Inevitable: Capítulo II

Capítulo II




BVOP

El auto se detuvo delante de una casa de dos pisos que se mostraba un tanto descuidada pero era bonita.

—Hemos llegado. —Anunció el hombre que estaba a mi lado. — ésta es mi casa y será tu casa mientras te recuperas.

—Dices que no nos conocemos, ¿por qué haces esto por mí?—pregunté extrañada, no recordaba nada referente a mi vida hasta ahora sólo sabía que me llamaba Renée por la cadenita que llevaba en mi cuello, pero tenía la extraña sensación de que lo que estaba haciendo este hombre no era del todo normal y aún me sentía un tanto desconfiada hacia él.



—No tienes a dónde ir y aquí hay bastante espacio. Te recuerdo que tengo dos hijas que son encantadoras.

— ¿Y tu esposa?

—Ella murió hace algunos años. —dijo en tono frío bajando del auto dando por terminado el intercambio de palabras.

Bajé antes de que abriera la puerta y noté el instante en que una pequeña niña de cabello castaño alborotado salía de la puerta principal y corría en nuestra dirección, le extendió los brazos a él que la abrazó le hizo algunos mimos que la hicieron reír marcando dos hermosos hoyuelos en sus mejillas y tenía unos bellos ojos verdes igual que los de su padre y finalmente nos presentó.

—Esta pequeña es mi hija menor, su nombre es Eve. — miré a la niña que ya me sonreía y yo imité su gesto.

—Hola Eve soy...—vacilé unos segundos tratando de ver si mi nombre me hacia recordar algo pero no había nada. —Renée.

—Renée tuvo un accidente y como no tiene donde quedarse se quedará con nosotros, por un tiempo. — explicó Edward a su hija que asintió y susurró algo que lo hizo sonreír.

Con un gesto me indicó que lo siguiera, se detuvo frente a la puerta para que yo entrara primero y de inmediato observé todo lo que había a mí alrededor, era un lugar acogedor. Unos minutos después apareció una niña mayor muy parecida a la que permanecía en los brazos de su padre.

—Ven cariño, quiero que conozcas a alguien. — La niña no dejó de mirarme con un brillo extraño pero se acercó a su padre. —Ella es Renée y se quedará con nosotros en lo que se cura del accidente.

—Hola —saludé con timidez.

—Saluda Lizzy.

—Tienes un lindo nombre, Lizzy.

—Es Elizabeth. —dijo cortante.

— ¿Mi nomble también es lindo?—preguntó la otra niña, me giré hacia ella.

—Muy lindo. — le sonreí nuevamente tocando la punta de su nariz con mi dedo.

Edward dejó en el suelo a Eve, le acomodó la ropita y alisó su cabello con dulzura, la niña se acercó a mí para tomar mi mano y tirar hacia otra habitación. Cuando me giré, vi a Edward hablando con su hija que miraba al suelo como si él la estuviera reprendiendo cosa que esperaba no estuviera sucediendo. Ya que la única razón que encontraba para que lo hiciera sería por mi culpa.

En la cocina estaba una mujer preparando la comida, al sentirnos entrar alzó la mirada y me dedicó una hermosa sonrisa. Se limpió las manos y fue junto a mí.

—Hola querida, yo soy Esme, tía de Edward y esposa de Carlisle, el médico que te atendió. —me dijo tomando mis manos y mirándome con dulzura. — verás que la tranquilidad del lugar te ayudará a recuperarte pronto.

—Eso espero, sólo se mi nombre por ésto—dije indicando el pequeño collar en mi cuello donde se leía mi nombre.

—Es bonito ¿Qué dice?— preguntó la pequeña que se había subido a una silla y miraba el colgante en mi cuello con curiosidad.

—Renée. — acaricié cada una de las letras y suspiré con pesar.

—No molestes a Renée. — le advirtió su padre que llegó junto a nosotros.

—No me molesta en lo absoluto.—acaricié la cabecita de la niña que me sonrió.

Habló un poco con Esme que le indicó que habitación era la que había preparado para mí. Con una seña me señaló que sería él quien me la mostraría , lo seguí a la segunda planta y me mostró una linda habitación bien iluminada por la enorme ventana que tenía vistas de su rancho. Una parte de los pastos se encontraban tiñéndose de otro color, no era el verde que recordaba de algunas de las tierras por la que habíamos pasado durante el trayecto del hospital hasta aquí. Esas tenían mejor aspecto.

—Espero que estés cómoda. Puede que no sea mucho.

—Creo que es perfecto. —aparté la vista de la ventana y vi al hombre detrás de mí, tenía las manos en los bolsillos de su pantalón mientras su mirada recorría la habitación. —te das cuenta qué no sé si esto es más de lo que tengo en realidad.

—O puede que menos— me encogí de hombros, esto era algo que no importaba, él me había ofrecido su casa y tenía que encontrar algo que hacer. ¿Pero qué sabia hacer?— tengo que ir a trabajar, siéntete libre.

—Gracias. — murmuré viendo como se acomodaba el sombrero y se marchaba. Me dejé caer en la cama cuando ya no escuchaba sus pasos.

Cerré los ojos e intenté recordar algo pero nada había cambiado, mi mente era un espacio en blanco, el no saber nada era algo aterrador y que me hacia tener ganas de llorar más sabía que así no solucionaría nada.

Tras limpiarme las mejillas con el dorso de la mano y verme en el espejo regresé a la cocina donde encontré a Esme que me recibió con otra cálida sonrisa.

—No tengo idea de lo que puedo hacer. No sé si puedo cocinar o soy un desastre. — me encogí de hombros. — pero puedo aprender

—Y yo te puedo ayudar. — me dio un delantal rosa y me pidió que cortara algunas verduras, indicándome como.

Descubrí con satisfacción que podía ser de ayuda en la cocina, me resultaba algo fácil y al mismo tiempo agradable. La conversación de Esme hacía desaparecer esa sensación que se estaba apoderando de mí.

— ¿Y viven aquí?—le pregunté a Esme mientras me encargaba de lavar los utensilios sucios.

— ¿Te refieres a Carlisle y a mí? —Yo asentí—Nosotros vivimos en el pueblo en un pequeño departamento, pero ayudo a Edward con la casa desde que tuvo que prescindir del ama de llaves, hace un par de meses. Está pasando por un mal momento, puede que pierda este lugar.

— ¿Eso es lo qué le preocupa?— recordé como Edward se notaba cansado y siempre parecía estar pensando en algo, si eran tantos los problemas era seguro que debía de estar agobiado.

—Este rancho es de su familia desde hace mucho y no puede hacerse a la idea de perderlo por un error de su padre.

—No lo conozco pero estoy segura que es un buen hombre. — como podría no serlo si me había brindado un techo con apenas conocerme.

—Lo es. — afirmó Esme suspirando. — ¿Después de la comida te gustaría dar un paseo para que conozcas los alrededores?

—Me encantaría.

La comida era deliciosa y todos parecían disfrutarla, era la plática de la pequeña Eve lo que hacía divertido el momento y como su hermana parecía aburrida y trataba de recordarle que muchas cosas no eran verdad, pero no podía evitar sonreír ante alguna de las fantasías de su hermana.

Me perdí unos segundos mirando a cada uno y me preguntaba si tal vez yo tendría una familia con la cual compartía las comidas o las cenas y si era así sería un momento agradable o quizá era aburrido. Era frustrante el no saber nada, tenía muchas preguntas y para cada una de ellas no había respuesta en este momento, ya que ninguno de los que estaban aquí me conocía yo era una extraña como ellos lo eran para mí.

— ¿Estás bien? —preguntó Edward que tocó mi mano haciéndome salir de mis cavilaciones.

—Sí —retiré mi mano al instante ya que una extraña sensación recorrió mi cuerpo con un solo roce. Pero traté de sonreír. —Es sólo que me perdí tratando de... recordar.

Entre todos ordenaron el comedor y yo me encargué nuevamente de los platos sucios, mientras escuchaba a las niñas hablar con su padre y Esme avisarle que me llevaría a dar un recorrido.

Cuando terminé encontré a Esme mirándome y de inmediato observé mi ropa esperando encontrar algo mal.

—Deja de presionarte, Carlisle dice que tus recuerdos regresaran en el momento que deban hacerlo.

—Quisiera que fuera pronto, no es agradable tener tu mente en blanco.

—Relájate y tal vez eso ayude.

Antes de salir me colocó un sombrero para cubrir mi rostro del sol, era un lugar precioso pero que estaba perdiendo su encanto, a lo lejos vi un par de hombres montados a caballo que dirigían a un grupo de animales.

—Son pocos los animales que le quedan, tuvo que vender muchos ya que necesitaba el dinero y no podía alimentarlos como es debido.

—Es una propiedad enorme, pero parece un tanto descuidada. — miré la fachada del granero y el establo al igual que la de la casa principal, mostraban la falta de una mano de pintura.

—Esto es una sombra de lo que fue un día. Edward trabaja duro y sé que sacará este lugar adelante. —Me señaló dos caballos que iban atravesando el campo. — ese es Edward junto con Lizzy, ella es maravillosa y parece que Eve también lo será.

Tenía muchas preguntas acerca de aquel hombre que me intrigaba, era guapo pero parecía estar encerrado en sí mismo, hablaba muy poco y se mostraba frío y distante pero no con sus hijas y con Esme.

—Edward me dijo que su esposa murió, ¿fue hace poco?—me aventuré a preguntar.

—Fue hace tres años.

— ¿La amaba? — apenas formular la pregunta supe que era una tontería, era obvio que la amaba o de contrario porque aún parecía que le dolía su perdida. Podía recordar como cuando le pregunte por ella sólo se limitó a decir que murió y salió del auto. Era un tema delicado para él, a pesar del tiempo que había transcurrido.

—Lo era todo para él y ahora ya no es el mismo. Sólo vive para sus hijas. Es un buen padre pero las niñas necesitan a una mujer a su lado que las guíe.

—Tú estás con ellas.

—Pero no sabemos durante cuánto tiempo. Además él aún es joven, tiene tan solo treinta y cuatro años y necesita a una mujer con quien compartir nuevamente su vida. No se merece estar solo.

—Ya encontrará a alguien.

—Muchas mujeres en el pueblo han intentado cazarlo, pero él dice que si volviera a casarse sería con una mujer que realmente quiera a sus hijas. —suspiró sonoramente. — Y ahora cada vez lo veo más imposible dado que son contadas las veces que sale de este lugar y así no creo que encuentre a alguien.

—Es increíble que no las quieran, yo solo tengo unas horas aquí y ambas me parecen encantadoras, aunque Lizzy es muy callada.

— Es una niña tímida mientras que su hermana parece un periquito.

—Pero uno encantador. —dije sonriendo.

Terminamos el paseo con el tiempo justo para preparar la cena. Durante el recorrido conocí a varios de los hombres que trabajaban en el rancho y más de uno había sido advertido por Esme sobre su comportamiento, ya que me hicieron sentir algo incomoda.

La cena fue igual de agradable que la comida. Se respiraba un ambiente ameno, donde también participo Carlisle que dedicó tiempo a las niñas. Carlisle y Esme se marcharon cerca de las nueve. Dejé que Edward se quedara con sus hijas mientras veían televisión, me despedí de ellos antes de ir a mi habitación. No paso ni media hora cuando escuché como Edward se hacía cargo de dejar en la cama a sus hijas y después de cerca de una hora fue el ruido de otra puerta la que resonó en la silenciosa casa, estaba segura que se trataba de la puerta de su habitación.

El sueño parecía haberme abandonado, estaba de costado en la cama mirando la oscuridad por la ventana abierta y solo pude suspirar, tal vez mañana despertara recordándolo todo o tal vez esto era permanente. ¿Y desde hoy había comenzado a escribir una nueva vida? ¿Qué pasaría con la anterior?

Frustrada me levanté y tomé la bata que Esme me había dado, con cuidado salí de la habitación y bajé por las escaleras maldiciendo cuando el último escalón lanzó un chirrido aterrador —digno de poner los pelos de punta a cualquiera—. Llegué a la cocina y tomé un vaso con agua, fui hasta la puerta trasera y la abrí con cuidado y rogando de que no rechinara ya que lo que menos deseaba era despertar a Edward o alguna de las niñas. Me senté en el escalón superior de madera y disfruté de la suave brisa dando contra mi rostro y jugar con un par de mechones que se habían escapado de mi trenza.

— ¿No puedes dormir?— me giré dando un saltito para ver al hombre en el umbral de la puerta, el pantalón estaba desabrochado solo el zipper estaba arriba y la camisa abierta dejando al descubierto un pecho bien trabajado. Aparté la vista, al darme cuenta de lo que estaba haciendo.

—Lamento si te desperté.

—Yo tampoco puedo dormir, muchas cosas que ocupan mi cabeza. — se sentó junto a mí y de inmediato sentí el calor que se desprendía de su cuerpo. Era una extraña sensación pero agradable a comparación de las que venía sintiendo desde hace días.

—Tú te quejas por la cantidad de cosas que hay en tu cabeza y yo desearía poder tener algo.— dejé el vaso de lado, abracé mis piernas y apoyé la barbilla en mis rodillas.—¿Irónico no lo crees?

—Si me parece. —dijo con la primera sonrisa autentica que le había visto sin estar sus hijas presentes, porque parecía que era un gesto sólo reservado para ellas.

—Tal vez no te pueda ayudar pero si te sirve te puedo escuchar. ¿Qué te preocupa? —me miró por unos segundos y después dejo escapar una exhalación, estiró sus piernas y dejó al descubierto sus pies descalzos y apoyó sus manos a su espalda en el piso de madera.

—Éste lugar ha estado en mi familia por varias generaciones y tal vez lo pierda por una mala inversión. —recorrió con la mirada el lugar. —desde que era niño siempre supe que yo me encargaría de él y que sería tan bueno como en ese momento, pero sólo eran fantasías. Necesito una fuerte inyección de capital y nadie quiere arriesgarse cuando sabe el estado en que se encuentra el rancho.

—Lo peor que puedes hacer es no hacer nada.

—Me he reunido con seis posibles inversionistas y nada ha sucedido, dentro de poco deberé de vender otras cuantas cabezas de ganado y tendré que despedir a un par de hombres.

—Quisiera ayudarte. —coloqué mi mano en su brazo sintiendo un pequeño hormigueo al sentir la tensión de sus músculos.

—Gracias, el hablar contigo aligera un poco las cosas. Es difícil esta situación más que nada por mis hijas que están destinadas a carecer de muchas cosas. No puedo darme el lujo de comprarles las cosas que me gustarían.

—Sólo hay que tener fe. Es lo único que yo tengo y que tú no debes de perder. — Miré sus ojos de un verde precioso y sus labios ligeramente entreabiertos… ¿Qué estaba pensando?— Las niñas estarán bien mientras estés con ellas, creo que las cosas materiales no deben de ser tan importantes, lo que importa es que ellas sepan que te tienen a ti y cuando salgas de esto sólo será un mal recuerdo.

—Lo único que les puedo ofrecer es mi cariño e intentar que no les falte lo más básico. Gracias por escucharme. — dijo al tiempo que palmeaba suavemente mi mano como lo hubiera hecho con alguna de las niñas.

Esa sensación de un hormigueo cambió por una pequeña descarga que recorrió mi cuerpo y hasta llegar a posarse en mi estómago donde permaneció un largo rato, ¿Qué significaba?

—Supongo que será mejor marcharnos a dormir, mañana será un nuevo día. —se puso de pie y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón sin mirarme.

—Sí, ya es hora. — secundé levantándome y tomando el vaso con agua que estaba por la mitad, entré en la casa seguida por Edward. Estaba por entrar a mi habitación cuando me giré y lo vi tomar el pomo de su puerta.

— Edward, buenas noches. Y de nuevo gracias.

—Gracias a ti por la charla. — me guiñó un ojo y desapareció dentro de su habitación, me quedé un momento ahí de pie como una tonta mirando a la puerta cerrada.

Suspirando entré a mi habitación y me metí de nuevo bajo las mantas de mi cama, me acomodé de costado y de nuevo me perdí viendo el cielo oscuro iluminado por varias estrellas. Estaba justo donde había comenzado.

Tal vez después de toda esta situación tenía algo de lo que yo debía de aprender, una segunda oportunidad, pero... ¿Para qué?

Gracias a Andrea y Claudia que se toman el tiempo de corregir mis horrores de ortografía y de redacción.

2 comentarios:

  1. oh chica.... creo ir comprendiendo para donde vas.... me agrada.

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