Protegiendo a un playboy: Capítulo 5


Descubriendo

EPOV

La simple idea de pisar un lugar como un supermercado me ponía la piel de gallina, podía parecer un niño mimado, pero debo de admitir que no sabía cómo comportarme de una manera normal.

Apenas tenía un día lejos de la ciudad y ya echaba de menos el ruido y podía decir que extrañaba el respirar el aire contaminado, pero es algo que no le diría a nadie.


Al salir de la casa la vi caminar rumbo a la vieja camioneta, ella era una chica normal y no le costaba ningún trabajo desarrollar ese papel y adaptarse a esta nueva situación. Me había abrazado a una de las columnas mientras ella tiraba de mí y aunque me costaba aceptarlo el sentir sus brazos rodeándome me hicieron sentir una sensación nueva que despertó un par de instintos primarios.

Agradecí que fuéramos interrumpidos, aunque la pareja que se presento parecía más interesada en nuestro aspecto y conocer las razones por las que nos habíamos mudado. La mirada de la mujer dejaba al descubierto lo que estaba pensando y por primera vez no me sentí cómodo de ser el centro de atención y, me sentí aun mas incomodo de ver la manera en que ese hombre rubio mirara tan fijamente a Isabella, parecía encantado con lo que veía, no me resistí y la mire con cuidado mientras hablaba y no note alguna diferencia, seguro ese hombre necesitaba un par de buenos anteojos.

Sin saber que fue lo que se apodero de mi, tome de la cintura a Isabella en un claro gesto de posesión que el hombre capto y aparto la mirada de la mujer que estaba en mis brazos y que sorprendentemente olía a Fresia, aunque mi mano estaba sobre su fea camiseta podía sentir el calor que desprendía su cuerpo y sin poder evitarlo comencé a mover mi dedo pulgar, respondiendo a cada una de las preguntas que hacia la mujer.

Isabella el corto disculpándose ya que debíamos de ir al supermercado. La mujer le recordó a Isabella que yo no quería ir sin dejar de mirarme y la manera más efectiva de apartarla fue dejándole claro que la razón por la que me resistía a salir era porque disfrutaba de la diversión en casa, que lo que deseaba era estar con mi esposa compartiendo nuestra intimidad. Me parecieron graciosos los rostros de nuestros vecinos, pero Isabella no le encontró la gracia ¿acaso esta mujer no tendría sentido del humor?

Me detuve frente a la entrada del supermercado y me vi obligado a entrar cuando ella me empujo con el carrito, tome una bocanada de aire y entre en el lugar seguida de ella. De inmediato la mayoría de las miradas se posaron en nosotros, y por primera vez no me agradaba ser el centro de atención y mucho menos viéndome como me veía.

Me mantuve junto a ella mirando a otro lado, no quería verla a ella porque me sentía pequeño por primera vez en mi vida, era la única vez que me sentía fuera de lugar y que sabia jamás me adaptaría a esta vida, en cambio ella parecía estar en su elemento.

Cuando me pregunto si jamás había estado en un lugar como este me dieron ganas de reír, era imposible que yo lo hiciera; siempre tenía mucho trabajo, asistir a eventos importantes, era la razón por la que contaba con personal que se hiciera cargo de todo, además era un lujo que me podía dar debido al dinero que poseía, uno que me había costado largas horas de trabajo.

Fue en ese momento que caí en cuenta de que no sabía si ella sabia cocinar, así que se lo pregunte sin esperar que un hombre se burlara de mi pregunta, en otra ocasión le hubiera respondido de manera arrogante, pero con solo ver el tamaño del hombre supe que se trataba de supervivencia, así que no dije nada al respecto.

En solo segundos encontré alguien con quien platicar y no pensar en lo que estaba haciendo, cuando me señalo a su esposa tuve que mantener la boca cerrada ya que era muy hermosa, en nada se comparaba con la que se suponía era la mía.

La rubia saludo a Isabella y juntas caminaron entre los estantes agregando cosas al carrito, mientras platicaban de cosas triviales, pero aunque parecía sumergida en la plática estaba al pendiente de cualquier movimiento mío.

Me irrito el saber que justo frente a nuestra casa tendríamos a los chismosos del pueblo, lo que nos indicaba que debíamos de ser muy cuidadosos.

El olor a Fresia que desprendía me cegó por unos instantes y rodee de nuevo la cintura, pero basto una de sus miradas para saber que estaba haciendo una locura.

El hombre era grande y atemorizante pero era simpático, me costaba trabajo aceptarlo pero ese hombre me agradaba, me dio un par de consejos en secreto para salir más rápido del supermercado. Él lo llevó a cabo pero yo fui descubierto debido a que no me fije que es lo que había tomado para lanzar en el carrito. Lo que me tomo por sorpresa fue el ver que ella se acerco peligrosamente dejando que nuestros alientos chocaran: era dulce y sus labios eran carnoso y me incitaban a probarlos, pero al parecer ella no sintió nada ya que continúo como sin nada y yo quede un poco en shock, por lo que había pensado en hacer.

Ella era un adefesio… ¿en realidad lo era? Sacudí la cabeza y un escalofrió recorrió mi cuerpo.

Pero lo que me desconcertó fue el comentario de Emmett sobre los encantos de Isabella unos que de los que yo no me había percatado, pero que al parecer el sí. La mire de nuevo mientras caminaba y no pude contenerme de imaginar cómo sería debajo de esas holgadas ropas.
Isabella me hizo enfadar cuando comenzó a hablar de mí como si fuera un hombre sensible y no el hombre que era en realidad, yo jamás había sido la burla de nadie y mucho menos lo seria de una chica como ella. Además de que me comprometió a que podara el jardín ya que supuestamente ella era uno de mis pasatiempos favoritos, cuando yo jamás lo había hecho en mi vida.

Nos despedimos de los McCarty y fuimos a casa, si así la podían llamar. Yo no podía dejar de pensar en lo que había estado a punto de hacer, pero ese sentimiento fue sustituido por la ira de recordar la manera en que ella se había burlado de mí, me había llamado sensible cuando era catalogado un empresario rudo. Evite que saliera de la vieja Pick up para encararla; le pregunte abiertamente si se había divertido y me sorprendió que su respuesta fuera sí. Ningún hombre se hubiera atrevido a asentir cuando se notaba que yo estaba furioso, pero eso era algo que comenzaba a llamar mi atención de la agente Swan, ella no era la típica mujer neoyorkina y eso me intrigaba y comenzaba a hacer que quisiera conocer más de ella.

Baje solo un par de bolsas y comencé a buscar algo que comer, había traído un par de cosas que jamás había probado pero que tenían buena pinta, solo rogaba por qué no me hiciera daño y muriera a causa de una intoxicación.

Estaba enfadado por su comportamiento, además se había atrevido a desafiarme, ella era una don nadie y yo era alguien muy importante. Estaba acostumbrado a que las personas hicieran lo que yo deseaba y con esta mujer no lo había logrado, bastaba una fría mirada para que mis oponentes cerraran la boca y me dieran la razón, pero esta mujer a pesar de ser varios centímetros más pequeña, tener más fuerza de la aparentaba, también poseía una lengua hábil que sabia la manera en la cual herir.

Nadie me había dicho lo que ella se había atrevido a decirme. Cuando me cuestionó por la cantidad de verdaderos amigos que tenia me dejo en blanco, ella tenía razón al decir que la gente que estaba conmigo era por lo que deseaban obtener de mi y nadie estaba conmigo por quien era; de los únicos que estaba seguro era de mi familia, a la que no veía muy a menudo debido al estilo de vida que llevaba. El saber que ella tenía razón me hizo enfurecer aun más y sin detenerme volví a tocar el tema de su arreglo haciendo enfurecer, contuve el aliento al verla de esa manera, sus ojos estaban más brillantes, sus labios entreabiertos, sus mejillas sonrosadas, su pecho subía y bajaba rápidamente.

No sé qué fue lo que me poseyó, la tome de la cintura y la senté sobre la mesilla ignorando que las bolsas con la compra se esparcieran por el piso, en ese momento por mi mente solo corría una idea y esa era el probar sus labios. Ella se movía intentando zafarse de mis manos pero la tenia bien sujeta.

— ¿Tienes miedo que no seas tan inmune a mi? — pregunte tratando de levantar mi ego y saber que la razón por la que ella se quería apartar era porque era una tentación y no porque le repudiaba.

—Aléjate de mi cerdo mise…—su frase se vio interrumpida cuando me sintió muy cerca de ella, note que había dejado de respirar y sus pupilas se dilataron y antes de darme tiempo a acercarme más ella me empujo bajando de la mesilla dejando claro que no sentía nada por mí.

Antes de poder hacer un movimiento escuche el timbre sonar, ella fue a ver quién era, mientras yo comenzaba a levantar las cosas que por mi culpa había llegado al suelo. De mi cabeza no podía apartar la imagen de esa castaña que había ha tenido en mis brazos y a solo unos centímetros de mi, podía recordar su dulce aroma y…

Escuche mi nombre salir de sus labios y al verla vi que había una pareja junto a ella que me miraban con curiosidad, me acerque porque ella me lo pidió y al instante note la sonrisa en el rostro de la pareja.

—Te dije que interrumpimos algo—chillo la mujer viendo al hombre a su lado.

La vi mirar mi aspecto y luego el de ella, negó de manera frenética mientras volvía a ruborizarse haciéndola ver encantadora, tenia tanto tiempo sin ver a una chica ruborizarse por algo tan simple.

—Cuando escuchamos ruido pensamos que estaban ocupados, pero mi esposa dijo que no era posible. —el chico sonrió de manera apenas perceptible.

—El esperar hace más interesante el momento, ¿no lo crees cielo? — le pase un brazo por los hombros y la bese en la sien aspirando su dulce aroma, mas ella se quedo quieta.
Sus ojos se encontraron con los míos y su mirada no era la misma de siempre parecía que me viera por primera vez y eso me desconcertó un poco, pero a la vez me agradaba ver esa mirada relajada.

—Ellos son Alice y Jasper Hale. —me señalo a la pareja que amplió su sonrisa.

—Anthony Masen. —estreche la mano de Jasper.

—Nosotros tenemos que ir a ver a mi hermana.

—Además de que no queremos interrumpir, seguro que tienen cosas más interesantes que hacer—dijo Alice con picardía.

—No es lo que se imaginan. —se disculpo Isabella nerviosa

—Es obvio que quieren un poco de privacidad, pero espero que pronto podamos reunirnos. —le dio un beso en la mejilla a ella y se despidió de mi, Jasper solo murmuro una disculpa mientras era arrastrado por su esposa que no dejaba de sonreír.

Cerramos la puerta cuando ellos desaparecieron, de inmediato el ambiente cambio. Yo regrese a la cocina mientras ella activaba el sistema de seguridad. Ordenamos la cocina en completo silencio.

—Me daré una ducha y espero que no hagas nada estúpido porque te arrepentirás, sabes que cumplo mis promesas y al más mínimo indicio de que intentaste salir de la casa te encerrare en el sótano o en el ático. —me dijo de manera amenazante.

—Aquí estaré. —me deje caer en el sillón de la sala frente al televisor donde comencé a cambiar los canales.

—No intentes salir por las ventanas ya que tienen sensores y activaras la alarma. —asentí con enfado.

Me recosté en el sillón al ver que no había nada en el televisor, escuchaba el agua de la ducha y me obligue a dejar de pensar en lo que todo lo que había sucedido en este día, había pasado de un estado de repulsión total a un estado de intriga y de querer conocer que secretos escondía esa mujer tan dura.

—Ve a darte una ducha en lo que preparo la comida. —me levante solo para verla desaparecer en la cocina.

—Tú no eres quien para darme ordenes. —grite al tiempo que subía por las escaleras.

Lo primero que hice fue entrar a mi habitación y buscar algo que pudiera usar, todo era igualmente horrible así que solo tome algo que combinara. Al entrar al baño el aroma a Fresia estaba presente y eso despertó uno de mis instintos mas básicos lo que me enfureció, no podía estar reaccionando de esa manera por una chica tan descuidada y con tan poca gracia como ella, no era mi tipo.

La ducha de agua fría surgió el efecto deseado, deje de pensar en la desaliñada castaña y me centre en pensar como me las ingeniaría para entrar en contacto con mi asistente personal y ver que la empresa familiar siguiera funcionando como cuando yo estaba ahí haciéndome cargo.

Un jeans degastado y una playera unas tallas más grande y que dejaba claro estaba demasiado usada ya que color estaba casi perdido, no me moleste en peinarme y baje esperando que hubiera preparado algo decente, pero apenas llegar a las escaleras un aroma delicioso hizo que mi estómago gruñera.

—Pensé que te había ahogado. —me dijo apenas puse un pie dentro de la cocina, estaba de espalda con un jeans que se ajustaba a sus piernas y una playera un poco más ajustada pero demasiado larga que ocultaba parte de su cuerpo.

—Lamento desilusionarte.

—Que te pase algo es lo peor que puede sucederme, no olvides que res mi responsabilidad. —saco un par de platos de la estantería.

Sirvió un trozo de carne, acompañado de puré y ensalada. Me entrego mi plato y ella se acomodo junto a mí comenzando a comer. Deje escapar un suspiro, debía de acostumbrarme a comer de esta manera, los platos de porcelana barato y los cubiertos no eran de mejor clase, la mesa se movía un poco y la silla era incomoda, corte un trozo de carne y me lo lleve a la boca para saborear y decir que era delicioso.

—Veo que a su excelencia le gusto. —me dijo con diversión.

—No tengo opción, pero no creas que esto está muy bueno. —entrecerró los ojos y frunció los labios con disgusto.

—Pues para parecerte tan malo, parecía que lo disfrutabas.

—Te equivocas. —me levante dejando el plato en la mesa. —no comeré eso que tu osas llamar comida. — tome un vaso con jugo y me marche de la cocina, aun sabiendo que ella tenía razón, pero nuevamente mi orgullo no me permitió aceptar que ella había hecho algo bien y como siempre lo había arruinado con uno de mis comentarios estúpidos.

Me fui a mi habitación y la escuche maldecir, me quede recostado en mi cama que era algo incomoda, pero sería algo soportable, en algún momento me quede dormido y cuando desperté mi habitación estaba sumida en la oscuridad solo entraba un poco de luz por la ventana que era de una de las farolas que alumbraba la calle.

Me levante sintiendo mi estomago gruñir y exigir un poco de comida. Al salir y antes de bajar inspeccione la planta superior, abrí la puerta de la que sabía era su habitación que al igual que la mía estaba en penumbras, encendí la luz y me encontré con una cama matrimonial, pero el espacio era más reducido y justo en su mesita de noche estaba un teléfono, mire por el pasillo y la escuche que estaba en la cocina así que aproveche esa oportunidad.

Levante el auricular y no había tono, busque el cable para verificar que estuviera bien conectado pero eso no sucedió porque no había ningún cable.

Frustrado salí de su habitación y baje de manera ruidosa, me detuve en el umbral de la cocina al ver que ella estaba hablando con alguien por medio de un teléfono móvil, lo mantenía presionado entre su hombro y su oreja, mientras ella se movía de un lado al otro de la cocina sirviéndose un poco de cereal.

—Mantenme informada de cualquier cosa. Hasta pronto. —se despidió para después mirarme. — nadie te dijo que escuchar las conversaciones de otras personas es considerado de mala educación.

— ¿Tienes un móvil y no me lo habías dicho? El teléfono de tu habitación es un objeto inservible. —gruñí molesto acercándome, ella guardo el móvil en el bolsillo trasero de sus jeans.

— ¿Qué dijiste? —chillo molesta, dejando su plato en la encimera. — ¿cómo te atreves a entrar en mi habitación?

—Estaba inspeccionando el piso superior y…

—Eso no te da derecho a entrar a mi habitación, es que no sabes lo que significa la palabra privacidad. ¿Es que tengo que escribirte las reglas? —pregunto molesta, ante mi silencio tomo su plato de cereal y paso junto a mí, pero antes de que se alejara la tome del brazo.

—Quiero hacer una llamada. —exigí ignorando su mirada helada. — ya sabes que siempre tienes derecho a una llamada.

—Estas bajo protección, si estás aquí es porque no queremos que nadie sepa dónde te encuentras, no tienes una idea de lo peligroso que es ese hombre.

—Nadie en mi empresa haría algo para…

—Muchas personas no dudarían en venderte, no podemos arriesgarnos a que esto salga mal, ¡es tu vida!

—Yo…

—Deja de comportarte como hasta ahora y comienza a poner de tu parte, de esa manera estos meses serán agradables tanto para ti como para mí. —halo su brazo para desaparecer y al momento escuche la televisión encenderse.

Abrí el refrigerador y me encontré con mi plato cubierto por papel adherible, levante el rostro esperando que no me viera, lo calenté en el microondas y comencé a comerlo de manera rápida cuidando de que ella no entrara porque no sabría que decirle. Cuando termine no pude evitar sonreír al sentirme satisfecho y justo en ese momento ella entro en la cocina, me miro y después al plato vacio, espero alguna burla o algo pero eso nunca llego. Paso de largo, lavo su plato y salió de la cocina regresando a la sala a seguir viendo televisión.

La primera noche fue horrible y me vi despertado a las 7 de la mañana, ella preparo un desayuno del cual ya no me queje.

—Iremos a la lavandería. —anuncio levantándose.

—Yo no tengo porque ir.

—Aunque no tengas nada que lavar me tendrás que acompañar, al menos yo no estoy dispuesta a ponerme algo que no se si esta limpio. —enarco una ceja.

—Y quien te asegura que eso que llevas puesto si lo está. —contraataque.

—Esto es mi ropa, me permitieron traer un poco de ropa que tenía en mi casillero. —se encogió de hombros. —así que si quieres junta tu ropa, porqué nos vamos en cinco minutos.

BVOP

Me tuve que contener de reír al ver que no sabía de qué manera utilizar la lavadora, lo deje un rato ya que había rechazado mi ayuda diciendo autosuficiente.

—Ya estás listo para que te ayude o es que aun tu orgullo de macho no te lo permite. —dejo escapar un gruñido pero accedió, le mostré de que manera hacerlo, y juntos esperamos a que la ropa estuviera lista, el miraba un periódico que había comprado mientras que yo no dejaba de observar todo lo que nos rodeaba, tenía que familiarizarme con el entorno y siempre tener localizadas las salidas de emergencia, nunca sabia cuando las necesitaría.

Dejamos la ropa en la secadora y me comencé a inquietar cuando un hombre tenía ya más de veinte minutos pasando constantemente por la lavandería y miraba de manera esporádica, eso no era una buena señal.

—Tenemos que irnos ahora. —le dije apagando las maquinas y sacando la ropa que estaba seca, la deje amontonada en la canastilla donde la había llevado y el hizo lo mismo sin comprender.

— ¿Qué sucede? —pregunto algo irritado de ser arrastrado fuera del local llamando la atención de la mujer que estaba a cargo y que se había levantado de su silla al vernos salir tan apresurados.

—No preguntes y camina—lo mantenía junto a mí, deje mi canastilla en la parte trasera de la pick up y el hizo lo mismo, en ese momento sentó que alguien tocaba mi hombro y sin pensarlo dos veces le di un par de golpes en los lugares correctos y lo derribe dejando mi rodilla en sus costillas y mi mano en su cuello.

— ¿Quién eres y qué pretendes?

—Lo estas ahogando. —protesto Edward, lo solté un poco y el hombre tosió para después mirarme con miedo.

—Soy Scott Anderson, solo quería saber cómo te llamabas. —Lo mire con incredulidad— Te vi cuando estabas en la lavandería y…

—Lo siento amigo, ella es mi mujer. —le informo Edward al tiempo que me tomaba de la cintura apartándome del hombre que se levanto con un poco de trabajo.

—En verdad que lo siento, yo no pensé que ustedes estuvieran juntos. No tenías porque atacarme. —se sacudió la ropa.

—Yo lo siento es que…

—Dejamos la ciudad y hace tiempo la asaltaron y tomo clases de defensa personal y ahora veo que valió la pena—coloque la mano en su pecho para evitar que me pegara aun mas a su cuerpo— veo que mi mujercita se las apaña muy bien sola, ahora sé que el que debe de cuidarse soy yo.

—Suerte amigo. — hizo un gesto con la mano y se marcho.
—esto fue muy gracioso. — me soltó para comenzar a reírse abiertamente sin importar llamar la atención de la gente.

— ¿Te parece gracioso? —lo golpee en el brazo sin medir mi fuerza.

—El pobre hombre estaba aterrado— siguió riéndose recargando su cuerpo en la pick up, deje las manos en mi cadera frunciendo el ceño cosa que lo hizo reír aun mas.

—Ojala te parezca tan gracioso cuando te intenten asesinar. —se lo dije en voz baja y aunque guardo silencio unos segundos al instante volvió a reír.

—Fue muy gracioso. —se reincorporo pasando una mano por su cabello y haciendo una mueca al sentirlo corto.

Sin previo aviso me tomo de la cintura pegándome a su cuerpo dejando que un pequeño gemido se escapara de mis labios y cuando su rostro estuvo a solo milímetros de los míos deje de respirar, mi mente me gritaba que lo golpeara y lo alejara de mi ya que veía sus intenciones de besarme, pero mi traicionero cuerpo parecía no querer reaccionar, me estremecí al sentir como nuestros cuerpo se unían completamente y un nuevo gemido abandono mis labios cuando sentí su evidente erección chocar contra mí, si me besaba no creía poder resistirme a responder, pero… ¿Por qué ahora?

Gracias por seguir leyendo mis locuras


2 comentarios:

  1. Hay como me puedes dejar en un suspenso asi grrrr

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  2. Hola estoy empezando a leer esta historia y me estoy divirtiendo muchísimo con esta Isabella ruda. Me encanta como es y creo que me cae un poco mal este Edward todo presuntuoso.
    seguiré leyendo
    Saludos

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