¿VERDAD O MENTIRA?
Parecía que después de todo, este embarazo no
era tan bueno, esperé a mi madre saltando de emoción por saber que tendría un
nieto, la sonrisa en el rostro de Esme, pero ambas se habían mantenido calladas
y Carlisle como mi padre se habían mantenido al margen.
—Ignóralos— se sentó junto a mí, con un
movimiento me acomodó en sus piernas envolviéndome en sus brazos, dejé
descansar mi cabeza en su hombro, sonreí al sentir su mano en mi vientre.
—Esperaba otra reacción no su indiferencia,
sé que no se lo esperaban ya que nuestro matrimonio fue solo por negocios,
¿pero es tan difícil aceptarlo?—Dibujé círculos sobre su mano.
—No quiero que te afecte su reacción, es
nuestro bebé y lo importante es que nosotros lo queremos, preciosa.
—Edward, no sé si en verdad yo seré una buena
madre, no me siento lista para ello.—Admití mi más grande temor.
—Pero no estarás sola amor, entre los dos
cuidaremos a nuestro pequeño, ambos aprenderemos a lidiar con este cambio, no
diré que estaba listo para ser padre porque mentiría, pero creo que al menos
tengo la edad para eso.—Besó mi frente, mi corazón se había acelerado con sus
dulces palabras.
—Tú ya tienes edad pero yo aún podía esperar
un poco más.—Bromeé y el rió bajito.
—Pero resulta que yo no puedo quedar
embarazado, así que fuiste tú la elegida, lamento complicarte la vida y ser el
responsable de lo de cada mañana.
—Ni me lo recuerdes, es la peor parte.—Hice
un mohín ganándome un beso, tomé su rostro entre mis manos, me presionó más
contra su cuerpo hasta hacerme jadear y pedir aire.
—¿Quieres hacer algo?—Su sonrisa torcida era
una clara invitación a olvidarnos de todo y dejarnos llevar por el deseo que se
comenzaba a adueñar de nuestros cuerpos.
— ¿Algo en mente? — Besó mi cuello dejando
descansar su mano sobre mi seno derecho.
—Creo que con eso te doy una idea de lo que
quiero hacer.
—Me has convencido.— Rocé sus labios con
dulzura y me levanté de su regazo.
—Vamos—extendí mi mano para que la tomara.
—Antes quiero que veas algo que ha llegado—
me guió hasta la biblioteca y ahí junto al escritorio había 5 cuadros que
reconocí como los que habíamos comprado la noche anterior, hizo a un lado los
dos primero para dejar al descubierto el cuadro que él me había mencionado como
perfecto para mi oficina pero que valía una fortuna.
—No me di cuenta cuando la compraste.—Me
incliné para poder apreciar de cerca tan hermosa pintura, trazos asimétrico,
colores brillante pero perfectos.
—Hubiera arruinado la sorpresa.— Lle di un
beso en la mejilla.
—Ya que vimos la sorpresa ¿podemos ir a hacer
lo que teníamos en mente?—Dejó escapar una carcajada pero no opuso resistencia
cuando tomé su mano y lo conduje hasta nuestra habitación, apenas cerró la
puerta me tomó en brazos obligándome a colocar mis piernas en su cintura.
—No sé qué es lo que me has hecho pero no
puedo estar lejos de ti, cada instante te necesito más—reí ante sus palabras,
solo se estaba dejando guiar por el deseo.
— ¿Qué te parece tan gracioso?
—Apuesto que con esas palabras has llevado a
muchas a tu cama, sabes lo que una mujer quiere escuchar, pero no olvides que
yo ya he estado en la tuya y varias veces, así que salen sobrando—levantó el
rostro.
—¿Es tan difícil creer lo que he dicho?—Giré
mi rostro al saber que había hablado de más.
—No nos engañemos, ambos sabemos la clase de
hombre que eres—me recostó sobre la cama quedando sobre mí, cuidando de no
aplastarme.
—Dime qué clase de hombre soy
—Edward no por nada eres considerado un
hombre con miles de aventuras, ¿crees que ignoro la cantidad de chicas con las
que te has acostado?
—No lo negaré, pero con ninguna me acostaba
más de dos veces.—Cerré los ojos, y sacudí mi cabeza, no podía imaginármelo con
otra mujer.—Bella, no te has dado cuenta de que he cambiado.
—Lo has hecho pero…— Su lengua rozó mis
labios logrando que emitiera un gemido por la suavidad y la sensualidad de ese
acto.
—Cuando digo que no puedo mantenerme alejado
de ti es verdad, me resultas irresistible.
—No mentiré diciendo que el sexo no es
grandioso.
—Bella para mí no es solo sexo, es…—Gruñí al
escuchar los golpecitos en la puerta de nuestra habitación, se levantó
dejándome tumbada con la cabeza hecha un nudo, se inclinó nuevamente hacia mi
dejando que sus labios acariciaran los míos.—Te quiero pequeña.
Esas simples palabras me habían alegrado el
día, jamás pensé que escucharía esas palabras salir de sus labios, saber que él
me quería era todo lo que necesitaba, al menos era un poco a comparación de la
manera tan intensa en que yo lo amaba.
—Cariño.—Me giré observándolo muy cerca de mí—tenemos
visita, así que más tarde continuaremos donde nos quedamos.
Me levanté acomodando mi ropa y mi
maquillaje, tomé su mano y bajé lentamente por las escaleras, hasta llegar a la
sala y ver a nuestros padres que al notar nuestra presencia se pusieron de pie,
me tensé apretando la mano de mi esposo.
—Tranquila recuerda que estamos juntos en
esto pequeña.—Asentí entrando a la sala.
—Hija lo lamento.—Los brazos de mi madre me
envolvieron, un pequeño momento respondí el abrazo.— Estaba completamente
sorprendida por la noticia, pero no sabes lo feliz que soy al saber que pronto
seré abuela.
—Seremos Renee— corrigió Esme que me abrazó
de la misma manera que lo había hecho mi madre.— Gracias por éste maravilloso
regalo.
—Es algo que nos ha tomado por sorpresa, y
solo esperamos que se comporten a la altura de la responsabilidad que van a
adquirir.—El rostro de mi padre era inexpresivo y eso parecía más una
advertencia que otra cosa.
—Somos conscientes de la responsabilidad que
se nos viene encima.—Edward me rodeó con uno de sus brazos.—Sé que ha sido
inesperado todo esto dadas las circunstancias, pero no negaré de que estoy
feliz con la noticia de que seré padre.
—Este era un matrimonio para proteger
nuestras empresas, espero que no te hayas sobrepasado con mi hija.—Apuntó con
el dedo a mi esposo que no se inmutó.
— ¡Papá! —Me coloqué delante de Edward lanzándole
una mirada de advertencia.
Las manos de Edward me envolvieron y movió
suavemente sus pulgares sobre mi vientre para calmarme.
—Dime la verdad Belly, esto no estaba en lo
que nosotros teníamos previsto.
—Tienes razón esto no entraba en lo que
teníamos previsto, pero no tiene nada malo, es lo más normal dado el hecho de
que estamos casados, y respecto a tus insinuaciones papá, Edward no me ha
tocado sin mi consentimiento.—El rostro de mi padre fue de un rojo vivo y mi
madre comenzó a reír al igual que Esme.
—Eso es demasiado a lo que me interesaba
saber.—Murmuró avergonzado.
—Es lo que insinuaste papá, somos una pareja
y somos humanos.
—Bella ya entendí el punto.—Le sonreí y el
sacudió la cabeza.
Mi madre y Esme no pararon de hablar y
comenzar a hacer planes para la decoración del cuarto del bebé, ambas estaban
fascinadas con la idea de ser abuelas, un vaso con agua apareció delante de mis
ojos lo tomé al mismo instante que recibía un beso en mi cabello por parte de
mi esposo que después de eso regresó junto a mi padre y el suyo.
Se quedaron a cenar con nosotros y alabaron
la exquisita comida que Sara era capaz de preparar, mi madre le dijo de manera
descarada que si deseaba podía irse a trabajar con ella, la pobre mujer se
sonrojó y me miró asustada a lo que mi madre comenzó a reír diciéndole que solo
bromeaba que adoraba que estuviera con nosotros y que ahora ella estaría
viniendo más a menudo.
—Cuídate hija y no dudes en llamarme por
cualquier cosa.—Respondí el abrazo de mi madre al despedirse.
—Me alegro por el hecho de tu embarazo
cariño, pero es difícil asimilar que en verdad ya eres toda una mujer, además
de que no sé qué pensar sobre esta relación, a veces pienso que deseas salir
huyendo y otras parece que estás en tu lugar.—Mantuvo sus manos en mi rostro
obligándome a verlo.
—Todo está bien papá, recuerda que un
matrimonio no siempre es miel sobre hojuelas.
—No olvides que siempre esteremos para ti, no
importa lo que suceda siempre tendrás tu lugar en la que por 25 años fue tu
hogar.
—Gracias. Te amo papi.—Lo abracé sintiendo
como me apretaba a su cuerpo y me susurraba un “te amo”.
Los vimos atravesar la verja y entramos
dentro antes de que nos congeláramos por el frio que se comenzaba a sentir en
ese momento, activó el sistema de seguridad y me llevó en su hombro a pesar de
mis protestas, no podía dejar de reír ante su actitud, me dejó caer sobre la
cama y se lanzó sobre mí.
—Lo siento, dime que no te lastimé.—En sus
ojos leía el miedo, negué rodeando su cuello con mis brazos, comencé a jugar
con el cabello de su nuca
— ¿En dónde nos quedamos?— Pregunté antes
besarlo de una manera apasionada sintiendo una de sus manos recorrer mi pierna
hasta llegar a mi ropa interior adentrándose en ella logrando que rompiera el
beso en busca de aire y un jadeo involuntario se escapara.
—No lo reprimas amor, me encanta escucharte.—Ahogó
mi risa con un beso, su voz se había vuelto ronca debido a la excitación, su
mano abandonó mi intimidad para deshacerse de mi ropa, sus mano eran
completamente expertas en esa tarea, mis manos me temblaban como si fuera la
primera vez que le quitaba la camisa y desabrochara su pantalón.
Mi ropa pronto ocupó un lugar en el suelo de
nuestra habitación, apoyé mis manos en los músculos de su abdomen, subí
lentamente rozando sus pezones hasta llegar a sus hombros u quitarle la camisa,
se quitó el pantalón y el resto de su ropa, dejándonos a ambos sin una sola
prenda, se presionó contra mi cuerpo y gemí al sentir su erección contra mi
vientre.
—Edward.—Mordí mi labio, comenzó a besarme
recorriendo mi cuerpo con sus manos, sus labios comenzaron posicionándose en mi
cuello bajando lentamente hasta llegar a mis senos, su lengua rozo una de las
duras protuberancias haciéndome gemir y removerme debajo de él solo para sentir
su erección, comencé a repetir su nombre con dulzura, me mordí la lengua un par
de veces para no dejar escapar un te amo, entró lentamente logrando que una ola
de placer invadiera mi cuerpo, mi respiración se cortara y mi corazón se
acelerara.
—Te quiero mi pequeña gatita.— Me adueñé de
sus labios dejando que mi lengua acariciara la suya mientras el aumentaba la
intensidad de sus movimientos, la pasión del momento era única, me alejé de sus
labios en busca de aire y entre jadeos logré pronunciar su nombre y finalmente
dejar escapar un grito de placer, el continuó moviéndose hasta que alcanzó la
cima, se dejó caer a un lado mío y me colocó sobre su pecho, en lo que nuestras
respiraciones se normalizaban, cubrió nuestros cuerpos con las mantas.
—Espero que te quede claro.—Levanté mi rostro
sin comprender el significado de sus palabras, acomodó mi cabello detrás de mí
oreja.
—No entiendo de que hablas.—Dije aun con la
voz entrecortada.
—El hecho de que esto no es solo sexo, aunque
llegue a sonar cursi quiero que sepas que yo siempre he hecho el amor contigo
pequeña.— Me estiré hasta tomar sus labios entre los míos, si esto era un sueño
no quería despertar de él, me quería y eso me bastaba.
La siguiente semana estaba radiante, claro
que por las mañana seguí con mi visita obligatoria al baño, pero eso era lo que
menos me importaba, Edward estaba cada día más cercano a mí, disfrutábamos del
sentarnos a ver una película mientras yo comía un tarro de helado o un paquete
de donas, las papas y las gomitas no podían faltar, intentaba mantener mi
alimentación sin tantas cosas que lograran hacer crecer mi vientre más de la
cuenta.
El trabajo había aumentado por lo que Edward
debía de quedarse un poco más en la oficina atendiendo asuntos importantes, es
por esa razón que había regresado a llevar mi auto ya que yo regresaba a casa
antes que él. El viernes habíamos quedado de salir juntos a cenar pero por una cena
de negocios habíamos cancelado, esa es la razón por la que estaba yo sola
frente al televisor viendo un melodrama demasiado irreal, admitía que el
protagonista era guapo, pero nada comparado con mi esposo, el sonido de mi
celular me indicó que un mensaje de texto había llegado esperaba que fuera
Edward avisándome que venía de regreso a casa y de esa manera podría encargarle
más gomitas, pero era de un teléfono desconocido.
"La cena con Edward ha sido grandiosa, es una
lástima que no hayas venido o ¿es qué él no te invitó?”
Dejé mi tazón de fruta
sobre la mesa al leer ese mensaje, solo podía ser de una persona y no me
gustaba pensar que Edward había estado en una cena con esa mujer.
¡Perfecto! Esa mujer había logrado espantar
mi apetito y de pronto el melodrama había pasado a molestarme, comencé a
cambiar los canales buscando algo que me quitara el mal humor pero no había
nada interesante en la televisión, me maldije por no detenerme a rentar un par
de películas como lo había pensado cuando venía de camino a casa.
— ¿Nada que ver?—Bufé al escuchar la voz de
Edward.
—Es viernes y como cada fin de semana no hay
nada que valga la pena—levantó mis piernas y las acomodó sobre su regazo.— ¿Y
qué tal ha ido la cena?
—Fue interesante, hubo personas que no
pensaba encontrarme pero logré convencer de contratar a más personal para un
mejor rendimiento de la empresa que está creciendo en Carolina del Sur.
—Cuando hablas de personas que no esperabas
ver, ¿a quién te refieres?, alguien de la empresa que no debía de estar.— Ahí
estaba mostrando mis inseguridades, acarició mis piernas con delicadeza.
—Estaba Philipe Green y Jessica acompañando a
su padre.—Una punzada de celos llegó a mi interior pero no dije nada, me limité
a llevarme la última gomita a la boca y centrar mi atención al programa en el
que había dejado.— Creo que acerté, te traje algo.
—Gracias.—Tomé la bolsa de gomitas que me
había entregado.
—Espero que hayas cenado.—Asentí comenzando a
comer las gomitas.
—Vamos a la cama.—Susurró cerca de mi oído.
—Aún es temprano para dormir.
—¿Y quién dijo que íbamos a dormir? Tengo
algo mejor en mente.
— ¡Eres insaciable! — Él se encogió de hombros
riendo abiertamente, apagó el televisor y me llevó hasta nuestra habitación,
donde logró que el enojo se me olvidara.
La semana comenzaba y el trabajo parecía
empeorar, eso o que aún seguía estando un poco cansada, salí a comer a un
restaurante cercano ya que Edward se había tenido que quedar en una junta con
nuevos inversionistas, disfrute de la ensalada y pollo marinado a la plancha
acompañado de una limonada.
—Vaya no esperaba encontrarte aquí sola.—Levanté mi rostro para encontrarme
con Jessica que se sentó sin ser invitada.
—¿Porque me parece que lo que deseabas era
exactamente eso? el encontrarme sola.—Remarqué
la última palabra como ella lo había hecho, pidió una ensalada y una copa de
vino.
—Solo estaba cerca porque iba a llevarle unos
papeles importantes a Edward—me guiñó un ojo dándole un sorbo a su bebida.
—Déjame adivinar te has perdido y por
casualidad has terminado en el mismo restaurante que yo.
—Edward estaba en junta así que decidí
esperarlo, y al verte aquí sola decidí hacerte compañía.
—No te hubieras molestado.—El mesero dejó su
ensalada frente a ella y aproveché para pedir algo de comida para Edward.
—Querida te lo volveré a repetir, deja a
Edward de una vez, ¿crees que en verdad tú tienes algo que ofrecerle? Vamos
niña, sabes perfectamente que tú no eres lo que él necesita, el necesita a una
mujer que se encargue de satisfacer cada una de sus necesidades y tú no lo
lograrás.—Apreté los dientes.—Hazte un favor y deja de humillarte.
—Aquí la única que se está humillando eres tú
querida.—Me acomodé correctamente en mi silla —Él no se ha quejado y te aseguro
que lo ha disfrutado.
—Eres una estúpida si crees que el realmente
se va a quedar contigo, solo vete a un espejo y te darás cuenta de lo
insignificante que eres.
—Puede que no sea rubia como tú, pero al
menos tengo cerebro, algo de lo que tu careces, lo sé porque si lo tuvieras ya
te habrías alejado de nosotros y no intentarías seguir arrastrándote frente a
mi esposo, para él y para los demás que han visto tus intentos de llamar su
atención no eres más que una arrastrada y desesperada.—La sonrisa de su rostro
se borró.
—Cuando Edward te deje para estar conmigo no
digas que no te lo advertí.— Sonrió cínicamente cuando el mesero dejó mi pedido
extra sobre la mesa.—No olvides que yo sé lo que es estar en los brazos de ese
hombre, el sentí…
—Y tú no olvides que yo soy la mujer que él
eligió para ser su esposa, no me importa si en algún momento estuvieron juntos
eso es pasado, el presente de Edward “soy
yo”. Y yo soy la única mujer que está en sus brazos y en su cama.—Intenté
mantener mi postura serena aun cuando deseaba lazármele encima para que se
callara de una vez.—Aléjate de mi esposo y de mí.
—¿Pero quién te dice que no es Edward el que
me viene a buscar?—Se llevó una aceituna a la boca
—Conozco a mi esposo—saqué el dinero para
pagar, pero cuando me disponía a marcharme ella me tomó de la mano.
—Solo un último consejo querida, disfrútalo
mientras puedas porque ese hombre es mío y no lo tendrás por mucho tiempo.
—Te aconsejo que te sientes ya que puede que
te canses de esperar, puede que tu tengas suficiente dinero pero eso no te da
la clase que yo tengo, una que al parecer le gusta a MÍ ESPOSO, el prefiere
estar con una mujer refinada a una cualquiera como tú y si me disculpas tengo
trabajo que hacer y no quiero seguir perdiendo mi tiempo contigo.—Manteniendo
la cabeza en alto salí del establecimiento agradeciendo que nadie se hubiera
percatado del molesto incidente, esta era mi pelea de la cual Edward no debía
de saber nada, no quería quedar como una chica indefensa que no es capaz de
proteger lo que le importa.
Fui hasta su oficina para verlo delante del
monitor con el ceño fruncido, mientras discutía con alguien en el teléfono, su semblante
se suavizo apenas notó mi presencia, me hizo una seña para que lo esperara un
poco y lo hice, regaño a quien quiera que estuviera en otra línea y colgó para
después apretar el puente de su nariz.
— ¿Problemas?
—Nada de lo que debas de preocuparte amor.—Fui
hasta llegar junto a él, tome su rostro entre mis manos y lo besé de una manera
apasionada, haló de mi hasta dejarme sentada en sus piernas, solo nos separamos
por falta de oxígeno.
— ¿Puedo preguntar por qué ese beso? —Mi
rostro comenzó a arder, es que acaso había sido tan malo—Cuando tienes esa
mirada y tu rostro rojo es porque estás divagando.
— ¿Tan mal beso? —Pregunté con timidez.
— ¡Claro que no!, ha sido excelente, es solo
que esta clase de besos solo los siento. —Susurró besando mi cuello hasta
morder el lóbulo de mi oreja.— Por las noches en la intimidad de nuestra
habitación—dejé escapar un jadeo ante la ola de sensaciones que me estaban invadiendo,
sabía que si no me apartaba en este momento terminaríamos de una sola manera,
la cual no era la más propia.
—Edward.—Intenté separarlo pero él me apretó
más contra su cuerpo, mi respiración de había acelerado al igual que mi pulso.—Yo
solo te traje algo de comer.
—Ahora yo solo tengo hambre de otra cosa.—Gruñó
deslizando su lengua por mi escote.
—Ahora no Edward.—Haciendo uso de todo mi
autocontrol me levanté de su regazo y me alejé de él, acomodando mi ropa.
—No te irás así nada mas.—Di un par de pasos
hacia atrás cuando lo vi levantarse de su lugar y acercarse lentamente hasta
donde estaba, me sentía como una presa indefensa que es acechada por un
depredador que en cualquier momento se te lanzara encima y del cual no puedes
escapar.
—Ni lo pienses Edward, ¡ah! —Grité al momento
que se me lanzó encima y me tumbó sobre el sillón negro de cuero que había en
su oficina, mantuve mis manos en su pecho para que no se acercara demasiado.
—No vas a escapar tan fácilmente pequeña
gatita escurridiza.—Tomé su corbata y halé de ella hasta que quedo a
centímetros de mis labios.
—Solo que no deseo hacerlo aquí, pero tú
sabes que te deseo.—Sus pupilas se dilataron y yo me sorprendí de mis palabras
—Yo no necesito ser anunciada.—La
puerta se abrió de golpe y ahí de pie estaba Jessica quien me vio con completo
odio. Edward se levantó lentamente, acomodó su ropa y me ayudó a levantarme,
noté el sonrojo de la secretaria de Edward pero a la vez se notaba asustada por
la reacción de mi esposo.
— ¿Qué se te ofrece Jessica? —Se acercó
contoneándose hasta quedar frente a nosotros.
—Papá quería que te diera estos documentos,
vine hace un rato pero tu asistente me informó de que estabas en una junta así
que decidí esperar.—Enrolló un mechón de su cabello y mordió su labio.
—Para la próxima déjalos con mi secretaria o
mi asistente.
—Son importantes.
—Ellas son de mi confianza, si no lo fuera no
estarían laborando conmigo.
—Aquí tienes.—Se los entregó sin importar
mostrar su enfado por la frialdad y la indiferencia con la que la estaba
tratando.
—Gracias, dile a Gordon que mañana mismo
tendrá mi evaluación.— Tomó mi cintura con su mano libre—Y si me disculpas
tengo cosas que tratar con mi esposa.
—Hasta pronto.—Se levantó de puntillas y beso
su mejilla como si yo no estuviera ahí y se marchó.
—Jane, puedes decirle a Stella que venga de
inmediato—Lo observé con curiosidad, mientras el comenzaba a comer lo que le
había llevado.
—¿Me llamó Sr. Cullen?—La chica entró con una
sonrisa apretando contra su pecho la libreta de notas.
—Escucha atenta porque no lo volveré a
repetir—Su voz dejó de ser suave para ser cortante y amenazadora.—No tienes
porque dar información de mis movimientos a nadie, solo limítate a decir que
estoy ocupado.
—Señor….
—Solo hay 4 personas a las que estas autorizada
a decir detalladamente lo que hago, ¿recuerdas quiénes son esas personas? —Ella
asintió.— Podrías recordármelo.
—Su esposa, sus padres y el Sr. Swan.—Dijo de
manera suave.
—Entonces no veo la razón por la que le
dijiste a Jessica Stanley lo que hacía, es la última vez que sucede algo así,
ya que de lo contrario tendrás que marcharte, ¿fui claro? —Sentí pena por la
chica que se notaba arrepentida, asintió y salió de la oficina dejándonos
nuevamente solos.
—¿No crees que fuiste demasiado duro con Stella?
—No, debe de enseñarse a acatar reglas y si
no puede hacerlo tendrá que irse.—Suspiré pero sabía que tenía razón, un par de
golpecitos en la puerta y después vi a Jane asomar la cabeza con timidez por la
puerta.
—Lamento interrumpirlos, pero su padre la
está buscando Sra. Cullen.—Agradecí a la chica, besé a mi esposo y fui a la
oficina de mi padre.
El resto de la tarde la pasé recluida en la
oficina de mi padre armando unas propuestas para nuevos proyectos, Salí a la
hora acostumbrada y me sorprendió ver a mi esposo esperando junto a mi auto,
después de varios días al fin lográbamos irnos a casa juntos.
El miércoles después de la comida un nuevo
mensaje exigiéndome dejar a Edward apareció, hice lo mismo que con los
anteriores lo borre y continúe en mi trabajo, el jueves hubo una junta con unos
nuevos clientes lo que le evitó llegar a casa a cenar, el viernes tenía pensado
ir al teatro y después a cenar a su restaurante favorito, el sonido de un nuevo
mensaje me obligo a levantarme del sillón del cuarto de entreteniendo en el que
me encontraba.
“Hoy
volverá a estar conmigo así que no lo esperes despierta”, maldije en
diferentes idiomas y apreté el celular en mi mano hasta que los nudillos se
volvieron blancos, después me tranquilicé al saber que solo debía de ser alguna
de sus estúpidas jugadas para hacerme enojar, él siempre me avisaba cuando
llegaría tarde y no lo había hecho esta vez.
Me acomodé nuevamente en el sillón y le
presté atención a la película que era de comedia, me arrancó un par de risas
hasta que de nuevo mi teléfono comenzó a sonar, por la melodía sabía que se
trataba de mi esposo.
—Si.
—Hola pequeña, lamento arruinar nuestra
noche, pero me surgió un imprevisto que debo de atender, así que no me esperes
despierta.
—Muy bien.— Siquiera esperó a que dijera algo
más, me había colgado, es que esta vez Jessica tenía razón y Edward estaría con
ella, eso no podía ser posible, Edward no podía hacerme eso, no podía hacernos
esto.
Terminé de ver la película pero había perdido
la gracia, apenas y probé la cena gracias al nudo que sentía, me metí en la
tina intentando relajarme pero nada sucedió, el reloj marcaba cerca de las 11 y
Edward aun no regresaba, entré en la cama y apagué la luz dejando que el dolor
en el pecho me lastimara y las lágrimas bajaran por mis mejillas hasta quedarme
profundamente dormida, desperté al sentir unos fuertes brazos rodeándome y el
inconfundible aroma de mi esposo.
—Edward.—Dije adormilada.
—Siento despertarte cariño, vuelve a dormir.—Abrí
un poco mis ojos solo para ver qué pasaba de la una.
El fin de semana lo pasamos en casa de
nuestros padres, también fuimos de compras y caminamos un poco por Central
Park, intentaba que la sonrisa que mostraba se notara como real y no fingida
como lo era en realidad, no sabía que pensar, sobre todo lo que estaba pasando,
tal vez estaba exagerando y todo era solo causa de mis estúpidas hormonas que
deberían de seguir por los cielos.
La siguiente semana no fue para nada
diferente, el trabajo había disminuido pero aún era demandante, los mensajes
seguían llegándome pero esta vez agregaba alguna frase, como lo bien que la
pasamos esa noche, aún sigue haciéndome vibrar, eso me mantenía con los ánimos
por los suelos, además de que en lo que iba de la semana no habíamos cenado
juntos, debido a cenas de trabajo, el jueves por la noche había llegado
temprano antes de que yo cayera dormida así que me acurruqué contra su cuerpo
y comencé a besarlo pero él me detuvo alegando que estaba cansado pero que me
compensaría después, eso solo me hizo dudar más acerca de la fidelidad de mi
esposo, ¿es que se estaba acostando con Jessica?, ¿Acaso estaban recordando
viejos tiempos y se había dado cuenta de que yo no era lo suficientemente bueno
como lo era ella?
El sábado llamé a mis amigas para salir pero
me encontré con la sorpresa de que ninguna estaba disponible, Rose y Tanya
estaban en Milán en una importante sesión de fotos para la próxima portada de
Vogue, Alice se mantenía ocupada con los arreglos de los diseños que presentaría
en su show en la semana de la moda la cual sería en un par de semanas, eso me
había dejado de nuevo varada en la sala de mi casa buscando algo interesante
que ver, el teléfono de la casa comenzó a sonar, el identificador marcó numero
privado, apostaba a que era Rose siempre que llamaba aparecía la misma leyenda.
—Si.
—Hola querida.—Apreté el teléfono al
reconocer la voz.— Solo llamaba para ver si aún seguías en casa.
— ¿Dónde esperabas que estuviera? —Intenté
que mi voz siguiera notándose serena aun cuando estaba enfadada, no le daría el
gusto de saber que había logrado lo que se proponía.
—Lejos de Edward, ¿es que aún no te das
cuenta de que el ya no siente nada por ti?, de hecho debo de decirte que esta
tarde fue excelente…— Corté la llamada ya no podía seguir escuchando nada más,
me fui a mi habitación y me tumbé sobre la cama, ya eran cerca de las diez así
que bien podría dormir.
Al sentir unos labios sobre mi cuello y una mano
acariciando mis piernas, desperté sobresaltada.
—Lo siento amor, no quise asustarte.—Enfoqué
la mirada para ver a Edward junto a mí, se inclinó para besarme pero giré el
rostro, como se atrevía a intentar besarme después de haber estado con esa
zorra. — te prometí compasarte lo del jueves por la noche.—Murmuró con su voz
sedosa.
—Edward.—Coloqué las manos sobre su pecho
evitando que se acercara demasiado—No quiero que me toques.
—No hablas en serio cariño, tenemos casi dos
semanas sin hacer el amor y juro que te extraño.—Reprimí la sonrisa que iba a
formar, como si realmente me extrañara, era un farsante, apoyo más su peso en
mis manos logrando llegar hasta mis labios.
— ¡Aléjate!, no quiero que me toques.—Golpeé
su pecho.
— ¿Qué te sucede pequeña?
—Quiero que mantengas tus manos lejos de mi
cuerpo.— Me metí entre las mantas, lo escuché protestar y meterse dentro, se
acercó a mí y deslizo su brazo por mi cintura haciéndome saltar de la cama.
— ¡Demonios! ¿Qué es lo que te sucede ahora
Isabella?
—Ya te lo dije.— Contuve las lágrimas, el
embarazo me había convertido en una llorona de tiempo completo.
—Como quieras.— Se levantó y salió de la
habitación dando un portazo seguido de otro indicándome que se había marchado a
una de las habitaciones de huéspedes, me dejé caer de nuevo sobre la cama
abrazando mi almohada y dejé que los sollozos y las lágrimas salieran con
libertad.
Me cansé de llorar y pronto me quedé dormida,
me desperté e hice la rutina de todos los días, me sorprendió ver que solo
había un plato sobre la mesa, cuando pregunté por mi esposo me dijeron que
había salido muy temprano, desayuné con lentitud y me marché a la empresa, lo
vi antes de entrar a mi oficina, estaba en el pasillo dándole indicaciones a su
secretaria. El día pasó sin contratiempos, regresé a casa y poco después me
llego un mensaje diciéndome que llegaría tarde que no lo esperar para cenar y
así en seguida llego el mensaje habitual de Jessica.
Al día siguiente me desperté al escuchar un
poco más de ruido del habitual, lo vi preparando su equipaje lo que me
desconcertó e hizo que mi corazón se detuviera, me incorpore observándolo con
detenimiento, me miró por unos segundos para después cerrar la mochila.
—Tengo que ir a Berlín a arreglar unos
asuntos, estaré de vuelta en dos días.
—Edward…
—Promete que te cuidaras, te estaré llamando.—Asentí
presionando las mantas contra mi pecho, se sentó cerca de mí y tomó mi rostro
entre sus manos.
—Siento lo de la otra noche.—Me disculpé sin
saber porque lo hacía en realidad.
—Me siguen desconcertando tus cambios
repentinos de humor, pero sé que es por este pequeño.— Sentí mis mejillas arder
al sentir su mano sobre mi vientre.— Me tengo que ir si no quiero perder mi
vuelo, te quiero amor.
—También te quiero.—Atrapé sus labios antes
de que se fuera, fue un beso corto pero especial, al menos para mí. Al cerrar
la puerta tras él dejé escapar un suspiro y un te amo, me hubiera gustado
decirle que lo amaba en lugar de un vacío te quiero.
El trabajo fue monótono pero agradecí que
Alice me llamara para salir a comer ya que teníamos semanas sin hacerlo, nos
vimos en nuestro restaurante de costumbre, elegimos una mesa fuera del
establecimiento.
—Pareciera que tengo demasiado tiempo sin
verte, hay algo diferente en ti
—Ali tenemos un par de semanas sin vernos.—Sonreí,
el mesero tomó nuestra orden y yo elegí solo agua mineral, Alice intentó de que
cambiara mi agua por una copa de vino.
—Vamos Bells es solo una copa.
—No puedo Ali.—Me sonrojé y posé mi atención
en las personas que pasaban por ahí.
—Explícame cómo es eso de que no puedes, ¿Qué tiene de malo una copa?,
no te van a afectar para que sigas rindiendo en el trabajo es más te aseguro que
te servirá de relajante.—Estiró la mano para llamar al mesero.
—Alice no quiero beber porque…— Le sonreí y
ella pareció entender en el acto ya que se llevó las manos a la boca.
— ¡Estas embarazada!
—No lo grites, no quiero que todo mundo se
entere… aún.
—Cuando pensabas decirlo.—Me reprochó
frunciendo el ceño.
—No hagas eso Ali o te vas a arrugar.—Esas
simples palabras tenían un gran efecto
— ¿Desde cuándo lo sabes?
—Hace un par de semanas, apenas el fin pasado
se los dijimos a nuestros padres y después de un estado de shock estuvieron
encantados con la idea.
—Pero porque estuvieron en Shock, era para
estuvieran felices desde un principio.
—Piensan que debimos de esperar un poco y al
principio yo creí lo mismo pero ya no hay marcha atrás, además Edward está
encantado con la idea.
—Apuesto a que el ya deseaba ser padre y no
lo puedo culpar los años se le están escapando—estuve por ahogarme con mi agua.
— ¡Alice! —Ella se encogió de hombros riendo.—
Hablas como si Edward fuera casi un anciano, solo tiene treinta y dos años.
—Bueno pero es mayor que tú, aun no logro
comprender como es que lograste mantener esa relación oculta. Quiero que sepas
que eres hermosa y una gran mujer pero aun es un misterio saber qué hiciste
para conseguir que Edward cambiara de su faceta de mujeriego a la de un hombre
enamorado.
— ¿Enamorado? —No pude evitar sorprenderme.
—Obvio amiga, solo hace falta ver la manera
con la que te mira, la delicadeza con la que te toca y su sonrisa al tenerte
cerca, tiene la apariencia de un hombre duro y hasta llega a dar un poco de
miedo pero junto a ti se transforma, ¿es que no fue por eso por lo que se
casaron?
— ¡Claro que sí!, es solo que en este momento
tengo mis dudas.—Me acomodé en mi silla.
...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario