Competencia
Solo una hora después se escuchó el timbre, fue
nuestra ama de llaves quien abrió y dejo que Edward entrara y nos encontrara a
Annett y a mí en la cocina preparando galletas, la niña tenía la carita llena
de harina pero seguía batiendo los ingredientes.
— ¿Son galletas? —preguntó mirándonos a las dos con
una sonrisa y me sorprendió no ver que estuviera molesto por la manera en que
le cerré la puerta a su madre.
—Sí, papi. Y serán de chocolate —informó Ann con
entusiasmo derramando el bote de leche que se derramó en la encimera cayendo al
suelo y salpicando el pantalón y los zapatos de Edward al igual que a mí. Lo
que hizo reír a la niña.
Levanté el bote de leche y la aparté de la
encimera. La limpié solo para evitar que el liquido siguiera derramándose por
los bordes, ya cuando terminara de hacer las galletas limpiaría el desastre.
Nos tomó un par de minutos más hasta que pusimos las galletas en el horno y
como lo había esperado la pequeña bribona se marchó para no ayudarme a limpiar
el desastre que ella había ocasionado. Comencé a limpiar sintiendo la mirada de
Edward que sin pedírselo comenzó a ayudarme a llevar los utensilios sucios al lavavajillas
para después comenzar a limpiar las superficies.
—No me arrepiento de lo que hice y lo digo porque
estoy segura que venías a reclamarme. —dije limpiando la mesa con mayor fuerza.
—En realidad fue una acción que no me esperaba y
que desconcertó mucho a mi madre, pero que le demostró tu verdadero carácter.
Algo que quiero aclarar es que no planeaba dejar que mi madre viera a los niños
sin tu consentimiento.
— ¿No estás enojado? —pregunté confundida mirándolo
y tratando de ignorar su explicación.
— ¿Tendría qué estarlo? —se encogió de hombros y
continuó en su labor.
— ¿Quién eres y qué hiciste con Cullen?
—Tú solo sabes el daño que te hizo mi madre y estoy
seguro que fue uno muy profundo. Pero solo me gustaría que le permitieras
conocer a nuestros hijos.
—La dejaré que los vea porque yo no soy una mujer
egoísta como ella lo fue conmigo, pero te advierto que si llega a hacerme un
comentario mal intencionado me encargaré de que no pueda acercarse nuevamente a
ellos y a Ann. —le dije apuntándolo con el dedo y noté la sorpresa en su rostro
al mencionar el nombre de la pequeña niña.
— ¿Te preocupas por Ann?
—Pensé que eso ya había quedado claro. —suspiré
pesadamente. —Leí lo que la prensa publicó y no me sorprendería que tu madre
sintiera cierta repulsión hacia Annett, pero esa pequeña me importa y la
quiero, así que también cuidaré de ella de quién sea. Ya no soy más un
ratoncito asustado delante de tu madre ahora me conocerá y si no le gusta lo
siento por ella.
—Sacas las garras cuando te sientes amenazada.
—Y para proteger a los que me importan. — me
acerqué a él que se quedó quieto. —Ten cuidado o te puedo lastimar, puedo
parecer inofensiva pero no olvides que tengo un buen entrenamiento.
—Como olvidarlo si fue así como te conocí.
Me alejé de él tan rápido como me había acercado y
me encaminé hacia mi habitación donde estaba segura que estaría Ann viendo la
televisión. Era consciente de la presencia de Edward que continuaba detrás de
mí y que no se detuvo al entrar en mi habitación y sentarse junto a Ann para
ver la película que estaba viendo. Mientras tanto yo aproveché el tiempo y me
cambié de ropa, en el cuarto de baño.
—Puedes decirle a tu madre que puede conocer a los
niños más tarde y tal vez puede quedarse a cenar. —dije sonriendo mirándome al
espejo mientras recogía mi cabello en una coleta.
— ¿Estás segura?
—Completamente.
—Nos vemos en un rato, iré por ella al hotel.
—avisó y cuando escuché que la puerta era cerrada salí del baño y me reuní con
Ann a la que abracé. Durante la película reí varias veces al ver las tonterías
que hacía Dori con su memoria de corto plazo. Pero no la terminamos de ver
porque tuvimos que sacar las galletas y después la niña se dio un baño. Envié a
Carmen, la niñera de Ann por un cambio de ropa ya que quería que estuviera
presentable para la cena de esta noche, yo me arreglé para la ocasión con unos
lindos jeans, una blusa de cuadros que me quedaba aún bastante justa en el
pecho y el cabello lo dejé en una coleta.
Ayudé a Annett a vestirse como lo hacía
regularmente y me permitió que fuera yo quien le cepillara el cabello en lugar
de Carmen, entre las dos pedimos la cena y le pedí que no dijera nada ya que
sería una sorpresa para nuestra invitada. En ese instante el timbre se escuchó
y con Ann fuimos a abrir la puerta para encontrarnos con Edward y Esme de pie
fuera.
—Adelante. —dije apartándome y dejándolos entrar
sin apartar a la niña de mi lado que me estaba abrazando.
—Buenas noches Isabella. —saludó una tímida Esme
que le lanzó una mirada a la niña que le sonrió, notaba que lo que había en la
mirada de Esme no era odio sino dolor. —Gracias por dejarme conocer a mis
nietos. —la última palabra la dijo en un susurro.
—Espero que Edward le hablara de la advertencia y
sepa que no estoy jugando. —dije con seriedad y la mujer asintió. — ¿Quiere
conocerlos ahora antes de la cena?
—Me encantaría. — sonrió abiertamente y presionó el
brazo de Edward que la animó.
La guié hasta la habitación de los niños y
pidiéndole que no hiciera mucho ruido para que nos los despertara antes de tiempo.
Se inclinó para ver a los dos bebés para después mirarme a mí y a Edward que
estaba a solo un par de pasos detrás sosteniendo a Ann que jugaba con su
camisa.
—Son preciosos. —murmuró con la voz entrecortada y
un par de lágrimas en las mejillas.
—Son mis hijos. —sentenció Edward provocando que su
madre riera y que yo rodara los ojos.
—Tal vez eso influya, pero no olvides que también
la madre tiene un papel importante. —me lanzó una sonrisa tímida que yo fingí
no ver, si creía que ablandaría mi corazón con halagos vacíos y sonrisitas que
podían ser fingidas, se equivocaba. Necesitaba más que eso para hacerme cambiar
la opinión que tenia de ella.
Después de un rato supe que ya era hora de ir al
comedor donde podía apostar ya estaba la cena que le encantaría a nuestra
invitada.
—Será mejor que vayamos a cenar. — les dije
saliendo de la habitación y esperando que Esme saliera para cerrar la puerta y
caminar hacia el comedor en donde ya estaban puestos los cuatro lugares
correspondientes y en el centro había dos cajas de cartón con las pizzas que
habíamos pedido con Ann.
Me giré para ver a Esme que abrió mucho los ojos
mirando lo que había sobre la mesa y que parecía se estaba mordiendo la lengua
para no decir lo que realmente deseaba.
—Lamento que no sea el tipo de cena a la que está
acostumbrada. —dije con figado remordimiento.
—Será perfecta. —dijo Esme que parecería dudarlo
pero que se esforzaba por ocultarlo.
—Espero que le guste. —le sonreí sin preocuparme en
ocultar que estaba disfrutando de la situación.
—Buen golpe, preciosa. —me susurró Edward al oído
haciéndome dar un saltito pero que me hizo sonreír y sonrojar por el apelativo
que había utilizado.
—Yo no hice nada. —me encogí de hombros y fingí
inocencia.
—Claro. —dijo con sarcasmo acercándose a la mesa
abriendo una de las cajas y tomando un trozo de pizza para darle una mordida.
Acto que no le agradó a Esme porque le lanzó una
mirada severa a su hijo que fue seguido por la pequeña que prácticamente se
tuvo que subir a la mesa para tomar un trozo y comenzar a comerlo.
—No te vayas a quemar. Colócalo en el plato cielo.
—le dije a Ann dejando un plato cerca de ella y dándole también una servilleta.
—Papi no lo puso en un plato. —miré a Edward para
que utilizara el plato y le diera un buen ejemplo a la niña. Esme había abierto
los ojos como platos al escuchar a Ann llamar "papi" a Edward, manera
en la que yo la había escuchado llamarlo varias veces así y aunque en un inicio
mi desconfianza había crecido y pensaba que era verdad que era su hija, pero no
pude evitar recordar que según su historia él había sido el único que se había
mantenido en contacto con la niña y tal vez ella pensara que era su papá y él
no se lo había negado. Había diferentes posibilidades unas lo colocaban como un
buen hombre pero otras podrían demostrar que él había mentido y que Ann de
verdad era su hija. Pero no quería pensar más en ello.
—Papi también lo utilizará. —le dije a Ann mirando
a Edward que captó el mensaje y dejó su trozo de pizza en un plato. —Recuerden
que deben de comenzar a comer solo cuando todos estén en la mesa.
Tomé mi lugar junto a Ann y serví un trozo de pizza
y esperé pacientemente a que Esme ocupara su lugar y se decidía a tomar o no
una rebanada de pizza y le diera una mordida y lo masticara lentamente. Era
algo tan simple pero que parecía ella no había hecho, ¿Cómo hacerlo cuando ella
estaba acostumbrada a comer algo más sofisticado y no simple comida rápida como
el resto de las personas? Verla en esa situación me dio un poco de placer ella
se estaba sintiendo como yo me había sentido tratando de encajar en su mundo.
Ya se me ocurriría algo más para hacer que esa mujer pusiera bien los pies en
la tierra, solo de esa manera podría confiar en que mis hijos estarían bien de
tenerla cerca ya que no permitiría que hiciera que mis pequeños se volvieran
superficiales. Ellos al tener el apellido Cullen eran herederos de una gran
fortuna pero yo les enseñaría los placeres de la vida sencilla, algo que estaba
segura Esme no vería bien.
El fin de semana fue tranquilo y aunque acepté que
Esme fuera a ver a los niños y me sorprendió al ver su comportamiento tierno
con ellos, la manera en que les hablaba, les cantaba y hasta los mimos que les
hizo eran una faceta desconocida para mí. Cundo me pidió ayudarme a bañarlos lo
dudé por un momento pero acepté al ver como los había tratado.
El lunes tuve que presentarme en la agencia para
exponer la estrategia que había entregado el viernes. Mi sorpresa fue
encontrarme en la sala a un antiguo compañero que había cambiado de agencia
pero que parecía estaría involucrado en la misión que se realizaría. Estaba aun
más guapo de lo que recordaba: Alto, moreno, ojos claros, cabello oscuro,
cuerpo bien trabajado y su porte impecable.
—Pero si la pequeña Isabella Swan ha crecido. —dijo
cuando llegó junto a mí y su mirada recorrió mi cuerpo mostrando una sonrisa.
—Algún día tenía que hacerlo. —me encogí de
hombros.
—Luces preciosa. —pasó un brazo por mis hombros. —
¿Quieres ir conmigo a almorzar después de la junta?
—Me gustaría hacerlo pero tengo que volver a casa.
—tomó mi mano izquierda para ver si había una sortija pero solo acaricio mi
dedo anular que estaba vacío.
—Veo que no estás casada ni comprometida ¿Tu novio
es celoso? —enarqué una ceja.
—Soy madre y mis hijos aún son pequeños. Tengo que
ir con ellos.
— ¿Y el padre?
—En este caso no puede ayudar ya que solo yo puedo
alimentarlos. — rodó los ojos y sonrió levemente. Lo miré por unos segundos y
una idea llegó a mi cabeza. — ¿Te importaría si almorzáramos en mi
departamento?
—No le importara a…
—Estoy segura que no, puede que sea el papá pero no
vivimos juntos.
—Creo que tenemos muchas cosas de las que hablar, a
mí también me gustaría contarte algo. —dijo bajando la mirada y sonreí al tener
una idea de lo que se trataba.
Rupert me había llevado hasta mi departamento
hablándome de las misiones en las que había participado los últimos meses.
Cuando llegamos lo dejé un momento en la sala mientras atendía a mis hijos y
notaba la mirada suspicaz de Carmen que había visto que no había regresado
sola. Aunque sabía que Rupert me estaba esperando me tomé mi tiempo para estar
con mis hijos y esperar a que cada uno volviera al mundo de los sueños antes de
irme a reunir con mi amigo que ya estaba hablando con Lily mi ama de llaves
quién reía ante la conversación.
Nos sentamos en la mesa y disfrutamos del almuerzo
mientras hablábamos de todo lo que había sucedido en el tiempo que nos habíamos
dejado de ver, seguía siendo un hombre divertido y sabía la manera de arrancar
una sonrisa a cualquier persona, tenía un encanto natural además de guapo.
Estaba riendo abiertamente después de oír una de
sus anécdotas más recientes en las que por no tener cuidado había terminado
perdiendo su traje de baño en el mar cuando la playa estaba más llena
haciéndolo quedar ahí dentro por un largo rato, hasta que alguien de su equipo
se había apiadado de él.
—Buenas tardes. — dejé de reír al escuchar una voz
molesta a mis espaldas, me giré y vi a Edward que apretaba la mandíbula y
lanzaba una mirada de odio a mi amigo que se levantó alisando su corbata y
extendió su mano.
—Rupert Williams. — se presentó dejando la mano
extendida por unos segundos antes de que Edward diera un paso y se la
estrechara con más fuerza de la necesaria.
—Él es Edward Cullen, el papá de mis hijos. — le
informé a mi amigo al tiempo que me ponía de pie y quedaba entre ambos hombres.
Mi amigo solo chasqueó la lengua pero no dijo una sola palabra. — Rupert está
en la ciudad por asuntos de trabajo, es agente y trabajamos un par de ocasiones
juntos hace algunos años.
Me maldije por darle explicaciones cuando no debía
de darle ni una sola, ya que no estaba haciendo nada malo.
—Venía a despedirme de los niños y para avisarte
que tengo que salir de la ciudad por unos días ya que se complicaron las cosas
en Londres. —dijo aun manteniendo la mandíbula apretada tratando de no mirar a
Rupert que había colocado una mano en mi cintura. —Dejaré a mis hombres
vigilándolos y me preguntaba si te importaría que Ann se quedara contigo.
—Sabes que Ann puede quedarse aquí cuantas veces
quiera, y sobre dejar a tus hombres cuidándonos no es necesario.
—Sé que puedes hacerlo tú, pero preferiría que solo
cuidaras a los niños y dejaras que alguien más se preocupara por su seguridad.
—Yo cuidaré de ellos. —se ofreció mi amigo con una
sonrisa en su rostro y con una mirada que parecía un tanto burlona, aunque me
di cuenta de ese detalle no dije nada y dejé que Edward comenzara a sacar sus
propias conclusiones.
—Con Rupert cerca no tienes nada de qué
preocuparte.
EVOP
Estaba ya volando camino a Londres mientras que mis
hijos y Bella se habían quedado en New York en compañía de ese hombre que se
tomaba muchas libertades con mi mujer, porque aunque ella no quisiera aceptarlo
ella me pertenecía.
Apreté el vaso que tenía en mi mano al recordar su
frase, "Con Rupert cerca no tienes nada de qué preocuparte"
¿No se daba cuenta de que eso me preocupaba más? Estaba junto a un hombre que
no se había molestado en disimular sus miraditas a mi mujer, las sonrisas y los
guiños coquetos.
Ese hombre se equivocaba si creía que iba a
permitir que me la quitara.
Lo que me habían descrito como un problema que solo
necesitaba unos cuantos días de mí presencia resulto ser un problema mayor y
que necesitaba mucho tiempo para no ocasionar un desastre por un error. Había
llamado a Bella apenas había llegado al departamento en el que había vivido con
ella. Sabía que era tarde y que posiblemente ella estaba durmiendo pero quería
asegurarme de que estaban bien. Ella respondió al segundo timbrazo y me aseguró
que todo estaba bien y que no me preocupara que hiciera las cosas con calma y
que ya nos veríamos cuando hubiera solucionado todo, me dijo que estaba cansada
y que quería dormir un poco antes de que tuviera que atender a los niños.
Cada día que me mantuve lejos la llamaba hasta dos
veces al día con diferentes excusas, sabía que habría sido más sencillo decir
que lo que quería era estar seguro se encontraban bien y que la extrañaba, que
aunque no la había podido besar ni abrazar como me hubiera gustado echaba de
menos el poder verla y hablar un poco con ella. El fin de semana viajé de
regreso a la ciudad solo para verlos y estar con ellos veinticuatro horas antes
de tener que volver a tomar un vuelo que me llevara de regreso a Londres. Lo
único que me tranquilizó un poco fue saber que ese tal Rupert se había marchado
a realizar el trabajo que le habían encomendado por lo que ya no estaría
rondando a Bella, mi Bella.
Una semana después cuando habíamos logrado
controlar el problema y de inmediato regrese a New York donde ya tenía juntas y
muchos papeles por firmar. Pero antes de ir por ellos a la empresa donde además
debía de asistir a una reunión a pesar de que ya eran cerca de las seis de la
tarde, me dirigí al departamento de Bella para darle la sorpresa de mi regreso
y ver a mis dos pequeños a los que había echado mucho de menos al igual que las
ocurrencias de Ann. Más, mi sorpresa fue no encontrarme con Bella en el
departamento donde yo esperaba que estuviera si no que había salido con ese
estúpido amigo suyo que había vuelto a la ciudad. Aun cuando desea cancelar la
reunión para ir a buscarla evité hacer un escándalo y me marché a la oficina
para estar en la reunión pero no sin antes ver a mis hijos y asegurarme de que
estaban bien arropaditos.
Durante la reunión había estado prácticamente
sumido en mis pensamientos solo imaginando que es lo que estarían haciendo y si
estaría riendo como la vez que los había visto juntos. ¿Era qué Bella en
realidad ya se estaba olvidando de mi y qué ya no tenía una oportunidad de que
las cosas se arreglaran entre nosotros? Tal vez en realidad a lo único que
podía aspirar ya era a que fuéramos amigos, pero me negaba a estar cerca de
ella y solo verla como mi amiga cuando lo que sentía iba más allá de simple
cariño.
Cuando regresé de la oficina me dirigí de inmediato
a su departamento donde ya la encontré saliendo de la habitación de los gemelos
aún vestida con un vestido que se amoldaba a su cuerpo que tenía más curvas,
unas que habían aparecido tras llevar a nuestros hijos en su vientre, ella
podía decir que estaba un poco pasada de peso pero a mí me seguía pareciendo
preciosa, en realidad aún más.
—Cuando Ann me dijo que habías regresado pensé que
bromeaba. ¿Por qué no me avisaste? —dijo acercándose y deteniéndose delante de
mí. — ¿Ya cenaste?
—Quería darles una sorpresa pero fui yo quien me la
llevé. —dije sin poder ocultar el tono de mi voz.
—Me imagino a lo que te refieres, pero no pude
negar a acompañar a Rupert al cine ya que desea ver esa película y un poco de
distracción en estos días. —suspiro. — Además no adivinarás a quien nos
encontramos y con los que quedamos a salir a cenar la siguiente semana ya que
por sus múltiples ocupaciones no podían en estos días y Rupert tiene que
regresar mañana a Washington pero estará de vuelta por cosas que tiene que
hacer en la ciudad.
—No me imagino con quien podrían salir a cenar.
—dije girándome para comenzar a caminar hacia la cocina. Aunque no me lo había
dicho ya me podía imaginar de quienes me estaba hablando y no podía creer que
los que se habían hecho llamar mis amigos estuvieran invitando a cenar a Bella
con ese impostor en lugar de que me invitaran a mí. Escuché el repicar de sus
zapatillas lo que me indicó que iba detrás de mí.
—Con Rose, Emmett, Alice y Jasper. —prosiguió con
la misma emoción en su voz, pasó junto a mi cuando me detuve bruscamente ante
la idea de que mis amigos estaban aceptando a otro hombre. — ¿Quieres que te
prepare un emparedado o que te caliente un poco de pasta que Lily preparó para
que cenara Ann? —preguntó como si lo que estaba diciendo no tuviera
importancia. Quería gritarle que ella me pertenecía y que no debía de estar con
ese hombre que no la merecía. — ¿Edward… qué prefieres?
—Lo que sea está bien. —dije sin mirarla y
tragándome mis palabras.
Cené con ella hablando de todo lo que habían pasado
durante mi ausencia y como los niños comenzaban a moverse más y que mañana
tendríamos que llevarlos a su revisión con el pediatra, el cual ella había
elegido y con el que no tuve objeción ya que se trataba de uno de los mejores
de la ciudad.
Al día siguiente aplacé reuniones para acompañar a
Bella a la consulta del pediatra y escuchar que mis hijos estaban bien. Ella se
alegró de verme presente lo único malo de todo el asunto fue que alguien había
avisado a la prensa de los nuevos Cullen, una noticia que nosotros nos habíamos
reservado sabiendo que los fotógrafos estarían detrás de nosotros tratado de
conseguir una imagen de los dos pequeños que eran los herederos de la fortuna
familiar. Logramos escapar gracias a la seguridad del hospital pero Bella no
parecía para nada contenta.
—Lo siento no tenía idea de que esto sucedería.
—Estoy segura de eso, solo quiero mantener a esos
hombres lejos de los niños. —miró a los niños que estaban en sus sillitas.
Eddie mordiendo su manita y Tonny mirándonos muy atento. —Yo viví la locura en
carne propia y no deseo que ellos pasen por eso.
—Me encargaré de mantener los medios bajo control.
Ya encontraré una manera. —le aseguré.
La dejé en el departamento y salí rumbo a la
oficina donde al llegar ya estaban algunos periodistas tratando de que
respondiera algunas de sus preguntas las cuales solo se trataban de mi familia
y al llegar a mi despacho mi secretaria me entregó un par mensajes que eran de
algunas revistas que estaban ofreciendo una importante suma por obtener las
primeras fotografías de mis hijos. Era una locura, se trataba de mis hijos y yo
no era ninguna celebridad para causar este estúpido revuelo.
Por más que traté de encontrar alternativas, supe
que la única manera era permitir que se publicaran unas fotografías de mis
hijos y así los medios no intentarían cazarlos si Bella decidía salir con ellos
a la calle. Intenté ponerme en contacto con Bella pero aunque el teléfono
estaba timbrando no recibí respuesta en ninguna de las diez ocasiones que la
llamé. Tome mis cosas y fui a ver qué es lo que había sucedido, si alguien se
había atrevido a acercarse a ellos podía irse despidiendo de su trabajo y me
encargaría de encontrar algo para que terminara en la cárcel por meterse con mi
familia.
Al entrar al departamento escuché la risa de Bella
combinada con la de Ann, seguí el sonido y las encontré en la habitación de
Bella con los bebés en su cama quienes estaban jugando y reían ante los gestos
que los bebés estaban haciendo tras las cosquillas o muecas que ellas hacían.
— ¿Está todo bien? —pregunté haciéndome notar y
acercándome.
—Sí. —ella me miró enarcando una ceja.
—Estuve llamando y nadie respondió.
—Desconecté los teléfonos ya que no sé como lo
hicieron pero algunos de la prensa consiguieron el número y han llamado
tratando de que hable. —bufó molesta. —Esto es algo que me temía que sucediera.
—Creo que encontré la manera en que nos dejaran
tranquilos pero no te va a gustar. —ella me miró y yo tomé aire. —Si aceptamos
alguna de las ofertas por una foto ellos dejaran de tratar de conseguirla y
todo volverá a la normalidad… casi.
— ¿Vender una foto de mis hijos? —asentí. — Es una
locura Edward.
—Si les damos lo que quieren dejarán de llamar y de
estar afuera esperando a que salgan. —me acerqué a ella y me coloqué en
cuclillas tomando sus manos y mirando a mis hijos que estaban a mitad de la
cama mirando a Ann. —Podemos seguir evitándolos pero ellos estarán ahí
esperando a que salgan para conseguir su foto.
—Son solo unos bebés.
—Pero son unos Cullen.
—Es algo estu… algo sin sentido. — se corrigió
recordando que había niños presentes.
—Piénsalo, no hay de otra.
Ella pareció meditarlo por un largo rato en el que
seguía jugando con los niños y hablando con Ann, pero estaba analizando la
situación lo sabía porque aunque sonreía esa no se reflejaba en sus ojos y se
mordía el labio cosa que hacia cuando estaba concentrada pensando en algo.
—Si no hay de otra acepta alguna oferta. —asentí
aliviado. —Yo no quiero el dinero, eso no me importa.
—Lo podrás donar a la asociación que desees.
—apreté sus manos y ella asintió.
Esa misma noche me puse en contacto con una de las
revistas que me había llamado y estuvieron felices de obtener la exclusiva, las
fotografías serian tomadas en mi departamento en un par de días.
El día de la sesión llegó y Bella se encontraba
nerviosa pero la tranquilicé asegurándole que los niños estarían bien, que con
eso dejarían de llamar al departamento y podría salir con tranquilidad. Había
vestido a los niños con un trajecito del mismo color y su cabello se encontraba
alborotado como era tan normal en ellos. La sesión llevó un rato mayor al que
esperábamos pero finalizó justo con el tiempo suficiente de que los niños
comenzaran a inquietarse.
Las imágenes habían salido a inicios de la
siguiente semana. Ver a mis hijos en la portada de una de las revistas de mayor
circulación era algo que no hubiera deseado pero que ya estaba hecho y como lo
había esperado los periodistas dejaron de llamar y los fotógrafos dejaron de montar
guardia fuera del edificio. Lo único que debía de admitir es que ambos eran
preciosos. Pero qué más podía decir eran mis hijos y de Bella, para mi eran
perfectos.
El miércoles llegué como todos los días y me
encontré con Bella que se estaba acomodando el cabello delante del espejo que
había en el pasillo envuelta en un lindo traje de falda amplia que le llegaba a
la rodilla y una blusa blanca que se ajustaba a sus generosas curvas.
— ¿A dónde vas?
— ¿Olvidaste que Rupert y yo saldríamos a cenar con
los chicos? —apreté los labios y asentí. — Bueno pues es hoy. Espero llegar
antes de las 10, los niños no despertarán hasta después de las 11 así que
estaré a tiempo de regreso.
—Que te diviertas. —dije sin ninguna emoción y me
dirigí a la cocina donde salía un delicioso aroma.
—Nos vemos más tarde. Si hay algo me llamas, tendré
el móvil encendido. — fue a ver a los niños y se despidió de Ann cuando el
timbre se escuchó y ahí afuera estaba ese maldito hombre que parecía querer
robármela y que tuvo la cortesía de llevarle sus flores favoritas
haciendo que su rostro se iluminara y que ella agradeció dándole un beso en la
mejilla. Y cuando pensaba que las cosas no podían ir peor Bella se giró y me
entregó las flores pidiéndome que las pusiera en agua ya que era un poco tarde.
¿Cómo podía pedirme que pusiera en agua las flores que le había dado otro
hombre? ¡Era tan desconsiderada!
Se marchó tomando el brazo de Rupert que me dirigió
una sonrisa de superioridad y que me dieron ganas de quitar con un puñetazo.
— ¿Papi, juegas conmigo? —preguntó Ann que tiró de
mi pantalón entregándome una muñeca y llevándome con ella hasta donde tenía una
mesa puesta con dos tazas y galletas. —Tomaremos el té.
¡Perfecto! Yo jugaba con muñecas mientras tomaba el
té, en lo que otro hombre tenía una cena con mi mujer. La vida no podía ser más
cruel.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
Okey eso no me gusto nadita, creo que este cap si fuiste injusta con Edward -_-
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