Aunque
los negocios eran buenos eso no impedía que la amenaza de Aro siguiera en pie,
el hecho de que nuestras empresas se hubieran fusionado había ayudado a dar más
estabilidad ya que se protegían de algún daño que quisieran hacerles. Nos
habíamos convertido en una fortaleza. Esta seguridad nos había lanzado como una
de las principales compañías en las cuales invertir. Pero también eso había
aumentado el afán de Aro de quitarnos de en medio, por lo que en este momento
teníamos que revisar cada una de las empresas que teníamos para verificar que
no hubiera alguna fractura por la que se pudiera infiltrar. Edward se
encontraba en China junto a mi padre y el suyo.
Hoy
hacia un día maravilloso por lo que decidí ir a comer a un restaurante que
estaba cerca de las oficinas al cual me podia
ir caminando, era extraño ver la ciudad iluminada por los rayos del sol
ya que en su mayoría estaba nublada y con lluvia, vi a una pequeña que jugaba
con su pelota. Se veía sumamente tierna, con un hermoso vestidito rosa y peinada
de dos colitas, su pelota resbaló hacia la calle y la vi seguirla, no lo pensé
dos veces e hice a un lado a las personas que estaban delante de mí, la tomé
justo en el momento en que pretendía llegar a su pelota, mi zapatilla se me
atoró haciéndome caer con la pequeña en mis brazos.
—
¡Hannah! — escuché una voz gritar y una mujer con lágrimas en el rostro llegar
hasta nosotros, un hombre me ayudó a levantarme e ignoré los murmullos de las
personas— muchas gracias, se me perdió entre la multitud.
—No
tiene que agradecer—le entregué a la pequeña que temblaba un poco asustada, mi
mano me dolió y no pude evitar hacer un gesto.
—¿Se
encuentra bien?—asentí, pero al momento que ella tomó mi mano no pude evitar
dar una exclamación de dolor.—Soy doctora y parece que se ha lastimado algún
ligamento, permítame llevarla al hospital.
—No
se preocupe, estoy bien—mentí, pero la mujer me sacó de entre la multitud y me
guió hasta un BMW azul, metió a la pequeña en el asiento trasero y abrió la
puerta del copiloto.
—Permítame
llevarla a que la revisen, es lo menos que puedo hacer después de lo que hizo
por mi hija— asentí entrando al auto, de inmediato. La mujer se colocó detrás
del volante y emprendió marcha— lo siento, me llamo Broke y soy Endocrinóloga,
trabajo en el Mercy, ¿tiene algún problema que la lleve a ese hospital?
—Es
perfecto, ahí está el médico de nuestra familia, por cierto me llamo
Isabella—le sonreí aunque mi mano comenzara a doler de una manera más intensa.
Llegamos al hospital y gracias a que Broke trabaja en el lugar de inmediato me
atendieron.Me hicieron diferentes estudios, pero el peor fue el de sangre,algo
que encontraba como una exageración, pero que ella pensó incluir para un
chequeo completo, intente resistirme, pero al ver la mirada de la pequeña
Hannah que había susurrado que era valiente por dejarme sacar sangre, soporté
mi miedo para no defraudar a la pequeña que era de lo más platicadora y me
había hablado de sus criaturas favoritas, los unicornios.
—
¡Es vadiente!
—Espero
que tú lo seas—ella asintió.
—Tus
exámenes los envié con el Dr. Carter ya que dijiste que era tu médico familiar,
él te tratara, pero los gastos corren por mi cuenta
—No,
eso es demasiado.
—Nada
es demasiado después de lo que hiciste por mi pequeña, te dejaré en su
consultorio donde ya te espera con las radiografías—caminamos por un par de
pasillos que no había pisado nunca. Llegamos a un corredor amplio que me fue
familiar, tres puertas y ahí estaba Daniela la secretaria de mi médico, quien
me indicó que pasara.
—Broke,
en verdad ya hiciste demasiado, permíteme pagar.
—No
y no lo intentes, ya cubrí parte de los gastos, lo que hiciste por mi pequeña
no tiene precio, así que más vale que lo aceptes—asentí susurrando un gracias,
se despidió ella y la pequeña Hannah que me dio un beso antes de entrar al
consultorio.
—Veo
que si no es por un accidente ni te paras—me indicó la camilla donde ya me
esperaba una enfermera con un carrito lleno de cosas que me indicaban que no
era nada bueno.
—Sabes
que odio los hospitales—me senté en el lugar señalado.
—Milagrosamente
no te has roto nada, solo te has lesionado uno de los ligamentos, por lo que
preferí colocarte una férula y una venda ya que de lo contrario por tu agitado
estilo de vida no te cuidaras.
—No
quiero tener eso puesto.
—Solo
será una semana, con eso garantizamos que estará inmóvil y una excelente
recuperación.
—Solo
una… ¡ah! —Retiré la mano ya que me había lastimado, la enfermera se disculpó y
continuó con su trabajo— pero solo una semana.
—Sí—
comenzó a preguntar por mis padres y lo más importante, como resultaba mi vida
de casada, habían pasado ya 3 meses desde ese suceso que había vuelto locos a
muchos y que para mí había sido un cambio mucho más grande de lo esperado.
Cuando
mi mano estuvo inmóvil la chica salió dejando entrar a otra que le entregó unos
sobres a John, lo abrió y revisó, solo escuchaba un hmmm y una mirada de sorpresa.
—
¿Hay algo mal?
—Claro
que no, tus niveles son perfectos tan sana como siempre, pero hay algo que
apuesto te sorprenderá—Enarqué una ceja— dime, ¿no te has sentido rara
últimamente?
—Para
nada—intenté recordar si había algún malestar pero no había sucedido nada, todo
era absolutamente normal.
—Más
sueño del normal, un por…
—Al
grano John, sabes que odio cuando te vas por las ramas—tomó un marcador rojo y
delineó algo en la hoja y me la entregó, ahí en medio del circulo que había
marcado estaba una frase POSITIVO.
Seguí los puntitos hasta llegara y ver que era la de “embarazo”, levanté mi
mirada y él sonreía.
—Felicidades
Bella, estás embarazada y por lo que dice aquí tienes cerca de 5 semanas.
—Tiene
que haber algún error, yo no puedo estar embarazada—me levanté como si en este
momento la silla me quemara, tenía que ser un error, yo no, ¡No podía estarlo!
—Bella
no hay error, pero si quieres lo podemos repetir para asegurarnos—asentí aunque
sabía que eso significaba un nuevo piquete, llamo a la chica de laboratorio que
fue de inmediato tomó una nueva muestra y se marchó. Me pidió esperar una hora.
Esperé
afuera mientras atendía a más pacientes, tenía una revista en mis manos, pero
mi mente viajaba en otro rumbo, no podía estar embarazada me había estado
cuidando para evitarlo, no es que no deseara un bebé, qué mujer no lo hace, lo
que no deseaba es que un bebé naciera en un matrimonio donde no había amor y
solo era algo físico. Mi corazón se detuvo cuando la chica regresó y le entregó
los resultados a John, me hizo pasar y sentí mis piernas temblar, me pareció
eterno ver como abría el sobre, sacaba la hoja y la desdoblaba para leer su
contenido, en su rostro no había una muestra de la respuesta
—Tenía
razón y no lo estoy—mi sonrisa se borró al ver su semblante serio— ¿dime que no
lo estoy?
—Lo
estás, sigue siendo positivo—llevé mis manos a mi rostro, no iba a llorar
aunque sabía que lo haría, esto no podía estar pasando.
—Bella
¿Qué es lo que sucede?, ¿es qué el bebé no es de…
—Claro
que es de Edward, pero no estaba contemplado en este momento, no estoy lista
para ser madre—lo miré dejando las lágrimas correr, tomé el pañuelo que me
extendía—me estaba cuidando, estaba tomando la píldora.
Después
de un pequeño interrogatorio descubrimos que aunque tenía tiempo tomándola para
regularizar mi periodo, no había servido ya que había suspendido el tratamiento
por un par de meses y lo había reanudado poco antes comenzar a tener relaciones
con Edward. Me envió con la ginecóloga que me dio vitaminas y Acido Fólico, al
tiempo que programó mi primera cita para el ultrasonido en poco más de un mes,
sería el momento de ver por primera vez a mi bebé; había ingresado por mi mano
lesionada y salí desolada por la idea de un bebé, ¿Qué haría? Mejor dicho ¿cómo
se lo diría a Edward?
Había
hablado por teléfono con Edward como cada noche, pero no había mencionado lo
que había descubierto, me había recriminado por no decirle lo del pequeño
accidente, hecho que se había enterado gracias a mi secretaria que le había
contado, le aseguré que la férula solo era una medida preventiva ya que por mi
estilo de vida no tomaría los cuidados adecuados, agradecí que eso fuera
suficiente para él. La semana había pasado y con ella había desaparecido la estorbosa
férula.
Me
alegré de saber que su estadía fuera del país se había alargado, eso me daba
tiempo para pensar, me había dado una semana más, aunque sabía que el tiempo se
me agotaba no hallaba la manera de decírselo.
Apenas
era miércoles lo que me dejaba solo dos días antes del día más temido, no podía
dormir por las noches, la idea de la reacción de Edward me aterraba, y todas
esas noches de desvelo me estaban pasando la factura, estaba cansada y las
líneas debajo de mis ojos marcadas.
—¿Bella
segura que estás bien?—asentí a la pregunta que James me había formulado por
tercera vez en menos de una hora—No lo parece, ve a descansar que yo me hago
cargo de todo
—No…
—No
te estoy peguntando, solo vete yo me encargo de todo—sabía que era inútil
protestar así que tomé mis cosas y me marché, apenas y había logrado
concentrarme en las actividades de ese día, mi mente se mantenía en blanco, aún
estaba en una lucha interna bastante difícil, estaba feliz por saber que sería
madre, pero la idea de un bebé me asustaba, cómo podría traer al mundo a un
pequeño en una relación como la nuestra, solo había simpatía, afecto y
cordialidad, qué le diría cuando preguntara como me enamoré de su papa, "
fueron solo negocios", negué desechando esa estúpida idea.
Subí
directamente a mi habitación, me quité las zapatillas y la ropa, me coloqué un
pantalón deportivo y una playera que me haría sentir más cómoda, no pude evitar
mirarme al espejo y notar que aun mi embarazo no era notable pero como me
habían dicho es hasta después del primer trimestre que comienza a ser visible.
Dejé escapar un par de lágrimas antes de quitar la mirada del espejo y
acostarme en mi mullida cama, abracé una de las almohadas y me quedé
profundamente dormida, un roce en mi mejilla me hizo salir del sueño en el que
me encontraba.
—
¡Edward!—me levanté abrazando la almohada y alejándome un poco de él.
—¿Qué
te sucede amor?— negué moviendo la cabeza de manera frenética— Bella ¿te
sientes bien?, estás pálida.
—Yo…—cerré
los ojos y apreté más la almohada a mi cuerpo, sus brazos se ciñeron a mí
alrededor, besó mi cuello.
—
¿Qué sucede pequeña?, Sara dijo que no bajaste a cenar—miré el reloj y me di
cuenta que había dormido por horas.
—Solo
estoy cansada
—A
mí me parece que hay algo más—tomé aire
—Es
solo eso, no me he sentido muy bien—lo vi que iba a protestar—fui con el médico
y me dijo que solo es agotamiento que necesito descansar un poco por eso llegué
antes de tiempo y me quedé dormida.
—
¿Solo es agotamiento? —asentí, al menos aun no le diría lo que realmente me
afligía.
—Y
ya te sientes un poco mejor o prefieres tomarte un día más en la empresa.
—Estoy
bien—se inclinó hasta adueñarse de mis labios, mentiría si dijera que no había
extrañado el sabor de sus labios, hundí mis manos en su cabello atrayéndolo más
a mí, su cuerpo presionó el mío, rompí el beso para tomar aire, pero continuó
besando mi cuello y sus manos se adentraron debajo de mi blusa para acariciar
mi piel.
—Me
hiciste falta…no sabes lo mucho que extrañé tenerte de esta manera—su voz fue
áspera debido al momento. Mi corazón se contrajo al escucharlo, él solo había
extrañado el sexo y no a mí, estaba claro que yo solo era una especie de muñeca
para él, una que solo servía para complacerlo.
Me
dejé llevar por las caricias y los movimientos de nuestros cuerpos, había
aceptado estar de esta manera, sabía que esto solo era sexo y nada más, pero
desde hace algún tiempo yo había dejado eso atrás y me había comenzado a
enamorar de él.Trataba de complacerlo en todo, pero cuidando no dejar de ser
yo. Pocas veces había pensado que para él era importante, solo me había servido
para darme cuenta de que estaba ciega, el solo veía en mi a una chica que lo
complacía en todos los aspectos de su vida, tenía a una compañera y sobretodo
una amante; su cuerpo se movía sobre el mío y yo me acoplaba a esos movimientos
dejando que jadeos escaparan de mis labios, era la primera vez que no sentía
este acto con la misma intensidad de siempre, ambos llegamos al límite con un
grito ahogado por los labios del otro, quedó sobre mí por unos segundo para
después salir y acomodarse junto a mí; en seguida me levanté me envolví en la
sabana y entré al baño, abrí la ducha y dejé que el chorro de agua tibia me
relajara, luché para que las lágrimas no abandonaran mis ojos.
—No—
enjuagué mi cabello sintiendo sus manos acariciar mis costados hasta llegar a
mi cadera y pegarme a su cuerpo, dejándome sentir esa parte de su anatomía que
me estremecía.
—Por
la manera en que has salido huyendo pensaría que ha sido algo horrible.
—No
estaba huyendo—tomé la toalla y salí de la ducha dejándolo solo, enarcó una
ceja, pero yo lo ignoré regresando a la habitación, tomé un juego de ropa
interior y un camisón, acomodé la cama y me metí debajo de las mantas justo al
tiempo que el salía del baño solo en bóxer, se metió debajo de las mantas y
sentí como me rodeaba con uno de sus brazos.
—Buenas
noches pequeña.
—Buenas
noches— al cabo de unos minutos su respiración se hizo acompasada lo que me
indicó que estaba durmiendo, mientras que yo me encontraba con la mente
vagando, el sueño se había esfumado.
El
resto de la semana y el inicio de la siguiente fue como el resto, el fin de
semana habíamos asistido a una cena con un par de socios de la compañía, había
repasado un monólogo de la manera en que le diría a Edward que seríamos padres,
pero cada vez que iba decidida, al sentir su mirada sobre mi lo dejaba pasar,
esta era una situación que debía de resolver cuanto antes.
El
jueves por la mañana me levanté de un salto, unas ganas tremendas de vomitar me
habían invadido, apenas había llegado con el tiempo justo al baño, sentí como
mi estómago se contraía y un doloroso espasmo intentando deshacerse del
contenido de la noche anterior, lavé mis dientes y regresé a la habitación para
encontrarme de frente con Edward que por su apariencia había salido a trotar.
—
¿Te encuentras bien?
—Ajá—
fue lo único que dije antes de perderme en el armario en busca de lo que
utilizaría esta día
—Estás
demasiado pálida y parece que no dormiste bien—ignoré su presencia detrás de mí
y seguí debatiéndome entre un traje sastre de pantalón y un hermoso vestido
ajustado.
—Me
siento bien—opté por el vestido ya que pronto me vería imposibilitada de
usarlos. Ya que si lo hacía parecería que me hubiera tragado una pelotita, moví
mi cabeza intentando disipar mis tontas ideas. Pasé junto a él sin siquiera
verlo, tomé un conjunto blanco de encaje y entré a la ducha asegurándome de que
solo estaría yo, me metí debajo del agua y escuché como Edward intentaba
entrar, pero debido a que estaba asegurada no lo hizo, en menos de 15 minutos
estaba de regreso en la habitación colocándome las zapatillas y los accesorios.
—¿Por
qué no te tomas el día? aunque insistas que te sientes bien a mi parecer te
notas enferma.
—Puedo
cuidarme sola, ahora bajemos a desayunar antes de que se nos haga más tarde.
El
desayuno fluyó de una manera que pocas veces sucedía, ambos nos envolvimos en
un debate de las bajas de la bolsa y de lo bueno que sería en este momento
comenzar a vender algunas empresas pequeñas que solo generaban un gasto ya que
no eran demasiado productivas, lo único malo de esto es que seríamos los
responsables de que se perdieran una gran cantidad de empleos.
Ignoró
mis protestas de ir cada uno en su auto, obligandome a ir junto con él ya que
seguía insistiendo que no tenía un aspecto muy normal y que no quería
arriesgarse a que algo me sucediera, me dio un corto beso en los labios cuando
me dejo fuera de mi oficina y él se marchó a la suya.
—Bella…—me
gire para verlo— si te sientes mal solo llámame
—Que
estoy bien—entré en mi oficina dando un portazo, dentro me encontré con Emmett,
el maravilloso novio de Rose—Hola oso, a qué debo tu visita a estas horas de la
mañana, que ¿no deberías de estar descansando o entrenando para el partido del
fin de semana?
—Hola
Sra. Enana— rodé los ojos y el soltó una carcajada, dejé mis cosas en el
perchero y me senté en mi silla.
—¿Quieres
un café o un té? —pregunté mientras marcaba la extensión de mi secretaria.
—Un
café está bien.
—Lauren
un café y un té ambos sin azúcar—pedí cuando atendió mi llamada—Sabes, mentiría
si dijera que no me intriga tu presencia, pero me sorprende verte tan temprano
en mi oficina.
—Tengo
que pedirte un enorme favor Bells—noté un ligero sonrojo y la manera en que se
llevaba la mano a la cabeza, dejé escapar una risita, lo que fuera que me
quisiera pedir le estaba costando demasiado trabajo y eso era un caso extraño
en el grandulón, Lauren dejó nuestro café y se retiró.
—Ok,
no sé de lo que se trata, pero sin duda debe de ser bueno, así que
suéltalo—apoyé mis codos en el escritorio y mi mentón sobre mis manos
prestándole toda mi atención lo que pareció avergonzarlo más, jamás desde que
había conocido a este hombre lo había visto sonrojarse, siempre mantenía su
actitud de un hombre fuerte y rudo, el mismo hombre que presentaba en la cancha
en cada uno de sus juegos, no por algo era el quarterback y mariscal más famoso
del momento.
—No
me dirás que planeas dejarla.
—
¡Claro que no! —escupió parte del café.
—
¿Entonces de qué se trata?—di un sorbo pequeño a mi taza.
—Quiero
formaliza con Rose—por primera vez en muchos días una enorme sonrisa legítima
había enmarcado mi rostro, mi amiga sí que era afortunada, el hombre que ella
amaba estaba listo para dar el siguiente paso y el más importante de sus vidas.
—Felicidades
Oso, esa es una excelente noticia—me levanté de mi lugar para abrazarlo, me
estrechó entre sus brazos levantándome unos centímetros—pero no veo qué es lo
que necesitas de mi.
—Necesito
que me acompañes a la joyería para elegir el anillo, no te estoy pidiendo que
lo elijas tú, solo quiero que me des tu opinión ya que quiero que esto sea
perfecto para Rose.
—Supongo
que deseas que lo hagamos hoy—asintió—como aún es demasiado temprano, déjame
intentar adelantar algunos documentos relevantes y el resto se lo dejaré a
James para poder acompañarte.
—Sabía
que tú no me abandonarías.
Encendí
la computadora y comencé a hacer algunas anotaciones en los documentos que me
habían dejado sobre el escritorio, revisar algunos balances, las inversiones y
sobre todo las empresas que podríamos vender ya que su productividad era casi
nula, atendí un par de llamadas mientras veía a mi amigo revisar las
estanterías y leer un libro recostado en el sillón, la puerta se abrió y noté
como mi amigo se incorporaba.
—Hola—la
voz ronca de Edward dejaba en claro su desconcierto de encontrar a Emmett en mi
oficina. Me lanzó una mirada interrogante, si no lo conociera bien pensaría que
estaba algo ¿celoso?, pero eso era imposible.
—Hola—
Emmett lo saludó extendiendo su mano que mi esposo estrechó.
—Espero
que recuerdes a Emmett, es el quarterback de los Gigantes de New York y el
novio de mi amiga Rosalie— con esa simple explicación él había sonreído a mi
amigo.
—Han
tenido una muy buena temporada.
—Y
viene lo mejor, pasado mañana tenemos nuestro partido contra los vikingos de
Minnesota, es el pase al Súper Bowls— su pecho se hinchó y sabía que era de
orgullo, él los había llevado dos años consecutivos a esta fase, el año
anterior se habían quedado a solo una anotación de ganar el Súper Bowls.
—
¿Edward a ti te gusta el Futbol? —preguntó el oso, me giré para verlo ya que
era algo que yo desconocía de él
—Claro
que me gusta, solo que desde hace mucho no tengo la oportunidad de asistir a un
partido.
—Pues
estás de suerte, puedo conseguirles un par de entradas para el partido del
Domingo, además Bells, apuesto a que a Rose le encantará tenerte ahí con ella y
tu esposo puede disfrutar de un domingo diferente entre amigos—señaló mi amigo
colocando un brazo sobre los hombros de Edward, pensé que se molestaría por la
actitud de Emmett, pero no le importó.
—Por
mi encantado, solo no sé si mi esposa quiera ir—miré a Edward quien por primera
vez notaba que deseaba hacer algo diferente a lo que estaba acostumbrado
—Claro,
además de que apuesto a que Rose me tendrá cosas que contar.
—Solo
déjenme hacer una llamada para que les manden los pases, ya sabes enana que es
el palco preferencial.
—Amo
ese sitio, tiene la mejor vista de todo el estadio—guardé los cambios y los
envié al departamento correspondiente, firme unas notas mientras escuchaba a mi
amigo pedir las entradas.
—Venía
a ver si seguías de pie—susurró.
—Ya
viste que lo estoy, pensé que habías venido a ver quién estaba en mi oficina,
conociendo a los que trabajan en esta empresa no dudaría que ya hubiera dicho
que te estaba engañando con un jugador y en tus narices.
—Por
favor, eso sería sentir celos y para eso debes de querer a esa persona— asentí
sintiendo mi pecho oprimirse, sus palabras me habían dolido más de lo que él
creía, me había dejado nuevamente en claro que
no sentía nada por mí.
—Listo,
en unas horas se los traerán—me levanté de mi silla y tomé mis cosas, lo que
deseaba era salir de ahí antes de que la presencia de Edward me afectara más.
—
¿Vas a algún lado?
—Acompañaré
a Emmett a hacer un par de compras, de ahí iremos a comer.
—Que
se diviertan—se había molestado, pero eso no me importaba, tomé el brazo del
oso y lo saqué la oficina, claro después de que se despidiera de mi esposo.
En
cuanto llegamos al estacionamiento pude adivinar cuál era su auto, era enorme
Hummer negra, me ayudó a subir y nos fuimos directamente al distrito de los
diamantes que está entre la Quinta avenida y la avenida de las Américas. Se
colocó una gorra de baseball y unas gafas oscuras, como si con eso pudiese
pasar inadvertido, este hombre era enorme y por ese simple hecho llamaba la
atención.
A
las cuatro estaba de regreso en la empresa, haciéndome cargo de mi trabajo y de
algunas llamadas sobre el aumento en la bolsa y las ganancias recaudadas el día
de hoy. El tiempo se me pasó volando y me sentía algo desesperada ya que una
inversión no me cuadraba, la había revisado cerca de ocho veces y no lograba
encontrar el error.
—Ya
revisaste el mes pasado
—No
hagas eso, ¿cuándo entraste? —él sonrió abiertamente al saber que me había
asustado.
—Hace
un par de minutos, estabas tan concentrada que ni lo notaste, ya es cerca de
las siete y deberíamos de marcharnos.
—Solo
termino de revisar este archivo—colocó su mano sobre la mía que estaba encima
del mouse, comenzó a ayudarme a revisarlo y en menos de diez minutos ya
habíamos terminado—Gracias
—No
quería estar más tiempo aquí en la empresa— asentí tomando mis cosas, ¿Por qué
siempre que decía o hacía algo bueno al final tenía que arruinarlo con alguno
de sus comentarios?
El
camino a casa fue rápido gracias a que tomó un par de atajos que nos desvió de
las avenidas que a estas horas deberían de estar congestionadas. El sonido de
las notas de piano, que en seguida reconocí como Debussy, eran lo único que se
escuchaba en el auto, atravesó la verja de la entrada y lo estacionó en el garaje
junto a mi auto.
La
cena comenzó en silencio, pero a mitad del plato principal noté la mirada
penetrante de Edward, intenté ignorarla, pero era como si me quisiera
atravesar.
—
¿Sucede algo?
—Llegaron
esta tarde las entradas para el partido del domingo, ¿segura qué quieres ir?
—Claro,
aunque no sabía que a ti te gustara el Futbol americano.
—Te
sorprendería saber que lo practiqué en la Universidad, pero me lesioné, así que
dejé de practicarlo y me alejé de él ya que lo que menos quería era saber que
ya no lo volvería a jugar.
—Vaya,
eso no lo sabía—aparté la crema de espinaca que había comenzado a revolverme el
estómago.
—¡Es
el colmo!, es que no te cansas de hacerme sentir mal, me acabas de llamar una
cualquiera, para tu información Emmett me pidió ayuda para elegir el anillo de
compromiso de mi amiga—me levanté arrojando la servilleta sobre la mesa y
dejándolo solo en el comedor, me dolían sus palabras, pero en este momento me
habían sido de ayuda ya que no me sentí con ganas de seguir comiendo, fui
directamente a mi habitación para recostarme en la cama, intenté dormir, pero
el sonido de mi celular me lo impidió.
—Hola
mamá.
—Dios
Bella, te has desaparecido, ¿es que ya no piensas en venir a saludar a tu
madre?
—Lo
siento, he tenido mucho trabajo y he estado agotada, pero sin falta estaré
contigo el sábado—la escuché comenzar a platicar de lo que había ocurrido en el
club. No contuve las ganas de reír ante los sucesos que me había perdido.
Edward se desvistió dejándome la mejor vista, me coloqué de lado para no verlo
y seguir escuchando a mi madre, reí con ganas al escuchar la voz de mi padre
que le pedía que me dejara descansar, que me podía seguir platicando el día que
nos viéramos, a regañadientes se despidió—también te quiero mamá, nos vemos el
sábado.
—Bella…
—Buenas
noches—apagué la luz de mi lámpara y me cobijé dándole la espalda, me obligó a
girarme y quedar de frente a él.
—Deberías
de comenzar a pensar en lo que sale de tu boca y si me disculpas estoy agotada
y sólo quiero dormir.
—Buenas
noches pequeña—me besó, pero yo no respondí al movimiento de sus labios, le di
nuevamente la espalda aun así me abrazó.
...
Gracias por leer mis locuras, y gracias al curso de betas que se encargo de corregir este capítulo.
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