Alice
Al salir de la empresa todos nos habían observado o
mejor dicho estaban viendo como me marchaba con la hermana de Edward cuando el
día apenas estaba iniciando. No tardamos en llegar al departamento donde al
entrar encontramos a Nicolás persiguiendo a Mark que corría sin pantalones y el
serio mayordomo los traía en su mano.
—Mark ven aquí— pidió Alice atrapando a su hijo que
no paraba de reír y segundos después llego Nicolás.
—Lo siento señorita Alice pero lo estaba cambiando
y él sólo se echó a correr sin darme tiempo a ponerle su pantalón.
—Tiene esa mala costumbre— lo miró con seriedad y
el niño le dio un beso que la hizo sonreír, se giró hacia mi— una vez a Jasper
se le escapó del cuarto de baño y corrió desnudo por todo nuestro piso cuando
sus abuelos y tío estaban ahí. No sé donde sacó esta tendencia exhibicionista.
Intenté reprimir una carcajada pero fallé en el
intento y la seguí hasta el comedor donde me pidió esperar en lo que se hacía
cargo de vestir a su hijo y que Ally se despertara.
Al sentarme Nicolás me llevó un poco de fruta y un
vaso de jugo y por primera vez sonrió levemente.
— ¿Algo más señorita?— preguntó con cortesía.
—Un poco de miel— dije tímidamente. — olvídelo así
está bien.
—Enseguida se la traigo. — se marchó y yo me sentí
extraña ya que siempre era yo la que hacía mis cosas y nunca había nadie que me
ayudara. Volvió en cuestión de segundos y la dejó sobre la mesa.
—Gracias— murmuré con una sonrisa tímida.
— Lo que necesite no dude en pedírmelo.
Alice llegó llevando a sus dos pequeños y le ayudé
a vigilar que desayunaran todo lo que les había servido, ambas escuchábamos que
los dos se pelaban por contar lo que habían soñado, era una pelea para ver cual
de los dos tenía los mejores sueños pero al final era obvio que sólo era
producto de su imaginación y de la competencia. Cuando terminaron se
despidieron dándole un beso a su madre y para sorpresa otro a mí y me llamaron
tía Bella.
— Son unos demonios, pero son mis demonios. — Dijo
Alice sin perder la sonrisa— por más travesuras que hagan es muy difícil que me
enfade con ellos, ya sabrás de lo que te hablo cuando ese pequeñín llegue.
—Hay días que me asusto al ver que ya falta muy
poco y hay otros en los que aún veo que es algo lejano.
— Creo que eso nos sucede a la mayoría. — sonrió y
se llevó la taza a los labios con la mirada perdida y parecía muy pensativa. —
el sábado te pregunté si querías a Edward y no me respondiste, sé que sientes
algo por él, pero no me gustaría verlo sufrir de nuevo, él esta tan ilusionado
por la idea del bebé.
— Siento algo muy fuerte por él, más no sé si es
amor o simple cariño combinado con agradecimiento por lo que ha hecho por
nosotros. — ella apretó la taza más no me vio a los ojos seguía con la vista
perdida.
— También dijiste que te costaba confiar en los
demás ¿qué fue lo que sucedió con el padre del bebé?— me miró con ojos
encendidos, pero ella permanecía muy tranquila.
Mis manos temblaban cuándo tomé la taza entre mis
manos, ella no comprendería mi miedo hasta que conociera una parte de la
historia, ella sólo estaba velando por el bienestar de su hermano uno que se
merecía a alguien mucho mejor que yo.
— El papá de mi bebé no lo quiere y yo tampoco fui
alguien importante, sólo fui con quien se acostaba y como te darás cuenta hubo
un pequeño incidente que él encontró como inaceptable. —miré mi taza, no podía
verla a la cara y seguir hablando. —No soy una simple secretaria, soy maestra
de preescolar, pero me vi obligada a dejarlo para evitar que Ja... él diera con
nosotros.
—Ahora entiendo tu facilidad con los niños. — su
voz se había suavizado nuevamente y había dejado su sitio al otro lado de la
mesa para acomodarse junto a mí. — ¿Cómo lo conociste?
— Una amiga me invitó a una fiesta donde había
mucha gente importante y yo me sentí realmente pequeña, pero él se acerco a mí
y me invitó a bailar y pensé que cuando supiera que era una simple maestra su
interés desaparecería ¿cómo un hombre como él se fijaría en alguien tan
insignificante como yo?
— No digas eso— dijo molesta.
— Me sorprendió cuando a final de la noche pidió mi
número de teléfono y se lo di sabiendo que no me llamaría, pero un día después
me llamó y me pidió que saliéramos. Acepté aún sin poder creer que de verdad me
estaba sucediendo algo así, un hombre de buena posición me estaba pidiendo una
cita. — me removí incomoda y sonreí con nostalgia al recuerdo— las primeras
salidas fueron grandiosas y yo estaba en una nube por mi buena suerte, no me
importaba su dinero; lo que me importaba era que era guapo, atento, caballeroso
y que no le importaba que fuéramos de un status diferente. —Giré mi rostro y
limpié mis mejillas húmedas.
— ¿Y qué sucedió?
— Después de casi dos meses de salir juntos el
insinuó que...
— Que tuvieran sexo— me cortó Alice y yo asentí.
—Yo me negué. Te parecerá prehistórico pero soy de
un pueblo de Texas y fui educada de tal manera que tener intimidad antes del
matrimonio es algo malo. — acomodé mis manos en mi regazo y apreté la tela de
mi vestido. — pensé que lo había perdido cuando se marchó, pero a la mañana
siguiente me llamó y me dijo que él podría esperar que no me forzaría a nada y
me sentí nuevamente afortunada. Pasaron otro par de meses, comenzó a llevarme
con él a eventos más importantes por petición mía de querer acompañarlo, al
principio se resistió alegando que la gente de su mundo me haría daño pero no
me importó.
—Estúpido. —chilló molesta.
— Después de uno de esos bailes estaba confusa
porque él aún siguiera presentándome como su amiga y no como su novia, así que
se lo pregunté y él siguió contestando que era por mi bien; esa noche las
miradas se habían posado en mí y me habían hecho sentir muy incómoda y me
aseguró que si sabían que éramos pareja serían más hostiles aún. Pensé que
realmente me protegía, yo sentía que estaba realmente enamorada de él así que
esa noche me olvide de mis prejuicios y acepte estar con él.
Al llegar a casa me acompañó hasta la puerta y
antes de que abriera se adueñó de mis labios de manera salvaje que me dejó sin
aliento.
—Te necesito Isabella—murmuró contra mis labios
y sus manos no dejaban de acariciar mi cuerpo. Durante mucho tiempo me había
contenido de aceptar el estar con él. — Pero te prometí esperar hasta que estés
lista.
Se despidió con otro beso aún más intenso que el
anterior, dio media vuelta y antes de que diera un paso más decidí que el
momento había llegado.
— ¿Quieres pasar? —le dije haciendo que se
volviera y su mirada mostraba el deseo y su sonrisa se ensancho.
— ¿Estás segura? — asentí extendiendo mi mano y
llevándolo dentro junto conmigo.
Una noche que se había repetido continuamente, sus
atenciones no cambiaron pero pasábamos más tiempo explorando nuestro cuerpo que
saliendo a algún sitio como lo hacíamos antes.
Me quedé en silencio recordando y en vez de sentir
alguna especie de deseo sentí asco de recordar las manos de ese hombre recorrer
mi cuerpo.
— ¿Después de eso te dejó?— preguntó tímida y yo
negué mordiendo mi labio inferior.
—No lo hizo, continuó llevándome a eventos y
comprándome obsequios cada vez más caros que intentaba regresarle pero que él
me decía debía de quedármelos y utilizar en otra de nuestras salidas, yo
pensaba que eran regalos cuando en realidad sólo me arreglaba para que nadie se
diera cuenta de que era una simple maestra de preescolar; pero después dejamos
de ir a bailes y pasábamos el tiempo juntos y yo me sentí extraña, viajaba
constantemente y el tiempo que estábamos juntos pasábamos más tiempo en la cama
que hablando.
— Hijo de pu… —dejó escapar una tosecita.
— Comencé con mareos y al notar la ausencia de mi
periodo me hice una prueba que dio positiva y estúpidamente pensé que a él le
alegraría más lo puso furioso, comenzó a gritar y decir que no era suyo, yo me
asusté por su reacción violenta y fui salvada por su guardaespaldas y secretaría
que me sacaron de ahí. — Recordé su expresión y mi cuerpo se estremeció— vi
llegar a otra mujer que exigió verlo, era hermosa. Me mantuve oculta y la vi
abrazarlo y besarlo para después desaparecer en el interior del despacho. Ahí
supe que no era única y que me había estado engañando, le pregunté a su
secretaria quien era esa mujer y ella me dijo que estaba mejor así.
— ¿No te dijo quien era?— negué.
— Después fue él quien me dijo quien era esa mujer.
Aún estaba en una especie de shock por descubrir
que durante todo ese tiempo me había engañado. Me Levanté del sillón al
escuchar el timbre y cuando abrí quise no haberlo hecho, ahí estaba él
mirándome con ojos llameantes, me hizo a un lado y entró.
— ¡Fuera de aquí! — Grité.
— Tenemos que hablar de ciertas cosas Isabella.
— Tú y yo no tenemos nada de que hablar. — dije
con seguridad pero estaba aterrada.
— Creo que si tenemos algo de que hablar— encajó
uno de sus dedos en mi vientre y yo retrocedí ante el dolor que me causo.
— Este bebé es mío. — él enarco una ceja— ¿a qué
estás jugando Jacob, crees que no vi a tu amante?
— ¿Amante?— dijo con diversión y se echó a reír
ante mi desconcierto y mi ira. — ¿así que viste a Leah? La morena de cuerpo de
escándalo y belleza exquisita.
— ¿Así que es cierto?— dije con gran esfuerzo—
¿no lo vas a negar?
—No es mi amante— dijo sin borrar su sonrisa.
— No me digas que es tu prima. ¡Vi cuando te
besó! No puedes engañarme.
— No es mi amante y tampoco mi prima— se inclinó
un poco para quedar a mi altura y me miró con sus ojos oscuros— es mi
prometida.
Parecía que mi reacción le había parecido muy
graciosa porque volvió a echarse a reír y yo me sentí sucia y con ganas de
vomitar.
— Yo fui tu amante— dije más para mí que para
él.
— Veo que ya entendiste. Y no voy a permitir que
ese bastardo me arruine las cosas.
— Era su...
— Era su prometida Alice, el muy imbécil me estuvo
utilizando, yo creí ingenuamente que él sentía algo por mi y por eso me
entregue a él, más no sabía que yo era la otra. — rompí a llorar y dejé que me
abrazara. — no puedo confiar en nadie, no después de todo esto.
— ¿Y se lo contaste a tus padres?— el dolor en mi
pecho se hizo más intenso al recordar que ellos no me apoyaron, me habían
dejado a mi suerte no sin antes decirme que ningún hombre me tomaría enserio y
que era estúpido que alguien se hiciera cargo del bebé de otro hombre.
— Los decepcione y ellos no quisieron exponerse a
ser la comidilla del pueblo.
— Ahora no te culpo por no confiar en nadie. — Me
abrazó más fuerte y besó mi cabello— nosotros no te dejaremos y Edward tampoco
lo hará, le importas más de lo que tú te imaginas.
— ¿Pero por qué hacerse cargo de un bebé que no es
suyo? — pregunte aún cuando ya me había dicho que él no me pediría que lo
dejara.
—Él te quiere a ti y por lo tanto a tu bebé. Edward
está ansioso por ser papá y eso porque tú eres la mamá. Además nosotros no
dejaremos que te quiten al bebé; y mis hijos están entusiasmados por la llegada
de su primito.
— ¿Cómo puedo pagarles algo de lo que han hecho por
mí?
— ¿En verdad quieres saberlo?— asentí— has feliz a
Edward y por supuesto déjame ayudarte a decorar la habitación del bebé. —
sonreí limpiándome las mejillas y la abracé. — Has tenido muchas emociones y
será mejor que duermas un rato ya que de lo contrario Edward me matará.
— Alice... No se lo digas a Edward. — Pedí
— Es algo que te corresponde a ti.
Me llevó a la habitación donde ya me había
despertado una vez.
— Veo que la recuerdas, es la de Edward. — dijo
acomodando los almohadones y dejándome entrar debajo de una manta— descansa
Bella, tú y tu bebé están seguros con nosotros.
Me quedé buen rato ahí tumbada mirando la
habitación de Edward y como sólo había muy pocos detalles, pero la habitación
tenía su aroma y la almohada en que tenía apoyada la cabeza también, cerré los
ojos y me dejé envolver por el dulce aroma y me quedé dormida tratando de
olvidar mi pasado.
Me desperté completamente relajada, el descanso me
habían servido y lo mejor es que no había tenido ningún mal sueño, por el
contrario había sido muy agradable.
—Despertaste cosita. — Levanté la cabeza y
recargado en unos almohadones estaba Edward con unos papeles en las manos.
— ¿Qué haces aquí?
— Es mi cama ¿lo olvidaste? — sonrió y se inclinó
para besarme. — vine para ver que esa duende te tratara bien y al verte dormida
quise velar tu sueño. ¿Está todo bien?
— Lo está— le aseguré con una enorme sonrisa y ésta
vez era verdad, hablar con Alice me había ayudado y sentía que de verdad no
estaba sola.
— Hora de comer, preciosa. — se levantó y me ayudó
a incorporarme y colocarme las zapatillas. Jacob muchas veces me había llamado
preciosa y había estado tentada a pedirle a Edward que no lo hiciera, pero
extrañamente me gustaba como sonaba en sus labios.
— Me encanta tu sonrisa. — Me dio un beso— en
realidad me encantas toda.
— Mentiroso. — le dije sin dejar de sentirme
alegre, me empujó fuera de la habitación y me rodeó con sus brazos dejando sus
manos en mi vientre.
—Te quiero cosita. — murmuró en mi oído.
— También te quiero. —respondí sabiendo que era
verdad; podía que no lo amara pero él era muy importante en mi vida y estaba
dispuesta a correr un nuevo riesgo. Me arriesgaría a abrirle mi corazón.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
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