Demasiado tarde.
—Estoy bien. —le dediqué una sonrisa y apreté una
de sus manos, lo necesitaba conmigo para no derrumbarme y parecía que lo había
notado.
—Ya te dije que no debías de estar tanto tiempo
aquí afuera… vamos, te llevaré a casa y te meteré en la cama donde quiero que
permanezcas. —me dijo con ternura y sorpresivamente me dio un beso en la
mejilla. Me miró a los ojos y se giró para ver a Edward que estaba furioso. —
Seguro que eres el nuevo cliente de Félix, permíteme llevar a esta hermosa
mujer a casa y estaré contigo.
—No soy ningún nuevo cliente, ni me interesa hablar
con Félix y mucho menos contigo, es con ella con la que quiero hablar. —me
señaló con los dientes apretados y los ojos llameando, su mirada estaba puesta
en las manos de Sam que continuaban rodeando mi cintura.
—Lamento decirte que eso no es posible, ella tiene
que descan…
—Creo que ella puede responder por sí sola y te
agradecería que quitaras tus manos de ella. —dio un paso acercándose hacía
nosotros pero Sam se movió rápido y me protegió con su cuerpo, eran casi de la
misma altura pero era obvio que Sam era más musculoso que Edward.
— ¿Y si no lo hago? —gruñó Sam quien tomó una de
mis manos y dejó que Edward viera que aún me estaba tocando.
—Por favor Sam —dije tímidamente colocando mi otra
mano en su brazo, no deseaba que mi amigo se enfrentara a Edward por mí, no
valía la pena.
—Tranquila cariño. —le dio la espalda y con su mano
libre tomó mi rostro y se inclinó como si fuera a besarme, algo que me dejó
paralizada. Puso sus labios en mi mejilla y luego me susurró "sígueme la
corriente"
— ¡Bella, tenemos que hablar! —dijo o mejor dicho
lo gritó.
—No creo que tengamos algo de qué hablar, y si me
disculpas me iré a casa a descansar. —Apreté la mano de Sam — ¿Me acompañas?
Como respuesta me levantó en brazos haciendo que
envolviera su cuello con mis brazos, pasó junto a Edward que solo miraba la
escena y apretaba los puños con tanta fuerza que hasta a mí me dolió levemente.
— ¡Volveré Bella, no me iré hasta que hablemos! —gritó
al tiempo que iba de regreso a su auto, lo encendió y salió del rancho de la
misma manera en la que había llegado haciendo que una nube de polvo se
levantara.
Sam no me soltó hasta que llegamos a casa, apenas
me dejó en el porche el ama de llaves salió asustada pensando que algo me había
sucedido ya que jamás había visto que Sam me llevara en brazos. La
tranquilizamos diciendo que solo había sido un calambre nada de lo que debería
de preocuparse.
Cuando se marchó dentro de la casa, Sam se aclaró
la garganta haciendo que lo observara. Me senté en el escalón del porche.
— ¿Puedo deducir que es el papá de tus bebés?
—preguntó sentándose junto a mí.
—Ya te había hablado de él. —me encogí de hombros.
— gracias por no dejarme sola.
—Con solo verlo parecía que te ibas a desmayar. —su
mano acarició mi espalda suavemente. — Parece decidido a hablar contigo, tal
vez ganamos el primer encuentro pero estoy seguro que seguirá insistiendo.
—Yo no quiero hablar con él. —apreté los labios, no
creía que el verlo me fuera a afectar de la manera que lo estaba haciendo, era
como si estuvieran abriendo una herida que estaba en mi pecho y que creí que
había comenzado a cicatrizar.
—Si lo quieres podemos seguir haciéndole creer que
ahora estás conmigo. —apretó mi mano. — Solo si realmente quieres alejarlo.
— ¿Crees que podría estar cerca de un hombre que
jugó conmigo? —pregunté con un nudo en la garganta y las lágrimas descendiendo
por mis mejillas.
— ¿Qué fue lo que le sucedió? —unos brazos fuertes
me envolvieron y me levantaron, el aroma era tan familiar, me pegué a su pecho
y dejé que las lágrimas siguieran fluyendo. —Tranquila pequeña, todo estará
bien.
Me tomó unos minutos el tranquilizarme, pero cuando
finalmente lo hice, dejé que Félix me llevara dentro de la casa y me dejara en
mi habitación, donde pronto caí dormida. Más esta vez Edward estuvo presente en
mis sueños.
— ¿Qué lees? —susurró Edward mirando sobre mis
hombros, tomó una de mis manos y la movió para que cerrara un poco el libro y
pudiera ver la portada. —Romeo y Julieta.
—Es un clásico. —me defendí sonrojada de que él
hubiera visto que era lo que me mantenía tan entretenida, la había leído un
millar de veces, pero no me cansaba de hacerlo.
—Me gusta más orgullo y prejuicio. —me giré
sorprendida de su respuesta, se encogió de hombros y para mi sorpresa se
acomodó detrás de mi dejándome entre sus piernas, sus manos sobre mis brazos y
su barbilla apoyada en mi hombro.
—"Mi único amor nació de mi único
odio". —recitó suavemente.
Me desperté con los ojos húmedos, esa había sido
una de las veces que él me había desconcertado, me había mostrado a un Edward
diferente. Golpeé la cama con el puño de mi mano, tal vez desde ese momento él
estaba fingiendo, me había convertido en un reto solo porque no había caído
rendida a sus encantos como él había esperado.
Me levanté y lavé mi rostro que mostraba claramente
las señales de que había estado llorando, el verlo de nuevo había mandado a la
basura todo lo que había conseguido en este tiempo ¿Por qué había regresado?
Tal vez si lo escuchara...
—No puedes estar pensando eso Isabella. —me dije
mirándome en el espejo. —él no ha hecho otra cosa más que lastimarte.
Me acomodé en el alfeizar de mi ventana, apoyé mi
espalda en el almohadón y dejé mis manos en mi vientre. Miré hacia afuera donde
el sol seguía iluminando los campos, ahí cerca de la entrada en uno de los
establos estaba Félix con Heidi que lo tenía abrazado y lentamente él bajó su
rostro hasta dejar que sus labios se encontraran. Aparté la vista de ambos ya
que era un momento íntimo, pero al cerrar los ojos unas imágenes aparecieron en
mi cabeza y comenzaron a reproducirse mostrándome la primera vez que había
estado con Edward.
Acomodó mis manos sobre mi cabeza y besó mis labios
justo al tiempo que sentía una presión en mi interior y como lentamente se
abría pasó. Me separé de sus labios para tomar aire y gemir ante esa invasión.
— ¿Te he lastimado? —preguntó deteniéndose, yo
solo negué y moví mi cadera en una indicación a que continuara moviéndose y así
lo hizo hasta que lo sentí completamente en mi interior.
Una sonrisa se formó en mi rostro al recordar el
primer día y en que le había dicho que los hombres que más presumían de su
hombría eran los más pequeños, pero él no era para nada pequeño, es más me
sorprendía que hubiera entrado perfectamente en mí. Mis pensamientos se
esfumaron al tiempo que comenzó a moverse en un delicado vaivén, envolví mis
piernas en su cintura y liberé mis manos de las suyas y las dejé en su espalda.
Los movimientos fueron aumentando hasta llegar a un
grado que a ambos nos costaba respirar, los gemidos y murmullos estaban en la
habitación, capturó mis labios en una manera de ahogar nuestros pequeños
gritos. Encajé mis uñas en su espalda y sentí mi interior contraerse haciendo
que el roce se hiciera más fuerte y aún más placentero, sus labios dejaron los
míos y tomó uno de mis pezones entre sus labios, comenzó a succionar de manera
suave hasta llevarle al límite entre el dolor y el placer, mi cuerpo se
contraía y sabía que faltaba poco para llegar a la cima.
Un par de embestidas más y un grito salió de mis
labios, los músculos de mi interior se contrajeron presionando al visitante que
me había llevado al borde de la locura y que con esa presión también había
provocado que él terminara con un gruñido.
—Edward
—Bella—murmuramos al mismo tiempo con el poco
aliento que nos quedaba.
Se desplomó sobre mi cuerpo húmedo, acaricié su
espalda y fue en ese momento que me di cuenta que los dos estábamos cubiertos
por una fina capa de sudor. Lo sentí salir de mi interior y fue como si una
parte de mi me abandonara.
Tras cada recuerdo el dolor se hacía más intenso,
ahora más que nunca me reprochaba por ser tan débil y permitir que él entrara
en mi vida, me había demostrado que no era un hombre en el que debía de confiar
cuando delató nuestro paradero y nos había puesto en peligro. Había sido
egoísta en solo pensar en su comodidad y dejando que ese asesino nos
encontrara. Debí de mantenerme lejos cuando todo había terminado aquella vez,
pero me había dejado deslumbrar por una propuesta en la que él había dicho que
me quería. Todo había sido una mentira, lo único que había estado buscando era
tenerme junto a él mientras me encontraba entretenida o mejor aún mientras no
tuviera que casarse con esa estúpida rubia.
Solté una risita amarga cuando recordé a esa rubia,
tal vez al final de cuentas era justo lo que él necesitaba, una mujer que lo
único que buscaba era una buena posición y que no le importaba que el hombre
que debía querer estuviera con otra. ¿Quién en su sano juicio permite algo como
eso? ¡Eran unos enfermos!
En este momento agradecía el poder estar fuera de
todo ese mundo, un mundo lleno de mentiras, de platicas banales y apariencias.
Podía que ellas tuvieran educación pero prefería mi vida, la vida que mis
padres me habían mostrado, podía que no tuviéramos todos los lujos que ellos
poseían, pero nos teníamos a nosotros y eso era más valioso que cualquier cosa.
Había sido un estúpida cuando había cambiado solo
por demostrar que era la clase de mujer que Edward necesitaba. Al intentar
demostrar que era una mujer refinada e inteligente, había dejado de ser yo. Le
había permitido cambiarme y que me moldeara a su antojo cuando había jurado que
jamás cambiaria por un hombre. Se lo había dicho a él y había aceptado, una mentira
más que se sumaba a su historial, era un mentiroso y sabía que no debía de
creer en su palabra, mis hijos no debían de conocer a un hombre que vivía a
base de mentiras.
Los recuerdos eran dolorosos, pero esta sería la
última vez, no iba a permitir que ese hombre me afectara de esta manera. Ya me
había hecho mucho daño y no iba a dejar que hiriera a mis hijos.
Limpié mis mejillas y sonreí al escuchar mi
estómago gruñir, me levanté de mi lugar ya que había llegado la hora de comer
algo. Cuando llegué a la cocina me encontré con Heidi que iba entrando, al
verme me sonrió y me dio un pequeño abrazo.
El resto del día estuve bastante sensible y en
casa, temía que si salía en ese momento Edward podría regresar y me tendría que
enfrentar a él. Cosa para la que no estaba preparada.
Al día siguiente Félix me informó que tenía que
marcharse al Denver donde tendría unas negociaciones para la compra de un nuevo
rancho en Montana donde estaba pensando comenzar con la cría de ganado, quería
expandirse y esa era una buena oportunidad.
Al cabo de unas horas cuando estaba regando las
flores que habíamos plantado con Heidi escuché un automóvil llegar, al girar mi
rostro vi que se trataba de Edward. Cuando salió del auto miró hacia todos
lados y en cuanto me vio comenzó a caminar hasta donde estaba. Solo pude tomar
aire y tratar de tranquilizarme no le iba a permitir que viera lo mucho que me
afectaba, me giré para seguir con mi labor como si el hombre que se acercaba no
me importara.
—Bella…—escuchar la suavidad de su voz hizo que una
pequeña descarga recorriera mi columna.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté sin dejar de hacer mi
tarea.
—Quiero hablar contigo, necesito que me escuches.
—su mano tomó mi brazo y yo salté al instante como si me quemara, no es que
hubiera sido una sensación desagradable, al contrario, me había asustado de que
un simple toque siguiera haciendo que mi cuerpo reaccionara de esa manera.
—No tenemos nada de qué hablar Cullen, deja de
perder tu tiempo y márchate. — mi labio tembló ligeramente, cerré los ojos con
fuerza y respiré profundamente antes de girarme para verlo.
Ahí delante de mí estaba un Edward que denotaba su
cansancio, parecía que no había dormido mucho y me alegraba de que así fuera ya
que por su culpa yo no había logrado dormir con tranquilidad. Su mirada no era
para nada altanera o profunda, mostraba dolor uno que parecía atormentarlo.
—Aquí estás pequeña. —una sensación de alivio
invadió mi cuerpo cuando escuché la voz de Sam que se acercaba. — ¿Puedo
ayudarlo en algo? —le preguntó a Edward cuando llegó junto a nosotros.
—Solo necesito hablar con Bella.
—Isabella. —lo corregí. — Y te voy a pedir que no
regreses.
Tomé la mano de Sam y me lo llevé conmigo al
interior de la casa, cuando entramos no pude evitar girarme para ver que Edward
permanecía en el mismo lugar viendo hacia el horizonte, no se parecía en nada a
aquel hombre engreído sino más bien parecía un simple mortal y no el gran
hombre de negocios.
Por la tarde nos reunimos con Heidi y Emily que me
estaban ayudando a tejer un par de cosas para mis bebés, la mejor de las tres
era Emily ya que su abuela le había enseñado, más Heidi y yo éramos un caso
completamente aparte, éramos un desastre. En más de una ocasión había tenido
que volver a iniciar porque me había equivocado. Fue en ese momento que hablé
con ambas del regreso de Edward, cosa que ambas ya conocían y no pude evitar
sonrojarme cuando Emily me habló de que también sabía que ahora compartíamos a
Sam, pero lo mejor de todo era que ella no se molestaba por tomar prestado a su
novio para esta farsa.
Los siguientes días resentí que Félix no estuviera
en casa, pero me hablaba todos los días para saber cómo estaba, además de que
me aseguró que Sam estaba encargado de vigilar que Edward no me molestara. Pero
todos los días él se presentaba tratando de que habláramos, el fin de semana
estuve tentada a aceptar solo para que después me dejara tranquila, pero sabía
que si lo escuchaba corría el riesgo de sucumbir y mostrarme agradable con él
cuando no se merecía más que mi desprecio.
Me había mantenido ocupada en las tareas del
rancho, en aquellas que no me agitaban demasiado y que no ponían en riesgo mi
embarazo, estar colaborando en esas tareas me recordaba quien era y que las
cosas sencillas eran más importantes que estar rodeada de lujos. No me
importaba manchar mis manos o que mi ropa se ensuciara, era una chica de campo
y estaba orgullosa de serlo.
El domingo cuando regresaba de dar un paseo con Sam
me encontré con Edward apoyado en su auto, su mirada parecía seguir cada uno de
mis movimientos. Me detuve fuera del establo y espere a que Sam desmontara para
que me ayudara a bajar. Lo miré por unos instantes con desprecio y después le
dediqué una radiante sonrisa a Sam como si él fuera todo para mí en ese
momento, sonreía mientras por dentro sentía morir. No me giré para nada y seguí
a Sam que entró al establo, segundos después el sonido del auto se escuchó y
supe que se había marchado, al salir ya había desaparecido. Caminando a casa
recordé su mirada vacía y triste, estaba claro que mi desprecio le estaba
afectando y eso me alegraba, él estaba sintiendo un poco de lo que yo había
sentido.
El lunes tenía mi cita con la ginecóloga estaba
esperando por Sam para que me llevara ya que no me dejaban conducir. Miré el
reloj sabiendo que Heidi ya estaría en la clínica esperándome como las veces
anteriores, gesto que le agradecía ya que no me gustaba estar sola mientras que
la mayoría de las mujeres iban con sus parejas, pero yo tenía a mi amiga junto
a mí. Me apoyé en una de las columnas tocando mi vientre con suavidad.
— ¿Lista para conocer el sexo de los bebés?
—preguntó Sam señalando mi vientre.
—Solo ruego que esta vez sí podamos saberlo. —seguí
moviendo mi mano de manera circular.
Me detuve cuando sentí como dos pequeños se
comenzaron a mover, un movimiento que últimamente se había repetido y que me
seguía sorprendiendo.
— ¿Se están moviendo? —preguntó y yo asentí con una
sonrisa.
—Y son fuertes. —le dije.
— ¿Puedo? —preguntó sonrojándose, tomé su mano y la
dejé justo en el lugar donde uno de los pequeños estaba golpeando.
— ¿Segura que no te hacen daño? —preguntó al sentir
el ligero golpecito.
—Para nada. —dije sin ocultar mi felicidad.
Al levantar la vista me encontré con Edward que nos
miraba, el brillo de sus ojos se había extinguido y parecía como si le
estuvieran clavando algo, reflejaba un profundo dolor. Noté como su mirada
viajaba de mis ojos a la mano de Sam que seguía apoyada en mi vientre.
— ¿De verdad ya olvidaste lo que vivimos? —preguntó
con las manos en los bolsillos.
—Nada de eso fue cierto, todo junto a ti era
mentira. — me encogí de hombros.
—Déjame explicarte... —levanté mi mano en señal de
que se callara.
—No pierdas más tú tiempo, no entiendo cómo puedes
estar aquí en lugar de tus oficinas. El trabajo es tu vida y siempre eres indispensable.
—le recordé ya que él siempre le daba prioridad a su trabajo.
—Escúchame… por favor. —me sorprendió que
prácticamente me estaba rogando porque lo hiciera. Su voz se estaba quebrando y
sus ojos parecían humedecerse, una mentira más en la que no caería.
—Tenemos que irnos, no olvides el chequeo preciosa.
—me recordó Sam.
Asentí tomando su mano yendo hacia la vieja
furgoneta que estaba junto a un flamante auto del año. Miré a Edward por última
vez que miraba el suelo con los hombros caídos, parecía otro hombre. Cada vez
que sentía un momento de debilidad y que ansiaba abrazarlo me recordaba todos
los momentos que él me había utilizado y como me había humillado públicamente
paseándome ante todos, dejando claro lo que yo representaba para él: su amante.
Al llegar a la consulta me encontré con Heidi que
se estaba aguantando las ganas de reír, cuando pregunté el por qué solo me dijo
que era por que varias de las mujeres que habían pasado por la sala de espera
se le habían quedado mirando y había escuchado a unas cuantas decir que ella
estaba embarazada lo que era gracioso ya que Félix no la había tocado de esa
manera.
Finalmente ese día logramos descubrir el sexo de
los bebés que ambos resultaron ser dos pequeños, saberlo solo fue una
confirmación de lo que yo ya presentía, y cada minuto que transcurría ansiaba
más el poder tener a mis pequeños conmigo, me preguntaba… ¿ se parecerían a mí
o él? ¿Tendrían mi carácter o el de él?
Al llegar al rancho iba con una enorme sonrisa que
no abandonó mi rostro en ningún momento, hablé con mi madre que estaba
desesperada porque regresara a casa ya que había pasado ya mucho tiempo lejos,
además de que ya mi embarazo estaba avanzado necesitaba ir a terminar de
arreglar la habitación de los bebés y descansar ya que según ella después me
sería muy difícil dormir varias horas seguidas.
Esa noche cuando me fui a la cama, permanecí gran
parte despierta, acariciaba mi vientre y con una sonrisa recordé el momento en
el que estaba segura ambos habían sido concebidos.
Ansiosa comencé a desabrochar el botón de su
pantalón corto y el soltó una risita ahogada, se alejó de mis labios y fue
hasta mi cuello.
— ¿Impaciente?— susurró en mi oído haciéndome
gemir, al mismo tiempo estaba satisfecha por lograr que el botón y la
cremallera cedieran.
— ¿Tu qué crees?— dije metiendo las manos dentro
de sus bóxer y apretando su firme trasero.
Ambos nos olvidábamos de la sutileza y solo nos
guiábamos por instinto, uno que nos hacia gemir y retorcernos por sentir el
contacto más íntimo. Mis braguitas desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos,
y un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir una brisa rozar mis senos desnudos
¿cuando los había dejado al descubierto? Era una pregunta que no tenía
importancia ya que moría por sentirlo. Sus labios recorrieron mi recién
descubierta desnudez sin apartar sus manos de mis piernas.
Estaba ardiendo y lo deseaba con intensidad, sabía
que pronto él entraría lentamente en mí y yo experimentaría el placer más
intenso.
—Por favor— gemí mirándolo a los ojos para ver
la diversión bailar en ellos.
—Un poco más— pidió siguiendo con su tortura que
se intensificó al introducir un dedo en mi interior mientras su pulgar
comenzaba a masajear el pequeño botón que me hizo gritar por la sensación tan
intensa que recorrió mi cuerpo. Con sus hábiles manos en cuestión de minutos
experimenté uno de los orgasmos más placenteros, mi corazón latía muy deprisa y
me costaba respirar.
Rozó mis labios y solo sonreí sin abrir los ojos.
Mordí mi labio al sentir como lentamente se deslizaba en mi interior, mis
paredes aún estaban sensibles por el placer experimentado y sentirlo entrar tan
lentamente hizo que mi cuerpo despertara.
Comenzó a moverse cada vez rápido sin dejar de
gemir y repetir mi nombre, contraje mis músculos internos y cada roce era más
intenso, traté de mantener los ojos abiertos para ver cada una de sus
expresiones y como disfrutaba nuestra unión. Envolví mis piernas en su cadera y
dejé nuevamente mis manos en su trasero para asegurar que cada embestida fuera
profunda, no tardé demasiado en sentir unos espasmos conocidos que me llevaron
a sentir un nuevo orgasmo más él siguió con su tarea para alcanzar el clímax y
en el proceso experimenté uno más que me dejó aturdida, hasta que él se dejó
caer sobre mí con su respiración acelerada y el latido de su corazón lo sentía
en mi pecho. Era la primera vez que lograba un orgasmo múltiple y debía de
reconocer que era la experiencia más increíble de todas.
—Fue...— murmuró aún con la respiración
fallándole.
—Sorprendente—dije acariciando su espalda con
mis uñas haciéndolo gemir en el proceso.
Con esa imagen de los dos tendidos en la arena me
quedé profundamente dormida.
Como era común me levanté temprano para dar mi
paseo matutino que me ayudaba a despejarme, y para mi sorpresa ese día Edward
no apareció en ningún momento. Una parte de mi se sentía extraña pero agradecía
que finalmente se hubiera dado cuenta de que lo que sucedió entre nosotros
había terminado cuando descubrí todas sus mentiras.
Al día siguiente había tenido que ir al pueblo por
un par de estambre que necesitaba para seguir con mi labor. Cuando llegamos a
casa nos encontramos a Emily que ya me esperaba en el porche, fue hasta
nosotros pero antes de que llegara junto a mí se vio envuelta en los brazos de
su novio que la besó.
—¡Puaj! —exclamé con diversión al notar como mi
amiga se sonrojaba ante tal muestra de afecto.
— ¿Podrías comportarte? —espetó una Emily aún roja
como una amapola.
—Solo te extrañaba preciosa. —le dio un nuevo
pequeño beso y yo solté una risita que se vio interrumpida.
— ¿Qué significa esto? —preguntó una acerada voz a
mis espaldas, me giré y vi a Edward que nos miraba con los ojos llameando.
—Parece que quiere conocer la comisaria señor
Cullen. — me sorprendí al escuchar la voz de Félix quien no tenía idea que
había regresado. — Está en propiedad privada y no es bienvenido.
—Solo venia a despedirme de Bella, cuando me
encontré que durante estos días no había hecho otra cosa más que engañarme.
—apretó los puños y miraba a Sam con odio.
—Será mejor que…
— ¿Quieres hablar? —pregunté armándome de valor y
él asintió. —Pues si es la única manera de que me dejes tranquila, hablemos.
Sígueme.
Vi como los presentes me miraban sorprendidos, lo
llevé dentro de la casa al despacho de Félix en el cual sabía tendríamos
privacidad pero al mismo tiempo si necesitaba ayuda acudirían rápidamente, me
senté en una de las sillas y le indiqué la que estaba junto a mí, pero él
permaneció de pie, el momento del enfrentamiento había llegado era ahora cuando
debía dejarlo hablar para que de una vez me dejara tranquila y pudiera
continuar con mi vida.
—Te escucho.
—Sé que no soy tu persona favorita y que merezco
que me odies. —suspiró y se sentó en la silla que estaba junto a mí. — Pero si
te oculté eso fue porque iba a arreglarlo, yo no quería a Jane, el compromiso
fue obligado.
—Deja de mentir Cullen, Jane me lo dijo y después
tu madre me lo confirmó. —evité mirarlo al recordar ese feo momento. — ¿Y qué
fue lo de los periódicos? ¡Ella dijo que estaba embarazada!
—Eleazar amenazó con dejar al descubierto un
secreto que habíamos mantenido oculto ya que destruiría mi familia. —pasó una
mano por su despeinado cabello. —Seguro que sabes de Annett…
—Lo supe antes de que los medios se enteraran. —vi
la sorpresa en su rostro. —Demetri me entregó un informe tuyo donde encontró
información sobre Annett. —me levanté y me alejé de él. —estoy segura que
gastaste una fortuna para que nadie se enterara de tu secretito.
—Tú no lo entiendes Bella.
— ¿Qué no entiendo? ¿Qué mantuviste a tu hija fuera
de tu vida, que mientras esa pequeña crecía tu vivías la vida como el estúpido
playboy, egoísta, egocéntrico y superficial que eres? —mi voz se estaba
alzando. — Aunque los medios digan que es tu hermana yo no creo en eso, es tan
parecida a ti que es estúpido negarlo. No me sorprende que dejaras que pensaran
que era tu hermana para limpiar tu nombre. ¡Eres un mentiroso!
—Déjame que te explique cómo…
— ¡Creí en ti, me entregué por completo! —grité
apretando los puños sintiendo unas ganas enormes de golpearlo.
—Eres lo único que me importa. — mintió nuevamente
acercándose.
—No me toques, no te acerques. —me separé de él
evitando que sus manos tocaran mis brazos o cualquier parte de mi cuerpo. — ¿Te
das cuenta que fui yo la que puso todo de su parte para hacer que lo que
teníamos funcionara?, fui yo quien dejó todo para estar contigo, quien cambio
para encajar en tu mundo, quien fue humillada y señalada. Soporté a tu madre
que no hacía más que recordarme lo insignificante que era a tu lado. Ese fue mi
error. —tomé una bocanada de aire. — Mi error fue creer en ti después de que
por tu culpa nos había encontrado Alec, el permitir que me cambiaras y me
convirtieras en una más de tus conquistas, ¡me enamoré de ti!
—Yo...
—No te atrevas a decir que me quieres porque sabes
que no es verdad. — chillé furiosa. — en todo el tiempo que estuvimos juntos
dime ¿cuántas veces me dijiste que me querías o me amabas?
—Yo…
—Nunca lo hiciste, siempre fue simple deseo, me
repetías cada instante lo mucho que me deseabas y necesitabas que estuviera en
tu cama. ¡Dios! Permití que me utilizaras, me convertiste en una…
—No te atrevas a decirlo. —gruñó furioso al saber
que es lo que pretendía decir. —Te quiero Bella, estaba aterrado de lo que
sentía, siempre había tenido el control, pero contigo todo era nuevo y estaba
perdiendo el control y el que tú no supieras lo que sentía me daba un poco de
control.
—Y por mantener tu estúpido control me convertiste
en tu amante, en una prostituta ante los ojos de los demás. —se acercó
peligrosamente hacia mí, pero yo fui más rápida y me coloqué detrás de una
silla que usé como escudo.
—Tú no eres una prostituta. — la última palabra la
pronuncio con trabajo.
—Es en lo que me convertiste, para los demás eso
era.
—Todo el mundo sabía que estabas conmigo, solo
conmigo.
—Eso me convierte en una con un solo cliente, pero
al final todos piensan que lo era. —apreté la silla.
—Tienes que entender que me vi obligado a ese
maldito compromiso, cuando había aceptado no te conocía y por eso se me hizo
simple, no conocía lo que era querer a alguien y te juro que traté hacer de
todo para evitar casarme con esa mujer. —cerré los ojos con fuerza. — Tienes
que creer que Annett no es mi hija, es mi media hermana.
— ¡Por favor!—chillé furiosa levantando las manos,
¿hasta dónde era capaz de mentir? — ¿No te cansas de mentir?
—No estoy mintiendo.
—Dime si es tu hermana, ¿por qué fuiste tú el que
dio su nombre, y el que tenía que casarse con Jane, si era tu padre quien debía
de hacerse responsable?
—Fui yo quien puso a Charlotte en su camino, me
siento culpable por eso. Cuando lo descubrí me dolió pero no podía permitir que
dejara a esa niña sin recibir lo que le correspondía, así que convencí a su
madre para que aceptara que fuera yo quien le diera el apellido Cullen.
—Es la historia más tonta que he escuchado. —me
burlé sintiendo como las lágrimas bajaban por mis mejillas. — ¿Hay alguna
manera de comprobar tu historia fantástica?
—Charlotte murió en el mismo accidente que mi
padre. —su voz mostró el dolor que aún sentía, pero eso no impidió que mi
coraje se aplacara.
—Que conveniente situación, los dos supuestos
implicados han muerto lo que te da un escenario perfecto para mentir
nuevamente. —retrocedí cuando se abalanzo haciendo la silla a un lado.
—Yo no mentiría con algo como eso, mi padre era un
ser humano y cometió un
error por el que yo también me culpé y ya pagué el
precio. Te perdí. —respiró profundamente varias veces y cuando abrió nuevamente
los ojos se había tranquilizado e intentó tomar mis manos pero yo me seguí
aparatando. — dime una cosa… ¿Ese bebé es… es mío? —preguntó y noté como un
pequeño brillo cruzaba en sus ojos.
— ¿Qué te hace pensar eso? —crucé mis brazos sobre
mi pecho como si eso permitiera ocultar mi vientre.
—No sé de estas cosas, pero se nota bastante para
ser reciente. Además confío que nadie más te tocara.
—Te sorprendería saberlo. —me atreví a decir
notando como el color abandonaba sus mejillas.
EVOP
Me había costado mucho el encontrar a Bella, pero
cuando supe que estaba con su primo en Texas no dude en ir a buscarla, pero lo
que no esperaba era ver que ya había alguien más en su vida y que ella parecía
contenta de tener a ese hombre junto a ella.
Lo que más me sorprendió era ver que su vientre
había crecido y por la forma solo podía ser por un motivo, pero me atormentaba
el pensar que el bebé que estaba en su vientre fuera de otro hombre, daría
cualquier cosa porque ese bebé fuera mío.
Había descubierto que ella era una mujer que no
temía el ensuciarse ya que cada vez que intentaba hablar con ella la encontraba
en alguna de las labores del rancho, se veía linda con su nueva forma, el
brillo de sus ojos estaba presente cuando distraídamente su mano estaba tocando
su abultado vientre.
Me estaba volviendo loco al no conseguir que me
escuchara, cada una de sus negativas era como una puñalada en mi interior. Me
había mantenido en un pequeño hotel en el pueblo lejos de Annett que permaneció
en New York junto con su niñera ya que no creía conveniente que conociera aún a
Bella, primero necesitaba que ella conociera la verdad para que entendiera
porque me había comportado como un completo idiota.
Finalmente, después de poco más de una semana, me
había dado por vencido, así que decidí que regresaría y la dejaría tranquila.
Pero me sorprendí al ver el hombre que estaba siempre con Bella besaba a otra
mujer y la castaña no hacía más que reír lo que dejaba claro que me había
estado engañando todo este tiempo. La enfrenté y fue así como conseguí que me
escuchara, pero nada estaba resultando como lo había planeado, ella estaba
herida y sabía que tenía razón en estar tan molesta, yo había mentido una y
otra y otra vez hasta que esto se convirtió en una red de la que me fue difícil
escapar.
Tenía que saber sobre él padre del bebé y fue por
eso que en la primera oportunidad se lo pregunté, en mi interior esperaba
escuchar que el bebé era mío, más no esperaba que ella me diera a entender que
había estado con otro, cerré los ojos lo que fue un error ya que la imagen de
Bella con otro hombre apareció en mi mente, la manera en que sus ojos se
cerraban y su boca entreabierta dejaba escapar pequeños gemidos de placer, la
manera en que su cuerpo se removía, no podía creer que ella se hubiera
entregado a otro.
—No puede ser cierto. —la tomé de los brazos aún
cuando ella intentó aparatarse. —No pudiste estar con otro hombre, nadie más
que yo tiene derecho a recorrer tu cuerpo.
—No eres mi dueño, y yo soy libre de estar con
quien quiera. —su voz era entrecortada, y dejó escapar un sollozo.
—Dime que no es verdad. — la abracé y acaricié su
cabello que seguía siendo suave y desprendía esa agradable aroma.
—Soy tan patética. —se separó lentamente. — Estos
bebés son tuyos.
— ¿Bebés? —pregunté incrédulo y ella asintió. —
¿Son dos? —volvió a asentir.
—Pero aunque sabes que son tuyos no quiero nada de
ti, ellos me tendrán a mí y no te necesitaran.
—Son mis hijos.
— ¿Crees que voy a permitir que un hombre como tú
esté cerca de ellos?, no sabes hacer otra cosa que mentir. Ellos necesitan
amor, nada de lo que tú les puedas dar. — se alejó y sus palabras fueron con un
balde de agua helada. Ella tenía razón. — No vuelvas a buscarme.
Fue lo último que dijo antes de salir y dejarme
solo en el despacho de su primo. Cuando me recuperé salí y en el pasillo me
encontré con Félix que mantenía los puños apretados y esperaba recibir un golpe
en cualquier momento.
—Déjala tranquila, ella ya sufrió demasiado por tu
culpa.
—La a…amo. —dije con dificultad nunca había dicho
esas palabras.
—Tienes una forma de amar muy curiosa. —se burló.
—Pero hablo en serio Cullen, si sigues persiguiéndola me encargaré de hacerte sufrir.
No contesté y me marché, me quedé en mi auto
mirando a la nada y recordando todo lo que había sucedido en esa habitación.
Había descubierto que sería padre y al mismo tiempo sabía que no los tendría.
No podía renunciar a las únicas personas que sabía eran mi felicidad.
Fue ahí cuando vi que Bella salía envuelta en una
manta y caminaba hasta llegar a un pequeño banco de madera cerca de donde
estaban algunas flores. Fui hasta ella que miraba el cielo oscuro escarchado de
miles de estrellas que brillaban, pero lo más sorprendente fue ver una estrella
fugaz.
—Pide un deseo. — le dije recordando las palabras
de mi abuelo.
—Ya tengo todo lo que quiero: tengo el regalo más
hermoso que la vida me podría haber dado. —dijo sin dejar de mirar al cielo y
apretando la manta.
—Y yo perdí todo por no ver la gran mujer que tenía
a mi lado. No supe cuidarte. —dejé mis manos al borde del banco apretando la
madera. Ella se giró lentamente y sus ojos brillaban como si estuviera
conteniendo las lágrimas.
—Hay cosas que no podemos cambiar, del mismo modo
que no podemos borrar. Esta vez todo tu dinero no sirve de nada, ya que mi
perdón no tiene precio. Me lastimaste profundamente y marcaste mi vida.
—suspiró cerrando los ojos dejando que dos lágrimas bajaran por sus mejillas.
—Pero estoy aprendiendo a sanar. —abrió los ojos y me regaló una sonrisa rota.
—Se feliz Edward.
Esas tres palabras al final solo significaban una
cosa: un adiós. Ella se puso de pie y sorprendentemente me besó en la mejilla
para después marcharse rumbo a la casa. Después de todo parecía que la había
perdido de verdad, la única mujer que realmente me llegó importar y yo lo
arruiné.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
Agghh pobrecito Eddie creo que ya sufrió bastante
ResponderBorrarLloro
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