Un nuevo comienzo
BPOV
Con la habitación del bebé preparada en la casa de
Edward me dijo que había llegado el momento de que dejara el departamento que
había ocupado durante meses y que me mudaría con él. Era una muy buena idea
pero a la vez me daba miedo y temía no ser lo que esperaba, además aunque me
había saltado un par de normas de mi educación aún pensaba que no estaba del
todo bien vivir juntos sin estar casados, sabía que era una estupidez, pero
ahora quería hacer las cosas bien, más no sabía lo que él pensaba y jamás lo
sabría si no se lo preguntaba.
Lo estaba esperando para cenar como cada noche y
estaba nerviosa por lo que iba a decirle ya que me había dejado pensármelo por
unos días.
Cuando la puerta se abrió él entró despeinado por
el viento y sin gabardina con algunos copos de nieve, pero aún así seguía
siendo un hombre muy guapo.
Fue hasta después de la cena que me preguntó por lo
que había pensado sobre el irme a vivir con él y retorciendo mis manos le dije
lo que pensaba sintiendo mis mejillas calentarse.
—No era lo que esperaba, pero puedo solucionarlo. —
dijo con alegría lo que me desconcertó. — hoy es miércoles y ya que la chica
que será tu remplazo está trabajando quiero que mañana te tomes el día y vayas
a comprar un lindo vestido ya que el sábado nos casaremos.
— ¿El fin de semana?— pregunté atónita.
— No puede ser antes ya que ni mis padres y mucho
menos Alice y su familia no podrían venir, y me matarían si no estuvieran
presentes. —se encogió de hombros.
—Pero la licencia no te la darán tan rápido.
—Mañana la tendré lista. Espero que no te importe
que por ahora sea por lo civil, ya cuando tengamos a Tommy lo haremos como Dios
manda. ¿Te parece bien?— solo pude asentir y él me beso.
El jueves fui un rato a la oficina para ayudar a
Leslie que sería mi remplazo y aún parecía un tanto nerviosa, pero estaba
poniendo todo de su parte para hacer el trabajo lo mejor que podía y más de una
vez nos mostró que superaba nuestras expectativas.
Después de la comida iría en búsqueda de mi vestido
y para mi sorpresa, y la de Edward, Esme llegó para acompañarme.
— Cuando me dijo que sería este fin de semana supe
que debía de venir para prestarte mi ayuda.
Esme fue de gran apoyo en la elección y también me
ayudó a empacar mis cosas para que fueran enviadas a mi nuevo hogar, sonaba tan
irreal y aún no podía creer que fuera realidad y no solo un sueño.
La boda fue al medio día y solo estuvieron
presentes la familia de Edward y Ángela que estaba muy emocionada por ser mi
testigo. Las sortijas eran simples y eso me agradó, ya que no me gustaba que
fuera algo muy ostentoso. Durante la pequeña ceremonia no pude apartar los ojos
de los de Edward que me mostraban que él estaba contento con lo que estaba
haciendo, veía el amor reflejado en su mirada y sabía que también podría verlos
en los míos. Jacob aún no desaparecía del todo, pero su recuerdo ya no era tan
palpable y el dolor estaba desapareciendo.
Cuando fui proclamada su esposa no esperamos un
segundo más para unir nuestros labios en el primer beso de nuestra vida en
común. Ahora estábamos juntos.
Después de la ceremonia había una comida
esperándonos en nuestra casa y Nicolás nos dio la enhorabuena por nuestro
matrimonio, al fin estaba segura que pertenecía a un lugar y que jamás me
volvería a sentir sola, me esforzaría por ser la mejor madre y por supuesto la
mejor esposa.
— ¿No van a dormir aquí?— pregunté a los miembros
de mi nueva familia que cuando oscureció se dispusieron a marcharse.
— ¡Es su noche de bodas!— remarcó Alice poniendo
los ojos en blanco.
Con esas palabras fui consciente de que a partir de
ese momento qué entré Edward y yo habría momentos de intimidad, aunque mi
cuerpo reaccionaba a él, sabía que en este momento no era la mujer más deseable
y no querría tener nada conmigo.
Cuando la hora se de dormir llegó yo estaba muy
atemorizada por lo que sucedería cuando me viera con el camisón que Alice me
había preparado para esa noche tan especial, no era nada muy sensual, me
llegaba a mitad de los muslos y era de encaje semitransparente en el pecho y
sonreí al ver la forma que habían adquirido por mi estado... Al mirarme en el
espejo supe que no era la imagen más sexy y que lo más seguro era que no
despertara nada en él.
Me coloqué la bata a juego y ya armada de valor
salí del cuarto de baño para encontrarlo acomodando la cama en solo un pantalón
de dormir dejando el resto al descubierto.
—Debes de estar agotada— me dijo palmeando la cama
y mirándome sugestivamente lo que me hizo enrojecer, fui junto a él, me ayudó a
quitarme la bata y a meterme entre las mantas para después él hacer lo mismo.
— Lo lamento. Sé que ésta no debe de ser la noche
que aperabas— dije apretando las mantas contra mi pecho mientras miraba el
techo de la habitación.
— ¿Cómo puedes saberlo?— preguntó acercándose un
poco.
—Es más que obvio. Estoy como una pelota— dije con
pesar.
— ¿Quién te dijo eso?— me obligó a mirarlo— no
pareces ninguna pelota, parece que comiste una pelotita y aún así luces
preciosa. —me mordí el labio al ver su mirada oscurecerse, con uno de sus dedos
trazó el contorno de mi rostro, mi labio y bajó por mi cuello— te deseo con o
sin pelotita.
— ¿Hablas en serio?— pregunté incrédula.
— Para mi luces preciosa y muy apetecible en este
camisón.
— No soy comida para que me digas apetecible.
—bromeé sonrojándome.
— Eres mi postre. — dijo besándome sin darme tiempo
a protestar, nuestras lenguas se entrelazaron y danzaron a un compás lento y
sumamente excitante, que despertó partes de mi cuerpo que tenía dormidas y que
nunca más iban a volver a despertar; y ahí estaban, reaccionando tras cada
roce, caricia y beso por parte de Edward que dejaba clara su experiencia y que
sin duda sería un excelente amante.
Casi con miedo toqué la piel desnuda de su pecho
que estaba más caliente de lo que recordaba; gemí al sentir la aspereza de su
barba en la piel entre mis senos y a continuación sobre la tela de mi camisón
tomó uno de mis pezones duros.
Traté de apartarlo pero mi cuerpo no parecía querer
reaccionar y en vez de separarlo hundí mis dedos en su cabello.
— ¿Te queda claro o te lo demuestro mejor?— dijo
con una enorme sonrisa y yo por unos minutos me quede perdida sin saber de que
me estaba hablando. — ¿le podremos hacer daño a Tommy?
—Estoy segura que no. — dije con la respiración
agitada y sintiéndome más excitada por saber que posiblemente esta noche, que
planeaba como una normal, sería como la de cualquier pareja de recién casados.
—Ésta será una noche muy agitada— advirtió antes de
volver a besar mis labios y esta vez comenzar a quitar el camisón que lo
separaba de mi piel.
Él se estaba tomando su tiempo para asegurarse de
que yo estuviera disfrutando de la parte previa, lo ayudé a sacarse el pantalón
del pijama y no pude contener una exclamación de asombro al ver su erección y
su tamaño, no era la primera vez que veía a un hombre desnudo, pero si a uno
tan perfecto como él y lo mejor es que era mi esposo.
Cuando tocó la piel entre mis piernas arqueé la
espalda y gemí aún más fuerte dejando que un suave cosquilleo recorriera mi
columna y el resto de mi cuerpo. Acarició el punto sensible hasta hacerme rogar
que no parara, mi placer se intensificó cuando un par de dedos entraron en mi
interior y me agarré de la almohada donde tenía apoyada mi cabeza para soportar
las oleadas interminables de placer. Era un experto ya que sabía perfectamente
donde tocar para hacerme delirar y poco después sentí una contracción en mi
interior y un espasmo que me hizo quedar la mente en blanco mientras el orgasmo
más intenso recorría mi cuerpo.
Abrí los ojos con cautela y vi a Edward que me
miraba complacido, me sonrojé al darme cuenta que estaba desnuda y no me había
importado en lo más mínimo; deslice la mirada por su cuerpo y reparé en cierta
parte que estaba más rígida que antes y sabía que era tiempo de retribuir el
momento que me había regalado.
—Creo que esta noche lo vamos a hacer de una manera
diferente. — su voz fue áspera y muy sexy. —Tú tienes el control.
Me ayudó a incorporarme y después se acomodó en el
lugar donde había estado yo tendida, me miró de manera sugerente y aún con un
poco de timidez acomodé mis piernas a ambos lados de su cadera y bajé hasta
sentir como nuestros sexos entraban en contacto, me tomó de la cadera pero no
apresuró el momento que fue lento permitiéndonos disfrutar la unión; gruñó al
estar completamente dentro y comenzó a mover la cadera haciéndome gemir junto
con él, apoyé mis manos en sus piernas y comencé a balancearme logrando que
ambos gozáramos el momento. Dejé que sus manos me guiaran y me marcaran el ritmo
que necesitaba para alcanzar la cima que me había hecho alcanzar y que sabía lo
haría nuevamente, mis movimientos se aceleraron al igual que nuestros gemidos y
la manera en la que pronunciábamos nuestros nombres, en este momento nada me
importaba solo el hombre que gemía mi nombre y me pedía no parara.
De nuevo mi cuerpo pareció convulsionarse por la
entrega y segundos más tarde lo sentí terminar y como su cuerpo se mantenía
rígido y soltaba un gruñido acompañado de mi nombre.
Mi cuerpo aún temblaba de la intensidad del
momento, abrí los ojos aún con el corazón desbocado y mi respiración errática.
Me ayudó a acomodarme junto a él y me abrazó por la espalda besando mi hombro.
—Descansa cosita— entrelacé nuestros dedos y me
quedé dormida entre sus brazos.
Nunca había pensado que pudiera llegar a
experimentar tanto placer y nuevamente Edward me demostraba que estaba
equivocada y que aún me quedaban muchas cosas por aprender. Desperté
perezosamente y aún sentía el brazo de Edward rodearme, las cortinas estaban
cerradas pero aún así se notaba la luz que se filtraba por una serie de
aberturas, me moví intentando mirar al reloj que estaba sobre la mesita de
noche y comprobé que eran cerca de las diez. Habíamos dormido más de la cuenta.
—Buenos días, cosita— saludó con voz adormilada, me
giré para poder mirarlo.
—Buenos días— saludé sonriendo e inclinando mi
rostro para poder posar mis labios sobre los suyos. Se levantó sin inmutarse
por su desnudez y yo no pude apartar mi mirada de su cuerpo perfecto. Lo
escuché abrir la llave del agua.
— ¿Te apetece ahorrar agua?— preguntó asomándose
por la puerta y mirándome.
— Eso de ahorrar me gusta— dije levantándome con
cuidado y fui hasta el cuarto de baño. Sabía que lo de ahorrar agua solo era un
decir.
Cuarenta y cinco minutos después estaba buscando
que ponerme, mientras él se terminaba de vestir.
El resto del día lo pasamos con su familia y estaba
contenta de poder formar parte de ellos. Apenas hacía unos meses que me habían
conocido pero para ellos parecía que era de años. Estábamos disfrutando de un
día grandioso en una de los centros comerciales donde Edward me aseguró que
encontraría la sillita adecuada para Tommy, me había querido oponer pero estaba
tan entusiasmado que no pude más que aceptar, estaba mirando las sillitas
cuando frente a la ventana vi pasar a un hombre moreno que me resultó
extrañamente familiar, tontamente fui hasta la puerta para asegurarme de que
solo se trataba de una alucinación, pero el hombre se giró y me miró con los
ojos abiertos como platos, segundos después su mirada ardió al ver mi vientre
abultado, pero una morena que recordaba muy bien se acercó a él, tomó su mano y
lo obligó a caminar alejándose de donde yo estaba, pero se giró y con un
movimiento de labios me dijo "Te encontraré".
— ¿Estás bien? —preguntó Emmett haciéndome saltar.
—Solo necesitaba un poco de aíre. —mentí, sintiendo
un miedo que comenzaba a carcomerme.
Sabía que debía de decirle a Edward que había visto
a Jacob y que este me había visto, que temía que pudiera hacer algo para
quitarme a mi bebé o para… de solo pensarlo me sentí morir, después de meses
ocultándome de manera acertada por asegurarme, él me había descubierto y todo
había comenzado de nuevo.
Traté de continuar la tarde como si nada hubiera
sucedido, pero no podía evitar mirar a todos lados solo para asegurarme de que
él no estaba ahí. La despedida fue dura pero prometieron volver en un par de
semanas.
El lunes fui a la oficina después de las diez,
Edward ya quería que me quedara en casa, pero Leslie aún tenía muchas cosas por
aprender y yo solo estaría asistiéndola. Cuando llegué la chica me miró con
gratitud y me comenzó a hablar de todo lo que le había mandado hacer Edward
para antes de la hora de la comida.
Le fui indicando donde encontrar cada cosa y
ahorrarse trabajo, además de que tenía la ventaja de delegar un poco de trabajo
a una de las temporales y ella se enfocaría en lo más importante.
— Pensé que había sido claro y que ya te quedarías
en casa. — lo escuché gruñir a mis espaldas mientras yo corregía unas notas.
— Leslie aún necesita un poco de ayuda. Quiero
estar segura que conoce todo para dejarla. — lo miré ceñuda y él se encogió de
hombros y se marchó sin decir más, hasta que subió al ascensor.
— No te desgastes demasiado Sra. Cullen.
Las puertas se cerraron y yo supe que esas palabras
eran para que Leslie y el grupo de personas que iban en el ascensor se
enteraran de que ya era su esposa. La chica miró disimuladamente mi mano
izquierda donde estaba la alianza y el anillo de compromiso, pero no hizo comentario
alguno.
Al día siguiente todos me saludaban y podía leer en
sus ojos que solo intentaban ser amables con la esposa de su jefe, las chicas
me llenaban de atenciones, unas que me estaban asfixiando. Lo bueno es que solo
las tuve que soportar una semana ya que la siguiente me quedé en casa; los
primeros dos días acomodé un par de cosas y me entretuve mirando la televisión
y ayudando a Nicolás en la cocina, también aproveché para hacer la mochilita de
Tommy donde coloqué un par de cambios de ropita y el más importante era un
trajecito azul que Edward había comprado y que sabia le encantaría que fuera el
primero que llevara. Al tercer día quería hacer algo mas, no podía estar sin
hacer nada porque me sentía frustrada.
—Tienes que dejarme ir a la oficina— le dije a
Edward el viernes por la noche, el me miró y negó.
— Ya te había dicho que las últimas semanas las
pasarías aquí, no quiero arriesgarlos.
— Aquí estoy aburrida.
— Lo siento, cariño. Pero tú te quedarás en casa. —
bufé y alejé mi plato de helado molesta por su negativa. Me mantuve así por
unos minutos y después volví acercar mi helado y lo terminé de comer, que
estuviera enojada con él no implicaba que dejara de disfrutar de mi postre.
Aún con su negativa fui a la oficina e hice solo un
par de tareas frente a la computadora que no me demandaban ningún esfuerzo.
Lo vi salir y nos saludó a ambas mientras hablaba
con otro de los arquitectos sobre una obra de reconstrucción, había dado ocho
pasos cuando se giró y caminó firmemente hasta donde estaba.
— ¿Qué haces aquí?
— Te dije que me aburría en casa.
— Y yo te dije que quería que te quedaras ahí para
que descansaras ya que solo faltan un par de semanas para la llegada de Tommy.
— Rodé los ojos y volví a lo que estaba haciendo— ¿por qué te empeñas en seguir
viniendo? ¡Yo solo quiero cuidarte!
— Pero yo no estoy hecha para la vida solo en casa.
— protesté indignada.
— ¿Y cuando nazca Tommy?
— Cuando nazca Tommy será diferente porque él me
mantendrá ocupada y no como ahora que no puedo hacer nada porque Nicolás no me
deja meterme en su trabajo.
—Bella...
—Edward— lo llamó el hombre que lo esperaba
sonriendo ante la situación.
— Tengo una reunión de último minuto, si no logro
llegar antes de la hora de la comida dile a Emmett que te lleve a casa. —
asentí y él se marchó aún diciendo que entre más cuidaban a las mujeres, éstas
se empeñaban por ser más independientes.
EVOP
La boda había sido intima y algo que ya había
pensado pero por miedo a su reacción no había tocado el tema. Pero cuando ella
lo había dicho supe que debía de aprovechar y hacerlo antes de que ella se
arrepienta. Fue solo con las personas más cercanas a nosotros y con eso fue
suficiente por ahora, después la convencería para hacer una ceremonia como Dios
manda.
La noche de bodas yo me había prometido que no
pasaría nada, ya que no quería hacerla sentir incómoda, pero se veía tan
hermosa que no pude resistirme y terminamos disfrutando de una gloriosa noche,
y supe que nuestros momentos juntos serian igual o más intensos que esa noche.
El día del parto se acercaba y yo solo deseaba que
ella se cuidara y para eso tenía que dejar el trabajo y quedarse en casa, pero
ella aunque había aceptado de palabra, a la hora de llevarlo a cabo no quería
hacerlo; y me lo demostró presentándose en la oficina cuando solo se había
tomado una semana, que para ella había sido el peor castigo. No entendía a las
mujeres, entre más las cuidas ellas quieren poder ser más independientes y
cuando les das su espacio ellas te dicen que no te preocupas por ellas; nos
vuelven locos, pero sin ellas no podríamos vivir.
La junta a la que había entrado ya se había
alargado tres horas y mirando el reloj sabía que ya se acercaba la hora de la
comida, solo rogaba que esta vez sí obedeciera y se marchara ya que al paso que
transcurría esta reunión bien saldríamos a la hora de la cena y si bien nos
iba. Más para mi sorpresa en menos de una hora habíamos logrado aclarar las
cosas y dejar que la construcción siguiera su curso, al menos hasta que hubiera
otra petición de último momento.
Fui a mi oficina por mis cosas y miré a mi mujer
tumbada en el sillón con un brazo sobre sus ojos y el otro sobre su vientre y
mordía su labio inferior.
La observé por unos segundos maravillándome con lo
afortunado que era de tenerla como esposa, sabía que muchos hablarían de lo
extraño que resultaba que yo terminara eligiendo a una chica simple como ella,
pero eso era lo que menos me importaba y además ella era mucho mejor que el
resto de las chicas, ella era sincera y aunque aún no me amaba estaba seguro
que lo conseguiría.
— ¿No sabes acatar una orden Isabella Cullen?—
fingí estar molesto, pero el nombrarla con su nuevo apellido no pude evitar
sentir ese regocijo. La vi mover los labios y la mano sobre su vientre lo que
era un indicador de que estaba despierta. —Sé que me estas escuchando cosita,
podrías decirme ¿Por qué sigues aquí y no en casa comiendo como...
— ¿Podrías callarte?— gruñó apretando los dientes y
sonando bastante fría, tomó un poco de aire.
— ¿Qué hice ahora?— me acerqué a ella.
—Sigues hablando cuando deberías ayudarme para ir a
un hospital. — Quitó el brazo de sus ojos y estos estaban cristalinos y
reflejaba temor. Uno que yo sentí al comprender de lo que hablaba.
—No puedes hablar en serio. — dije mirando su tranquilidad.
Debía ser una broma y una de muy mal gusto.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
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