
en mi brazo y no pude evitar una mueca de dolor, intente apartar mi brazo de la
mano de Esme, pero ella no lo permitió.
—Ella perdió el equilibrio.
— ¡Jane! —gritó una mujer que llegó hasta nosotros
y bajó los escalones de prisa, intercambio unas palabras con Edward y subió de
nuevo las escaleras y entró corriendo al salón gritando el nombre de su esposo
provocando que todos quisieran saber que es lo que había sucedido.
Edward la tomó en sus brazos y ella se acurrucó en
su pecho, quise apartarme de su camino pero al girarme choqué con un camarero
que llevaba una charola con copas que terminaron estrellándose en el suelo y un
par de ellas en mi vestido, me giré sólo para ver que había visto mi torpeza y
me lanzó una mirada fría. Yo no la había empujado como parecían creer, sabía
que debía de salir de ahí.
Entré al salón para tomar mi bolso y cuando lo
tenía en mi poder una mano se cerró en mi brazo haciéndome daño.
—Quiero que te largues de esta casa. —la voz era
dura y noté que la mirada de Eleazar estaba oscurecida por la rabia.
—Yo no…
—No quiero volver a verte, esto te costara muy
caro. —me soltó y yo salí lo más deprisa que mis pies me permitieron, bajé las
escaleras corriendo, al final resbalé y caí de rodillas en el camino de grava
haciéndome daño en las manos, me levanté como pude y comencé a caminar tratando
de alejarme del lugar.
— ¡Perfecto! —gruñí al sentir que comenzaba a
llover y mi vestido se estaba empapando. Pero que importaba, nada podía salir
peor.
No tenía idea de cuanto llevaba caminando y mucho
menos sabía si iba por el camino correcto, el agua ya me había empapado y
sentía como mi moño se estaba destrozando y como algunos mechones se habían
escapado pegándose a mi rostro.
Un auto se detuvo unos metros delante de mí y vi a
Edward salir del auto, fue hasta mí y me tomó del brazo sin una pizca de
delicadeza y me lanzó dentro.
—Yo…
—Hablaremos llegando a casa. —gruñó sin mirarme y
le gritó al chofer que se diera prisa.
Estaba pegada en una de las orillas del asiento
mientras que él iba en otro extremo murmurando palabras que no lograba
entender, pero sabía que estaba molesto. Cuando el auto se detuvo bajé y entré
sin mirar atrás, pero me alcanzó cuando llegué al ascensor, me tomó del brazo y
me empujó por el pasillo hasta llegar a la puerta del departamento y me hizo
entrar.
— ¿Cómo pudiste? —gritó apenas la puerta se cerró.
—Yo no la empujé.
—A lo que yo vi parece que lo hiciste y ella
asegura que así fue.
—Está mintiendo. —grité furiosa. — dijo que haría
algo para que tu te enfadaras y lo consiguió.
—Jamás haría algo tan estúpido como eso. Ella es
una chica delicada mientras que tú no puedes entrar en esa categoría.
— ¿Entonces qué es lo que soy? —pregunté aparatando
los mechones que se habían pegado a mi rostro.
—Por tu entrenamiento en el FBI, eres más fuerte
que cualquier chica.
—Tienes que creerme, yo no la empujé. ¿Qué ganaría
yo? —me acerqué a él e intenté tocarlo pero se apartó de mí. — ¡Claro! Entre
ella y yo, su palabra tiene mayor peso.
—Es que desde donde yo estaba pareció que la
empujaste.
—Es ahora cuando debes de confiar en mí. —le dije,
más él sólo miró el suelo dándome a entender que no me creía en lo absoluto,
eso me hizo enfurecer aún más, una serie de temblores sacudieron mi cuerpo, no
era por el frio sino por el dolor de que después de tanto tiempo el aún no
confiara en mi, entonces me pareció estar escuchando la voz de Jane que repetía
lo de su compromiso y como había jugado conmigo. — ¿Te divertiste jugando
conmigo? —grité cerrando los puños y dándole un golpe en el pecho sabiendo
perfectamente que le había hecho daño.
—No hablas con el más mínimo sentido. —tomó mis
muñecas con fuerza y me separó antes de girarse y dirigirse a la puerta.
— ¿Vas con ella? —pregunté furiosa sintiendo como
mi corazón latía rápidamente provocando un dolor que no iba a demostrar. Estuve
tentada a decirle que si se marchaba yo lo haría, pero no tuve el valor ya que
me negaba a perderlo, tenía que escuchar de sus labios si ese compromiso era
verdad, él no me podía estar engañando por tanto tiempo.
— ¿A dónde más? Hablamos mañana. —fueron sus
últimas palabras antes de salir y dejarme sola en el vestíbulo. Me dejé caer y
me permití llorar.
Él se había marchado y me había dejado sin
escucharme de verdad, a él le había preocupado más el estado de Jane, era obvio
que la rubia tenía razón y yo en realidad nunca había representado nada
importante, sólo había sido una aventura, alguien con quien se acostaba y
mostraba a los demás como trofeo, conmigo demostraba que no había nadie que se
resistiera al gran Edward Cullen.
Me odié por ser tan estúpida pero antes de tomar
una decisión tenía que hablar con él. Tenía que escuchar de sus labios que yo
no le importaba y que lo que había dicho Jane era verdad. Aunque las señales
eran claras tenía que escucharlo de él, me negaba a creer lo que estaba claro.
Perdí la noción del tiempo y cuanto fue el tiempo
que estuve en el pasillo llorando y lamentando mi estupidez, me levanté
sabiendo que necesitaba una ducha y tal vez si conseguía dormir un poco al día
siguiente podía ver las cosas de manera diferente y… nada iba a cambiar todo
había terminado.
Me di una ducha y me metí en la cama donde me la
pasé llorando casi toda la noche, esperaba que Edward llegara, pero eso no
sucedió. La mañana no tardó en llegar y yo había dormido muy poco, así que
sabiendo que no podría me levanté y fui a prepararme un café agradeciendo que
ese fuera el día libre del ama de llaves.
Me quede de pie frente al ventanal al final del
pasillo donde podía observar la ciudad. Todo se había terminado y yo
estúpidamente aún me intentaba aferrar a que fuera una mentira y que todo lo de
la noche anterior fuera una pesadilla.
Cuando el timbre sonó, limpié las lágrimas de mis
mejillas, dejé la taza en una mesita que estaba en el pasillo, abrí la puerta
lentamente pero esta se abrió de golpe haciéndome perder el equilibrio y caer
al suelo, levanté la mirada para encontrarme de frente con Esme que me estaba
mirando con odio.
—Me vas a escuchar. —fueron sus palabras antes de
cerrar la puerta de golpe y mirarme despectivamente.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
Aaaaaaaahh odio a Edward, Jane y Esme; no te preocupes la historia te quedo estupenda pero es que GGGRRRRRRRR MALDITOS
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