REALIDAD
Me desperté al sentir un movimiento brusco.
Abrí los ojos para encontrarme dentro del Volvo.
—¿Así que ahora dormirás en el trabajo? —se
burló para después darme un beso en la mejilla.
—Terminé mi trabajo y no sé en qué punto me
quedé dormida; el sueño es más fuerte que yo.
—Supongo que es por el embarazo —asentí—.
Siento lo de esta mañana, pero no iba a permitir que ese hombre siguiera
molestándote y que hiciera comentarios tan fuera de lugar, como los que hizo en
ese momento.
—Eso no justifica que casi llegaran a los
golpes —detuvo el auto cuando estuvo dentro del garaje. Bajé antes de que
dijera algo más.
—Bella quiero hablar contigo —tomó mi mano
para evitar que siguiera caminando.
—Podemos hacerlo mientras cenamos, es que
tengo hambre —se llevó mi mano a los labios y me guió hasta el comedor. Saboreé
la ensalada olvidándome de lo que había a mi alrededor. Edward mantenía una
sonrisa en su rostro mientras se llevaba un trozo de zanahoria a la boca.
—Quiero pedirte una disculpa por lo sucedido
en la sala de juntas, no debí de comportarme de esa manera tan brusca, pude
hacerles daño; lo siento —brinqué al verlo acomodarse en la silla contigua a la
mía.
—Espero que no se vuelva a repetir —lo apunté
con el tenedor.
—Te lo prometo —rozó suavemente mis labios
para luego profundizar el beso que me hizo olvidarme del lugar donde nos
encontrábamos, hasta del hambre que sentía.
Terminamos de cenar y me marché a mi
habitación mientras Edward revisaba unos documentos que necesitaba para la
junta del día siguiente. Tomé un baño relajante y después me metí en mi cama,
quedándome dormida. Regresé de mi estado de inconsciencia cuando unos brazos me
rodearon. Me giré para hundir mi rostro en el pecho de Edward.
Las náuseas matutinas seguían apareciendo,
pero me alegraba de que mi apariencia hubiera mejorado, ya lucía como siempre
lo hacía, aquella apariencia de enferma había desaparecido —quizá antes me veía
así, por no saber que esperar de la reacción de mí esposo—.
Era viernes por la noche y estaba
terminando de arreglarme para la cena que se daría ese día. Había elegido un
vestido strapless brillante y con una gran abertura que dejaba al descubierto
una de mis piernas, ajustado y muy femenino, nada vulgar. El cabello lo llevaba
acomodado en un moño bajo y desordenado, llevaba solo unos pendientes no muy
grandes ya que el vestido hablaba por sí solo; maquillada de manera natural,
solo realzando un poco mis facciones. Edward y yo habíamos decidido que el fin
de semana les daríamos la noticia a nuestros padres. Sabía que nuestras madres
estarían más que felices por la noticia, pero tanto Charlie, cómo Carlisle,
estarían algo contrariados; aunque estaba segura que al final todos se
alegrarían.
—Cuando pienso que no puedes verte más
hermosa, lo haces, aun así sea sin intención —no es que no me gustara escuchar
esas palabras, pero desde que se había enterado que estaba embarazada no dejaba
de comportarse de una manera extraña, se mantenía junto a mí como si en verdad
me quisiera… pero yo sabía la verdad, él solo quería a la vida que se formaba
en mi interior, y eso me seguía lastimando, porque yo sí lo quería.
—Con tus palabras no lograrás que nos
quedemos en casa, se lo prometimos a Esme.
—Te aseguro que podríamos hacer algo mucho
más placentero —besó mi hombro desnudo mientras sus manos delineaban los
costados de mi cuerpo hasta posarse en mi vientre de una manera delicada.
—Es hora de irnos —giré mi rostro para
recibir un beso.
El evento se realizó en el museo metropolitano
de la ciudad, se exhibirían algunas obras de arte de un par de pintores nuevos
y lo que se recaudara sería para una institución de niños con cáncer. Al entrar
a uno de los salones saludamos a algunos de nuestros conocidos. Vi a Alice del
brazo de Jasper, que aunque intentara parecer que estaba ahí a la fuerza, sabía
que en su interior seguía saltando de emoción por estar junto al amor de su
vida, como ella lo llamaba. Saludé con un movimiento de mi mano a Rose que
estaba abrazada a su prometido mientras éste hablaba con sus padres. Tomé la
mano de Edward y lo guié para ver algunas de las obras de arte que había
expuestas; me permití el marcar algunas de ellas.
— ¿Dónde planeas poner esa? —me preguntó
Edward dando un sorbo a su copa, sin soltar mi cintura.
—Es para darle un poco de color a tu oficina,
para mi gusto es demasiado oscura —besó mi sien sonriendo.
—Y esa que está ahí me gusta para mi oficina
y el tercero quedaría perfecta en el recibidor de nuestra casa.
—Para tu oficina me gustaría la quinta que
vimos, va más acorde con tu decoración.
—Creo que su precio es exuberante y sabes qué
cuando eso sucede es porque su creador quiere evitar que la compren —me giré
hacia la pintura y me sorprendió ver que ya había sido comprada—…aunque la
quisiera, alguien ya se me adelantó.
—Pensaste demasiado, pequeña. ¿Me permites un
segundo? —asentí. Continúe observando las pinturas expuestas. La que tenía
delante de mí era una pintura exquisita, sus finos trazos y los colores sobrios
llamaban la atención, sin duda seria mía.
—Una copa de champán —junto a mi estaba
James, que me ofreció una de las copas que traía en sus manos.
—Prefiero solo agua, si no te importa —se
encogió de hombros e hizo una seña a uno de los meseros; tomó una copa de agua
y me la entregó.
—¿Y tu esposo? —preguntó observando sobre mi
hombro.
—No lo sé, parece que tuvo que hacer algo
más, pero no ha de tardar —intenté restarle importancia.
—¿No deberías de estar un poco más
preocupada? —enarqué una ceja al momento de que me señalaba con la mirada un
punto de la sala. Enfoqué mi mirada y vi a Edward saludando a un hombre alto de
aspecto duro; pero lo que llamó mi atención fue ver a la castaña que estaba
junto a él, que no dejaba de sonreír como tonta… una más de las admiradoras con
las que contaba mi esposo.
—No veo por qué debiese estarlo —intenté
parecer tranquila, aunque sabía que no debía de estarlo en su totalidad; para
la chica yo no era competencia.
— ¿Es qué no te has dado cuenta de quién es?
—negué ignorando a mi amigo e intentando concentrarme en la obra que tenía
delante—. Bella, ¿Que no te das cuenta qué es Jessica Stanley, una de las ex
novias de tu esposo?
Eso sí que me tensó y mandó mi seguridad a
los suelos. Quise ir hasta ahí y dejarle claro que Edward era mío, y que era
mejor que se buscara a alguien más, pero no podía hacerlo, no podía proclamarlo
como mío cuando en realidad no me pertenecía. Comencé a caminar hacia el lado
contrario, llegando hasta una escultura de porcelana, las facciones de la mujer
eran finas como si se tratara de una diosa.
— ¿Es que no
te importa qué esa chica prácticamente esté sobre tu esposo?
—¿No te parece hermosa? —le señalé la
escultura y el frunció el ceño.
—¿Te hablo de tu esposo y tú sólo piensas en
que esa escultura es hermosa? —me miró con incredulidad.
—No tengo de qué preocuparme —me encogí de
hombros.
—Yo pensaría lo contrario —giré nuevamente mi
rostro y lo vi sonriendo de una manera que solo un par de veces lo había hecho
conmigo, estaba gozando de la compañía de esa chica, tanto que se había olvidado
de mí. Su mirada se encontró con la mía y dejó de sonreír. Yo solo alcé la copa
antes de beber un poco y seguir apreciando las obras que habían expuestas.
—Hija —mostré la mejor de mis sonrisas al
abrazar a mi madre y mi padre que habían llegado. Esme y Carlisle llegaron
minutos después e intenté comportarme de la mejor manera posible sin que se
notara lo mal que me estaba sintiendo. Odié cuando Carlisle me preguntó por
Edward, le señalé el lugar y Esme me miró dudosa.
—¿Carlisle, por qué no vamos a saludar a
Gordon?, creo que Edward ya debe de querer abandonar la conversación —me besó
en la mejilla y fueron hasta donde estaba mi esposo; la chica saludó
efusivamente a los padres de Edward, hablaron por unos minutos y después los vi
regresar con Edward acompañándolos.
—James, vamos a saludar a los Dawson —noté la
mirada se incertidumbre de mis padres pero no me importó, tomé el brazo de
James y me lo llevé a saludar a uno de los socios más importantes que teníamos,
y que además había sido uno de mis profesores en la universidad.
—¿No crees que esto le correspondía a Edward
y no a mí? —susurró nervioso.
—Él está ocupado —saludé al hombre y su
esposa; me alegró ver que seguía siendo la misma mujer dulce y delicada que
había conocido. Reí abiertamente cuando nos habló de lo mal que la había
pasado, estando en compañía de una mujer que no sabía hablar de otra cosa más
que de los lugares que había visitado en el año.
—Buenas noches —una mano se posó en mi
cintura.
—Edward, ellos son Trevor y su esposa
Danielle Dawson, son socios de nuestra empresa, y Trevor fue uno de mis
profesores en la facultad.
—Un placer, yo soy Edward Cullen, esposo de
Isabella —ambos sonrieron y no pararon de hablar de la buena pareja que
formábamos. James se disculpó y se marchó junto a Mike, quien también estaba en
la fiesta. La hora de la cena llegó y nos marchamos a nuestra mesa; el estómago
se me hizo un nudo cuando noté que la ex novia de Edward se sentaría en la
misma mesa. El rostro fruncido de Esme dejaba en claro su desagrado ante la
situación. La chica se acomodó al otro lado de Edward y comenzó a recordarle
algunas de las cosas que habían hecho juntos. Apenas y probé la cena alegando
un poco de dolor de estómago.
Me disculpé para ir al tocador, tenía que
alejarme de la situación tan tensa en la que me encontraba. Me retoqué el
maquillaje con extrema lentitud, lo que menos deseaba era ver la manera en que
la chica coqueteaba con mi esposo y el
modo en la que él parecía no importar el hecho de que yo estuviera a su
lado, me había ignorado para hablar con ella.
—¿Así qué tú eres Isabella? —me giré para
encontrarme con la tal Jessica.
—Sí.
—Yo soy Jessica, apuesto a que has escuchado
hablar de mí.
—Siendo honesta, nunca había escuchado hablar
de ti —cerré mi labial, lo guardé en el bolso y la miré firmemente; ella no me
intimidaría, si es lo que pretendía—. Pero apuesto a que tú si debes haber
escuchado de mí, soy la esposa de Edward, aunque eso ya lo sabes.
—No por mucho tiempo, querida. He venido por
él, planeo recuperar lo que me pertenece.
—Hablas de él como si no fuera capaz de tomar
sus propias decisiones, y a mí me parece que es capaz de tomarlas, sólo te
recuerdo que Edward está casado conmigo y no dejaré que una niña mimada se
interponga en mi matrimonio —verifiqué que mi cabello siguiera en su lugar y la
dejé antes de que dijera una sola palabra más.
Regresé a la mesa justo en el momento que la
música volvía a sonar. No tuve oportunidad de sentarme ya que Edward me llevó
hasta la pista de baile, me tomó en sus brazos y comenzó a moverse suavemente.
Amaba estar en sus brazos pero sabía que yo no pertenecía ahí.
—¿Te sucede algo pequeña?
—No —fingí la mejor de mis sonrisas al
saludar a una amiga de mi madre que bailaba junto a nosotros.
—Estás muy callada —replicó
—Solo estoy cansada.
—¿Segura? —aunque sabía que no lo engañaba,
no dijo nada más.
—No veo otra razón —dejé que la música me
envolviera; seguí los pasos de Edward hasta que la canción finalizó, para dar
inicio a una de sus canciones favoritas.
—Quiero sentarme —él enarcó una ceja, pero no
protestó. Me sacó de la pista hasta llevarme a nuestra mesa y correr la silla
para que me sentara.
—Esa canción me gusta, ¿bailamos Edward?
—Chilló Jessica aferrándose al brazo de mi esposo— ¿verdad que me lo prestas un
momento Bella?
—Claro —me encogí de hombros. Noté la mirada
curiosa de Edward, pero fue a bailar con la sanguijuela.
—¿Hija, por qué hiciste eso? —Preguntó Esme
sentándose a mi lado—, ¿es que no sabes quién es y qué es lo que pretende?
—Sé quién es y lo que pretende —mi madre se
sentó a mi otro lado y nos miró interrogantes, ella no sabía nada. Le di un
beso en la mejilla antes de hablar—. Ella es Jessica, fue novia de Edward y
ahora quiere recuperarlo.
—¿Isabella, si sabes eso por qué dejaste que
bailara con él? —gruñó mi madre alternando su mirada de la pista de baile hacia
mí.
—No lo puedo retener —murmuré viendo como
ambos bailaban, ella hablaba y hablaba y él solo asentía con una sonrisa.
—Es tú esposo y tú eres la que debería estar
ahí, no ella —gruñó mi madre molesta por mi actitud.
—Este matrimonio es una farsa, cuando las
cosas se arreglen en las empresas, cada uno tomará su rumbo —me levanté antes
de que alguna de las dos dijera algo; atravesé las mesas y huí. Salí fuera del
salón y me sorprendí de encontrarme nuevamente con James, que al verme apagó el
cigarro.
—¿De nuevo sola? —enarqué una ceja ante la
pregunta, de la cual era obvia la respuesta.
—¿Dónde está Vicky?
—¡No la llames así!, pero si quieres saberlo,
está en Roma, en una sesión de fotos.
—Ahora entiendo por qué estás solo.
—Tu esposo está… —asentí sentándome junto a
él, sin importar que mi vestido se arrugara o que la gente pudiera decir algo.
—¿Te importaría si no habláramos de ello?
—¿Por qué lo haces si te hace daño?
—No quiero hablar de ello, ¿está bien? —pasó
un brazo tras mis hombros.
—¿Sabes qué Victoria quiere que vayamos
juntos de vacaciones a Miami?
—Eso es grandioso —aunque estaba emocionada
por la idea de que mi amigo estuviera consiguiendo reanudar su relación con la
única chica que él realmente había querido, no podía estar completamente feliz
ya que mi vida era un asco—. Veo que todo va mejor de lo que esperaba.
—Y tú que no confiabas en mí.
—Después de lo qué le hiciste a la pobre
chica.
—Admito que me pasé, pero ya no lo haré, tus palabras
me dejaron pensando y la verdad es que aunque suene cursi o quizá trillado, no
quiero una vida solo; quiero a una mujer junto a mí, y Victoria es esa mujer,
es a la única que quiero ver apenas me levante y la última al dormir —suspiró y
noté como se sonrojaba.
—¡Vaya! ¿Quién lo diría?, el hombre libre de
compromiso ya está pensando en formalizar —di una palmadita en su pierna y dejé
descansar mi cabeza en su hombro.
—¿Qué tiene de extraño?, tu esposo no era
mejor que yo y consiguió a una mujer maravillosa —retiró su brazo de mis
hombros y levantó mi mentón—. Aunque creo que necesita que le recuerden lo
maravillosa que eres, no comprendo cómo puede estar ahí dentro con alguien más
que no seas tú.
—¿Qué tiene de extraño?
—Eres mi amiga y siempre te he querido, pero
odio tu inseguridad y la manera en que tú misma te menosprecias. Eres una mujer
maravillosa y no veo la razón por la que un hombre te deje de lado cuando estas
preciosa.
—¿Me estás coqueteando? —entrecerré los ojos
ganándome una enorme sonrisa.
—¡Claro! Ahora intento ligarme a mujeres
casadas —habló con claro sarcasmo, me abrazó nuevamente, besando mi cabello—
Sólo remarco lo que es obvio, ese vestido te hace ver como algo irreal, ¿qué no
te das cuenta de la manera en que te ven algunos de los hombres en éste salón?
—¿De qué hablas?
—Si yo fuera tu esposo no me separaría de ti
y les dejaría en claro que eres mía —tocó mi nariz con la punta de uno de sus
dedos—. Sé que algo te aflige, pero no olvides que siempre estaré para ti, eres
como mi hermana, por la que haría cualquier cosa.
—Gracias, sabes que yo también haría
cualquier cosa por ti —suspiré.
—No lo olvides que ya me ayudaste muchas
veces y no hay manera de pagártelo —rodeé su cintura con mis brazos.
Recordé cuando nos conocimos en el primer día
de la universidad, lo había catalogado como un chico que solo intentaba llamar
la atención, pero la realidad era que su padre era un hombre desalmado que se
la vivía pisoteándolo, y que lo mantenía bajo su techo, culpándolo por la
muerte de su madre cuando él había nacido. Cuando conocí la historia detrás de
este hombre duro, lo ayudé en todo lo que estuvo en mis manos. Lo tuve que
sacar un par de veces de alguna fiesta ya que era imposible que manejara, lo
ayudé a elegir sus amistades y convencí a mi padre para que le diera empleo y
lo ayudara a conseguir un departamento para que de esa manera pudiera librarse
de su padre. Después de todo esto, nos habíamos hecho amigos, los mejores
amigos.
—Espero que pronto me cuentes lo que sucede
—se levantó, extendiendo su mano para ayudarme.
—No deberías de estar aquí afuera, está
haciendo demasiado frío y no sería bueno que enfermaras —me encontré con la
mirada dura de mi esposo. Besé la mejilla de James susurrando un “gracias”
antes de entrar al salón sin decir una sola palabra. Caminé hasta nuestra mesa
y me acomodé en mi silla. Comenzaba a fingir que todo estaba bien, pero me
sentía vacía, y más al ver los intentos descarados de la castaña por llamar la
atención de mi esposo… y lo peor de todo es que lo conseguía. Ambos se
envolvieron en una plática que no comprendí, hablaban de algunas cosas que
habían compartido en Londres. La mano de Edward se posó en mi pierna, pero yo
la retiré sin una pizca de delicadeza.
La noche siguió transcurriendo, no volví a
bailar con Edward aunque me lo pidió un par de veces; pero no lo dudé cuando
fue mi padre el que me pidió acompañarlo en la pista. Dejé descansar mi rostro
en su pecho; cerré los ojos dejándome guiar. Sentía una mirada puesta en mí, y
sabía de quién era, pero no me importaba.
—Cariño ¿está todo bien?
—Sólo estoy cansada, creo que he trabajado un
poco de más —murmuré sonriendo.
—Sabes a lo que me refiero, ¿es que te afecta
qué esa chica esté junto a Edward?
—Sabes cómo se dieron las cosas entre
nosotros…
—Pero parecía que se entendían.
—No tiene caso papá, solo te voy a pedir que
no interfieras en mis decisiones; déjame arreglar las cosas a mi manera.
—Belly —lo miré de manera dudosa al escuchar
su voz titubeante.
—No interfieras, ¿podemos regresar a nuestra
mesa? —suspiró, pero me llevó de regreso hasta la mesa. Noté la mano de Jessica
sobre la de Edward mientras reían de algo que acababa de decir. Edward me unió
a su conversación reí, me asombré y asentí cuando debía de hacerlo; pero esto
era fingir, solo eso.
Antes de la media noche nos despedimos y
casualmente Jessica también se marchaba, se fue junto a nosotros acariciando de
vez en cuando el brazo de Edward. Nos despedimos de nuestros padres cuando
nuestro auto llegó.
—Nos veremos pronto Bella —me dio un beso en
cada mejilla, que yo imité para después subir al auto y abrochar el cinturón.
Minutos después, sólo veía pasar las casas a
gran velocidad. Faltaban un par de edificios antes de entrar a la calle donde
estaba nuestra casa. El silencio era algo incómodo, pero yo no lo rompería.
Estacionó el auto y prácticamente salté fuera de él para dirigirme a nuestra
habitación. Tomé mi camisón y me encerré en el baño para desmaquillarme,
cambiarme y lavar mis dientes. Evité mirarme al espejo ya que solo recibiría
ver el reflejo de una chica que acababa de ser humillada y que no tenía el
valor por demostrarle a esa zorra que Edward era suyo, que ambos esperaban un
hijo.
—Lo siento —dije acariciando mi vientre.
Trencé mi cabello y regresé a la habitación. De pie, junto a la ventana y solo
en bóxer, estaba Edward; dolía mirarlo, más después de lo que acababa de
suceder esta noche, me había engañado a mí misma pensando que Edward tal vez
—solo tal vez— podría sentir algo más por mí… pero era obvio que no era así.
—No tenías porqué comportarte de esa manera,
ella no me interesa —no logré sostener su mirada, me di media vuelta y me
dirigí a mi lado de la cama.
—No tienes que explicarme nada —llegó junto a
mí en un par de pasos. Sus dedos se deslizaron por mis brazos e inclinó su
rostro para besarme.
—No quiero que me toques esta noche, sólo
quiero dormir, estoy muy cansada —pedí.
—Antes de irnos a esa fiesta parecías muy
dispuesta a hacer el amor conmigo.
—¿Hacer el amor? —Pregunté con ironía; aunque
era lo que yo sentía, era momento de comenzar a levantar una barrera entre
nosotros—, pensé que sólo era sexo.
—Repite lo que dijiste —su rostro se
contrajo.
—Lo escuchaste bien, así que no veo la
necesidad de repetirlo, buenas noches —me metí en la cama y cerré los ojos.
Quería llorar, en verdad que quería hacerlo,
pero con él ahí no lo haría, no le demostraría lo mucho que me dolía. Lo sentí
acomodarse en la cama y llegar hasta mí; me obligó a girarme y me abrazó
pegándome a su cuerpo, intenté separarlo, pero no podía hacerlo. Me quedé
quieta, desconecté mi mente de mi cuerpo; en este momento, él podría hacerme
suya y no obtendría un solo jadeo de mi parte.
En mis sueños reviví el rostro de Edward
cuando estaba junto a Jessica. Era una chica hermosa casi una modelo, era
esbelta, un poco más alta que yo, castaña, y emitía una seguridad de la yo
carecía; ella sin duda era la pareja perfecta de Edward. En mi sueño los veía
bailar una y otra vez, ambos sonreían, y aunque lo negaran, había algo en ellos
y yo solo estaba en medio de todo esta situación. Mi sueño se vio interrumpido,
y por primera vez agradecí que mi teléfono estuviera sonando. Estiré mi mano y
tomé mi celular que descansaba en mi mesita de noche.
—¿Si? —vi el reloj que marcaba las tres de la
mañana.
—Hija, siento despertarte, necesito que
vengas en este momento a casa, habrá una junta de emergencia. Nos han avisado
que Aro pretende comenzar a involucrarse en nuestra empresa, debemos de
elaborar un plan de emergencia.
—En menos de veinte minutos estoy ahí —colgué
mientras saltaba hacia el armario y tomaba unos jeans una, playera y una
sudadera; fue en ese momento que me di cuenta que Edward no estaba en la
habitación, escribí una nota rápida:
Reunión de emergencia.
Bella.
Tomé mis cosas y en un abrir y cerrar de ojos
estaba atravesando la verja de nuestra casa. Las calles estaban desiertas,
¿quién en su sano juicio estaría fuera de la cama a estas horas?, mi teléfono
comenzó a sonar justo en el momento en que el semáforo estaba por cambiar a
rojo, así que lo ignoré, pero siguió sonando. Llegué a mi antiguo hogar en la
mitad del tiempo; tomé mi celular solo para comprobar que el que había estado
llamado era Edward. Entré directamente al comedor donde ya se encontraban
algunos de los principales ejecutivos, era extraño verlos en pantalones
deportivos y no en sus caros trajes.
—Hola —saludé mientras me debatía en si debía
de llamar a Edward; tomé aire y marqué el número, apenas timbró una sola vez.
—¿Dónde estás? —Su voz aterciopelada había
sido remplazada por un gruñido—. Me descuido por un segundo y tu huyes, ¡dime
dónde demonios estas! en tu estado no puedes estar saliendo a estas horas y
sola, no seas inconsciente.
—¡No me hables así! —exclamé exaltada, pero
manteniendo el volumen de mi voz bajo.
—¿Cómo quieres que te hable si prefieres huir
antes de que aclaremos las cosas?, esto no es un juego, Isabella ¿Es que no te
das cuenta de qué es mi hijo el que llevas?, así qué dime de una vez donde
estás.
—Estoy en casa de mis padres —salí al
corredor al notar que varias miradas estaban puestas en mí.
—Simplemente perfecto, sales a refugiarte con
tus padres, ¡Madura niña! —llevé mi mano a mi cabello en un intento de
frustración, quería gritarle por ser tan odiosamente estúpido.
—Tengo trabajo que hacer, así que no tengo
tiempo de estar soportando tus estupideces, y no te preocupes que tu hijo está
bien —fue lo último que dije antes de colgar.
—¿Era Edward? —solté el teléfono ante el
susto de escuchar la voz de mi padre, parecía estar analizándome con la mirada;
solo asentí—. Espero que haya escuchado mal, me pareció escuchar algo de lo que
no se si debería de alegrarme o enfurecerme.
—Vamos a trabajar —negó abrazándome.
—Primero contesta, ¿Qué es eso de “tu hijo
está bien”?, ¿eso quiere decir lo que creo que quiere decir, Belly? —asentí.
—Estoy embarazada, papá, se los diríamos este
fin de semana.
—Belly, él… —su mirada ardió y supe lo que
estaba pensando.
—No papá, esto había sido un acuerdo mutuo,
no creímos que sucedería, pero sucedió —me encogí de hombros.
—Por lo que vi esta noche las cosas entre
ambos no están nada bien.
—Te dije que me dejaras arreglar mis
problemas a mí, así que te suplico no interfieras en esto, creo que deberíamos
trabajar.
Las propuestas habían comenzado de una manera
ordenada para llegar a un punto de una fuerte discusión, los gritos se
escuchaban en el comedor. Creo que el hecho de que fueran cerca de las cuatro,
y que muchos hubieran estado en la fiesta de la noche anterior, no ayudaba;
había sido una combinación nada sensata. El vino, más no dormir, más la presión
de llegar a un plan los estaba volviendo locos, y a mí me estaban estresando.
—Gritando dudo mucho que logren algo —levanté
mi cabeza. Apoyado en el respaldo de mi silla estaba mi esposo que había
logrado que todos guardaran silencio… uno que no duró mucho ya que los gritos
regresaron, los dejé un poco más antes de intervenir y comenzar a tratar de
verdad el objetivo. Cerca de las seis habíamos llegado a un punto de acuerdo y
una excelente estrategia para impedir que Aro lograra infiltrarse en nuestras
acciones; cubriríamos la fractura por la que el planeaba entrar sin ser
descubierto.
—Los espero en dos horas en la oficina, hay
trabajo que hacer —indicó mi padre justo cuando todos nos disponíamos a salir
del comedor.
—Nos vemos papá —besé su mejilla y noté la
manera en que miraba a Edward.
—Ya está todo resuelto, Belly, puedes tomarte
el día.
—No, estaré ahí a las ocho —tomé mis cosas y
salí para marcharme de regreso a casa; Edward iba detrás de mí. Tomé un par de
atajos y estuvimos de nuevo en nuestra casa. Estacioné mi auto en su sitio y
entré a la casa; corrí a la habitación esperando que pudiera tomar mi ropa
interior y encerrarme en el baño para no hablar con Edward, pero llegó antes de
que encontrara un conjunto adecuado.
—Tenemos que hablar, ya me cansé de que te
comportes de una manera que no comprendo, si estas molesta por Jessica quiero
que se…
—No tenías derecho a hablarme de esa manera
—retrocedí un par de pasos— ¡No te acerques!
—Vale, me sobresalté, pero entiende que me
preocupo por tu bienestar y por el de nuestro hijo.
—Aun así no tenías por qué hablarme de la
manera en que lo hiciste, no me dejaste explicar solo sacaste deducciones
absurdas —tomé una bocanada de aire.
—Lo siento, cariño —sus dedos acariciaron mi
mejilla—. Pero en verdad que no sé qué es lo que te sucede, en un momento estas
sonriendo, y al siguiente ya estas enfurruñada.
—Tengo una revolución hormonal, ni yo misma
sé que es lo que me sucede —estaba mintiendo de una manera magistral; él jamás
sabría que lo que me tenía mal sí era por esa chica. Él nunca se enteraría de
lo que realmente sucedía, no soportaría que se burlara por ser tan tonta y no
lograr mantener los sentimientos fuera de todo esto.
—¿Segura qué es sólo por el embarazo? —tomó
mis manos entre las suyas y las besó sin apartar la vista de mis ojos.
—No hay otra razón para tenerme así.
—De todas formas, quiero que sepas que entre
Jessica y yo no hay nada, solo soy educado, pero quiero que te quede bien en
claro que a mí solo me interesa tener una mujer a mi lado, y ella es la madre
de mi futuro hijo —esperaba que la sonrisa que había mostrado fuera lo más
creíble. Si él estaba en este momento conmigo era por el bebé y no por mí, yo
solo lo había pensado pero ahora él me lo había aclarado.
—Todo está bien, Edward —su mirada me
demostró que me había creído. Se acercó para besarme, y aunque me hubiera
gustado evitarlo, dejé que me besara; moví mis labios en sincronía con los
suyos, intentando aparentar que todo estaba bien cuando no lo estaba.
Juntos tomamos un baño, sus manos frotaron
cada parte de mi cuerpo. Sus labios tocaban las partes más sensibles,
llevándome al límite del placer. Era una tonta, lo sabía, pero uno no elegía de
quién enamorarse, y a mí me había tocado mal, me había enamorado de un hombre
que sólo se sentía atraído físicamente por mí, pasando yo a ser la chica del
momento.
Había ido a trabajar a pesar de que Edward me
había pedido que no lo hiciera, quería estar al tanto de los movimientos para
hacer que el plan funcionara. Cerca de las diez, mi esposo había ingresado a mi
oficina y se había puesto a trabajar junto a mí; me pareció extraño pero
intenté ignorarlo. Seguía con la vista puesta en el monitor del computador,
leyendo uno de los informes. Los ojos comenzaron a cerrarse; moví la cabeza con
brusquedad un par de veces intentando disipar el sueño, pero nada sucedió. Noté
cuando Edward se ponía de pie para separarme del monitor; me levantó de la
silla y me acomodó con cuidado en el sillón.
—Sabía que en cualquier momento caerías, fue
una larga noche.
—¿Por eso estás trabajando en mi oficina?
—murmuré acomodándome, abrí un poco los ojos al notar que colocaba su saco para
cubrirme. Bien, podría dormir, pero sólo quince minutos, luego de que pasaran,
retomaría el trabajo.
—Sí, por eso estoy aquí. Ahora duerme un
rato, pequeña —lo escuché tararear una melodía que no había escuchado. Mi mente
me hizo una mala jugada, me parecía haber escuchado un ‘te quiero’.
Me despertó cuando era hora de marcharnos. Me
retoqué el maquillaje y el peinado, y alisé las pequeñas arrugas de mi falda
antes de marcharnos de la empresa. Me indicó que mi padre había estado en la
oficina para invitarnos a comer; me sonrojé al saber que mi padre me había
encontrado dormida, cuando se suponía que debería de estar trabajando.
—Él sabía que estabas cansada, es por eso que
no quiso despertarte.
—¿Ahora lees mis pensamientos?
—No es difícil de adivinar, pequeña —dejó que
el auto se lo llevara el valet, no sin advertir que tuviera cuidado con él.
Nuestros padres ya nos esperaban en una de las mesas; abracé a mi madre y
después a Esme.
—Veo que la bella durmiente despertó justo a
tiempo —se burló mi padre y yo solo pude sonrojarme. Edward besó mi cabello y
me ayudó a sentarme; los ojos de mi madre y de Esme brillaron ante este
comportamiento, pero los de mi padre mostraban el reciente desagrado hacia mi
esposo.
Tomé el menú y elegí lo que iba a ordenar.
Pedí una limonada en lo que los demás disfrutaban de una deliciosa copa de
vino; evité la mirada extraña de mi madre, ya que sabía que amaba tomar una
copa de vino para abrir el apetito. Hablaron de cosas sin mucho sentido; rieron
ante los regaños de mi madre al darse cuenta que la noche anterior mi padre me
había hecho salir de la cama para asistir a la reunión.
Cuando llegó la comida, la conversación pasó
a segundo plano y se dedicaron a comer. Mi platillo eran camarones, pero el de
Edward era pollo, uno que se veía muy apetitoso; no solía pedir probar el
platillo de alguien ya que era considerado algo no muy cortés, pero se me había
antojado.
—Solo tómalo —levanté la vista de mi plato y
vi la sonrisa de Edward; nuestros padres lo miraban sin comprender.
—¿Cómo supiste? —murmuré solo para que él me
escuchara, me guiñó un ojo y tomó un trozo que me ofreció, a lo que negué y lo
tomé con mi propio tenedor. Él tomó un poco de mi plato, hasta que ambos
terminamos nuestra comida, ante la mirada de nuestros padres.
La hora del postre llegó y yo estaba
debatiéndome entre un pastel de zanahoria o un pay de queso con zarzamoras;
mordía mi labio al no saber cuál debía de elegir.
—¿Problemas con la elección? —cerré los ojos
al sentir su aliento golpear mi oído y su mano deslizarse en mi cintura.
—Es que el pay con zarzamora se ve delicioso,
pero también el pastel de zanahoria.
—Simple pequeña, pide el que quieras —rodé
los ojos, es que no había comprendido que ahí estaba el detalle, quería ambos
pero era un hecho de que no pediría ambos—, yo pediré el otro y así disfrutaras
de los dos.
—Gracias —sonreí ampliamente, tomé su rostro
entre mis manos y besé su mejilla mientras ordenaba el pay, dejando que el
pidiera el pastel de zanahoria. Esta vez no pedí permiso y robé un poco de su
pastel ante su mirada divertida.
—¡Isabella! —la mirada reprobatoria de mi
madre no se hizo esperar.
—Está bien, ella deseaba probar el pastel, es
por eso que lo he pedido para que Bella pueda comer de ambos —tomó un poco de
mi pay y vi a mi madre rodar los ojos. Nos quedamos disfrutando de una taza de
café, escuchando sobre la nueva cena que se estaba organizando para dentro de un
par de semanas. Después de eso se formó un silencio, aunque era agradable,
sabía que era el momento de dar la noticia y parece que Edward pensó lo mismo,
ya que nuevamente rodeó mi cintura.
—Bella y yo tenemos algo importante que
decirles —mi padre seguía con una extraña expresión, entre alegría y negación…
creo que era la expresión que aún tenía yo; había intentado asimilarlo, pero
aún no podía hacerme completamente a la idea de ser madre.
—No creo que sea el hecho de un divorcio
—bromeó Esme; yo negué, sintiendo mi rostro arder. Si se me había hecho difícil
decírselo a Edward, dar la noticia a nuestros padres era peor.
—No es eso —Edward se pegó más a mi cuerpo al
sentir un ligero estremecimiento.
—¿Lo van a decir? —susurró mi madre. Edward
me apretó más contra su cuerpo y yo dejé descansar mi cabeza sobre su pecho;
dejé que su aroma me llenara para darme un poco de fortaleza para lo que iba a
decir.
—Lo que queremos decirles es que… —se
adelantó Edward al ver que yo aún seguía callada, ante la mirada interrogante
de nuestros padres.
—Estoy embarazada —solté apretando la mano de
mi esposo. Observé los rostros confusos de mi madre, Esme y Carlisle; mi padre
se limitó para ver hacia otro lado. Los segundos se me hicieron eternos, mi
padre se llevó un trozo de pastel a la boca, mi madre y Esme bebieron un poco
de su café, y Carlisle se limitó a jugar con la cuchara; ninguno parecía querer
decir nada, y eso me lastimó, me puse de pie— ¿Edward, podemos irnos por favor?
—Claro —se levantó y dejó el dinero suficiente
para pagar la comida—. Que sigan disfrutando su tarde —su tono de irritación no
pasó desapercibido ni por mí, y apuesto que ni por nuestro padres.
Tomó mi cintura y me sacó del lugar. Todo fue
demasiado rápido, sé que posiblemente no les había dado tiempo a reaccionar,
pero al menos deberían de haber dicho algo, cosa que no hicieron… se
mantuvieron callados, mirándonos como si fuéramos una especie rara. Subí el
volumen de la melodía, cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás.
Apenas estuvimos en nuestra casa, fui
directamente al jardín y me senté en las escaleras, viendo como el viento movía
las ramas de los árboles que había en el jardín, pequeñas lágrimas descendieron
por mis mejillas, me odiaba por llorar y estar tan sensible.
...
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