COMPLICACIONES
Era viernes y aún estaba en la oficina esperando
que un pequeño problemita se solucionara para poder disfrutar de un fin de
semana tranquilo al lado de Bella. Me alegraba de que ella se estuviera
adaptando tan bien a la ciudad y que entendiera que mi tiempo se veía limitado
por estar al frente de la empresa.
Había hablado con mi madre en la semana y me
sorprendió cuando me comentó que parecía que ella no le simpatizaba a Bella, ya
que el día que habían salido se había mostrado algo fría y a pesar de que la
había intentado ayudar con la elección del vestido al final había elegido el
que ella quería ignorando sus palabras. Sabía que era tal vez que ella aún no
estaba cómoda con mi madre, por lo que dejé pasar ese pequeño inconveniente y me
prometí que trataría que ambas pasaran más tiempo juntas para que se
acostumbraran y comenzarán a limar asperezas, era consciente de que mi madre no
era toda dulzura, pero era una buena mujer.
La cabeza me dolía casi como si me fuera a
explotar, el trabajo sumado con el saber que seguía mintiéndole a Bella me
estaba matando, queriendo arreglar las cosas las había complicado aún más y me
veía en la necesidad de seguir mintiendo y ahora debía de encontrar una excusa
para un viaje que haría en dos semanas para asistir a una fiesta de cumpleaños
a la que me había comprometido y de la que Bella no se debía de enterar o
estaba seguro que la perdería.
Agradecí cuando mi teléfono timbró y era el
encargado de la sucursal de Roma que me informaba que el problema que me había
tenido molesto toda la tarde en realidad sólo había sido un error al capturar
los datos y no había ninguna fuga de dinero de la que debíamos de preocuparnos.
Tomé mis cosas y me di prisa para llegar a mi departamento para después de un
largo tiempo por fin poder cenar con la hermosa mujer que me esperaba cada
noche.
Al llegar un delicioso aroma llegó a mi nariz y lo
seguí hasta la cocina donde encontré a Bella maldiciendo mientras tenía uno de
sus dedos en la boca lo que la hacía verse graciosa.
—Pensé que ya no maldecías. —le dije ganándome una
mirada severa y después una sonrisa.
— ¡Llegaste! —exclamó sin ocultar su felicidad, me
envolvió en sus brazos y sus labios chocaron con los míos.
—Éstas bienvenidas si me agradan.
—Las recibirías todos los días, pero no siempre
llegas a cenar conmigo. —se encogió de hombros y sacudió su mano suavemente.
— ¿Qué te sucedió? —le pregunté tomando su mano y
notando un pequeño corte.
—Estaba distraída y lo estaba haciendo muy aprisa.
—le restó importancia. —Voy por una tirita, la cena ya casi está lista.
— ¿Tú la preparaste?
—Sé que no se compara con la de tu chef, pero es
comestible. —aseguró.
—Eso lo sé preciosa, créeme que prefiero tu comida
a la un chef.
—Eso no lo decías al principio ¿Recuerdas?
—Como olvidarlo, pero la realidad es que me gustó
desde el primer momento sólo que no quería aceptarlo ya que temía que tú ego
creciera. —ella me miró con la boca ligeramente abierta y los ojos
entrecerrados.
—El único que tiene un ego demasiado grande eres
tú. —me encogí de hombros y ella rodó los ojos.
—Ve por esa tirita. —le dije suavemente antes de
darle una palmadita en el trasero y salir rumbo a mi despacho por una pastilla
para controlar el dolor de cabeza.
La cena fue completamente relajante, en ese momento
ninguno de los habló de trabajo o de otras personas, simplemente hablamos de
nosotros y contamos algunas de nuestras travesuras en la infancia, así como de
momentos importantes que nos hicieron ser quiénes éramos, también me atreví a
preguntar sobre sus antiguas relaciones y me sorprendí que apenas hubiera
salido con unos cuantos chicos mientras que yo había salido con una infinidad
de mujeres, pero muchas de ellas sólo habían sido una muestra de que ninguna
mujer era un imposible para mí ¿eso es lo que sería Isabella?
Toda esta situación me tenía seriamente presionado
y ya estaba comenzando a dudar de mis decisiones y acciones.
— ¿Te sientes bien? —me preguntó colocando una mano
en mi frente.
—La verdad es que tengo un fuerte dolor de cabeza.
—No me extraña. —se encogió de hombros. —Estás todo
el día metido en esa oficina tratando de hacerte pasar por un súper hombre,
cuando estoy segura de que hay tareas que puedes delegar a alguien más.
— ¿Súper hombre? —pregunté enarcando una ceja
confundido.
—Crees que tú puedes hacer todo sin ayuda de los
demás, no entiendo que caso tiene tener tantos hombres y mujeres trabajando
para ti cuando no puedes delegar tareas y relajarte un poco.
—Alguien debe de cuidar que las cosas se hagan
bien, un error y puede ser una perdida monumental. ¿Tienes idea de lo que eso
ocasionaría? —bufé frustrado y molesto. —No tienes la más mínima idea de lo que
implica estar al frente de una compañía de la magnitud que es la nuestra.
Antes de que pudiera decir algo más me marché
dejándola sola y me fui a encerrar al despacho donde sabía conseguiría un poco
de paz, en esos minutos me di cuenta de que no había razón para que le hubiera
hablado de la manera en que lo hice, pero estaba tan enojado por la situación
que a travesaba que venía descargando mi coraje con cualquiera que se atreviera
a cuestionarme, el error más grande había sido hacerlo con ella.
Fui a buscarla a la cocina y sólo encontré el
lavavajillas encendido y la mesa limpia como si nadie hubiera estado ahí.
Llegué a la habitación y sólo escuché el correr del agua y como una pequeña
lucecita se colaba por debajo de la puerta. Una sonrisa se formó en mis labios
y me desvestí rápidamente, giré el pomo de la puerta suavemente evitando que
ella se diera cuenta de que planeaba hacerle compañía. La vi con el rostro
levantado y como el agua daba directamente en el, me acomodé detrás de ella y
cerré los ojos al percibir el aroma de su shampoo.
— ¿Quieres compañía? —pregunté haciéndola saltar y
sosteniéndola para que no cayera.
— ¿Qué haces aquí? —me fulminó con la mirada.
—Sólo quiero disculparme; no fue el mejor día en la
empresa y sin querer fuiste tú la que se llevó la peor parte.
—Sólo me preocupa que enfermes, ya viste lo que le
pasó a tú padre. — deslicé mis manos por su cintura húmeda, pero cálida.
—Te prometo que delegaré tareas, pero ahora sólo
quiero pedirte disculpas de una manera que sé no te podrás negar.
Me adueñé de sus labios en un beso profundo
pegándola completamente a mi cuerpo y que sintiera lo que estaba provocando en
mí, enredé mi mano en su cabello y tiré suavemente de él para que me diera
acceso a su cuello y comencé a dejar pequeños besos. A medida que decía perdón
una y otra vez.
—No eres muy convincente. —me aseguró
juguetonamente.
Con cada pequeño beso la pasión aumentaba y un
calor abrazador comenzaba a arder en mi interior, cuando mis labios tocaron sus
montículos rosados, ella dejó escapar un gemido placentero que me indicó que lo
estaba disfrutando tanto como yo, la apoyé en la pared mientras seguí besando
cada centímetro de piel que aparecía delante de mis labios, me hinqué delante
de ella para besar la piel de su vientre y así continúe hasta llegar a sus
muslos.
—Détente. —me pidió con la voz entrecortada tomando
mi cabello entre sus manos y tratado de separarme de su cuerpo.
Levanté el rostro y me encontré con su mirada
oscurecida por el deseo y como su pecho subía y bajaba más aprisa, sonreí de
lado y deslicé mi mano por su abdomen hasta llegar a la curva de su seno y
presionar con mis dedos una punta rosada haciéndola cerrar los ojos y aproveché
ese momento de deliberada distracción para levantar una de sus piernas dejarla
en mi hombro y con mi lengua separé los húmedos pliegues de su femineidad hasta
llegar al pequeño capullo que se escondía. Lo capturé en mis labios y de
inmediato sentí como ella se arqueaba y un gemido nacía en su garganta y
después lo dejaba salir por sus labios entreabiertos.
Me mantuve en mi tarea escuchando como de sus
labios se escapaba mi nombre y murmuraba un par de cosas que no lograba entender,
mi erección era casi dolorosa, pero antes quería asegurarme que ella estaba
satisfecha, en este momento no se trataba de mí si no de ella.
—Por favor Edward. —rogó.
Y yo en un movimiento me levanté dejando mi tarea,
besé sus labios y con un pequeño empujoncito estuve dentro de ella sintiendo
como sus cálidas paredes me envolvían, ambos gemimos al ser uno. Sus uñas se
encajaron en mi espalda mientras gemía contra mi cuello, y cada movimiento
pronto la llevó al éxtasis, en ese momento aceleré el ritmo liberándome de
todos los problemas y las frustraciones que sentía, al llegar al punto más alto
experimenté una oleada de completa satisfacción.
Nos quedamos un momento sin movernos en lo que nos
recuperábamos, seguía sosteniéndola, manteniendo prácticamente todo su peso en
mí, suponía que si la soltaba no sería capaz de sostenerse por sí misma. Besé
su cabello y ella sonrió besando mi pecho.
— ¿Estoy perdonado? —susurré ganándome una risita y
un golpe suave.
—Lo estás.
La ayudé a terminarse de bañar y cuando estuvimos
listos sequé su cuerpo y la llevé a la cama donde la deposité con cuidado y me
acomodé junto a ella.
—Descansa cariño. —le dije rodeándola con mis
brazos y dejando que apoyara su cabeza en mi pecho.
—Buenas noches Edward.
Su respiración se fue haciendo cada vez más pausada
hasta que se quedó profundamente dormida, en este momento tenía una serie de
sentimientos encontrados, me sentía satisfecho por el momento que habíamos
vivido, pero al mismo tiempo asqueado porque sentía que la había utilizado como
una forma de liberarme de toda la tensión que sentía en el momento. Una parte
de mi quería decirle la verdad y dejar que fuera ella la que elegirá, pero más
predominaba mi parte egoísta que me impedía hablar y me aconsejaba mentir para
evitar que se marchara de mi lado, ella me pertenecía y se debía de quedar
conmigo hasta que yo quisiera.
Con ese debate interno me fui quedando dormido
hasta que el sonido de mi móvil me despertó, solté a Bella que se giró dándome
la espalda, tomé el móvil y contesté sin mirar de quien se trataba.
— ¿Eddie? —me desperté por completo al escuchar la
dulce voz.
—Dame un segundo. —me levanté de la cama y tomé un
pantalón de mi mesita de noche para poder salir de la habitación, cerré la
puerta con cuidado de no despertar a la castaña que dormía en mi cama. —Dime
cariño.
—Te quiero. —esas dos palabras me tomaron por
sorpresa y una estúpida sonrisa se formó en mis labios.
—También te quiero cariño.
— ¿Cuándo vas a venir?
—Pronto cielo, más pronto de lo que te imaginas.
—dejo escapar un suspiro de resignación.
—Buenas noches Eddie.
—Descansa Ann. —se despidió lanzando un beso y
colgó.
Apoyé el brazo en el ventanal y mi frente en el,
cerré los ojos y traté de entender en que momento mi vida se había convertido
en este caos, era una red de mentiras y estaba afectando a más personas de las
que imaginaba ¿Hasta cuándo terminaría todo esto? Solté un suspiro y recordé el
supuesto viaje de negocios que había realizado el martes, cuando en realidad
era un viaje para encontrarme con el pasado.
Aflojé el nudo de mi corbata al sentir un calor
recorrer mi cuerpo, era nerviosismo por no saber a ciencia cierta lo que se
suponía debía de hacer. Había prometido que nunca más volvería y que no tendría
contacto con ella, que lo que había sucedido lo olvidaríamos, pero aquí estaba
de nuevo a punto de reencontrarme con el pasado.
El auto se detuvo frente a una casa de dos pisos
que estaba frente a la costa. Salí con paso lento pero firme, subí el par de
peldaños hasta tocar el timbre.
— ¿Edward? —delante de mí estaba la mujer rubia,
de tez blanca, su cuerpo había cambiado ligeramente, juraría que había
aumentado un poco de peso pero lo había hecho en las partes adecuadas.
—Charlotte. —saludé y sin poder contenerme miré
sobre su hombro.
— ¿Qué haces aquí? —sus manos temblaban
ligeramente y noté que miraba detrás de mí para ver si venía con alguien.
—Vengo solo. ¿Puedo pasar? —ella lo dudó por
unos minutos pero finalmente se hizo a un lado para permitirme entrar.
La casa era pequeña pero su decoración era
acogedora, me detuve de seguir inspeccionando cuando noté que una pequeña
figura bajaba por las escaleras, una mano iba deslizándose por el pasamanos
mientras que con la otra se tallaba su ojito al tiempo que presionaba un osito
de peluche. Me quedé sin aliento cuando sus ojos verdes se posaron en mí y su
cabello cobrizo caía sobre sus hombros en graciosos bucles.
—Hola Annette. —me coloqué en cuclillas al final
de la escalera ante la mirada evaluadora de la pequeña que tardo un rato en
reconocerme pero cuando lo hizo sonrió.
—Eddie. —se lanzó a mis brazos y yo la capturé
levantándola y dándole un beso en la mejilla.
—Te extrañé mi pequeñita.
—Estaba preocupada por ti. —susurró Charlotte
que nos miraba con ojos cristalinos. —No sabría como le hubiera explicado a Ann
si algo te hubiera sucedido.
—Eso es pasado, pero hay cosas de las que
debemos hablar. —dije seriamente mirando a la mujer que provocó un cambio en mi
vida hace tres años cuando supe que estaba embarazada.
— ¿Hay algún problema? —me sobresalté al escuchar
una adormilada voz detrás de mí.
—Nada que no pueda esperar. —le dije mirando que
sólo llevaba un albornoz, me acerqué a ella y antes de huyera la coloqué en mi
hombro ignorando que mi móvil quedara a mitad del pasillo.
En este momento solo la necesitaba a ella.
…
Gracias a mis betas: Andrea y Claudia que se toman el tiempo de
corregir mis horrores de ortografía y de redacción.
Mmm disculpa no haberte dicho mi nombre pero es que no había visto tu comentario, casualmente mi nombre es Claudia, no creas que me tomo comentar tu historia como una obligación, lo hago por el placer de expresar mis emociones :3 , este capitulo estuvo realmente impactante te felicito me he quedado muda volviendo a leer el párrafo un rato
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