Mi nueva vida con un playboy: Capítulo 18



Demasiado tarde.


—Estoy bien. —le dediqué una sonrisa y apreté una de sus manos, lo necesitaba conmigo para no derrumbarme y parecía que lo había notado.

—Ya te dije que no debías de estar tanto tiempo aquí afuera… vamos, te llevaré a casa y te meteré en la cama donde quiero que permanezcas. —me dijo con ternura y sorpresivamente me dio un beso en la mejilla. Me miró a los ojos y se giró para ver a Edward que estaba furioso. — Seguro que eres el nuevo cliente de Félix, permíteme llevar a esta hermosa mujer a casa y estaré contigo.

—No soy ningún nuevo cliente, ni me interesa hablar con Félix y mucho menos contigo, es con ella con la que quiero hablar. —me señaló con los dientes apretados y los ojos llameando, su mirada estaba puesta en las manos de Sam que continuaban rodeando mi cintura.

—Lamento decirte que eso no es posible, ella tiene que descan…

—Creo que ella puede responder por sí sola y te agradecería que quitaras tus manos de ella. —dio un paso acercándose hacía nosotros pero Sam se movió rápido y me protegió con su cuerpo, eran casi de la misma altura pero era obvio que Sam era más musculoso que Edward.

— ¿Y si no lo hago? —gruñó Sam quien tomó una de mis manos y dejó que Edward viera que aún me estaba tocando.

—Por favor Sam —dije tímidamente colocando mi otra mano en su brazo, no deseaba que mi amigo se enfrentara a Edward por mí, no valía la pena.

—Tranquila cariño. —le dio la espalda y con su mano libre tomó mi rostro y se inclinó como si fuera a besarme, algo que me dejó paralizada. Puso sus labios en mi mejilla y luego me susurró "sígueme la corriente"

— ¡Bella, tenemos que hablar! —dijo o mejor dicho lo gritó.

—No creo que tengamos algo de qué hablar, y si me disculpas me iré a casa a descansar. —Apreté la mano de Sam — ¿Me acompañas?

Como respuesta me levantó en brazos haciendo que envolviera su cuello con mis brazos, pasó junto a Edward que solo miraba la escena y apretaba los puños con tanta fuerza que hasta a mí me dolió levemente.

— ¡Volveré Bella, no me iré hasta que hablemos! —gritó al tiempo que iba de regreso a su auto, lo encendió y salió del rancho de la misma manera en la que había llegado haciendo que una nube de polvo se levantara.

Sam no me soltó hasta que llegamos a casa, apenas me dejó en el porche el ama de llaves salió asustada pensando que algo me había sucedido ya que jamás había visto que Sam me llevara en brazos. La tranquilizamos diciendo que solo había sido un calambre nada de lo que debería de preocuparse.

Cuando se marchó dentro de la casa, Sam se aclaró la garganta haciendo que lo observara. Me senté en el escalón del porche.

— ¿Puedo deducir que es el papá de tus bebés? —preguntó sentándose junto a mí.

—Ya te había hablado de él. —me encogí de hombros. — gracias por no dejarme sola.

—Con solo verlo parecía que te ibas a desmayar. —su mano acarició mi espalda suavemente. — Parece decidido a hablar contigo, tal vez ganamos el primer encuentro pero estoy seguro que seguirá insistiendo.

—Yo no quiero hablar con él. —apreté los labios, no creía que el verlo me fuera a afectar de la manera que lo estaba haciendo, era como si estuvieran abriendo una herida que estaba en mi pecho y que creí que había comenzado a cicatrizar.

—Si lo quieres podemos seguir haciéndole creer que ahora estás conmigo. —apretó mi mano. — Solo si realmente quieres alejarlo.

— ¿Crees que podría estar cerca de un hombre que jugó conmigo? —pregunté con un nudo en la garganta y las lágrimas descendiendo por mis mejillas.

— ¿Qué fue lo que le sucedió? —unos brazos fuertes me envolvieron y me levantaron, el aroma era tan familiar, me pegué a su pecho y dejé que las lágrimas siguieran fluyendo. —Tranquila pequeña, todo estará bien.

Me tomó unos minutos el tranquilizarme, pero cuando finalmente lo hice, dejé que Félix me llevara dentro de la casa y me dejara en mi habitación, donde pronto caí dormida. Más esta vez Edward estuvo presente en mis sueños.

¿Qué lees? —susurró Edward mirando sobre mis hombros, tomó una de mis manos y la movió para que cerrara un poco el libro y pudiera ver la portada. —Romeo y Julieta.

Es un clásico. —me defendí sonrojada de que él hubiera visto que era lo que me mantenía tan entretenida, la había leído un millar de veces, pero no me cansaba de hacerlo.

Me gusta más orgullo y prejuicio. —me giré sorprendida de su respuesta, se encogió de hombros y para mi sorpresa se acomodó detrás de mi dejándome entre sus piernas, sus manos sobre mis brazos y su barbilla apoyada en mi hombro.

—"Mi único amor nació de mi único odio". —recitó suavemente.

Me desperté con los ojos húmedos, esa había sido una de las veces que él me había desconcertado, me había mostrado a un Edward diferente. Golpeé la cama con el puño de mi mano, tal vez desde ese momento él estaba fingiendo, me había convertido en un reto solo porque no había caído rendida a sus encantos como él había esperado.

Me levanté y lavé mi rostro que mostraba claramente las señales de que había estado llorando, el verlo de nuevo había mandado a la basura todo lo que había conseguido en este tiempo ¿Por qué había regresado? Tal vez si lo escuchara...

—No puedes estar pensando eso Isabella. —me dije mirándome en el espejo. —él no ha hecho otra cosa más que lastimarte.

Me acomodé en el alfeizar de mi ventana, apoyé mi espalda en el almohadón y dejé mis manos en mi vientre. Miré hacia afuera donde el sol seguía iluminando los campos, ahí cerca de la entrada en uno de los establos estaba Félix con Heidi que lo tenía abrazado y lentamente él bajó su rostro hasta dejar que sus labios se encontraran. Aparté la vista de ambos ya que era un momento íntimo, pero al cerrar los ojos unas imágenes aparecieron en mi cabeza y comenzaron a reproducirse mostrándome la primera vez que había estado con Edward.

Acomodó mis manos sobre mi cabeza y besó mis labios justo al tiempo que sentía una presión en mi interior y como lentamente se abría pasó. Me separé de sus labios para tomar aire y gemir ante esa invasión.

¿Te he lastimado? —preguntó deteniéndose, yo solo negué y moví mi cadera en una indicación a que continuara moviéndose y así lo hizo hasta que lo sentí completamente en mi interior.

Una sonrisa se formó en mi rostro al recordar el primer día y en que le había dicho que los hombres que más presumían de su hombría eran los más pequeños, pero él no era para nada pequeño, es más me sorprendía que hubiera entrado perfectamente en mí. Mis pensamientos se esfumaron al tiempo que comenzó a moverse en un delicado vaivén, envolví mis piernas en su cintura y liberé mis manos de las suyas y las dejé en su espalda.

Los movimientos fueron aumentando hasta llegar a un grado que a ambos nos costaba respirar, los gemidos y murmullos estaban en la habitación, capturó mis labios en una manera de ahogar nuestros pequeños gritos. Encajé mis uñas en su espalda y sentí mi interior contraerse haciendo que el roce se hiciera más fuerte y aún más placentero, sus labios dejaron los míos y tomó uno de mis pezones entre sus labios, comenzó a succionar de manera suave hasta llevarle al límite entre el dolor y el placer, mi cuerpo se contraía y sabía que faltaba poco para llegar a la cima.

Un par de embestidas más y un grito salió de mis labios, los músculos de mi interior se contrajeron presionando al visitante que me había llevado al borde de la locura y que con esa presión también había provocado que él terminara con un gruñido.

Edward

Bella—murmuramos al mismo tiempo con el poco aliento que nos quedaba.

Se desplomó sobre mi cuerpo húmedo, acaricié su espalda y fue en ese momento que me di cuenta que los dos estábamos cubiertos por una fina capa de sudor. Lo sentí salir de mi interior y fue como si una parte de mi me abandonara.

Tras cada recuerdo el dolor se hacía más intenso, ahora más que nunca me reprochaba por ser tan débil y permitir que él entrara en mi vida, me había demostrado que no era un hombre en el que debía de confiar cuando delató nuestro paradero y nos había puesto en peligro. Había sido egoísta en solo pensar en su comodidad y dejando que ese asesino nos encontrara. Debí de mantenerme lejos cuando todo había terminado aquella vez, pero me había dejado deslumbrar por una propuesta en la que él había dicho que me quería. Todo había sido una mentira, lo único que había estado buscando era tenerme junto a él mientras me encontraba entretenida o mejor aún mientras no tuviera que casarse con esa estúpida rubia.

Solté una risita amarga cuando recordé a esa rubia, tal vez al final de cuentas era justo lo que él necesitaba, una mujer que lo único que buscaba era una buena posición y que no le importaba que el hombre que debía querer estuviera con otra. ¿Quién en su sano juicio permite algo como eso? ¡Eran unos enfermos!

En este momento agradecía el poder estar fuera de todo ese mundo, un mundo lleno de mentiras, de platicas banales y apariencias. Podía que ellas tuvieran educación pero prefería mi vida, la vida que mis padres me habían mostrado, podía que no tuviéramos todos los lujos que ellos poseían, pero nos teníamos a nosotros y eso era más valioso que cualquier cosa.

Había sido un estúpida cuando había cambiado solo por demostrar que era la clase de mujer que Edward necesitaba. Al intentar demostrar que era una mujer refinada e inteligente, había dejado de ser yo. Le había permitido cambiarme y que me moldeara a su antojo cuando había jurado que jamás cambiaria por un hombre. Se lo había dicho a él y había aceptado, una mentira más que se sumaba a su historial, era un mentiroso y sabía que no debía de creer en su palabra, mis hijos no debían de conocer a un hombre que vivía a base de mentiras.

Los recuerdos eran dolorosos, pero esta sería la última vez, no iba a permitir que ese hombre me afectara de esta manera. Ya me había hecho mucho daño y no iba a dejar que hiriera a mis hijos.

Limpié mis mejillas y sonreí al escuchar mi estómago gruñir, me levanté de mi lugar ya que había llegado la hora de comer algo. Cuando llegué a la cocina me encontré con Heidi que iba entrando, al verme me sonrió y me dio un pequeño abrazo.

El resto del día estuve bastante sensible y en casa, temía que si salía en ese momento Edward podría regresar y me tendría que enfrentar a él. Cosa para la que no estaba preparada.

Al día siguiente Félix me informó que tenía que marcharse al Denver donde tendría unas negociaciones para la compra de un nuevo rancho en Montana donde estaba pensando comenzar con la cría de ganado, quería expandirse y esa era una buena oportunidad.

Al cabo de unas horas cuando estaba regando las flores que habíamos plantado con Heidi escuché un automóvil llegar, al girar mi rostro vi que se trataba de Edward. Cuando salió del auto miró hacia todos lados y en cuanto me vio comenzó a caminar hasta donde estaba. Solo pude tomar aire y tratar de tranquilizarme no le iba a permitir que viera lo mucho que me afectaba, me giré para seguir con mi labor como si el hombre que se acercaba no me importara.

—Bella…—escuchar la suavidad de su voz hizo que una pequeña descarga recorriera mi columna.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté sin dejar de hacer mi tarea.

—Quiero hablar contigo, necesito que me escuches. —su mano tomó mi brazo y yo salté al instante como si me quemara, no es que hubiera sido una sensación desagradable, al contrario, me había asustado de que un simple toque siguiera haciendo que mi cuerpo reaccionara de esa manera.

—No tenemos nada de qué hablar Cullen, deja de perder tu tiempo y márchate. — mi labio tembló ligeramente, cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente antes de girarme para verlo.

Ahí delante de mí estaba un Edward que denotaba su cansancio, parecía que no había dormido mucho y me alegraba de que así fuera ya que por su culpa yo no había logrado dormir con tranquilidad. Su mirada no era para nada altanera o profunda, mostraba dolor uno que parecía atormentarlo.

—Aquí estás pequeña. —una sensación de alivio invadió mi cuerpo cuando escuché la voz de Sam que se acercaba. — ¿Puedo ayudarlo en algo? —le preguntó a Edward cuando llegó junto a nosotros.

—Solo necesito hablar con Bella.

—Isabella. —lo corregí. — Y te voy a pedir que no regreses.

Tomé la mano de Sam y me lo llevé conmigo al interior de la casa, cuando entramos no pude evitar girarme para ver que Edward permanecía en el mismo lugar viendo hacia el horizonte, no se parecía en nada a aquel hombre engreído sino más bien parecía un simple mortal y no el gran hombre de negocios.

Por la tarde nos reunimos con Heidi y Emily que me estaban ayudando a tejer un par de cosas para mis bebés, la mejor de las tres era Emily ya que su abuela le había enseñado, más Heidi y yo éramos un caso completamente aparte, éramos un desastre. En más de una ocasión había tenido que volver a iniciar porque me había equivocado. Fue en ese momento que hablé con ambas del regreso de Edward, cosa que ambas ya conocían y no pude evitar sonrojarme cuando Emily me habló de que también sabía que ahora compartíamos a Sam, pero lo mejor de todo era que ella no se molestaba por tomar prestado a su novio para esta farsa.

Los siguientes días resentí que Félix no estuviera en casa, pero me hablaba todos los días para saber cómo estaba, además de que me aseguró que Sam estaba encargado de vigilar que Edward no me molestara. Pero todos los días él se presentaba tratando de que habláramos, el fin de semana estuve tentada a aceptar solo para que después me dejara tranquila, pero sabía que si lo escuchaba corría el riesgo de sucumbir y mostrarme agradable con él cuando no se merecía más que mi desprecio.

Me había mantenido ocupada en las tareas del rancho, en aquellas que no me agitaban demasiado y que no ponían en riesgo mi embarazo, estar colaborando en esas tareas me recordaba quien era y que las cosas sencillas eran más importantes que estar rodeada de lujos. No me importaba manchar mis manos o que mi ropa se ensuciara, era una chica de campo y estaba orgullosa de serlo.

El domingo cuando regresaba de dar un paseo con Sam me encontré con Edward apoyado en su auto, su mirada parecía seguir cada uno de mis movimientos. Me detuve fuera del establo y espere a que Sam desmontara para que me ayudara a bajar. Lo miré por unos instantes con desprecio y después le dediqué una radiante sonrisa a Sam como si él fuera todo para mí en ese momento, sonreía mientras por dentro sentía morir. No me giré para nada y seguí a Sam que entró al establo, segundos después el sonido del auto se escuchó y supe que se había marchado, al salir ya había desaparecido. Caminando a casa recordé su mirada vacía y triste, estaba claro que mi desprecio le estaba afectando y eso me alegraba, él estaba sintiendo un poco de lo que yo había sentido.

El lunes tenía mi cita con la ginecóloga estaba esperando por Sam para que me llevara ya que no me dejaban conducir. Miré el reloj sabiendo que Heidi ya estaría en la clínica esperándome como las veces anteriores, gesto que le agradecía ya que no me gustaba estar sola mientras que la mayoría de las mujeres iban con sus parejas, pero yo tenía a mi amiga junto a mí. Me apoyé en una de las columnas tocando mi vientre con suavidad.

— ¿Lista para conocer el sexo de los bebés? —preguntó Sam señalando mi vientre.

—Solo ruego que esta vez sí podamos saberlo. —seguí moviendo mi mano de manera circular.

Me detuve cuando sentí como dos pequeños se comenzaron a mover, un movimiento que últimamente se había repetido y que me seguía sorprendiendo.

— ¿Se están moviendo? —preguntó y yo asentí con una sonrisa.

—Y son fuertes. —le dije.

— ¿Puedo? —preguntó sonrojándose, tomé su mano y la dejé justo en el lugar donde uno de los pequeños estaba golpeando.

— ¿Segura que no te hacen daño? —preguntó al sentir el ligero golpecito.

—Para nada. —dije sin ocultar mi felicidad.

Al levantar la vista me encontré con Edward que nos miraba, el brillo de sus ojos se había extinguido y parecía como si le estuvieran clavando algo, reflejaba un profundo dolor. Noté como su mirada viajaba de mis ojos a la mano de Sam que seguía apoyada en mi vientre.

— ¿De verdad ya olvidaste lo que vivimos? —preguntó con las manos en los bolsillos.

—Nada de eso fue cierto, todo junto a ti era mentira. — me encogí de hombros.

—Déjame explicarte... —levanté mi mano en señal de que se callara.

—No pierdas más tú tiempo, no entiendo cómo puedes estar aquí en lugar de tus oficinas. El trabajo es tu vida y siempre eres indispensable. —le recordé ya que él siempre le daba prioridad a su trabajo.

—Escúchame… por favor. —me sorprendió que prácticamente me estaba rogando porque lo hiciera. Su voz se estaba quebrando y sus ojos parecían humedecerse, una mentira más en la que no caería.

—Tenemos que irnos, no olvides el chequeo preciosa. —me recordó Sam.

Asentí tomando su mano yendo hacia la vieja furgoneta que estaba junto a un flamante auto del año. Miré a Edward por última vez que miraba el suelo con los hombros caídos, parecía otro hombre. Cada vez que sentía un momento de debilidad y que ansiaba abrazarlo me recordaba todos los momentos que él me había utilizado y como me había humillado públicamente paseándome ante todos, dejando claro lo que yo representaba para él: su amante.

Al llegar a la consulta me encontré con Heidi que se estaba aguantando las ganas de reír, cuando pregunté el por qué solo me dijo que era por que varias de las mujeres que habían pasado por la sala de espera se le habían quedado mirando y había escuchado a unas cuantas decir que ella estaba embarazada lo que era gracioso ya que Félix no la había tocado de esa manera.

Finalmente ese día logramos descubrir el sexo de los bebés que ambos resultaron ser dos pequeños, saberlo solo fue una confirmación de lo que yo ya presentía, y cada minuto que transcurría ansiaba más el poder tener a mis pequeños conmigo, me preguntaba… ¿ se parecerían a mí o él? ¿Tendrían mi carácter o el de él?

Al llegar al rancho iba con una enorme sonrisa que no abandonó mi rostro en ningún momento, hablé con mi madre que estaba desesperada porque regresara a casa ya que había pasado ya mucho tiempo lejos, además de que ya mi embarazo estaba avanzado necesitaba ir a terminar de arreglar la habitación de los bebés y descansar ya que según ella después me sería muy difícil dormir varias horas seguidas.

Esa noche cuando me fui a la cama, permanecí gran parte despierta, acariciaba mi vientre y con una sonrisa recordé el momento en el que estaba segura ambos habían sido concebidos.

Ansiosa comencé a desabrochar el botón de su pantalón corto y el soltó una risita ahogada, se alejó de mis labios y fue hasta mi cuello.

¿Impaciente?— susurró en mi oído haciéndome gemir, al mismo tiempo estaba satisfecha por lograr que el botón y la cremallera cedieran.

¿Tu qué crees?— dije metiendo las manos dentro de sus bóxer y apretando su firme trasero.

Ambos nos olvidábamos de la sutileza y solo nos guiábamos por instinto, uno que nos hacia gemir y retorcernos por sentir el contacto más íntimo. Mis braguitas desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir una brisa rozar mis senos desnudos ¿cuando los había dejado al descubierto? Era una pregunta que no tenía importancia ya que moría por sentirlo. Sus labios recorrieron mi recién descubierta desnudez sin apartar sus manos de mis piernas.

Estaba ardiendo y lo deseaba con intensidad, sabía que pronto él entraría lentamente en mí y yo experimentaría el placer más intenso.

Por favor— gemí mirándolo a los ojos para ver la diversión bailar en ellos.

Un poco más— pidió siguiendo con su tortura que se intensificó al introducir un dedo en mi interior mientras su pulgar comenzaba a masajear el pequeño botón que me hizo gritar por la sensación tan intensa que recorrió mi cuerpo. Con sus hábiles manos en cuestión de minutos experimenté uno de los orgasmos más placenteros, mi corazón latía muy deprisa y me costaba respirar.

Rozó mis labios y solo sonreí sin abrir los ojos. Mordí mi labio al sentir como lentamente se deslizaba en mi interior, mis paredes aún estaban sensibles por el placer experimentado y sentirlo entrar tan lentamente hizo que mi cuerpo despertara.

Comenzó a moverse cada vez rápido sin dejar de gemir y repetir mi nombre, contraje mis músculos internos y cada roce era más intenso, traté de mantener los ojos abiertos para ver cada una de sus expresiones y como disfrutaba nuestra unión. Envolví mis piernas en su cadera y dejé nuevamente mis manos en su trasero para asegurar que cada embestida fuera profunda, no tardé demasiado en sentir unos espasmos conocidos que me llevaron a sentir un nuevo orgasmo más él siguió con su tarea para alcanzar el clímax y en el proceso experimenté uno más que me dejó aturdida, hasta que él se dejó caer sobre mí con su respiración acelerada y el latido de su corazón lo sentía en mi pecho. Era la primera vez que lograba un orgasmo múltiple y debía de reconocer que era la experiencia más increíble de todas.

Fue...— murmuró aún con la respiración fallándole.

Sorprendente—dije acariciando su espalda con mis uñas haciéndolo gemir en el proceso.

Con esa imagen de los dos tendidos en la arena me quedé profundamente dormida.

Como era común me levanté temprano para dar mi paseo matutino que me ayudaba a despejarme, y para mi sorpresa ese día Edward no apareció en ningún momento. Una parte de mi se sentía extraña pero agradecía que finalmente se hubiera dado cuenta de que lo que sucedió entre nosotros había terminado cuando descubrí todas sus mentiras.

Al día siguiente había tenido que ir al pueblo por un par de estambre que necesitaba para seguir con mi labor. Cuando llegamos a casa nos encontramos a Emily que ya me esperaba en el porche, fue hasta nosotros pero antes de que llegara junto a mí se vio envuelta en los brazos de su novio que la besó.

—¡Puaj! —exclamé con diversión al notar como mi amiga se sonrojaba ante tal muestra de afecto.

— ¿Podrías comportarte? —espetó una Emily aún roja como una amapola.

—Solo te extrañaba preciosa. —le dio un nuevo pequeño beso y yo solté una risita que se vio interrumpida.

— ¿Qué significa esto? —preguntó una acerada voz a mis espaldas, me giré y vi a Edward que nos miraba con los ojos llameando.

—Parece que quiere conocer la comisaria señor Cullen. — me sorprendí al escuchar la voz de Félix quien no tenía idea que había regresado. — Está en propiedad privada y no es bienvenido.

—Solo venia a despedirme de Bella, cuando me encontré que durante estos días no había hecho otra cosa más que engañarme. —apretó los puños y miraba a Sam con odio.

—Será mejor que…

— ¿Quieres hablar? —pregunté armándome de valor y él asintió. —Pues si es la única manera de que me dejes tranquila, hablemos. Sígueme.

Vi como los presentes me miraban sorprendidos, lo llevé dentro de la casa al despacho de Félix en el cual sabía tendríamos privacidad pero al mismo tiempo si necesitaba ayuda acudirían rápidamente, me senté en una de las sillas y le indiqué la que estaba junto a mí, pero él permaneció de pie, el momento del enfrentamiento había llegado era ahora cuando debía dejarlo hablar para que de una vez me dejara tranquila y pudiera continuar con mi vida.

—Te escucho.

—Sé que no soy tu persona favorita y que merezco que me odies. —suspiró y se sentó en la silla que estaba junto a mí. — Pero si te oculté eso fue porque iba a arreglarlo, yo no quería a Jane, el compromiso fue obligado.

—Deja de mentir Cullen, Jane me lo dijo y después tu madre me lo confirmó. —evité mirarlo al recordar ese feo momento. — ¿Y qué fue lo de los periódicos? ¡Ella dijo que estaba embarazada!

—Eleazar amenazó con dejar al descubierto un secreto que habíamos mantenido oculto ya que destruiría mi familia. —pasó una mano por su despeinado cabello. —Seguro que sabes de Annett…

—Lo supe antes de que los medios se enteraran. —vi la sorpresa en su rostro. —Demetri me entregó un informe tuyo donde encontró información sobre Annett. —me levanté y me alejé de él. —estoy segura que gastaste una fortuna para que nadie se enterara de tu secretito.

—Tú no lo entiendes Bella.

— ¿Qué no entiendo? ¿Qué mantuviste a tu hija fuera de tu vida, que mientras esa pequeña crecía tu vivías la vida como el estúpido playboy, egoísta, egocéntrico y superficial que eres? —mi voz se estaba alzando. — Aunque los medios digan que es tu hermana yo no creo en eso, es tan parecida a ti que es estúpido negarlo. No me sorprende que dejaras que pensaran que era tu hermana para limpiar tu nombre. ¡Eres un mentiroso!

—Déjame que te explique cómo…

— ¡Creí en ti, me entregué por completo! —grité apretando los puños sintiendo unas ganas enormes de golpearlo.

—Eres lo único que me importa. — mintió nuevamente acercándose.

—No me toques, no te acerques. —me separé de él evitando que sus manos tocaran mis brazos o cualquier parte de mi cuerpo. — ¿Te das cuenta que fui yo la que puso todo de su parte para hacer que lo que teníamos funcionara?, fui yo quien dejó todo para estar contigo, quien cambio para encajar en tu mundo, quien fue humillada y señalada. Soporté a tu madre que no hacía más que recordarme lo insignificante que era a tu lado. Ese fue mi error. —tomé una bocanada de aire. — Mi error fue creer en ti después de que por tu culpa nos había encontrado Alec, el permitir que me cambiaras y me convirtieras en una más de tus conquistas, ¡me enamoré de ti!

—Yo...

—No te atrevas a decir que me quieres porque sabes que no es verdad. — chillé furiosa. — en todo el tiempo que estuvimos juntos dime ¿cuántas veces me dijiste que me querías o me amabas?

—Yo…

—Nunca lo hiciste, siempre fue simple deseo, me repetías cada instante lo mucho que me deseabas y necesitabas que estuviera en tu cama. ¡Dios! Permití que me utilizaras, me convertiste en una…

—No te atrevas a decirlo. —gruñó furioso al saber que es lo que pretendía decir. —Te quiero Bella, estaba aterrado de lo que sentía, siempre había tenido el control, pero contigo todo era nuevo y estaba perdiendo el control y el que tú no supieras lo que sentía me daba un poco de control.

—Y por mantener tu estúpido control me convertiste en tu amante, en una prostituta ante los ojos de los demás. —se acercó peligrosamente hacia mí, pero yo fui más rápida y me coloqué detrás de una silla que usé como escudo.

—Tú no eres una prostituta. — la última palabra la pronuncio con trabajo.

—Es en lo que me convertiste, para los demás eso era.

—Todo el mundo sabía que estabas conmigo, solo conmigo.

—Eso me convierte en una con un solo cliente, pero al final todos piensan que lo era. —apreté la silla.

—Tienes que entender que me vi obligado a ese maldito compromiso, cuando había aceptado no te conocía y por eso se me hizo simple, no conocía lo que era querer a alguien y te juro que traté hacer de todo para evitar casarme con esa mujer. —cerré los ojos con fuerza. — Tienes que creer que Annett no es mi hija, es mi media hermana.

— ¡Por favor!—chillé furiosa levantando las manos, ¿hasta dónde era capaz de mentir? — ¿No te cansas de mentir?

—No estoy mintiendo.

—Dime si es tu hermana, ¿por qué fuiste tú el que dio su nombre, y el que tenía que casarse con Jane, si era tu padre quien debía de hacerse responsable?

—Fui yo quien puso a Charlotte en su camino, me siento culpable por eso. Cuando lo descubrí me dolió pero no podía permitir que dejara a esa niña sin recibir lo que le correspondía, así que convencí a su madre para que aceptara que fuera yo quien le diera el apellido Cullen.

—Es la historia más tonta que he escuchado. —me burlé sintiendo como las lágrimas bajaban por mis mejillas. — ¿Hay alguna manera de comprobar tu historia fantástica?

—Charlotte murió en el mismo accidente que mi padre. —su voz mostró el dolor que aún sentía, pero eso no impidió que mi coraje se aplacara.

—Que conveniente situación, los dos supuestos implicados han muerto lo que te da un escenario perfecto para mentir nuevamente. —retrocedí cuando se abalanzo haciendo la silla a un lado.

—Yo no mentiría con algo como eso, mi padre era un ser humano y cometió un
error por el que yo también me culpé y ya pagué el precio. Te perdí. —respiró profundamente varias veces y cuando abrió nuevamente los ojos se había tranquilizado e intentó tomar mis manos pero yo me seguí aparatando. — dime una cosa… ¿Ese bebé es… es mío? —preguntó y noté como un pequeño brillo cruzaba en sus ojos.

— ¿Qué te hace pensar eso? —crucé mis brazos sobre mi pecho como si eso permitiera ocultar mi vientre.

—No sé de estas cosas, pero se nota bastante para ser reciente. Además confío que nadie más te tocara.

—Te sorprendería saberlo. —me atreví a decir notando como el color abandonaba sus mejillas.

EVOP

Me había costado mucho el encontrar a Bella, pero cuando supe que estaba con su primo en Texas no dude en ir a buscarla, pero lo que no esperaba era ver que ya había alguien más en su vida y que ella parecía contenta de tener a ese hombre junto a ella.

Lo que más me sorprendió era ver que su vientre había crecido y por la forma solo podía ser por un motivo, pero me atormentaba el pensar que el bebé que estaba en su vientre fuera de otro hombre, daría cualquier cosa porque ese bebé fuera mío.

Había descubierto que ella era una mujer que no temía el ensuciarse ya que cada vez que intentaba hablar con ella la encontraba en alguna de las labores del rancho, se veía linda con su nueva forma, el brillo de sus ojos estaba presente cuando distraídamente su mano estaba tocando su abultado vientre.

Me estaba volviendo loco al no conseguir que me escuchara, cada una de sus negativas era como una puñalada en mi interior. Me había mantenido en un pequeño hotel en el pueblo lejos de Annett que permaneció en New York junto con su niñera ya que no creía conveniente que conociera aún a Bella, primero necesitaba que ella conociera la verdad para que entendiera porque me había comportado como un completo idiota.

Finalmente, después de poco más de una semana, me había dado por vencido, así que decidí que regresaría y la dejaría tranquila. Pero me sorprendí al ver el hombre que estaba siempre con Bella besaba a otra mujer y la castaña no hacía más que reír lo que dejaba claro que me había estado engañando todo este tiempo. La enfrenté y fue así como conseguí que me escuchara, pero nada estaba resultando como lo había planeado, ella estaba herida y sabía que tenía razón en estar tan molesta, yo había mentido una y otra y otra vez hasta que esto se convirtió en una red de la que me fue difícil escapar.

Tenía que saber sobre él padre del bebé y fue por eso que en la primera oportunidad se lo pregunté, en mi interior esperaba escuchar que el bebé era mío, más no esperaba que ella me diera a entender que había estado con otro, cerré los ojos lo que fue un error ya que la imagen de Bella con otro hombre apareció en mi mente, la manera en que sus ojos se cerraban y su boca entreabierta dejaba escapar pequeños gemidos de placer, la manera en que su cuerpo se removía, no podía creer que ella se hubiera entregado a otro.

—No puede ser cierto. —la tomé de los brazos aún cuando ella intentó aparatarse. —No pudiste estar con otro hombre, nadie más que yo tiene derecho a recorrer tu cuerpo.

—No eres mi dueño, y yo soy libre de estar con quien quiera. —su voz era entrecortada, y dejó escapar un sollozo.

—Dime que no es verdad. — la abracé y acaricié su cabello que seguía siendo suave y desprendía esa agradable aroma.

—Soy tan patética. —se separó lentamente. — Estos bebés son tuyos.

— ¿Bebés? —pregunté incrédulo y ella asintió. — ¿Son dos? —volvió a asentir.

—Pero aunque sabes que son tuyos no quiero nada de ti, ellos me tendrán a mí y no te necesitaran.

—Son mis hijos.

— ¿Crees que voy a permitir que un hombre como tú esté cerca de ellos?, no sabes hacer otra cosa que mentir. Ellos necesitan amor, nada de lo que tú les puedas dar. — se alejó y sus palabras fueron con un balde de agua helada. Ella tenía razón. — No vuelvas a buscarme.

Fue lo último que dijo antes de salir y dejarme solo en el despacho de su primo. Cuando me recuperé salí y en el pasillo me encontré con Félix que mantenía los puños apretados y esperaba recibir un golpe en cualquier momento.

—Déjala tranquila, ella ya sufrió demasiado por tu culpa.

—La a…amo. —dije con dificultad nunca había dicho esas palabras.

—Tienes una forma de amar muy curiosa. —se burló. —Pero hablo en serio Cullen, si sigues persiguiéndola me encargaré de hacerte sufrir.

No contesté y me marché, me quedé en mi auto mirando a la nada y recordando todo lo que había sucedido en esa habitación. Había descubierto que sería padre y al mismo tiempo sabía que no los tendría. No podía renunciar a las únicas personas que sabía eran mi felicidad.

Fue ahí cuando vi que Bella salía envuelta en una manta y caminaba hasta llegar a un pequeño banco de madera cerca de donde estaban algunas flores. Fui hasta ella que miraba el cielo oscuro escarchado de miles de estrellas que brillaban, pero lo más sorprendente fue ver una estrella fugaz.

—Pide un deseo. — le dije recordando las palabras de mi abuelo.

—Ya tengo todo lo que quiero: tengo el regalo más hermoso que la vida me podría haber dado. —dijo sin dejar de mirar al cielo y apretando la manta.

—Y yo perdí todo por no ver la gran mujer que tenía a mi lado. No supe cuidarte. —dejé mis manos al borde del banco apretando la madera. Ella se giró lentamente y sus ojos brillaban como si estuviera conteniendo las lágrimas.

—Hay cosas que no podemos cambiar, del mismo modo que no podemos borrar. Esta vez todo tu dinero no sirve de nada, ya que mi perdón no tiene precio. Me lastimaste profundamente y marcaste mi vida. —suspiró cerrando los ojos dejando que dos lágrimas bajaran por sus mejillas. —Pero estoy aprendiendo a sanar. —abrió los ojos y me regaló una sonrisa rota. —Se feliz Edward.

Esas tres palabras al final solo significaban una cosa: un adiós. Ella se puso de pie y sorprendentemente me besó en la mejilla para después marcharse rumbo a la casa. Después de todo parecía que la había perdido de verdad, la única mujer que realmente me llegó importar y yo lo arruiné.

Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de corregir mis horrores de ortografía y de redacción.

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