Compras con los Cullen
Miré nuevamente a Edward y el mantenía sus ojos
puestos en su hermana.
—Creo que antes siquiera de pensar en decorar la
habitación del bebé deberías de preguntarle a Bella si está de acuerdo. —me
apretó contra su cuerpo y besó mi coronilla.
— ¿Verdad qué no te importa? —me preguntó con una
mirada que hacía que no le pudieras negar nada.
—No hay problema Alice, agradezco tu ayuda.
—Hay tantas cosas por hacer. —dijo emocionada y
Jasper la tomó por los hombros para que quedara en su lugar y dejara de saltar.
El día siguiente todos los Cullen llegaron temprano
al departamento y cuando noté como Alice recorría con la mirada todo el
departamento me di cuenta que había visto que había cambiado algunas cosas de
lugar.
—Lo siento. —dije avergonzada.
— ¿Qué sucede cariño? —preguntó Esme en tono
maternal.
—No debí de mover las cosas, yo las…
—Es tu departamento Bella, y puedes mover cuanto
quieras ¿Está bien? — cortó Edward con una sonrisa.
— ¡Oh! —exclamó Alice al notar que lo había dicho
por ella. — Yo solo estaba mirando que me gusta más este aspecto que tiene
ahora y que colocaste flores en sitios estratégicos. Y luce bien. Aunque…
—recorrió de nuevo el departamento y soltó una risita. — Creo que Edward
debería de regalarte otra cosa que no sea flores, porque al paso que vas en un
mes podrás poner tu propia florería.
Esta vez Edward nos acompañó de compras y eso en
parte me hizo sentir más tranquila. Habíamos elegido un par de muebles y cosas
que sabía serian de utilidad, lo que implicó que me gastara prácticamente todos
mis ahorros pero bien valía la pena.
—Ni lo pienses. —escuché una voz detrás de mí
cuando extendía mi tarjeta de crédito para pagar las compras. Me la quitó y le
entregó a la dependiente una de las suyas.
— ¿Estás loco? — di un par de saltitos para
alcanzar mi tarjeta que él mantenía en alto y la empleada sólo nos veía con
diversión.
—Pase la tarjeta—le mandó Edward a la chica que lo
hizo y cuando el comprobante comenzó a salir me entregó la mía.
Intenté convencer a la chica para que cancelara el
pago y lo hiciera con la mía, pero ella se negó y yo me sentí completamente
frustrada y furiosa. Di media vuelta y me dirigí hacia la salida tratando de
tranquilizarme para no gritarle.
—Espera Bella. —se detuvo delante de mí y estiró su
mano para tocarme pero yo retrocedí.
—No me toques y déjame pasar. —gruñí furiosa
haciendo un enorme esfuerzo por no golpearlo.
—Cariño…
—Déjame pasar. — dije apretando los puños y él se
hizo a un lado, más sin embargo caminó junto a mí. — Déjame tranquila.
—Yo no estoy haciendo nada. —levantó las manos y me
miró con inocencia.
Me detuve y me di cuenta que no sabía donde me
encontraba, sólo había salido de la tienda sin ver el rumbo que había tomado y
ahora estaba desorientada; pero aún así estaba furiosa por el atrevimiento de
Edward.
— ¿Quieres subir al auto o quieres seguir caminando
sin rumbo? —gruñí y miré a mi izquierda y ahí estaba Emmett siguiéndonos. Me
dirigí hasta el auto y subí tratando de mantenerme alejada de él. —Bella…
— ¿Crees qué no puedo pagar las cosas de mi bebé?
—gruñí y el soltó un resoplido llevándose las manos al cabello. — Puede que no
sea una millonaria, pero puedo pagar las cosas de mi bebé.
—Yo no dudo que lo puedas hacer. Pero quise
hacerlo, nunca pensé que te molestaría que lo hiciera. —se movió un poco hacia
mí. — He visto lo mucho que has trabajado para conseguir el dinero que ocuparás
para cuidar del bebé; pero ahora ya no estás sola y yo quiero que compartamos
los gastos.
La furia desapareció por completo y dio paso a una
sensación de regocijo por saber que él quería participar en todo lo que se
refería al bebé, él en verdad aceptaba a mi bebé. Aún me costaba trabajo
confiar en Edward, ¿cómo saber que no intentaba ocultar algo?
— ¿Qué sucede cosita? — dejó un brazo sobre mis
hombros y con el otro me rodeó pegándome a su cuerpo, de inmediato busque su
calor y me eché a llorar. Los recuerdos aún me lastimaban y me hacían dudar de
todos los que se acercaban a mí. Aunque quería parar de llorar no lo conseguía
y sólo me aferré más a Edward que desde que había entrado en mi vida se había
convertido en mi salvavidas y aunque lo negara se estaba convirtiendo en una
parte de vital importancia en mi vida, era tan esencial como respirar. Lo
sabía, pero me había negado a ver que él ya no era un hombre cualquiera, me
importaba más no lo amaba como un día amé a Jacob; esa rata miserable.
Cerré mi puño apretando la camisa de Edward
mientras él me acomodaba en su regazo, mis lágrimas iban cesando y sólo estaba
hipando hasta quedar sumida en un profundo sueño.
Desperté cuando mi estómago comenzó a retorcerse
por el hambre y me encontré en mi cama, cuando salí de la habitación descalza
para ir asaltar el refrigerador me encontré con los Cullen en un divertido
juego de póker y estaban apostando. Me acerqué sigilosamente pero Edward notó
mi presencia, al ver que no había más sillas se alejó un poco de la mesa y me
sentó en su regazo lo que me hizo enrojecer. Giré mi cuello y vi las cartas de
Jasper que me descubrió y me miró con los ojos entrecerrados, aparte mi vista y
vi el centro de la mesa donde estaban las apuestas, había monedas, un labial,
un espejo, galletas y una tacita que apostaba era de Mark, lo que me hizo
estallar en carcajadas.
— ¿Qué te causa tanta gracia? —preguntó Edward.
—No creo que a Mark le haga gracia ver que alguien
más tenga su tacita. —él se encogió de hombros. — Además no creo que el labial
rojo te quede bien.
—Él va perdiendo Bella, así que no tienes de que
preocuparte. —murmuró Jasper entre risas.
El juego terminó y Carlisle fue el que se quedó con
las apuestas, se miraron entre ellos y comenzaron uno nuevo. Sonreí al ver que
Alice rebuscaba en su bolso al igual que Esme y Jasper en la mochilita de Mark,
me giré para ver a Edward y me aferré a su cuello cuando se levantó.
— ¿Vas apostar a Bella? —preguntó Alice divertida y
yo la miré fijamente.
—Ella es mi amuleto de buena suerte. —me dio un
beso en la nariz y me dejó en la silla mientras él salía a buscar que apostar y
cuando regreso dejó sobre la mesa una muñeca que reconocí como la de Ally.
—No puedes apostar las cosas de mi hija. — protestó
Jasper intentando quitarla de la mesa pero Edward se lo impidió.
—Tú apuestas las cosas de Mark. —se defendió.
—Pero es mi hijo. — dijo tomando un brazo de la
muñeca.
—Es mi ahijada. —haló Edward
—Pero yo le compré esta muñeca. —haló Jasper
—Y ella me la prestó. —volvió a halar Edward.
— ¡Mi muñeca! — gritó Ally que se subió a la mesa y
se las quitó, acomodó el cabello de la muñeca y después miró a los adultos con
los brazos en la cadera — Ya no te volveré a prestar a mi muñeca.
—Ally. — trató de abrazarla Jasper pero ella
levantó su dedito y comenzó a moverlo delante de él.
—Papi malo, maltratabas a Mimi. —tuve que morderme
la lengua para no soltar una carcajada, los dos hombres habían sido
tranquilizados por una pequeña.
Con el juego terminado fui a la cocina para tomar
una manzana mientras revisaba lo que había en el refrigerador para preparar la
cena.
—Iremos a cenar fuera—anunció Alice. — ¿Aún estás
molesta?
Recordé la manera en que había salido de la tienda
y como había caminado sin rumbo para después entrar en el auto con Edward, y
pasar del enfado a las lágrimas, pero lo que me hizo avergonzarme es que ellas
debieron de regresar en taxi ya que por mi momento de enfado no había pensado
en ellas y las habíamos dejado en la tienda.
—Lo siento mucho Alice. —me disculpé nerviosa y
ella se echó a reír.
—Las hormonas son nuestras peores enemigas. Pero
fue agradable ver como pones a Edward en su lugar, al fin una mujer que lo
tiene controlado. —sonrió.
— ¿Tanya no lo controlaba? — pregunté sin saber
porque había sacado al tema a la ex prometida de él.
— ¿No te ha hablado de ella? —preguntó y yo negué
mordiendo mi labio inferior. — Yo no te puedo decir mucho, pero lo único que
debes de saber es que Tanya sólo era apariencia y él se engañó con ella. Él te
adora no lo dudes ni un poco.
—Él se ha convertido en alguien muy importante para
mí.
— ¿Y lo quieres? —se sentó y me indicó que hiciera
lo mismo. — ¿Qué te sucedió Bella? ¿Por qué no hablas del padre del bebé?
—No merece que hable de él. —apreté los dientes al
sentir esa sensación en el estómago con sólo pensar en él. ¿Estaba traicionando
a Edward si seguía pensando en Jacob?
—Puedes hablar conmigo Bella, quiero que seamos
amigas. — soltó una risita. — se que no basta con decir que seamos amigas para
serlo, pero puedes confiar en mi completamente.
—No me gusta hablar de ello. Me duele. —acaricié mi
vientre.
— ¿Y cómo superar ese dolor si no hablas de él?
— ¿Eres psicóloga? —pregunté con una sonrisa débil.
—Jasper es el psicólogo, pero vivir con él me ha
enseñado un par de cosas. — miré a Alice y supe que ella era sincera al igual
que el resto de su familia. Ella tenía razón, debía hablar de lo que había
sucedido para poder comenzar a vivir. Pero no quería que me juzgaran por ser
tan estúpida.
—Me cuesta confiar. El padre de mi…
— ¿Listas para ir a cenar? —interrumpió Edward con
una sonrisa y Alice rodó los ojos y parecía enfadada porque hubiera llegado,
más yo se lo agradecí ya que no era el mejor lugar para hablar con ella de
Jacob.
Fuimos a cenar al restaurante que Edward me había
llevado por primera vez, y fue muy divertido ver a los pequeños que no se
podían estar tranquilos en sus sillitas y comenzaron a correr por todo el lugar
haciendo que su madre les llamara la atención molesta y el resto de la familia
riera a sus espaldas ya que ellos decían que Alice hacia lo mismo cuando era
pequeña.
—Ves la razón por la que evitamos cenar fuera de
casa. —gruñó Alice sujetando a Mark y sentándolo en su regazo.
—Son sólo niños. —le recordó Edward que acomodó su
brazo en el respaldo de mi silla y tocó mi mano que estaba sobre mi vientre
cuidando de que nadie lo notara.
No pude parar de mirarlo durante el resto de la
cena, la manera en que bebía de su copa, en el que disfrutaba de cada bocado y
la manera en que les dedicaba atención a sus sobrinos. Era un hombre increíble
y no podía dejar de recordar la pregunta de Alice si yo quería a su hermano,
había evitado contestarla porque ni yo misma sabía si lo que sentía por Edward
era más que un cariño del que se tiene a un amigo; aunque lo seguía intentando
no podía olvidar a Jacob y su traición, sabía que era una estúpida por seguir
pensando en él, pero me costaba tanto trabajo el hacerme a la idea de que el
hombre que me trató como una princesa fuera el mismo que jugó conmigo y que intentó
… con sólo recordar lo que había sucedido me erizaba la piel y me revolvía el
estómago.
— ¿Náuseas? —preguntó Edward ya que él pensaba que
mi estremecimiento y desagrado era por algún olor y no por un recuerdo.
—No es nada. —apreté su mano y le sonreí.
Dejamos a su familia en su edificio ya que se
estaban quedando con él. Me acompañó hasta el departamento y se mantuvo serio y
pensé que estaba enojado, algo de lo que no lo culparía, al fin se había dado
cuenta de que yo no había sido la mejor opción.
—Edward. ¿Hay algo qué quieras decirme? —pregunté
con la voz temblorosa.
—Estuve pensando sobre lo sucedido en la tienda y
creo que tienes razón, no debí de actuar de la manera en que lo hice, debí de
consultártelo antes. — apoyó su espalda en un lado del marco de la puerta y
extendió su brazo hasta dejar su mano apoyada en el otro extremo impidiendo que
pudiera entrar en el departamento. — Lo siento cosita. No quiero que te vuelvas
a enfadar y prometo que cuando tenga otra grandiosa idea como esa te lo haré
saber.
— ¿Y qué hay con éste pago? —pregunté cruzando mis
brazos sintiendo mis mejillas ruborizadas ya que aún no me acostumbraba a que
él me llamara cosita de una manera dulce.
—Se que eres una cabezota y que no querrás que yo
lo pague todo, más yo quiero pagar aunque sea la mitad de todas las cosas que
sean para el bebé.
—No es justo. —protesté.
— ¿Por qué no lo es? —su rostro se acercó al mío.
—Es mi bebé, y me corresponde hacerme cargo de
todas sus necesidades y sus gastos. —chasqueó la lengua y negó con una sonrisa
en los labios.
—Cuando aceptaste salir conmigo quedó claro que yo
te quería a ti al igual que quería al bebé en mi vida.
— ¿No te importa qué no sea tuyo? —pregunté en un
susurro recordando las palabras de mis padres.
Después de viajar por más de ocho horas estaba
feliz de llegar al pueblo cercano a San Antonio donde me había criado, era
pequeño y la gente se conocía entre si.
Al llegar a casa llamé un par de veces y salió mi
madre que al verme delante de la puerta se puso a gritar y al abrir me envolvió
en sus brazos.
— ¿Por qué no avisaste que vendrías a vernos?
—me empujó dentro de la casa y ayudó con mis cosas, las pocas pertenencias que
Irina me había ayudado a sacar de mi departamento sin que nadie se diera
cuenta.
—Era una sorpresa. —fingí una sonrisa que no la
logró engañar pero lo dejó pasar.
Me lancé a los brazos de mi padre que al verme los abrió
y me dejé envolver en ese refugio que siempre me hacía sentir protegida y a
salvo.
Fueron dos días los que me permitieron estar con
ellos sin hacer ninguna pregunta de mi falta de apetito y lo callada que
permanecía, sólo estaba tratando de encontrar la manera de contarles que serían
abuelos y que no podía decirles quien era el padre ya que eso volvería a poner
en peligro la vida de mi bebé.
Después de la cena que apenas probé; mi padre evitó
que me marchara y supe que había llegado el momento de enfrentarme a ellos ¿Qué
podía salir mal? Sabía que se molestarían pero al final ellos me apoyarían.
— ¿Qué sucede pequeña? —se arriesgó mi padre
haciendo que mi madre volviera a su silla.
—Sabes que puedes hablar con nosotros hija.
—dejó su mano sobre la mía, apretó los labios y me miró con dulzura.
—Lo lamento tanto. —dije rompiendo a llorar
cubriendo mi rostro. — De verdad que lo siento, no quise fallarles. ¡Fui una
estúpida!
—Tranquilizante mi amor, lo que sea que pasó lo
vamos a solucionar. — al escuchar la última palabra coloqué mi mano en mi
vientre aún plano.
—Yo… yo arruiné las cosas. — tomé aire y los
miré preocupados. — Estoy embarazada.
—Eso no es tan malo cariño. — me abrazó mi
madre.
— ¿Quién es el padre Isabella? —gruñó mi padre
ganándose una mirada reprobatoria de mi madre. — ¿Quién es?
—No puedo decírtelo, no quiero hablar de él.
—sollocé.
— ¿Cómo es eso de qué no puedes decirnos quién
es el padre del bebé?
—No voy a hacerlo mamá. Este bebé es mío y sé
que con su ayuda…
— ¿Tienes idea de lo qué este embarazo provocará
en el pueblo? —reprochó mi padre. — ¿Sabes qué la gente aquí nos conoce? ¿En
qué demonios estabas pensando?
—Basta Charlie.
— ¿Es esa la educación qué te dimos Isabella? La
gente de este pueblo te tiene como una mujer inteligente y con esto no muestras
ni una pizca de esa inteligencia. —golpeó la mesa y yo me refugié en los brazos
de mi madre. — Dime con que cara voy a decir que eres mi hija, que sigo estando
orgulloso de ti cuando la verdad es que me has decepcionado de la peor manera.
—Sabes que la gente comenzara a hablar cariño.
—apretó mi mano con fuerza. — Tienes que decirnos porque no nos quieres decir
quien es el padre.
—Él no quiere al bebé, no quiero que sepa que…
— ¿Es un hombre casado o qué es lo que estás
ocultando? —en un par de zancadas mi padre estuvo junto a mí y me levantó de la
silla tomándome de los brazos con fuerza y comenzó a moverme con
brusquedad—Habla de una maldita vez Isabella.
—Está comprometido. —dije sintiendo el dolor que
había sentido cuando me había enterado de la verdad, yo había pensado que esa
morena era su amante y no la prometida con la que se casaría este fin de
semana. Siempre me había utilizado y siempre yo había sido la otra.
— ¿Cómo pudiste estar con un hombre
comprometido? —Estalló mi madre molesta. — No te eduqué para que te comportaras
de esta manera.
— ¡Yo no lo sabía!— exclamé frotando el área que
mi padre había lastimado.
—Es imposible que no lo supieras. — intenté
acercarme a mi madre pero ella retrocedió y me dio la espalda. — Esto es
demasiado Isabella. La gente del pueblo va a hablar y es algo que no vamos a
soportar.
— ¿Les importa más lo que la gente diga a por lo
que estoy pasando? — grité furiosa y sintiendo nuevamente como las personas que
decían quererme me daban la espalda.
—Lo que esta sucediendo, tú te lo buscaste.
—sentenció mi padre. —Lo siento Bella, pero nosotros no te vamos a ayudar esta
vez.
—Claro que no me importa. ¿Es qué no te has dado
cuenta de eso? —asentí mordiendo mi labio inferior y respirando más lentamente
al sentir su aliento chocar contra mis labios. — Te qui… los quiero Bella. —
murmuró contra mis labios a tiempo que dejaba una de sus manos en mi abultado
vientre.
Levanté mi mano temblorosa y la dejé en su rostro
sintiéndolo áspero, por su barba que seguía creciendo y que lo hacía lucir aún
más masculino y guapo de lo que ya era. Me apoyó contra el marco de la puerta y
sus labios se posaron contra los míos, fue un movimiento suave e incitante, su
sabor era lo más agradable que había probado y cuando sus labios se separaron
de los míos supe que querría volver a sentirlos.
Abrí los ojos y me encontré con los suyos que
brillaban y una pequeñas arruguitas se formaron a su alrededor. Acaricié su
mejilla y me levanté de puntillas para volver a besarlo y acercar mi cuerpo al
suyo que de inmediato sentí el calor que traspasaba su ropa. Se separó con
suavidad y me envolvió en sus brazos.
—Ve a dormir cosita, mañana creo que querrán seguir
con las compras para la habitación del bebé.
—Aún no me has dicho como arreglaremos lo de hoy.
—pregunté enarcando una ceja tratando de aparentar tranquilidad pero mi pulso
estaba muy acelerado y sabía que mis labios mostrarían que habían estado unidos
a los de él, como los suyos lo mostraban.
—Deja que yo pague. —fruncí el ceño y el deslizó su
dedo tratando de que mi rostro se relajara. — Y ya cuando tengamos todo lo
dividiremos y así tu me darás tu parte y no nos complicamos.
—Te pagaré cada centavo. Ya has hecho mucho por mí.
—Nunca es suficiente cosita. Ahora ve a la cama y
sueña conmigo. — rodé los ojos y entre al departamento más no cerré la puerta
hasta que él desapareció tras las puertas del ascensor.
Como Edward lo había predicho esta vez soñé con él
lo que hizo mi noche muy agradable y que pudiera descansar plenamente. Al día
siguiente desayunamos en casa de Edward y después seguimos con las compras y
esta vez dejé que Edward se hiciera cargo de pagar lo que pareció alentar a su
madre y hermana que elegían más cosas de las que sabía eran necesarias y al
mismo tiempo me daba miedo de que mis ahorros no fueran suficientes.
Me despedí de ellos el domingo por la noche ya que
pensaba que como la vez anterior que habían estado en la ciudad se marcharían
temprano, más me llevé la sorpresa de que Alice y su familia se quedarían un
par de días más por un congreso al que asistiría Jasper.
—Hola Bella. — saludó una muy emocionada Alice que
llegó danzando hasta quedar frente a mi escritorio.
— Pensé que ya se habían marchado— me sonrojé al
darme cuenta de que había sonado muy grosera.
—Jasper tiene un congreso y decidimos quedarnos con
él, además los niños adoran pasar tiempo con Edward.
—Y se que Edward le gusta pasar tiempo con los
niños. —dije con una sonrisa.
—Crees que…— dejó la frase en el aire y fue hasta
la oficina de Edward y entró sin llamar.
—Pasa Alice, no tienes porque llamar. — gruñó
mirando a su hermana y a mi que me mantenía en la puerta.
—Agradece que me tomé la molestia de decirte que
esta mañana me robaré a tu novia. —dijo alegre y yo miré a Edward y después a
su hermana.
—No puedes llevarte a Bella.
—Sobrevivirás sin ella. —se acercó a él y le dio un
beso en la mejilla. — Bella y yo tenemos que continuar una charla que
interrumpiste el sábado.
—Llamaré a la chica que te cubre cuando sales.
Tomate el día co…Bella. — se sonrojó y supe que no quería que su hermana
supiera la manera en que me llamaba. Se acercó hasta donde estaba y me dio un
pequeño beso en los labios como despedida. — Te veré en la noche.
—Dale su espacio — lo golpeó su hermana para
después tomarme de la mano y alejarme de él.
Tomé mis cosas y seguí a Alice, ya no me sentía tan
segura de contarle lo que me había sucedido y que me había hecho desconfiar de
los demás y que aún me hacía dudar sobre que era exactamente lo que sentía por
su hermano. La hora de hablar del pasado había llegado.
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
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