Cambios forzados.
Apreté la servilleta que estaba sobre mis piernas y
traté de mantener mi rostro sereno y en calma. La rubia que estaba delante de
mi estudió rápidamente el menú e hizo una seña al mesero que de manera
servicial tomó su pedido y se marchó para ir a buscar su bebida, que había sido
lo único que había pedido y me mostró que no estaría mucho tiempo ahí.
— ¿Puedo saber qué haces aquí? —pregunté y ella
sonrió.
—Quería hablar contigo. —sonrió ampliamente.
—Honestamente me sorprendió que aún siguieras aquí, pensé que Edward te echaría
cuando supiera la manera tan desagradable en la que habías tratado a Esme.
—Debes de esforzarte otro poco. —le sugerí dando un
sorbo a mi copa mirando con alegría el desconcierto en el rostro de la chica,
ya que no esperaba esa respuesta. —No soy una mujer a la que puedan asustar
fácilmente.
—Todos saben la clase de mujer que eres, pero
parece que eres tú la que no se ha dado cuenta.
—Di de una vez que es lo que quieres. —dejé la copa
con un poco de fuerza haciendo que un poco del líquido salpicara el mantel.
—Edward es mío. —sus ojos resplandecieron. —Te
sugiero que te alejes antes de que sea demasiado tarde.
— ¿Me estás amenazando? —enarqué una ceja.
—Sólo es una advertencia. Puede que tú por ahora
tengas la atención de Edward, pero te aseguro que eso no durará mucho, él me
pertenece y sé que pronto estará conmigo. Además… ¿a quién crees que elegirá?,
¿a una chica común y corriente que no tiene una pizca de educación o a una
mujer que es de su misma clase y que posee cada una de las cualidades que la
sociedad marca?
—Te aviso que esta es otra época y que los
matrimonios ya no se basan sólo en seguir un protocolo.
—Puede que en tú mundo no, pero en el nuestro es
algo importante. Y querida… tú has demostrado que no posees nada de lo
requerido. —Se puso de pie antes de darme tiempo de replicar. —Aléjate de lo
que es mío antes de que acabe contigo.
Dejó un billete sobre la mesa y se marchó
contoneándose. Yo deseaba ir tras ella y dejar claro que su actitud amenazante no
me asustaba en lo más mínimo, pero debía de comportarme. Parecía que todos se
negaban a mi relación por que creían que carecía de la educación y los modales
a los que ellos estaban acostumbrados, les demostraría que yo podía ser la
clase de mujer que todos esperaban que fuera la compañera de Edward.
Con ese pensamiento optimista en mi mente, disfruté
de mi comida y después me dirigí a una librería donde encontré un par de libros
que estaba buscando, tenía que aprender las normas básicas de etiqueta.
Durante la primera semana leía y trataba de poner
en práctica cada una de las cosas que había aprendido, la prueba más fuerte fue
cuando ese fin de semana acompañé a Edward a una cena con sus padres en un
restaurante bastante exclusivo.
—Edward… no tengo nada apropiado para ir a esa
cena. —le dije después de que me avisara el plan que había para la siguiente
noche.
—Podemos ir a que compres un par de cosas, pero
esta vez me gustaría ser yo quien pague las cosas. —tomó mi mano sobre la mesa
y yo lo miré a los ojos y aunque deseaba decirle que yo podía hacerlo sabía que
esta vez podía hacer una excepción.
—Sólo por esta vez. —dije con una sonrisa y me
sorprendió la sonrisa enorme que apareció en sus rostro.
Ese mismo día en lugar de ir por la tarde al
trabajo me acompañó a un par de tiendas ubicadas en la mejor zona y que
exclusivamente contaban con trajes de diseñadores reconocidos y que costaban
una fortuna. Pero evité ver los precios y me probé un par de vestidos que me
habían gustado con sólo verlos un instante. Había salido del probador para que
Edward diera su opinión y hasta el momento cada modelo había obtenido su
aprobación.
—No sé cuál es el que debo de elegir. —dije
saliendo con un vestido azul que llegaba debajo de la rodilla y el cual todavía
no entendía porque me había hecho probármelo ya que al restaurante al que
asistiríamos no podría llevarlo.
—Pruébate otro par y elegimos cual te va mejor. —me
encogí de hombros y regresé al probador.
Después de un par de vestidos más decidí que ya
había sido suficiente y tras una corta charla con Edward me dejó elegir el que
creyera más adecuado. Me tomó unos segundos elegir un vestido negro con la
espalda descubierta y que resaltaba por la sencillez de su diseño.
—Si es el que quieres. —dijo sonriendo y dándome un
beso en los labios. Me hicieron probarme zapatillas y accesorios.
Me sentí mal por dejar que pagara por todo, no era
la clase de mujer que estaba esperando que un hombre pagara mis cosas y ahora
lo estaba haciendo sólo por complacer a Edward. Todo lo estaba haciendo por él
y solo esperaba que lo valorara.
Al salir de la tienda donde quedaron de enviarnos
las compras, nos dirigimos a un pequeño restaurante de comida internacional que
se desvivieron por atender a Edward, en ese momento me di cuenta de lo mucho
que el dinero llegaba a hacer cambiar a las personas.
Durante el trayecto del restaurante a casa Edward
comenzó a besarme suave y sugerentemente dejando claro lo que sucedería a
llegar al departamento. Intenté detenerlo no porque me molestara si no porque
su chofer claramente podía vernos por el espejo retrovisor y no era nada
agradable.
—Es como una tumba. —me susurró Edward notando que
mi resistencia se debía a su empleado.
—Tumba o no, no es un comportamiento apropiado. —le
dije poniendo la mano sobre su pecho.
—Últimamente has cambiado un poco, luces más…
femenina. —dijo capturando mi labio inferior entre los suyos y tirando
suavemente.
— ¿Quieres decir que no lo era? —traté de sonar
molesta y el negó con un simple movimiento de cabeza, tiró suavemente de mi
cabello para dejar mi cuello al descubierto y comenzar a dejar un camino de
besos.
—Siempre has parecido una chica, es sólo que
últimamente has abandonado los jeans y optas por las faldas o vestidos, además
de que las zapatillas altas parece que ya no son tus enemigas. —mordió el
lóbulo de mi oreja y tuve que morderme la lengua para no gemir. —Me encantas y
ahora únicamente quiero averiguar si tu ropa interior sigue siendo la misma o
también las has cambiado por algo más pequeño y revelador.
— ¡Edward! —lo golpeé en el pecho avergonzada por
sus palabras.
—Me gusta tu ropa interior, pero aún hay cosas más
pequeñas y lindas.
Al llegar al departamento comenzó a besarme con
desesperación y yo no traté de frenarlo, me uní a él dejando que al igual que
sus manos la mías comenzaran a recorrer parte de su cuerpo. Mi espalda no tardó
mucho en quedar pegada a la puerta y sus manos entraron debajo de mi falda.
—Te deseo tanto. —murmuró contra mi cuello.
Me levantó e hizo que envolviera mis piernas en su
cintura y nos llevó a su pequeño despacho donde me dejó hacer suavemente sobre
el diván. Las prendas de ropa salieron sobrando al igual que las palabras, en
ese momento ambos sólo estábamos disfrutando de las sensaciones y tratando de
que el momento fuera tan intenso como encuentros anteriores. Los besos se
hacían cada vez más ardientes y las caricias más intensas, se frotaba contra mí
haciendo que todo pensamiento coherente abandonara mi cabeza y que sólo deseara
sentir como se unía a mí.
—Dime qué es lo que quieres. —preguntó en mi oído
con la voz ronca y si dejar de frotarse haciendo que mis pensamientos fueran
irracionales y que nada saliera de mi boca. —Dímelo preciosa.
—A ti, te necesito a ti. —dije con hilo de voz y no
tardó en adentrarse en mi cuerpo y moverse con decisión, ambos gemíamos por las
sensaciones alcanzadas, sentía como acariciaba cada parte de mi interior
llevándome a una sensación más intensa y placentera.
—Te amoldas como un guante. —me dijo acelerando el
ritmo y gimiendo mi nombre cada vez más fuerte, dejé de pensar y disfruté cada
roce, caricia y beso lleno de pasión.
Escuché repetidamente su nombre y me sorprendió el
escuchar la voz suave y excitante que lo pronunciaba, debido a la excitación mi
voz había cambiado dando un tono sexy e incitador.
—Vamos preciosa. —fueron las últimas palabras que
escuché ya que mi cuerpo se contrajo en una serie de espasmos dejando mi mente
en blanco y sintiendo como cada fibra de mi cuerpo parecía relajarse después de
tocar la cima. Unos segundos después, él lanzó un gruñido y su cuerpo se puso
rígido, señal de que al igual que yo había alcanzado el punto más alto.
Se dejó caer sobre mi aplastándome con su cuerpo,
pero no era una sensación desagradable al contrario, acaricié su espalda con la
yema de mis dedos de manera suave sin poder evitar la sonrisa que se formaba en
mis labios al saber que éste hombre era mío, para muchos era imposible imaginar
que detrás de esa careta de hombre mimado, egocéntrico, había un hombre atento,
cariñoso y que estaba segura me quería.
El sonido de su móvil fue el que me hizo salir de
la ensoñación, se levantó gruñendo y empezó a buscarlo, pero fui yo quien lo
encontró debajo de mi blusa, antes de extendérselo noté como en la pantalla
aparecía el nombre de Annett. Se colocó rápidamente los calzoncillos y tomó el
móvil en sus manos.
—Es algo urgente. No tardo. —me dijo guiñándome un
ojo—Cullen. —dijo saliendo del despacho y cerrando la puerta detrás.
Me vestí rápidamente para salir del despacho e ir a
la habitación y poderme dar una ducha, pero al entrar a la habitación me
encontré la cama con varias bolsitas. Me acerqué sin saber de qué se trataba y
al abrir un par de ellas, vi que dentro había accesorios que recordaba haber
visto en la tienda. Algo en mi interior me llevó al armario y ahí donde había
sólo un par de prendas ahora se encontraba cada uno de los vestidos que me
había probado al igual que abrigos y las zapatillas finamente acomodadas.
—Veo que ya viste la pequeña sorpresa. —murmuró
detrás de mí.
—Esto es una locura. —lo encaré molesta, una cosa
es que hubiera aceptado que comprara el vestido que utilizaría al día siguiente
por la noche y otra muy distinta que comprara todo un nuevo guardarropa. —Te
gástate una fortuna.
—Tú lo vales, además me encantó como te veías con cada
uno de esos vestidos. —silenció mis protestas con sus labios.
Siempre me había caracterizado por ser una mujer
independiente y no deseaba cambiar eso, pero parecía que debía de sacrificarme
un poco para que Edward se sintiera aún más cómodo ya que él estaba
acostumbrado a llenar de regalos caros. Aunque no me gustaba los aceptaría pero
ya encontraría la manera de pagar cada uno de ellos.
EVOP
Los cambios de Bella eran algo inesperado, pero me
gustaba ver a la nueva mujer que estaba a mi lado, había abandonado casi por
completo sus trajes de pantalón, y los había cambiado por vestidos de tela
vaporosa que se ajustaban a su hermosa silueta remarcando su fina cintura, y
también por faldas que aunque eran encima de la rodilla se ajustaban al
contorno de sus caderas dándole un aspecto muy sexy. Era la mujer más hermosa
que había conocido.
Cuando llegué a casa la encontré frente al espejo
terminando de arreglar su cabello y la sola visión de ese hermoso ángel me dejó
sin habla y no pude evitar sonreír como un completo estúpido.
—Será mejor que te des prisa, no debemos llegar
tarde. —me dijo mirando por el espejo y regalándome una pequeña sonrisa.
—No tardaré nada.
Al salir de la ducha ella ya estaba lista y
esperándome, al verme se acercó deslizándose suavemente hasta llegar frente a
mí, apartó mis manos de los botones de la camisa, las dejé a mis costados
mientras que ella se hacía cargo de abrocharla y a continuación de hacer el
nudo de la corbata. Cerré los ojos sintiendo el suave movimiento de sus manos y
aspirando su aroma tan particular que me hacía perder la noción del tiempo y
solo podía pensar en…
—Piensa en otra cosa, ya no hay tiempo para una
ducha helada. —dijo con burla dando un beso en mejilla.
—Es lo que provocas mujer. —le dije y ella soltó
una pequeña risita.
El camino al restaurante ella sólo tomó mi mano y
no me permitió que tocara otra parte de su cuerpo. Algo que no me agradó, pero
que gracias a ese detalle no llegamos con la respiración irregular. La ayudé a
bajar del auto y por primera vez parecía no sentirse cohibida de entrar a un
restaurante de la categoría que había elegido mi madre. Dejamos nuestros
abrigos y seguimos al maître que nos dirigió a la mesa en la que ya estaban
nuestros padres esperando por nosotros.
—Llegan con unos minutos de retraso. —dijo mi madre
que apenas me dirigió una mirada y estaba observando el vestido que llevaba
Bella. —Lindo vestido, ¿Versace?
—Armani para ser exacta. —dijo la castaña sin dejar
de sonreír y después saludo a mi padre con cortesía y hablaron de su salud de
manera rápida. En seguida se volvió hacia mi madre que por alguna extraña razón
parecía algo molesta. — Luces tan hermosa como siempre Esme.
—Gracias querida, tu cambio es toda una revelación.
—enarqué una ceja por el tono con el que había terminado su frase.
—Luces muy hermosa, Isabella. —mi padre le guiñó un
ojo y ella sonrió tímidamente.
Revisamos el menú antes de proseguir con la
conversación, esta vez Isabella ordenó sin reparo e hizo una elección muy
acertada.
En el transcurso de la velada me sorprendió ver
como la mujer que estaba a mi lado parecía estarse divirtiendo: sonreía y de
vez en cuando dejaba escapar una suave risita. Cuando llegó la comida acertó en
los cubiertos que debía de utilizar y siguió charlando con mi padre y mi madre
que parecía cada instante estar más molesta, y de vez en cuando la escuché
hacer comentarios no muy apropiados, que dejé pasar ya que Bella no parecía
entenderlos o simplemente los estaba dejando pasar, era un cambio sorprendente.
Al término de la velada mi madre estaba con el ceño
fruncido y se disculpó por su estado de ánimo ya que sufría uno de sus tantos
dolores de cabeza que la hacían estar de mal humor.
—Debiste de posponer la cena. Bella no tenía porque
soportar tu…—le dije ceñudo.
—Déjala Edward, tu madre se tomó la molestia de
cenar con nosotros aún cuando no se sentía bien, eso demuestra la buena
educación que posee. —me dijo Bella mirándome seriamente y después le lanzó una
sonrisa a mi madre que parecía aturdida. —Ignóralo Esme, y espero que te
recuperes.
Mi madre parecía tan extrañada como yo, pero por
una parte me alegraba de ver que Bella estaba poniendo de su parte para
acercarse a mi madre; aunque ella había hecho comentarios nada agradables ahora
entendía que se debían a su dolor de cabeza y no porque estuviera siendo
desagradable con Bella, me quitaba un peso de los hombros al saber que tal vez
era el comienzo de una amistad entre ambas y eso me hacía sentirme casi
completo.
Al llegar a casa di rienda suelta al deseo, en
cuestión de minutos estuvimos en nuestra habitación desnudándonos mutuamente
sin dejar de besarnos y tocar nuestra piel que comenzaba a arder de deseo.
Cada vez que la hacía mía no podía evitar pensar en
lo bien que nos acoplábamos y como parecíamos que habíamos sido hechos el uno
para el otro. Desde que ella había llegado a mi vida, mi cuerpo sólo parecía
responder al suyo como el de un adolescente y las demás mujeres habían pasado
al olvido. Bella me importaba más de lo que cualquier otra mujer lo había hecho
anteriormente.
La siguiente semana estuvo llena de trabajo, pero
eso no me impidió ver que el cambio que había notado en Bella seguía su curso,
parecía que era una realidad, había dejado abandonada su ropa que no hacía más
que ocultar el hermoso cuerpo que poseía y ahora con su nueva ropa lo estaba
resaltado, más eso también tenía un enorme inconveniente, muchos de los hombres
la miraban de una manera muy poco agradable y no era difícil saber que estaban
tratando de adivinar que había debajo de sus finas prendas.
Cada tarde me daba prisa para llegar a casa y
llevarla a cenar o a alguna obra de teatro, el que fuera de mi brazo me hacía
sentir orgulloso y más al ver la mirada de muchos de los hombres que reparaban
en su belleza e inmediatamente apartaban su mirada cuando notaban que esa mujer
era mía. Había despertado una fibra sobreprotectora y hasta había descubierto
lo que eran los celos, pero era algo que trataba de ocultar ya que no quería
que ella supiera que me tenía en sus manos y se aprovechara de ello.
También seguí recibiendo llamadas de Annett que
cada vez llegaban en los momentos menos indicados y ya eran cerca de diez veces
las que Bella había visto el nombre de la pequeña aparecer en mi móvil, más
agradecía que ella siguiera confiando en mi y que no atendiera las llamadas ya
que todo lo que estaba haciendo para que no se enterara de la verdad se iría a
la basura. Quería ser yo quien le contara las cosas tal y como habían sucedido
y, no que se enterara por otras personas que le contarían una historia que no
sería la correcta.
Me había inventado toda una historia sobre un nuevo
negocio y Annett era la asistente de mi nuevo potencial cliente por lo cual me
llamaba continuamente para que resolviera las dudas que surgieran por lo que
tenía que atender cada una de las llamadas.
—Creo que deberías decirle a esa mujer que al menos
te deje dormir. —protestó cuando mi móvil comenzó a timbrar después de llegar
del teatro mientras me desnudaba.
—Lo siento cariño. Son negocios. —me disculpé
atendiendo la llamada y escuchándola bufar.
El viernes por la noche la llevé conmigo a una
exclusiva cena de negocios donde algunos de mis clientes iban en compañía de
sus esposas. Lo que parecía sería una cena tranquila y agradable fue bastante
pesada ya que la mayoría de las mujeres dejaban fuera a Bella de sus
conversaciones y la seguridad que siempre proyectaba parecía irse
desvaneciendo, pero bastaba un ligero apretón de mano y una mirada entre ambos
para que ella se relajara y le restara importancia.
—Ignóralas cariño. —le dije mirando a dos de las
mujeres que me sonrieron y que yo devolví la sonrisa de manera forzada
dejándoles ver que no me gustaba el trato que le estaban dando a mi
acompañante.
Después del postre y notando la incomodidad de
Bella y que las mujeres seguían con su comportamiento hostil, limpié mi boca y
le pregunté a Bella si había terminado, ella sólo asintió y sonrió levemente.
—Creo que todo quedo aclarado y si ya no hay
ninguna duda, me marcho. —me levanté y noté el rostro contrariado de los
hombres.
—Pensamos que te gustaría tomar un par de copas más
con nosotros.
—Gracias, pero nosotros tenemos otros planes para
esta noche. —Las mujeres parecieron sorprendidas pensando en lo peor y yo
sonreí tomando la cintura de Bella y acercándola a mi cuerpo. —Iremos a ver la
nueva exposición de pinturas que llegó a la ciudad.
—He escuchado comentarios asombrosos. —dijo una de
las mujeres mirando a su marido que no se dio por aludido.
—También nosotros y por eso iremos. Que pasen una
linda noche. —me despedí de ellos no sin antes dejar pagada la cena.
La visita a la galería fue como un respiro, sin
tensión y donde podíamos ser un poco nosotros; la mantenía pegada a mi cuerpo
maravillado con sus expresiones de asombro después de que le explicara que es
lo que el artista había querido plasmar.
La siguiente semana traté de seguir igual, pero fue
la llamada de mi madre lo que me volvió a la realidad que hizo que mi tensión
se elevara y mis preocupaciones fueran una realidad, el sábado sería el baile y
en el cual debía de dar una respuesta a Eleazar, tenía solo un par de días para
pensar como decirle las cosas a Bella y tratar de que ella comprendiera, no
podía perderla. La única salida con la que contaba era contarle la verdad y
rogar para que permaneciera a mi lado.
Cada día que salía de la oficina me decía que era
el día de enfrentarme a ella, pero bastaba con verla para que la idea
desapareciera de mi mente, me perdía observando cada uno de sus gestos y sus
reacciones involuntarias ante mi cercanía y traté de memorizar cada una de sus
palabras durante nuestros momentos de intimidad.
El temible día había llegado y lo peor que podía
hacer era no asistir, tenía que presentarme y tratar de hacer ver a ese hombre
que lo que estaba pidiendo no era algo factible, que encontraríamos la manera
de que obtuviera su dinero sin atarme a una mujer que no despertaba ninguna
emoción en mi. Finalmente había llegado el momento de aceptar que mi padre
podía intervenir.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
AAAAAAAAAAAAAGGGGHHHHHH NOO!!!!! Edward es el hombre mas idiota del planeta (aun que se que en realidad la mayoría de los hombres son así) como es que cree que todo va bien, y porque no le dijo nada a Bella
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